La Sociedad de Escuelas Cristianas nació en Francia en el siglo XVII, cuando San Juan Bautista De La Salle fundó el primer instituto religioso católico masculino y laico, dedicado a la educación de niños y jóvenes, principalmente de escasos recursos.
Dos siglos después, sus métodos innovadores de enseñanza y su deseo de impartir una educación gratuita llegaron a México, cuando cuatro hermanos de la congregación lasallista desembarcaron en el Puerto de Veracruz. Al año siguiente, en 1906, fundaron en Puebla el Colegio San Pedro y San Pablo, a un costado de la Catedral.
En agosto de 1937, la institución cambió de nombre a Colegio Benavente y, después de cuatro cambios de ubicación, llegó a su sede actual, en febrero de 1949. 116 años después, los egresados de la institución son reconocidos por su formación integral, humana y por su calidad académica.
Así fue el comienzo…
Los cuatro primeros miembros de las Escuelas Cristianas, conocidos como Lasallistas, llegaron de Francia a México el 1 diciembre de 1905. En 1914 ya eran 196 hermanos, que se dieron a la labor de fundar escuelas en diferentes estados del país.
El Colegio San Pedro y San Pablo se abrió en Puebla en 1906, como un modelo de inspiración cristiana de educación privada, en la 5 Oriente, a un costado de la Catedral, en un edificio cedido por el arzobispo Ramón Ibarra y Gonzáles.
Para 1914, debido al anticlericalismo que se tornó con la Revolución, y al fusilamiento de dos hermanos y un sacerdote del colegio de Zacatecas, los lasallistas abandonaron el país. Un año después comenzaron a regresar paulatinamente. Cuatro de ellos vinieron a Puebla para encargarse del Colegio Motolinía, que les fue entregado por los padres de la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, en la calle 5 sur 1103.
La segunda etapa lasallista inició en 1933, con la de Academia Comercial Motolinía, en la misma ubicación, pero en 1935 el colegio tuvo que cambiar nuevamente de sitio y fue entonces que se convirtió en Academia Comercial Benavente, que se encontraba en la calle Ayuntamiento 408, hoy Juan de Palafox y Mendoza.
El director de la escuela era el hermano Gerardo Monier y fue quien tramitó la incorporación del colegio ante las autoridades educativas del estado, lo que logró en agosto de 1937 bajo el nombre de Escuela Particular Benavente. Al año siguiente, en 1938, renació definitivamente la obra educativa de los lasallistas en Puebla al abrirse la Escuela Secundaria Benavente, en un edificio de la 15 Sur 1.
Debido al crecimiento en su población estudiantil el colegió se volvió a mudar, ahora al edificio San Luis, que fue cedido por los padres dominicos, ubicado en la calle 5 de Mayo, entre la 8 y la 10 Poniente. Los lasallistas siguieron impartiendo educación ahí hasta 1948, mismo año en que se inició la construcción del edificio del colegio sobre la nueva avenida Revolución (hoy 25 Oriente).
Raíces lasallistas
Jorge Rodríguez Pacheco fue estudiante del Benavente. Hoy tiene 95 años de edad y platica que en su época los papás elegían el colegio para sus hijos por la fama o reputación de algún maestro, no por la escuela en sí.
“Mis primeros años fui al Instituto Colón, con el maestro Gumersindo Vargas, la primaria, a la escuela Amado Nervo, con el profesor Monford, y en segundo de secundaria (1941) me pasaron al Colegio Benavente”, expone.
“Cuando entré al Benavente ya vivíamos en San Francisco, a donde llegamos en 1936. Nuestra casa fue la primera del fraccionamiento, estaba en la 12 Oriente y 4 Norte. El colegio me quedaba a unas calles, estaba sobre la 5 de Mayo, entre la 8 y la 10 Oriente, en lo que era el edificio San Luis”, agrega.
Comenta que, cuando ingresó al Benavente, el director de secundaria era el señor Pérez, y el director general de la escuela era Gerardo Monier, a quien recuerda con agrado y menciona que había otros hermanos Lasallistas franceses, como su profesor de canto, Benito Mazat.
“Yo formaba parte del coro de la escuela. Además de cantar canciones de iglesia aprendimos a cantar himnos de países como Cuba o Francia. Éramos una hermandad y nos unía el Indivisa Manent (´Lo unido permanece´), que es el lema que identifica a todos los lasallistas en el mundo”, detalla.
También recuerda a los señores Ramírez, que eran hermanos y profesores. Uno daba inglés, que es la materia que más le gustaba a él, y el otro impartía física.
“Había internos y éramos un salón por grado como de 40 alumnos. Nuestro horario era quebrado, de las 8:00 a las 12:30, y regresábamos de las 3:30 hasta las 5:30. Teníamos escolta, banda de guerra y un uniforme de gala con el que desfilábamos el 5 de Mayo, el 20 de Noviembre, porque era obligatorio desfilar”, señala.
“Recuerdo que nos daban vales por disciplina, estudios, etcétera, que juntábamos para tener un día al mes de descanso. Nos llevaban de excursión generalmente a Agua Azul. Salíamos caminando de la 10 Oriente hasta el balneario porque no había ningún tipo de transportación, y de regreso igual, a pie”, puntualiza.
Cuando Jorge se graduó de secundaria (1942), por decisión propia se fue a la Ciudad de México a estudiar al Cristóbal Colon, también de lasallistas, donde había prepa o podías entrar directamente a la carrera de Comercio, que es lo que él estudio y que hoy se conoce como Administración de Empresas.
La sede definitiva
El 14 de febrero de 1949 se estrenó el edificio que actualmente ocupa el Colegio Benavente, en la 25 Oriente 9, en El Carmen. Contaba con primaria, secundaria e internado. La prensa poblana de la época lo reconoció como el primer colegio en construir un edificio destinado para la educación que sirvió como ejemplo para otras instituciones para edificar su propio edificio.
“Yo tenía como 7 años (1961) cuando entré al Benavente y ya estaba en la 25 Oriente. Vivía en Chula Vista, en la 5 sur y 31 poniente”, detalla Jorge García-Salmones Baz, exalumno que pertenece a la generación 1961-1973.
Refiere que recibió una formación académica excelente, en la que se les inculcaba mucho el respeto a los profesores. Recuerda las clases de moral y de civismo en las que aprendió cosas tan elementales como traer un pañuelo siempre en el bolsillo.
“Yo era un alumno de calificaciones promedio, eran bien portado, nos traían a raya y si te portabas mal ponías las manos y te pegaban con una regla de madera, te tenías que aguantar, no ibas a tu casa a acusar. Si el profesor te había regañado era porque te lo merecías, a veces te ponían en el patio bajo el rayo del sol en una posición con las rodillas flexionadas y los brazos estirados, y había quien se desmayaba”, asegura.
En esa época la educación del colegio era militarizada y su uniforme de gala era un traje azul cruzado con botones dorados y el escudo del colegio, además de una franja blanca en los costados del pantalón.
“En primero de secundaria estuve en el teatro Epidauro, hacíamos obras dirigidas por el maestro Antonio Carrillo, que era una eminencia, un hermano muy querido y respetado por todos. Solo estuve un año porque había que dedicarle tiempo y descuidaba mis estudios”, dice.
Recuerda que estaba prohibido fumar y durante el recreo jugaban futbolito o spiro, un poste como de dos metros con una pera y se jugaba entre dos personas. Estaba la tienda de don Juan Romero, que vendía la clásica torta de mole, papas y refrescos.
En cuanto a deportes, practicaban basquetbol, voleibol, atletismo (en el Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec, a unas calles) y fútbol, en las canchas deportivas del colegio. Señala que una cancha estaba en la 31 Poniente, entre la 16 de Septiembre y 2 Sur, y el campo grande, que tenía 6 canchas, estaba en el terreno donde hoy es Plaza Dorada.
“En esa época todavía estaba el río y la única forma de cruzar la ciudad era por un puente que estaba en la 25 Oriente, donde está el Bancomer (BBVA) del bulevar, era un paso para camiones. Nos íbamos caminando los sábados, con tus tacos colgados al hombro. Si tenías dinero te ibas en camión o también en bicicleta”, relata.
Eran caminos de tierra que llegaban a donde está el restaurante La Garita. Los campos estaban enfrente, dice, y agrega que los partidos eran de 8 de la mañana a 2 de la tarde. Se regresaban igual, caminando, pero para calmar la sed tomaban agua del pozo que había ahí, porque no había tiendas. Algunos llevaban su cantimplora.
“Los torneos de basquetbol se jugaban en el Alpha 2 y cuando eran contra el Oriente (Instituto), al terminar siempre nos agarrábamos a puño limpio afuera. Yo tenía amigos ahí pero siempre hubo rivalidad entre ambos colegios porque la verdad siempre fuimos mejores”, dice sonriente y orgulloso.
La etapa que recuerda con más gusto es la preparatoria (para la década de los 70 ya había educación media superior), porque la mayoría eran los mismos compañeros de siempre. Su generación fue solo de hombres y fue la última de prepa de dos años. Dice que la primera generación con mujeres fue en 1975-76, no hubo en 74 porque fue cuando la prepa cambió a tres años.
“Cada quince días convoco a mis amigos los jueves en la noche, nos juntamos 10-12 compañeros. A fin de año hago la comida de Navidad y Cada cinco años hago un festejo de aniversario. Este año cumplimos 50 años de haber egresado y habrá fiesta”, concluye.
El colosal auditorio
Con el objetivo de conmemorar el 50 Aniversario de la llegada de los lasallistas a Puebla, en 1955 se inició la construcción del auditorio del colegio, con capacidad para dos mil personas. Esta noticia fue oportunamente dada a conocer en El Sol de Puebla.
Desde entonces, el auditorio ha formado parte fundamental en la vida de los estudiantes. Ha sido escenario de obras de teatro de los alumnos, entregas de calificaciones familiares o eventos musicales, entre otros.
Mención aparte merecen las “fonomímicas”, que iniciaron como un concurso interno entre los alumnos para imitar a su cantante o grupo favorito, hasta convertirse en todo un fenómeno en la ciudad al reunir a jóvenes de todos los colegios y adultos de todas las edades para presenciar un espectáculo musical de calidad que hizo vibrar a la sociedad poblana en la década de los ochenta.
¿Cómo eran las fonomímicas? Conoce esta y más información del Benavente en la segunda parte de este especial que se publicará el próximo sábado 28 de enero.