Carruajes, chicas y rosas o claveles proyectándose hacia el objetivo, fueron los protagonistas en los “combates de flores” que se realizaron para diversión de la sociedad poblana desde 1895. Por más de siete décadas las flores volaban por el aire e incitaban a los jóvenes a conocerse, en una época en la que el respeto y la cordialidad era la forma de relacionarse.
Los combates de flores se realizaron en diferentes fechas importantes para la ciudad hasta que se hicieron típicos en las celebraciones de la Batalla del 5 de Mayo.
UNA TRADICIÓN ARRAIGADA
“Yo nací en la 3 poniente 715 y el combate de flores se hacía desde que tengo uso de razón. Lo recuerdo padrísimo porque lo viví desde los 5 años hasta que me casé, mis hermanos eran mayores que yo y me llevaban de ´música y acompañamiento´”, recuerda Fernando García Limón.
Dice que en esa época (finales de los cuarenta), el desfile del 5 de Mayo iniciaba en la iglesia de Guadalupe (La Villita), cruzaba todo el centro y subía hacia los fuertes para la ceremonia oficial. Entonces se rentaban sillas en toda la Avenida Reforma.
“Mi papá contrataba una habitación en el Gran Hotel de Puebla, que estaba en Reforma, para ver el desfile y luego en la noche el combate de flores que era cuando mis hermanos mayores conducían y me llevaban en alguno de sus autos, dos tenían convertible y otro tenía una carcachita. Las chicas iban en el asiento trasero sentadas sobre el toldo y si el coche era cerrado iban en la salpicadera, muchas iban muy guapas”, advierte.
“Ellas iban luciendo su belleza y recibiendo las flores que les aventaban. Los jóvenes de ese momento decían: ¡ah!, va a ir fulanita, ahí le entrego una rosa, un clavel o un ramos de flores y eso significaba que la chica le gustaba. Había quien les traía un ramote de flores y ya de ahí se hacían novios o se veían al otro día en un café o a la salida del colegio, que era lo que se estilaba en esas épocas”, añade.
García Limón dice que a propósito de la fecha, se hacían enramadas de focos: “de balcón a balcón y de acera a acera, eran líneas eléctricas con foquitos verde, blanco y rojo y al centro les colgaba un pendón. Era un adorno de la festividad que servía para iluminar el paseo de las calles.
“Yo desfile ante la presencia de Díaz Ordaz que era presidente de la República. Estaba en la preparatoria del Instituto Oriente que era militarizado. Venía el Ejército Mexicano y los cadetes del Heroico Colegio Naval de Veracruz, puros jóvenes del mismo tamaño y con uniformes bellísimos. Esos cadetes se quedaban e intervenían en los combate de flores, decían que ´venían a ligar´. Una de mis hermanas se enamoró de uno y se casó con él”, expone.
Comenta que, además del combate de flores, todos los 5 de Mayo había corrida de toros en El Toreo, la plaza de toros que estaba ubicada sobre la 19 sur, entre la 11 y 9 poniente (hoy supermercado). Dice que, lloviera o no, la corrida siempre era a las cuatro en punto y asegura que ahí, vio torear a Cantinflas.
EL COMBATE DURANTE EL DESFILE DE AUTOS
Francisco Sánchez Díaz de Rivera, recuerda que, a las corridas de toros previas al combate de flores, a veces entraban los autos, que normalmente eran convertibles y llevaban a “las manolas”, chicas con atuendos españoles que lanzaban flores hacia el tendido (primeras gradas del redondel).
“Después era el combate de flores que en los años cincuenta se hacía en autos o caminando sobre la Avenida de la Reforma, en ambos sentidos, del Zócalo al Paseo Bravo y viceversa, como de las 8 de la noche hasta las diez. Las chicas iban sentadas sobre el cofre de los coches y cuando eran muchos autos, el circuito se cerraba usando la 3 poniente”, asegura.
Georgina Casas, dice que ella vivió el combate de flores en la secundaria, a partir de 1955, y en esos años también le tocó desfilar por la mañana con la escuela en la que ella estudiaba que era el Colegio Puebla.
Siempre iba con sus amigas para divertirse o para ver al muchacho que les gustaba, pero también para “echarle ojo a los cadetes de la naval de Veracruz” que, asegura eran los más guapos.
“Nosotras íbamos sentadas en el cofre del auto de un algún amigo o familiar. Siempre era en la noche y los coches iban a vuelta de rueda, despacito, despacito, así que no te caías. Te iban aventando flores y tu respondías de la misma manera, por eso se llamaba combate de flores”, expone.
“A veces nos bajábamos al Zócalo a caminar y si le gustabas a alguien se acercaba para darte personalmente una flor o un ramo en la mano, así sanamente (…) los hombres eran muy respetuosos y decentes, pero después ya no, me tocó ver que ofrecían la flor a una mujer, ella extendía la mano y entonces la jalaban con un cordón”, añade.
LAS BATALLAS DE FLORES A PIE
Eduardo Enrique López Villalobos empezó a ir al combate de flores a mediados de los setenta, cuando estaba estudiando secundaria. Por las mañana le tocaba ir a desfilar con su Escuela Tecnológica Industrial #17 Francisco I. Madero, y ya por la noche se iba al zócalo.
Dice que la gente que estaba en el zócalo caminando se saludaba de lejos o platicaba, comían paletas de hielo o se tomaban un refresco, y mientras daban una vuelta iban “echando ojo a las muchachas guapas”, y viceversa.
“Las flores las vendían en cada esquina del zócalo pero también había chavos que te las ofrecían mientras caminabas, vendían ramitos o flores solitas, arregladas con un moñito. Al llegar comprabas una flor y cuando te gustaba una chica se la regalabas. Si tú regalabas una flor no quería decir nada, más que tu admiración y respeto hacia ella, porque podías regalar flores a más chicas. Algunas se prestaban para platicar o les pedías su nombre y su teléfono para poder hablarle después”, explica.
Recuerda que, a finales de los setenta, la convivencia comenzó a degenerar porque empezaron a aventar huevos de confeti o con harina: “gritaban ¡cuidado! y todo mundo se agachaba y veías pasar el huevo, incluso lo reventaban en la cabeza de hombres y mujeres, desgraciadamente acabó así. Era una tradición bonita y muy sana, en un tiempo en el que las chicas se daban a respetar y uno las respetaba”, concluye.
LO QUE DICE LA HISTORIA
El Libro “Ciudad de Puebla. Orgullo Cultural de México”, editado por el Archivo General Municipal de Puebla en 2018 y disponible para su consulta, refiere que el 11 de marzo de 1895 un grupo de regidores presentó al ayuntamiento una propuesta de diversión para la sociedad poblana.
Propusieron una exposición de plantas y flores, acompañada de una diversión conocida en Ciudad de México como “El combate de flores”, que era de gran aceptación y estaba al alcance de todo el público.
La iniciativa fue aprobada en el cabildo el 13 de marzo y se organizó la exposición floral en el Parque Central (Zócalo) para el 5 de abril y el combate de flores, que incluía concurso de carruajes adornados con flores, el 21 de abril.
El jurado estuvo formado por señoritas de la sociedad poblana y los premios a los ganadores, se entregaron el 5 de mayo del mismo año, formando parte de los festejos de la Batalla de Puebla.
“Es así que la concurrencia disfrutó, por vez primera, de los proyectiles de pétalos que caían de un vehículo a otro, además de los arrojados por las batallas a pie. Aunado a ello, las jovencitas eran cortejadas con ramilletes de flores, que galantemente obsequiaban los caballeros de la época. Todo era amenizado con música en vivo, y los asistentes disfrutaron de las piezas musicales ejecutadas por los integrantes del 13° Batallón y del Batallón de Zaragoza”.
En 1910, con motivo del centenario de la Independencia de México, el Gobierno de la ciudad programó un año de festejos que incluía un combate de flores que fue organizado por la colonia francesa de Puebla, el 29 de septiembre.
El combate de flores y el desfile de carros adornados, se hizo recurrente en los festejos patrios, como sucedió el 16 de septiembre de 1919, cuando el Ayuntamiento invitó a la población y decidió que partiría desde el Paseo Bravo. Pero la festividad tuvo tal aceptación que se integró a otras fechas significativas para la ciudad como los festejos de la batalla del 5 de Mayo.
En los años setenta (siglo 20), estas festividades se suspendieron al degenerar en agresiones físicas y faltas de respeto. Cuatro décadas después, el domingo 24 de julio de 2016, el Gobierno municipal organizó un desfile de carros alegóricos y combate de flores como parte de los festejos del 485 aniversario de la fundación de la ciudad de Puebla.