Los primeros refrescos que se conocieron en la Nueva España surgieron en el siglo XVIII, pero no se consumían como bebidas refrescantes, su uso era médico. Trascendieron su uso terapéutico en el siglo XIX, cuando se comenzaron a envasar y comercializar.
El primer registro de su existencia en Puebla es de 1802, pero fue hasta 1884 que se estableció la primera fábrica de bebidas gaseosas en la colonia Industrial. Durante las primeras décadas del siglo XX, los refrescos ya formaban parte de los hábitos sociales de los poblanos.
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Debido a la calidad del agua que emanaba en el lado oriente de la ciudad, se formó un corredor de embotelladoras de refrescos que trajeron mucha alegría a los poblanos de la época, pero desaparecieron con el tiempo o se trasladaron a otro lugar.
Aguas endulzadas de uso medicinal
Los primeros refrescos que se conocieron surgieron en el siglo XVIII y fueron elaborados con base de agua natural o aguas gaseosas naturales, que se combinaba con frutos y edulcorantes naturales como la miel o jugos azucarados. No se consumían como bebidas refrescantes, su uso era médico y se utilizaban para aminorar afecciones.
El término “soda” surgió para denominar a una bebida elaborada a partir de agua, bicarbonato sódico y anhídrido carbónico, que servía para tratar la acidez, la indigestión o la gota. Había una que se tomaba por su agradable sabor, y para bajar la fiebre, tratar dolencias estomacales o alteraciones nerviosas, era la Seltz.
La popularidad de estas bebidas propicio su fabricación industrial. En 1783, Jean Jacob Schweppe, elaboró una bebida carbonatada con sabor y con quinina que se conoció como “tónica”. Consiguió producir bebidas refrescantes de calidad que algunos hospitales distribuían gratuitamente a pacientes sin recursos. La demanda fue tal que después se comenzaron a vender a todo tipo de personas.
“En Puebla, se tiene noticias, ya desde la época virreinal, del consumo de refrescos embotellados y de los lugares donde se expendían. Eran las llamadas botillerías o estancos de la nieve. Uno de ellos era el de Rementería, cuyo dueño era el asentista Miguel Rementería, a quien menciona el doctor Hugo Leicht en su libro Las Calles de Puebla y dice que, en 1802, se le pagaron mil pesos por helados y refrescos consumidos en la recepción del nuevo virrey José de Iturrigaray, en su paso por la Angelópolis”, expone el investigador Gustavo Velarde Tristschler.
Los estancos o asientos eran monopolios reales de productos que le daban grandes ganancias a la Corona Española, como la pólvora, la sal, las especias, el tabaco, los naipes o las peleas de gallos, entre otros. Eran arrendados por espacios de 5 años a personas que se conocían como “asentistas”.
“En 1602 ya existían botillerías o estancos de la nieve en la primera calle de la Reforma, antigua calle de la Santísima, y en 1754, en la avenida 2 Oriente. La nieve para esas bebidas era traída diariamente a la antigua Ciudad de los Ángeles directamente desde el Popocatépetl o el Iztaccíhuatl, en la llamada posta de la nieve”, señala.
Refiere que en esa época era común la venta de bebidas alcohólicas, pero para refrescarse, en ocasiones los poblanos disfrutaban de nieves azucaradas, sorbetes de frutas o sangrías teñidas con cochinilla o con vino tinto. Los caminantes de los portales podían comprar aguas frescas de chía o de piña enfriadas en ollas de barro en pequeños montículos de arena mojada. En los hogares se tomaba simplemente agua y a veces agua fresca de horchata, Jamaica o limón que se servían en tinajas de barro.
De la farmacia a los hogares poblanos
Las bebidas gaseosas trascendieron su uso terapéutico en el siglo XIX. Pasaron de las farmacias al ámbito familiar, y poco a poco, se convirtieron en las bebidas ideales para acompañar comidas y cenas. El refresco se comenzó a envasar y comercializar por diversas refresqueras, e incluso era común que pequeños empresarios los fabricaran.
“En 1884, aparece la primera embotelladora de refrescos en Puebla cuando se establece la Fábrica de Aguas Minerales y Bebidas de Sabores, fundada por el joven inmigrante de origen francés, J. E. Latisnere; ubicada en el callejón de Los Pescaditos en la colonia Industrial (Paseo de San Francisco), hoy callejón de la 10 Norte, donde se encuentra el hotel La Purificadora”, detalla.
Las bebidas refrescantes de cola surgieron en 1886 y pronto se hicieron populares. Su fórmula estaba basada en agua carbonatada, azúcar, vainilla y nueces de cola. Tenía propiedades excitantes y energéticas, por lo que resultaba un buen estimulante de las funciones digestivas.
Hacia 1899, el joven Latisnere, vendió la fábrica de gaseosas a los hermanos García Cano y Garfinkle, quienes se asociaron y mantuvieron la producción de aguas gaseosas embotelladas de sabores bajo el nombre de Manantial de Aguas Minerales.
“Posteriormente, los García Cano se asociaron con el señor Humberto Naude y fundaron la Fábrica de Refrescos La Superior. Produjeron la sidra Champan Superior, el refresco Squeeze y la popular Coca-Nola, muy publicitada en las calles de la ciudad de Puebla con anuncios espectaculares que se pueden observar en algunas fotos antiguas”, dice.
“Durante la primera mitad del siglo XX, Naude fue distribuidor autorizado del refresco de toronja Squirt”, agrega.
El empresario Jorge Rodríguez Pacheco recuerda que en su casa se tomaba Sidral Pando. Un refresco que embotellaba el acaudalado español Eladio Martínez Pando, quien fue dueño del Atrio de Santo Domingo y del edificio del Rastro Municipal.
“Los Mundet eran una familia de catalanes muy rica que vivía en la ciudad de México y fabricaban el Sidral. Eladio era su familiar o tenía relación con ellos, no sabemos, pero suponemos que ellos le mandaban el extracto de manzana para que él lo embotellara aquí en Puebla con su propia marca que era Sidral Pando. Su embotelladora estaba en la 18 Poniente entre la 3 y 5 Norte”, expone.
“Para mí, el primer refresco que hubo en Puebla lo fabricaba la familia Riega que vivía en el Molino de San Francisco y ahí mismo lo embotellaba, no recuerdo el nombre. Otra bebida era el Neo-Ferro Fosfatado, embotellado por José Rivero. Jorge Trujillo, papá de un capitán que después fue funcionario y notario público, embotellaba el Orange Crush. La Pepsi Cola la trajo a Puebla Luis Regordosa asociado con Pancho (Francisco) Bernat. El Delaware Punch lo manejada Ronald Eustace, yerno de Guillermo Jenkins”, detalla Jorge, quien puntualiza diciendo que, la primera vez que probó la Coca-Cola fue en Estados Unidos, en mayo de 1937, y sabía a medicina, no como ahora.
Un corredor de embotelladoras
Para atender la demanda del consumidor, los fabricantes adaptaron sus sistemas de distribución y sus envases, y comenzaron a diseñar botellas para distinguir su producto del resto.
Gustavo Velarde refiere que en 1929 el polifacético empresario, José Rivera Carballo, estableció la fábrica de refrescos La Imperial en la avenida Humboldt 307, en la colonia homónima. Además de la Sidra Imperial, producía los refrescos Oro y el famoso y tonificante, Neo-Ferro Fosfatado.
“El Neo-Ferro se identificaba por su extravagante nombre y por su hermosa botella art deco, conocida como Calabazo. Fue muy publicitado en La Opinión, diario de la mañana, y después en El Sol de Puebla”, comenta.
“El boom de los refrescos llegó antes de la primera mitad del siglo XX, cuando se establecieron en la ciudad de Puebla empresas refresqueras como la casa embotelladora del refresco Orange Crush que se estableció en los años treinta en la calle 10 Norte número 1802, frente a las bombas de agua del jardín de San Francisco. Junto estaba el primer hospital de la Cruz Roja que tuvo la ciudad. A esta gaseosa los poblanos la adoptarían en el futuro como su refresco taquero”, asegura.
Más tarde, la Orange Crush dejó ese lugar y se trasladó a la 22 Norte 2201, en donde además del refresco taquero, producía los refrescos Lemon Crosh y Titán. En el sitio que ocupaba la embotelladora junto a la Cruz Roja, se estableció el restaurante-bar El Jorongo, donde desfilaron cantantes y vedettes de fama nacional.
En la 14 Oriente 3820 se estableció la Compañía Embotelladora Nacional, productora de los refrescos Mission Orange y Pepsi Cola.
“Luego la Pepsi se trasladó sobre la misma 14 Oriente pero frente al templo de la Divina Providencia, en el 4216, y ya como Embotelladora Herdomo del señor Luis Regordosa. La embotelladora de Chaparritas El Naranjo que también producía la Sangría Señorial estaba en la 32 Norte 1060”, recuerda.
“La embotelladora Canada Dry de Puebla se estableció sobre la 14 Oriente en el número 3604, en una atractivo edificio de estilo art deco que exprofeso construyó el ingeniero Alfredo Rivadeneira, quien también construyó el Balneario Agua Azul, entre muchas otras obras y proyectos en las ciudad de Puebla. Este mismo edificio después lo ocuparía la Embotelladora de Puebla S.A. que elaboraba los refrescos Jarritos y Manzanita del Huerto, oriundos de la ciudad de México”, agrega.
Para fabricar el refresco se requería agua de calidad y en abundancia, y los empresarios ya se habían percatado que en el lado oriente de la ciudad existían el agua requerida. De esta forma, sobre la 14 Oriente y sus alrededores, se creó un corredor de embotelladoras de refrescos.
El boom de las refresqueras poblanas
Durante la Segundo Guerra Mundial los soldados de ambos bandos consumían el refresco de cola para levantarse el ánimo. Esto impulsó su consumo y distribución a nivel mundial. Alrededor de 1950, las bebidas refrescantes formaban parte de los hábitos sociales de millones de personas en todo el mundo.
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“En los cines de Puebla, al parecer por la publicidad de aquel entonces, la competencia por la venta de refrescos la había ganado la Pepsi Cola de la compañía Herdomo, con sus novedosos enfriadores eléctricos”, advierte Velarde.
A propósito de los refrescos de cola, el investigador recuerda que por esos años, llegó a Puebla el famoso “Mexicola”. La gente decía que el dueño de la marca era el boxeador del momento, “El Ratón” Macías, porque no había anuncio publicitario en el que no apareciera el púgil sosteniendo una botella del refresco. La realidad era que solo era propietario de una parte de las acciones de la compañía.
Las embotelladoras comenzaron a diversificarse en sus productos, como la embotelladora Canada Dry que también sacó al mercado poblano el Spur Cola y el Trop-o. Otros dos refrescos fueron el Pato Pascual y el Lulú distribuidos por la Embotelladora de Oriente, S.A., que estaba ubicada en la 20 0riente 2802, colonia Humboldt.
Pero tal vez, la más famosa y más exitosa empresas refresqueras de Puebla, fue la Embotelladora Hidalgo, del señor Manuel Hidalgo Riaño, cuyas instalaciones estaban ubicadas en la 18 Sur y 3 Oriente.
“Todo el mundo recuerda el famoso Barrilito Okey, que después solo sería a secas el Okey, de 10 sabores. En una presentación que simulaba un barril. El señor Hidalgo, publicitariamente logró relacionarlo con las mejores tradiciones poblanas, como con aquel anuncio donde se aprecia el refresco junto a la Catedral de Puebla, en desplegados a toda página en el Sol de Puebla”, asegura.
Pero toda la línea de productos de Embotelladora Hidalgo fue exitosa, tanto el Okey como su refresco Doble Cola que era envasado en una botella esbelta, el famoso Pep de naranja, el Hit y el Del Valle.
“Cabe mencionar que la familia del señor Hidalgo, los Hidalgo Solana, eran ampliamente conocidos en los selectos círculos sociales de Puebla. Quien no recuerda a la Chiquis Hidalgo, la famosa reina de los charros”, dice.
Esta reseña de los refrescos en Puebla no estaría completa sin mencionar a la reina de los refrescos de cola, la mundialmente conocida Coca Cola. Fue en 1950 que se estableció una planta embotelladora en la 24 Sur y avenida 7 Oriente, con una flotilla de modernos camiones de transporte.
“Esta embotelladora perduraría muchas décadas en este lugar por lo que muchos aún recuerdan ver las botellas de refresco avanzar sobre la banda de producción, ya que parte de la misma estaba a la vista del público a través de sus grandes ventanas. Esta planta también producía el refresco de naranja Esa”, detalla.
“La competencia por la preferencia del consumidor hacia que la mayoría de estas empresas de refrescos emprendieran campañas de promoción ofreciendo, mediante el canje de corcholatas, regalos que iban desde pequeños juguetes hasta boletos para la rifa de casas. Pero con el tiempo estas empresas desaparecieron o se trasladaron a otros lugares”, concluye el investigador.
Las empresas refresqueras de todo el país continuaron innovando en los procesos de fabricación y en la combinación de ingredientes. Gracias a la experimentación y distribución de estos sabores, los gustos comenzaron a favorecer el consumo masivo de refresco embotellado, y a mediados del siglo XX, se propició el uso de envases no solo de vidrio también de lata y después, a finales del mismo siglo, del plástico PET.