La fiesta de muertos no se celebraba en noviembre sino en agosto y los evangelizadores lo más que lograron hacer, porque no la pudieron desaparecer, es traerla o arrastrarla a noviembre para que coincidiera con lo que la iglesia ya había establecido, explicó el arqueólogo, Eduardo Merlo Juárez.
El también asesor cultural de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) señaló que la tradición viene del mundo prehispánico y estaba directamente ligada a la temporada de cosecha en el campo.
“Los muertos nos enseñaron, cuando eran vivos, nos enseñaron a trabajar, trabajaron ellos mismos para darnos alimentos cuando estábamos pequeños, murieron y los enterramos y entonces se volvieron abono de la tierra y nos siguieron alimentando, entonces les agradecíamos poniendo una gran ofrenda en agosto”, acotó.
Sin embargo, indicó que durante la evangelización lo más que se pudo hacer fue conseguir que los indígenas recorrieran la celebración a noviembre, pero no se logró que dejaran de dedicar varios días a honrar a los muertos y lo hicieran solo el 1 de noviembre, como ya lo hacia la iglesia.
¿Qué elementos se añadieron a la ofrenda?
En este sentido, dijo qué hay varios aspectos que se han añadido a las tradiciones, por ejemplo la colocación de distintos niveles en las ofrendas, ya que originalmente sólo se colocaban los alimentos, velas y cempasúchil.
“Lo qué pasa es que los escalones, que no son niveles sino escalones, se inventaron para que el muerto pueda ver todo lo que le pusieron, porque a veces si se pone en algo plano el mole se va a esconder detrás de otra cosa y se cree que no lo va a ver”.
Merlo detalló que el agua bendita que algunos suelen colocar en la ofrenda, tampoco formaba parte de la tradición prehispánica, ya que originalmente sólo se trataba de ofrendar al muerto la comida que le gustaba, luz y flores para facilitar su llegada.
“El camino de cempasúchil se pone desde tiempos prehispánicos. El Mictlán, el lugar donde descansan los muertos, es oscuro y al salir a la luz los muertos pueden quedar un tanto encandilados o no ver bien donde andan, la flor tiene un color muy fuerte y el olor muy fuerte también, es la ruta que lo lleva a la ofrenda, no sea que se vaya a meter a la de junto y no le toque, por eso quienes pongan el camino deben ser familiares, para que el muerto reconozca en el olor de la flor el de su familia”.
El arqueólogo señaló que aunque se han ido añadiendo elementos a las tradiciones e incluso se han retomado aspectos del Halloween, el hecho es que la tradición de recordar y recibir a los muertos se mantiene viva y conserva el objetivo o ideología de la fiesta prehispánica.