Un proyecto fallido del gobierno federal fue el origen de la colonia Fernández Leal, hoy conocida como Chipilo. Miles de italianos emigraron de su tierra natal en busca de un futuro próspero en nuestro país pero lo que encontraron fue desolación, tristeza y muchas promesas sin cumplir.
Con esfuerzo y trabajo en familia, cuatro centenares de italianos que llegaron a tierras poblanas salieron adelante volviendo un suelo improductivo en tierra fértil y haciendo lo que mejor sabían hacer: criar animales y elaborar productos lácteos.
Así comenzó una tradición de 140 años que le ha dado fama mundial a esta población ubicada al sur de la capital poblana.
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EL ORIGEN DEL PROYECTO
Durante el porfiriato y bajo la administración del presidente Manuel González, en 1881, se retomó un proyecto de colonización extranjera que surgió durante el gobierno de Lerdo de Tejada y había resultado un fracaso. El objetivo era formar colonias agrícolas y poblar las zonas vacías del país.
“Hemos recabado información de la entonces Secretaria de Fomento que hoy es la de agricultura y el motivo principal fue que México tenía mucho territorio y muy poca población, alrededor 10 millones de personas lo habitaban”, expone Alfredo Dossetti Mazzocco, regidor de la junta auxiliar de Chipilo, quien en los últimos años se ha dedicado a investigar la historia del lugar.
Refiere que en ese momento, en el norte de Italia había una pobreza brutal debida a hechos históricos recientes y se decidió traer personas de esa zona, campesinos que supieran trabajar la tierra y que aprovecharan las facilidades que se les darían.
“Al gobierno italiano le convenía que se fuera la gente pobre, entonces los agentes de migración empezaron a hacer propaganda en las pequeñas comunidades del norte de Italia: Piamonte, Lombardía y la región del Véneto. Se pidieron requisitos y se hicieron promesas”, señala.
Los requisitos eran que fueran campesinos para que supieran trabajar la tierra; católicos, para que no hubiera conflictos religiosos; que fueran familias para que echaran raíces y no se regresaran; y que no tuvieran defectos físicos.
“Los agentes italianos convencían a la gente que viniera a México porque los agentes de migración mexicana les daban dinero por cada persona que venía. La corrupción desde tiempos inmemoriales en todos lados”, sentencia.
Entre las promesas estaba que llegarían a vivir a colonias ya formadas, que se les darían tierras para trabajarlas y construir sus viviendas, y se les darían animales. De estar en la pobreza y no tener para comer, se embarcaron a México.
TERRENOS PARA COLONIZAR
El general Carlos Pacheco que era Secretario de Fomento Federal (hoy agricultura), fue al que se le hizo la encomienda de comprar los terrenos para el programa de colonización.
“Las tierras destinadas para la fundación de Chipilo estaban entre San Martín Texmelucan y Huejotzingo, eran tierras fértiles con un clima más templado. Pero el general era dueño de esta zona en la que tenía dos haciendas abandonadas e improductivas, San Diego Chipiloc y San Antonio Tenamaxcla”, señala.
“A la hacienda de San Diego Chipiloc también se le llamaba ´la hacienda de los quita calzones´, porque como estaba completamente abandonada se escondían los ladrones, bandoleros, etcétera”, comenta.
En ese entonces la calle que atraviesa Chipilo, que sigue siendo parte de la carretera Panamericana, era el paso de las mercancías que iban de Puebla hacia Atlixco, Cuautla, y al revés. La zona era lugar de asaltos, solo estaba el casco de la hacienda abandonada de San Diego Chipiloc y si te asaltaban "te quitaban hasta los calzones".
“El general sabía que sus tierras eran improductivas y lo que hizo fue auto venderse y auto comprarse los terrenos de San Martín y los cambia por estos. Al gobierno federal le vende sus terrenos para la fundación de la colonia y él se apropia de los que si eran productivos”, sentencia.
LA NUEVA COLONIA
El regidor comenta que cada colonia se formaba con un viaje porque traían en barcos grandes cantidades de personas. La primera colonia que se fundó fue la Manuel González en Huatusco, Veracruz, en honor al presidente, en octubre de 1881.
Después se formaron las colonias Barreto en Morelos, Aldana en Ciudad de México, Díaz Gutiérrez en San Luis Potosí y la Mazatepec en Tlatauquitepec, Puebla. La última que se formó fue la Fernández Leal que hoy es Chipilo.
“Los migrantes vivían en la montaña, estaban acostumbrados al frio del bosque donde cae la nieve, entonces la Barreto fue un desastre por el calor. Se empezaron a enfermar y a morir de tifoidea, de nigua, y la colonia de Morelos se empezó a disolver. Reubicaron a los italianos en las otras y a unos les tocó venirse para acá. El 1° de julio de 1882, llegaron las primeras familias fundadoras que empezaron a preparar todo para que llegará el grupo grande”, asegura.
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El vapor Atlántico fue el que trajo a los migrantes de Chipilo, zarpó de Génova en agosto de 1882 y llegó al puerto de Veracruz en septiembre del mismo año.
“Cuando llegaron a Veracruz los aislaron algunos días porque hubo epidemia de sarampión. Después partieron en tren a Orizaba, de ahí llegaron a Cholula en tren, y no tenemos claro si se llegaron hasta aquí en carretas o caminando. Arribaron el 2 de octubre de 1882”, relata.
“Tenemos los antiguos censos y según los registros fueron 434 personas las que llegaron. La mayoría eran familias de la región del Véneto, solo había una familia Lombarda y algunos personajes piamonteses. A todos los alojan en San Diego Chipiloc y cuentan que dividen en una parte hombres y en otra, niños y mujeres. El 7 de octubre de 1882 se funda la colonia Fernández Leal (Chipilo) con una misa en la capilla de la hacienda”, detalla.
Cada colonia tenía un encargado y un intérprete que en este caso eran: un señor Calderón y Ulises Capaccioli, quien también era migrante y vivió en el puerto de Génova y por eso hablaba varios idiomas. Aunque los migrantes hablaban Véneto y no italiano, pero algo entendían.
TRATANTES DE BLANCOS
Después de algunos meses seguían viviendo en la hacienda y no se habían cumplido las promesas, entonces hay una rebelión.
“En 1883 se hizo un pequeño conflicto entre colonos y autoridades estatales y federales, que termina con la expulsión de algunos miembros de la colonia. Esos miembros fueron a un periódico a contar lo sucedido, todo se publicó en un diario de circulación que se llamaba ´El Monitor´. También mandaron una copia a los periódicos de Italia donde se especifica que los engañaron, que no les han dado lo que les tienen que dar y que el encargado de la colonia los maltrataba. Acusan al gobierno de tratantes de blancos”, advierte.
“Finalmente hubo un diálogo con las autoridades y todo se calmó. Les empezaron a dar lotes para que se fueran construyendo sus casas, reparto de animales, un arado y otros instrumentos para empezar a trabajar la tierra”, señala.
Además de saber del campo la mayoría de los habitantes de la colonia sabían otros oficios como albañilería, carpintería, herrería, etcétera. “Se cuenta que los albañiles del pueblo era la familia Stefanoni, empezaron a construir con material local, piedra, adobe, etcétera”, asegura.
PROMESAS NO CUMPLIDAS
No solo no se iba a cumplir la promesa de entregarles tierras fértiles, también se prometió entregar un terreno por familia (papá, mamá e hijos) pero no sucedió así.
“La idea era repartirles seis hectáreas por familia pero lo que hizo el gobierno fue entregar ese terreno a familias completas, es decir, papá, mama e hijos aunque estos estuvieron casados e incluso si venían abuelos y tíos también, podía haber familias de 30 integrantes. Empezó el descontento”, dice.
Las tierras que les habían prometido no fueron un regalo, hay contratos que especifican que se las entregarían pero cada mes o cada año tenían que abonar hasta cumplir con la cuota. Además, eran inservibles: “Cuentan los bisabuelos que las tierras eran infértiles, entonces esperaban a que las vacas defecaran para tomar ese excremento y esparcirlo en la tierra como abono, cada vez que hacia una vaca ¡corrían!, así fueron haciendo fértil el campo”, enfatiza.
El gobierno quería que en esta colonia se cultivaran uva y árboles de mora para la cría de gusanos de seda, asegura el entrevistado, quien agrega que querían hacer una zona vitivinícola y la ruta de la seda mexicana. Entonces los hicieron sembrar olivos, vides y árboles de mora, pero ni las tierras ni el clima eran propicios.
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La cosecha no se logró y vino otra crisis entre 1892-93. Los colonos se revelan y le dicen al gobierno que a partir de ese momento se dedicarían a hacer lo que sabían, criar animales y elaborar productos lácteos: queso, crema, mantequilla y así es como empieza la tradición de “Chipiloc”.
Dossetti refiere que otros colonos emigraban para ir a trabajar a las minas o se buscaban trabajo en fincas o haciendas de Atlixco o de San Nicolás de los Ranchos. Las mujeres preparaban sus productos y salían bien temprano con sus canastos llenos para venderlos en Puebla: "Yo siempre he dicho que las mujeres hicieron esté pueblo porque mientras los hombres salieron a trabajar a otros lugares ellas se pusieron ha criar a los animales para hacer los productos y diariamente ir a venderlos a la ciudad".
“Hay un documento en el que los pobladores de Chipilo exigen al gobierno lo que se les prometió o de lo contrario regresarían a su país. Corre el rumor de que les quitaron su pasaporte para que no se pudieran regresar”, detalla.
Las familias fundadoras que pudieron se regresaron a Italia, otros se fueron a México o a Estados Unidos, también hubo mucha mortandad los primero años, principalmente de niños, y la colonia se hizo más pequeña casi se redujo a la mitad en 1893.
“Me puse a revisar actas y los niños morían por enfermedades como la difteria, rabia, tétanos, tosferina, sarampión, viruela, neumonías y la mayoría eran por diarreas. Había períodos que se morían muchos y a todos les ponían que habían muerto de pulmonía, por ejemplo, entonces era evidente que había una epidemia de algo”, enfatiza.
BATALLA DEL GRAPPA
A un costado de la hacienda San Diego Chipiloc se encontraba el monte llamado Chipiltépetl. Cuando los habitantes llegaron a colonizar la zona le cambiaron el nombre a Monte Grappa en recuerdo a la montaña que se encuentra en Véneto, Italia, y que dicen se podía ver desde todas las comunidades de los italianos que emigraron.
“El pueblo empezó a prosperar y empezó a haber muchos robos. En las noches se formaban cuadrillas de vecinos vigilantes y a veces hacían vigía desde el monte. El líder era Giacomo Berra Zancaner, que fue el último de los migrantes que falleció a los 93 años en 1971”, señala.
Entre 1914 y 1917 dice el entrevistado que los revolucionarios llegaban a Chipilo pidiendo armas, caballos, comida. La gente se espantada porque eran extranjeros, nunca se naturalizaron y muchos ni siquiera hablaban el español, entonces empezaron a ceder ante los que dicen, eran zapatistas.
Un día, además de armas, caballos y comida, pidieron mujeres, petición a la que no accedieron. Entonces sacaron las armas y se armó la balacera pero los revolucionarios huyeron porque eran un grupo pequeño. A los pocos días regresaron con refuerzos, eran más hombres que la población que tenía Chipilo.
Refiere que en ese entonces el cerro no tenía tantos árboles y alguien estaba vigilando y cuando los vio a lo lejos, tocó la campana. Los hombres se organizaron con las armas y escondieron a niños y mujeres, pero algunas de ellas decidieron entrarle al conflicto y se armó la “Batalla del Grappa".
“Dicen que el tiroteo empezó en la mañana, estuvo todo el día y toda la noche, por momentos se calmaba y otra vez. Al final ganan los de la colonia que mataron a muchos hombres. Por el lado de Chipilo si hubo heridos y solo hubo un muerto que fue un niño que alcanzó una bala”, asegura.
Cuenta la leyenda que al terminar la Revolución, uno de los que participó en la batalla fue a pedir trabajo a Chipilo. Él les comentó a los pobladores que no es que hubieran ganado y por eso se retiraron. Dijo que lo que pasó, fue que durante la batalla vieron la imagen de San Juan con una bandera blanca, y les doy miedo porque significaba que él estaba de parte de la colonia, y por eso se retiraron.
Hoy en el monte hay una réplica de la Modannina del Grappa, que le falta una mano que perdió en la Primera Guerra Mundial; un pedazo de roca del Monte Grappa de Italia que les fue obsequiado por el gobierno italiano; y Cristo Rey, que fue remplazado porque al antiguo lo partió un rayo, literal.
EL MITO DE LOS MATRIMONIOS
“Siempre han dicho que la gente de la Chipiloc se casaba entre hermanos o entre primos y eso no es cierto, es un mito. Si hubo endogamia, lo que quiere decir que se casaban con personas de las misma comunidad pero no entre familiares, eso ha sido mal visto desde siempre”, subraya Dossetti.
Refiere que el primer párroco que hubo de manera formal con la iglesia fue un niño migrante que llegó de 8 o 9 años y después se convirtió en sacerdote: “Aquí todos se conocen y el padre Francisco Mazzocco era muy meticuloso para casar, casi hacia el árbol genealógico para ver si casaba a la pareja o no, tenía un control estricto”.
“Eso de que solo se casaban entre los mismos miembros de la comunidad sucedió los primeros años. Estuve revisando las actas de matrimonio y en 1892, solo diez años después de la fundación, se casó la primera pareja formada por una italiana y un mexicano de Cholula”, señala el entrevistado.
Asegura que el segundo matrimonio se da en 1894 entre un viudo italiano con una mujer de San Nicolás de los Ranchos; el tercer matrimonio fue en 1898 y después de los años cuarenta fue mucho más frecuente porque ya había un 50% de matrimonios mezclados.
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La Iglesia de Chipiloc se consagró a la Virgen de la Inmaculada Concepción y se empezó a construir en 1909-1910. Pero vino la Revolución y después la epidemia de 1928 y los trabajos estuvieron parados. “Se terminó de construir en 1920 y fue hasta los años 30 que se construye el campanario que, como dato curioso, se ubica en la parte trasera de la iglesia, característica típica de la arquitectura Véneta”, asegura.
CHIPILOC, LA ÚLTIMA COLONIA
Los fundadores de Chipilo fueron engañados tanto por el gobierno mexicano como el italiano. Muchos migrantes dejaron familia allá porque había la promesa de que habría más viajes, pero no fue así y algunos jamás volvieron a ver a sus papás o hijos.
“Chipiloc fue la última colonia, el proyecto no prosperó porque no se hizo lo que se debía y no se le dio la atención necesaria a los migrantes. De las colonias que se fundaron solo sobrevive la Manuel González en Veracruz y Chipilo, somos los únicos que aún hablamos la lengua de nuestros ancestros, Véneto, y conservamos sus tradiciones”, subraya.
Actualmente, los fines de semana se llena de turismo que se acerca a comprar productos lácteos y otra actividad importante es la fabricación de muebles. También se pueden saborear los típicos gelatos italianos que son 100% artesanales, en Dolomiti (Reforma 317).
“No somos la pequeña Italia, ´somos mexicanos y estamos orgullosos de serlo´, pero también estamos orgullosos de nuestras raíces, pertenecemos a una etnia alóctona que es la Véneto”, concluye Alfredo Dossetti Mazzocco.