De cara a la Gran Pirámide de Cholula, danzantes del Calpulli Huitzilihuitl, que significa Pluma de Colibrí, activan los sonidos de un caracol y un huéhuetl (tambor) para anunciar el inicio de una representación prehispánica. Para visitantes y locales del pueblo mágico de San Pedro Cholula el acto es un atractivo más, pero para quienes la desarrollan es revivir el antiguo México e invocar a los guardianes de vida Quetzalcóatl, Xipe Tótec, Tezcatlipoca y Huitzilopochtli.
A los ecos generados se suman la quema de copal y la colocación de una tinaja con agua y flores. Es parte del tributo que están por rendir a la tierra, agua, viento y fuego, elementos de la naturaleza que guían los más de 20 rituales ancestrales que desde esta ciudad milenaria realizan en honor a las culturas invadidas por los españoles hace cinco siglos.
En esta ocasión, el Calpulli realiza la Danza al Fuego. La explanada del Parque Soria, que también es conocido como el atrio cultural de la Gran Pirámide, es el espacio elegido por los danzantes para presentarse ante cada punto cardinal y comenzar los movimientos coreográficos que mantienen viva esta tradición y resistencia de los pueblos originarios.
“Cholollan (Cholula actual) es una ciudad ancestral, más antigua que Tenochtitlán y aquí cada que iniciamos una danza tenemos que presentarnos con el universo para decirle que vamos a iniciar y luego invocamos a los espíritus guardianes de la tierra, el sol y los cuatro elementos”, explica Erik Reyes, líder del Calpulli.
A unos metros de donde sus compañeros de esta unidad de organización danzan, habla del simbolismo que resguardan los rituales prehispánicos. Comienza diciendo que el sonido del huéhuetl representa el latido del corazón de la madre tierra y el del caracol hace alusión al viento.
En cuanto al ritmo de las danzas, señala que éste es regido por los cuatro elementos de la naturaleza, ya que en referencia a la tierra los pasos son tranquilos; agua, más fluidos; aire, son rápidos, y fuego, más veloces, pero en cada etapa debe prevalecer la armonía para lograr la conexión con el universo y su energía.
También platica que ser danzante implica cursar una carrera de preparación y conocimiento que permite al aspirante ascender en la línea de rangos marcados en cada Calpulli, así como ganarse insignias meritorias como una pluma de guacamaya, una perforación en el rostro o una escarificación, donde esta última es un corte en la piel realizado por una navaja de obsidiana y bisturí, sin anestesia, ya que representa una ofrenda dedicada a la madre tierra y al padre sol.
México tiene riqueza ancestral
Erik Reyes, que en su Calpulli es llamado Huitzil, relata que lleva 15 años danzando en San Pedro Cholula y en otras plazas públicas y ceremoniales del país.
Desde niño supo de su interés por la historia prehispánica y hoy se congratula de ser impulsor para mantener vivas estas raíces culturales. Su Calpulli está formado por 15 personas, familiares y amigos, quienes, como él, comparten su gusto por danzar, aprender de la cosmología y la cultura dejada por los ancestros previo a la invasión de los españoles y por ascender en la línea de rangos.
“Cuando alguien se integra por primera vez al Calpulli inicia como macehual, que es el grado más bajo, pero de ahí, dependiendo del conocimiento que adquiera, se asciende a sargento, regidor de danzas, palabra primera, palabra segunda y palabra tercera, capital y general, donde éste último es el cargo más elevado, que puede obtenerse por linaje o línea”, precisa.
Detalla que son 20 rituales prehispánicos los que realizan como agrupación, aunque el más importante es el dedicado a los caídos por la Matanza de Cholula, que tiene lugar el domingo más próximo al 18 de octubre, donde se recuerda a los ancestros que perdieron la vida por la llegada del conquistador Hernán Cortés.
Al recordar este episodio de la historia de México, aclara que este español no fue recibido con ceremonias por el pueblo indígena, como él lo llamaba, porque si éste quemó copal y flores fue para aminorar el mal olor que emanaba, a decir de la tradición oral, que es la propagada de voz en voz en ese tiempo.
También este Calpulli recibe el solsticio de primavera e invierno, efectúa la veintena Izcalli y Tlacaxipehualistli dedicada a la energía del señor de la transformación en tributo al generador de vida Xipe Tótec, así como otras dedicadas a Ehecatl-Quetzalcóatl-Mictlantecuhtli y la denominada Vientos de Sabiduría Ancestral.
“Para ser danzante, nosotros somos mexicas, se debe tener el gusto y luego la disposición para aprender filosofía náhuatl, la composición de las ceremonias, temas relacionados con la velación de los altares y tendidos sagrados,la simbología escrita por el invasor (españoles) y de la tradición oral dejada por nuestros ancestros, así como trabajar para que las danzas en la que participa sean reconocidas en otros centros ceremoniales”, explica.
Erik Reyes plantea que pertenecer a un Capulli no siempre es bien recibido por algunos sectores de la población, al ser señalados de promover el paganismo, cuando la realidad es que son promotores de un movimiento de resistencia en evolución desde hace 500 años.
Danzan a Tonantzin, no a la virgen guadalupana
Admite que el 24 de junio, este Calpulli no danza para festejar a San Juan, sino a Tláloc. El 1 de septiembre se recuerda a Mayahuel y no a la virgen de los Remedios. El 29 de ese mismo mes se vuelve a invocar Tláloc y no a San Miguel Arcángel y el día 12 de diciembre se rinde tributo a Tonantzin, la madre tierra, y no a la virgen guadalupana, por mencionar algunos ejemplos.
Añade que los generadores de vida son Quetzalcóatl, que representa el conocimiento; Xipe Tótec, la transformación; Tezcatlipoca, la conciencia, y Huitzilopochtli, la fuerza de voluntad, pero por un mito dejado por los españoles invasores son llamados dioses, concepto que es mal empleado, porque nuestros ancestros no bebían sangre, no realizaban sacrificios y tampoco tenían deidades. Al contrario, la vida se regía por el calendario solar y lunar, mismos que definían la personalidad y el futuro de una persona.
“Tenemos que preservar la cultura, porque tuvimos y tenemos invasiones en la actualidad por todos lados y somos de los pocos países que tenemos muchas culturas y debemos sentirnos orgullosos y verdaderos mexicanos, porque como país dimos al mundo el chicle, el chocolate, jitomate, vainilla y los calendarios más exactos, así como metales preciosos, como el oro y debemos sentir orgullo de lo que somos, del color de nuestra piel y espíritu”, concluye.
Con la danza ofrendas tu sangre y rezo
Eduardo Cárdenas Sánchez, un guerrero del Calpulli Huitzilihuitl, comparte que lleva seis años como integrante de este grupo, donde cada vez que danza ofrenda su sangre, sudor y rezo.
“Se trabaja y se aprende de corazón esta tradición, donde cada uno hace su atuendo, el mío destaca la energía que proporciona la víbora de cascabel y la zorra, que son los guardianes que me protegen (…) espero que estas danzas y rituales no se pierdan porque son nuestra cultura y por eso como grupo rescatamos su significado”, externa.
Tras haber participado en la Danza del Fuego, puntualiza que su sentido de pertenencia al Calpulli nació cuando junto con su familia, dedicada a la elaboración de artesanías, veía el ir y venir de los danzantes en las plazas de Cholula.
Lamenta que en la actualidad algunos rituales se hayan perdido cuando llegaron los españoles, no obstante, dice estar orgulloso de los grabados y la primera escarificación que ha ganado su cuerpo por la perseverancia de su mente por contribuir en la encomienda de mantener viva la cultura de México. Su corte de piel, continúa, se la dedicó a su hijo Marco Balam, que significa jaguar en maya.
Eduardo relata tener experiencias buenas y pocas desagradables en su tiempo dedicado a la danza mexica, aunque recuerda más las primeras, entre ellas cuando ganó su primera pluma de águila real por ser un buen guerrero y la segunda fue cuando protagonizó el ritual para recibir su primer corte de piel, al acumular más conocimiento y experiencia.
La danza gana fuerza
Ozomatli (hermano mono) es otro danzante que tiene el grado de huehuetlero, es decir el señor del tambor. De sus 38 años de edad, dice que ha dedicado 15 a esta gran cultura de colores y formas, a la cual tomó gusto por sus abuelos, quienes le transmitieron conocimiento y conciencia sobre el tema.
“Todos los del Capulli tenemos armaduras apegadas a nuestro tonalpohualli, que determina el calendario solar, porque tenemos un nombre y un significado que nos guía y determina quiénes son nuestros guardianes y elementos espirituales y en mi caso es el mono, pero también tengo apego al águila y el oso”, indica.
Por último, ventila que los rituales ancestrales ganan más fuerza en la actualidad ante el interés de personas por conocer más de esta actividad prehispánica.
El maztla o taparrabos, atuendos de hasta 40 mil pesos
“Viajas y conoces tu país, pero además la danza forma parte de tu vida personal y familiar”, externa Leonel Reyes Huitzil, quien en el Calpulli referido es nombrado Cipactli, que significa cocodrilo.
Comenta que ver a su hermano desarrollarse en este ámbito lo llevó a integrarse y esa decisión lo mantiene en el grupo desde hace 11 años, ya que ingresó a los 18 años y hoy tiene 29.
Al hablar de las armaduras que portan cuando danzan, Leonel sostiene que éstas representan una inversión que asume quién la usará, pero algunas, dependiendo los detalles, llegan a rebasar los 40 mil pesos.
“La danza es un todo, es un ritual ceremonial, pero también es un gasto que no es barato, al final es un gusto, pero si uno se quiere ver bien se debe gastar y si no, hasta con 500 pesos se tiene lo básico, pero el atuendo más barato llega a los siete mil pesos”, refiere, mientras muestra su indumentaria que resalta al jaguar y el águila como sus guardianes, que son los animales más fuertes al ya no tener depredadores por encima.
La armadura incluye un pectoral, el maztla (mal llamado taparrabo), pulseras, rodilleras, braceras y el copilli (corona de plumas), donde en este último se exhiben los elementos de guardianes sagrados, como puede ser el venado, la serpiente, águila, jaguar, mono y otros más, así como pintas faciales relacionadas con los significados de los códices ancestrales.
Leonel expone que ser danzante también influye en la vida familiar y, en su caso, las escarificaciones que porta en el pecho están dedicadas a su esposa y sus dos hijos, mismas que le causaron dolor, pero le dieron honor y pertenencia.
Indica tener su hogar en San Pedro Cholula, que es una ciudad milenaria dedicada al culto y no a la guerra, pero asegura que los rituales prehispánicos siguen presentes, aunque han evolucionado porque antes en los copilli se usaban plumas de guacamaya, pero ya es un ave protegida y ahora se colocan de gallo, cuando este animal no existía en América. Al igual, el tambor (huéhuetl) era tocado directamente con las palmas de las manos y no con baquetas y antes eran usadas pieles de los guardianes, pero hoy esa situación está penada en apoyo a la protección de la fauna.
Emociones compartidas
Ricardo, de 34 años de edad, es otro integrante del Calpulli Huitzilihuitl. Lleva tres años danzando y esta actividad le genera emociones y sentimientos que difícilmente puede explicar por el cúmulo de satisfacciones que le produce formar parte de este grupo donde está rodeado de amigos y familiares.
“Es un aprendizaje diario, antes era espectador y ahora soy participante y eso me genera emociones muy fuertes, porque se alcanza un grado espiritual si estás conectado con la armonía que te conecta, es una espiritualidad fuerte, lo vive uno, y aquí tienes que prepararte para florecer”, cita.
Por último, afirma que seguirá danzando hasta que sus piernas se lo permitan, porque cada que lo hace, tiene sentimientos encontrados.
Danza, formación de vida
Akyabil es su nombre de pila, pero en el calendario solar es Coyoquiauitl. Es un niño de 11 años, que desde los tres danza junto con su papá, sus tíos y amigos.
Con seguridad, expresa que en su vida futura seguirá siendo danzante. Ahora cursa sexto año de primaria, pero augura que se dedicará a esta actividad que le gusta y es parte de su vida.
“Mi guardián es el coyote y a mí me gusta lo que soy y lo que hago, y lo único que le digo a los demás es que sean como quieran ser ahorita y en el futuro, porque cada uno planea su vida y hagan lo que más les gusta”, remata el menor de edad, que ya forma parte de las nuevas generaciones de danzantes mexicas en San Pedro Cholula.