Lo que hoy conocemos como Avenida Reforma, antiguamente era el camino a Cholula que en 1584, se llamó “Calle Principal que va a Cholula”. Más tarde, cada cuadra de este antiguo camino recibió un nombre diferente (Miradores, Hospicio, Guadalupe), pero el tramo comprendido entre la 3 y 5 sur conservó el nombre de calle Cholula.
La casa número 7 de la calle de Cholula fue una construcción de la época porfiriana que desde finales del siglo XIX llamó la atención de los poblanos por su belleza arquitectónica y porque todos sabían que ahí vivía una portentosa familia.
Hablar de la familia que la construyó y la habitó más de 80 años, es contar la historia de la casa que primero fue la Residencia de los Sánchez y Gavito Tapia, después la Mansión De La Fuente y, hasta hace 40 años, la Casa de los Pellón. El edificio aún conserva el ambiente porfiriano, a pesar de que hoy es un banco.
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LA CONSTRUCCIÓN DE UN PALACIO
“La casa número 7 de la calle Cholula, era una casa común de dos pisos, sin gran valor arquitectónico, propiedad de Amalia Ortiz Hernández, en la que vivió hasta 1896 cuando se la vendió a Isabel Tapia, esposa del prominente empresario, José Sánchez y Gavito”, expone el investigador Gustavo Velarde Tritschler.
“El matrimonio mandó a tirar la casa e iniciaron los trabajos de reconstrucción que duraron tres años (1899). Para hacer esto, José Sánchez y Gavito firmó un contrato con la Compañía Mexicana de Construcciones y Obras de Ingeniería, propiedad de Porfirio Díaz hijo, cuyas oficinas estaban en el tercer piso del edificio del Centro Mercantil, en la esquina del Portal de Mercaderes y 16 de Septiembre en Ciudad de México”, asegura.
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Refiere que el jefe de la obra y proyecto de la casa fue el ingeniero Gonzalo Garita, destacado por haber construido la Casa Boker en 1898 en Ciudad de México, la Compañía de Seguros La Mutua en 1902 y actual edificio del Banco de México. El residente encargado de la obra, fue el ingeniero Agustín Silva, poblano cuyo despacho estaba en el número 3 de la calle de Infantes (hoy 3 Oriente).
La casa resultó una de las mejores de Puebla, si no es que la mejor de la época del porfiriato, un palacio, dice el investigador, y agrega que “su fachada tiene tres ventanales largos y verticales con enrejado de fierro con plomo, con una combinación de balcones intercalados de piedra y fierro. En el segundo piso tiene paramentos de mármol y en su interior conserva adornos originales como un candelabro de plata estilo barroco con 17 esculturas de arcángeles, fechado en 1785”.
“Se construyó con dos patios, el principal con gruesas columnas de piedra y habitaciones para las oficinas de sus negocios. El segundo patio era para la servidumbre, ahí estaban las bodegas y las cocheras con capacidad para tres carruajes de la época. Los alcobas contaban con boudoir (sala pequeña) que solo tenían los ricos y el comedor era inglés, además de una cocina fabulosa de 6 metros de altura”, detalla.
LA UNIÓN DE CAPITALES
José Sánchez y Gavito y su esposa Isabel Tapia, escrituraron la casa a nombre de sus dos hijas: Concepción (Concha) y Josefina (Pepita) Sánchez y Gavito Tapia.
Se sabe que Concha permaneció soltera, se dedicó a la costura, a las oraciones, coleccionaba tarjetas postales y antigüedades, viajo por el mundo y vivió ahí hasta su muerte. Su hermana Pepita, se casó con un mexicano de origen español llamado Alberto de la Fuente.
“Rubio con barba y muy elegante como todos los caballeros de esa época, vestía polainas, bastón de mango de oro, cuello inglés de hule, muy bien vestido. Al casarse con Pepita se asoció con su suegro en la fábrica de papel que este había comprado”, señala.
Enfatiza que José Sánchez y Gavito había comprado la fábrica La Beneficencia que databa de 1838 y era de Andrés Torres, quien se la vendió por 64,970.00 pesos de la época, en 1885. Estaba en los terrenos de Santo Domingo a las orillas del Atoyac, se aprovechaba la energía del río para la elaboración del papel, pero Sánchez y Gavito la convirtió en fábrica de textiles. Estaba frente a La Constancia y La Economía de Esteban de Antuñano.
Así se unieron dos grandes capitales, asegura el investigador, quien dice eran de los más ricos de Puebla, porque Alberto de la Fuente también era accionista de tres bancos: el Banco Oriental de México (hoy edificio de protocolos, junto Palacio Municipal), del Banco Español que estaba en la primer calle de Avenida Reforma (después fue Banamex), y el Banco de Jalisco. Además era accionista mayoritario de una cementera de nombre Hevia, una minera que se llamaba La Natividad y la Arrendadora de terrenos petrolíferos Los Reyes.
“Socialmente, Alberto de La Fuente era el presidente del Casino Español y de la Junta de Festejos de La Covadonga, de la Beneficencia Española. También fue visionario porque junto con otros poblanos, aportó capital para que en Puebla hubiera teléfonos por primera vez”, detalla.
“Un dato interesante es que jueves y sábado tenía una cita con los pobres ahí afuera de su casa de Cholula 7. La gente se reunía para esperar a que saliera porque les regalaba monedas de oro”, comenta.
LAS ÚLTIMAS GENERACIONES
En 1942, Alberto de la Fuente y Josefina (Pepita) Sánchez y Gavito heredaron la casa a sus hijos Isabel y Alberto de la Fuente Sánchez y Gavito, quienes fueron la tercera generación de la familia que habitó la casa.
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Dice que los hermanos rentaron las oficinas que estaban en la parte de abajo a un señor Miguel Espinoza Portú para atender sus negocios. Y las oficinas del lado derecho del portón eran las de la fábrica La Beneficencia.
“Isabel se casó con Luis Pellón Mediavilla, quien era presidente del Consejo de Administración del Banco de Comercio de Puebla, y así se une otro importante capital a la familia. Tuvieron tres hijos Luis, Jorge e Isabel Pellón de la Fuente, quienes fueron la cuarta y última generación que habitó la casa de Cholula 7”, señala.
En 1981, pese a la objeción de su hermana Isabel, Jorge y Luis vendieron la casa que habían heredado en 1965 al Banco de Londres, que después fue Banca Serfin y hoy es Banco Santander en Avenida Reforma.
“Al entrar como cliente al banco, se aprecia la belleza de la casa, porque se respetó la estructura y arquitectura original, se conserva el portón principal de cedro, los marcos de madera, los vitrales del primer patio. Este es de los pocos edificios del Centro Histórico que conserva el ambiente que tenían cuando vivieron sus dueños, un ambiente de casa porfiriana. Es espectacular”, concluye Velarde Tritschler.