El Santo Oficio llegó a América durante la colonización española, con los primeros misioneros. Pero fue hasta 1571 que este tribunal eclesiástico se fundó en la Nueva España y lo contenido en los Mandamientos de la Inquisición fue ley procesal para los inquisidores en México, que eran los dominicos y se hacían llamar “los perros de Dios”.
El propósito de la Inquisición era desterrar toda idea, opinión o doctrina que atentara contra la fe católica a través de la blasfemia, la herejía, o la resistencia a la imposición religiosa. No buscaba la muerte de los procesados sino su reconciliación con Dios. Eran perseguidos judaizantes, españoles, criollos, mestizos, mulatos y negros, pero no indígenas.
En Puebla hubo varios vecinos que fueron procesados por delitos menores, pero destaca el caso Antonio de Benavides, que alcanzó la pena de muerte, y de Diego de Alvarado, quien ultrajó un óleo de Cristo que actualmente se encuentra en la catedral.
Nace el tribunal eclesiástico
La Inquisición apareció en Francia en el siglo XII como un Tribunal de la Iglesia Católica para perseguir y castigar la herejía de los grupos conversos, es decir, personas que se habían convertido al catolicismo, una religión o doctrina distinta a la que tenían originalmente. Inició en el país galo y después en Italia, Portugal y España, donde llegó a Aragón, en el año 1232.
Cuando la religión católica se consolidó en la Península ibérica a finales del siglo XV, España se convirtió en aliado del pontificado y había que proteger los bienes, las costumbres sociales y las prácticas religiosas de sus habitantes. Por ello, para suprimir la herejía en todos sus dominios, en 1478, los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando de Aragón, la difundieron en toda la península.
La acción inquisidora iba principalmente, contra los conversos que continuaban practicando de forma oculta sus antiguas religiones, en su mayoría judíos. Como tribunal eclesiástico, la inquisición solo tenía competencia sobre cristianos bautizados.
Con el proceso de colonización española, el Santo Oficio llegó a América como inquisición monástica, es decir, con los primeros misioneros a quienes el Papa había otorgado facultades especiales, tanto que, incluso, podían ejercer funciones episcopales en ausencia de obispos.
La inquisición monástica fue ejercida por los evangelizadores un breve período, de 1522 a 1533, hasta que, en 1535, el obispo fray Juan de Zumárraga, obtuvo el título de Inquisidor de México. De esta forma la inquisición se volvió episcopal (dependía de los obispos) y así se mantuvo hasta que se fundó formalmente el tribunal eclesial en la Nueva España.
- Te recomendamos: La defensa de la Casa de la Inquisición | Los tiempos idos
Pero ni los evangelizadores ni los obispos tenían el domino de los mandamientos de la Inquisición y esto ocasionó la improvisación de ordenanzas y/o leyes distintas que llevaron a los inquisidores a cometer excesos, como la destrucción del patrimonio de los naturales y hasta quemar indígenas vivos.
Se instaura la Inquisición
El 25 de enero de 1569 se expidió la cédula de fundación del Santo Oficio en la Nueva España. Dos días después se expidieron instrucciones para los inquisidores en México, como los libros de registro que deberían llevarse, entre ellos uno donde se asentarían los votos de prisión, sentencias de los tormentos y sentencias definitivas, y los otros autos donde hubiera votos de inquisidores y consultores, con lugar, día, mes, año, y firmas.
La Inquisición en la Nueva España se fundó en 1571. A partir de entonces, lo contenido en los Mandamientos de las Instrucciones del Santo Oficio hechas en Toledo, en 1561, fueron ley procesal vigente para los inquisidores de México
La misión del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en la Nueva España era desterrar toda idea, opinión y religión contraria que atentara contra la fe católica dentro de los territorios recién conquistados. Los indígenas no serían perseguidos por la Inquisición al tener un desconocimiento natural de la religión, pero sí los españoles o criollos que les impartían la doctrina de forma inadecuada, además de mestizos, mulatos y negros.
El santo oficio exhortaba a los ciudadanos a denunciar a quienes atentaran contra la fe católica a través de blasfemia, herejía o resistencia a la imposición religiosa. Esto se hacía mediante los “edictos de inquisición” que se leían públicamente para que hacer del conocimiento general los delitos que eran perseguidos, considerándose cómplices a los que no delataran.
Desde que el Santo Oficio se estableció formalmente en la Nueva España, reafirmó su propósito de reformar a la sociedad y llevarla por el camino de las buenas costumbres y la moralidad religiosa. Hacia 1736 se estableció el Palacio de la Inquisición en la ciudad de México en donde se juzgaba a los procesados de todo el país. Había un gran número de celdas y los delincuentes eran castigados de acuerdo al delito cometido, ya fueran delitos contra la moral (augurios, bigamia y sodomía) o delitos contra la fe (herejía y brujería).
Los perros de Dios
En Puebla, la Santa Inquisición se estableció con la llegada de los dominicos a la antigua Ciudad de los Ángeles, en abril de 1534. Fueron arropados por fray Julián Garcés, que pertenecía a la misma orden, y fue el primer obispo de la Nueva España.
Los dominicos se hacían llamar así mismos “los perros de Dios”, porque ellos eran los defensores de la fe, eran los inquisidores de la Nueva España. Su escudo es una cruz griega de dos brazos iguales rodeada por el rosario y flanqueada por dos perros con antorchas en el hocico.
El Cabildo civil fue quien les concedió tierras a los dominicos para que construyeran su conjunto conventual que quedó conformado por el atrio, un templo, cuatro capillas, un huerto y el convento. La propiedad quedó comprendida en dos manzanas del centro de la ciudad entre las antiguas calles de Arista (4 Poniente) y de Las Cruces (8 Poniente), y las calles 1ª y 2ª de Santo Domingo (5 de Mayo) y la calle de La Cerca de Santo Domingo (3 Norte).
El edificio del convento se construyó entre lo que actualmente son las calles 6 y 8 Poniente, sobre la calle 5 de Mayo. En la segunda planta del edificio se estableció la representación de la Santa Inquisición en Puebla.
“Los dominicos tuvieron dos instalaciones en Puebla. La primera fue el Tribunal del Santo Oficio que operaba como oficina administrativa. Se encontraba en los altos del convento de Santo Domingo junto a donde hoy está el pórtico del Mercado la Victoria y era conocido como el Pasaje de la Inquisición. Ahí se recibían las denuncias y se archivaban los documentos de cada caso”, señala el investigador David Ramírez Huitrón.
Refiere que a los curas no se les podía encerrar en la cárcel porque eran personas ungidas, por su condición eclesiástica no los podían tener en calabozos. Si alguno era procesado se les hacía un tipo de arresto domiciliario y para eso existía una casa especial a donde se les tenía cautivos, pero bien cuidados, mientras realizaban las averiguaciones del caso. Esta casa estaba en la 3 Poniente 141 y fue conocida como “la Casa de la Inquisición”.
“En Puebla lo que más se atendía eran las quejas de los indios sobre los malos tratos que les daban los conquistadores. Por eso, la reina Isabel que era una mujer adelantada para su época, emitió leyes que protegían a los indios y evitaban que fueran presas de abuso. Por esta razón fueron eximidos del castigo de la Inquisición a partir del 30 de diciembre de 1571”, asegura.
Los religiosos que se enviaban a América para adoctrinar a los indígenas, tenían que tener una carrera universitaria para que se encargaran de enseñarles correctamente la fe y que no hubiera malinterpretaciones, y si la hubiera, corregirla de inmediato.
“Un error de interpretación de la fe fue el caso de la famosa Casa del Diablo en San Luis Tehuiloyocan (San Andrés Cholula). Había personas que iban a rezarle al diablito, para que su compadre se muriera porque le traía ganas a la comadre, por ejemplo. En este caso no se perseguía al indígena, se castigaba al cura porque no estaban haciendo bien su trabajo, ellos no podían excusarse, conocían la lengua y la religión”, advierte.
Delitos y castigos impuestos
En Puebla, las personas no podían ser juzgadas por el Santo Oficio, los inquisidores recibían las acusaciones, detenían al acusado y lo tenían cautivo mientras hacían las investigaciones. Dependiendo de la gravedad del acto cometido y si ameritaba una condena mayor, e incluso, la muerte, entregaban a la personas a los tribunales reales de la ciudad de México en donde se ejecutaba la sentencia.
- Te puede interesar: San Antonio, la zona roja del siglo XX en Puebla | Los tiempos idos
“Los principales delitos que se perseguían eran: La herejía, no creer en dios ni en los sacramentos; ser judaizante, seguir practicando el judaísmo a escondidas; blasfemia, ofender a dios, a la religión y a sus representantes; idolatría, venerar imágenes que no fueran cristianas; brujería y hechicerías, brebajes o remedios a base de hierbas; sodomía, homosexualidad y lesbianismo; posesión o lectura de libros prohibidos, y de obras de arte insultantes”, señala.
Los castigos que imponía el Santo Oficio no siempre terminaban con la pena de muerte. La persona podía ser castigada con prisión, azotes, destierro o confiscación total de sus bienes. La mayor parte de las veces terminaba con el arrepentimiento del detenido.
“Para un inquisidor era más importante que el acusado se reconciliara con la iglesia y con Dios, que se arrepintiera de sus pecados, y no que muriera. Si se tenía que imponer el castigo supremo (muerte), lo hacían por medio de la hoguera o del ´garrote vil´, porque los inquisidores tenían prohibido derramar sangre. El garrote era un tubo que amarraban al cuello del sentenciado con una especie de cuerda y lo giraban hasta tronarle el cuello”, detalla.
“En los más de 250 años que duró la Inquisición en la Nueva España hubo alrededor de 80 'autos de fe' (acusación por el delito) y muy pocos terminaron con la pena de muerte. Hubo cientos de procesos que están documentados en el Archivo General de Indias en Sevilla (España), pero a la mayoría se les dio carpetazo porque no conducían a nada, eran chismes o falsas acusaciones, porque por el solo hecho de que alguien te cayera mal podías acusarlo de algo, ya cuando se hacían las averiguaciones si resultaba que habías mentido, te castigaban con azotes, por ejemplo”, agrega.
De acuerdo con el reglamento de la Inquisición se podían juzgar a hombres mayores de 14 años o mujeres de 12. Se vigilaba todas las actividades del acusado hasta el más mínimo detalle, y en muchas ocasiones también eran enjuiciados los papás, los hermanos, los conocidos y hasta el propio delator.
El falso visitador del rey
La mayoría de los procesos que siguió el Santo Oficio en Puebla fueron tratados en la ciudad de México. No se tiene documentado que se realizaran paseos de los reos sentenciados mediante los cuales los ciudadanos les hacían toda clase de vejaciones. Pero si hubo testimonios que dicen que hubo torturas, azotes y requisición de bienes.
“En 1648, hubo dos casos que no están documentados pero hay crónicas que los mencionan. Uno es el caso de dos herejes judíos que fueron descubiertos y quemados, uno de ellos estaba vivo. El otro caso es el de un mulato del barrio de Santiago que castigaron con la hoguera por hacer delito con una mujer y un homicida”, narra.
Un caso que si está documentado es el de Antonio de Benavides, conocido como “el tapado”. Llegó al Puerto de Veracruz en mayo de 1683, diciendo que era Marqués de San Vicente y venía a la Nueva España en calidad de visitador general del rey, gobernador de las colonias y dueño del castillo de Acapulco.
“El visitador era un representante personal del rey, tenía poderes extraordinarios para ver y saber todo lo que quisiera, por ejemplo, dónde estaba la casa de gobierno, las bodegas, los tesoros reales, los cuarteles militares, etcétera. En realidad era un espía, porque España e Inglaterra estaban en guerra”, comenta.
De Veracruz se vino a Puebla donde fue descubierto porque el virrey Antonio de la Cerda, pidió entrevistarse con él. En ese momento él se desdijo y comenzó a entrar en contradicciones. Quiso regresar al puerto pero no lo dejaron, fue arrestado y conducido a la ciudad de México sujetado con grilletes.
“El tapado fue ejecutado el 12 de julio de 1684. Le cortaron la cabeza y las manos y las trajeron a Puebla, las colgaron en el arco principal de Iglesia de la Compañía, como ejemplo para que la gente no mintiera. Algo curioso es que el día que lo ejecutaron hubo un eclipse de sol en la ciudad de México, entonces muchos comenzaron a decir que era un enviado de Dios y que era inocente y por eso había ocurrido el eclipse”, puntualiza el investigador.
Autos de fe de los vecinos de Puebla
El Tribunal del Santo Oficio en la Nueva España no solo perseguía actos contrarios a las buenas costumbres y la moral cristiana, también actos contra la fe, especialmente los llamados judaizantes, es decir, personas que se habían convertido al catolicismo pero seguían practicando la religión judía a escondidas.
“Un cura de Puebla, llamado Juan Fernández de León, fue procesado por haber opinado que las limosnas no se debían dar a los templos, sino a los pobres, que son los templos vivos. En 1596 hubo un acto general de fe en la Plaza Mayor de la ciudad de México en donde se exhibieron reos de varios delitos, como hechiceros, bígamos y judíos condenados a la hoguera, y había algunos de Puebla”, expone el investigador Gustavo Velarde Tritschler.
Refiere que uno de ellos fue Gonzalo de Salazar a quien se le castigo con cien azotes y fue desterrado por quitar la puerta de la iglesia de Santo Domingo, acto que había sucedido por descuido. El soldado Diego de Heredia, quien quiso soltar a una mujer presa que traía el Santo Oficio, recibió cien azotes en la capital del país y cien en la plaza de Puebla. También estaba el comerciante portugués radicado en Puebla, Jorge Báez, acusado de judaizante.
A inicios del siglo XVII, en otro acto de fe del 25 de marzo de 1601, fue juzgado Antón Gómez, un portugués de 63 años que vivía en Puebla. Fue acusado por haber dicho que no debían reverenciarse las imágenes de los santos porque eran de palo, entre otros delitos. Al final confesó y lo mantuvieron preso hasta su muerte.
“El escribano Juan de Arias, vecino de Puebla, fue juzgado por delitos menores. El 20 de abril de 1603 fue condenado a cien azotes y destierro de diez años por haber dicho que el rey le había quitado sus privilegios a la Inquisición”, asegura.
“En abril de 1607 se leyó un edicto general con las causas de varios vecinos de Puebla. Al italiano Jesepe Nicolás, por haber dicho que no era pecado tener intimidad con una doncella; al negro Juan Gómez por no darle buen tratamiento a unas cruces; al fraile Fernando de Villanueva Guzmán, por haber seducido a una hija de confesión”, detalla.
A lo largo del siglo XVII hubo muchos procesados más, como la cholulteca Teresa Romero, por hacerse llamar Teresa de Jesús, como la santa. Sebastián de Pedraza, cura de la iglesia de San José, por querer instaurar edictos fuera de la Inquisición. Gregorio de Aillón, un médico destacado de Puebla, por difamación.
El caso del Cristo ultrajado
Un caso de los vecinos de Puebla que destaca es el de Diego de Alvarado, alias “El Muñoz”, preso el 11 de noviembre de 1682. Era un comerciante portugués que era judaizante y ultrajaba un óleo de Jesucristo que hoy reposa en la catedral de Puebla.
“Tenía 57 años cuando lo detuvieron y lo enviaron a la ciudad de México. Era judío converso y seguía practicando su religión a escondidas. Poseía una pintura conocida como ´El Señor de las Cañitas´ a la que escupía y sobre la que apagaba su cigarro. El cuadro se encuentra actualmente en una de las capillas laterales de la catedral. El 21 de junio de 1684 fue condenado y se le confiscaron sus bienes, murió en las cárceles de la inquisición y después sus restos fueros quemados en la hoguera”, detalla.
El óleo que de Alvarado blasfemaba se encuentra en la capilla de “La Preciosa Sangre de Cristo” en la catedral poblana. Representa a Jesús Nazareno como “Rey de los Judíos”. Por la tradición popular es conocido como “El Señor de las Cañitas”. Al reverso, el lienzo tiene una inscripción en castellano antiguo que dice:
“A esta santa imagen de Nuestro Señor Jesucristo ultrajaba, escupía y apagaba en sus piernas y pies, el puro del tabaco que chupaba Diego de Alvarado (de quien era) “alias Muñoz”, de nacionalidad portugués, natural de la ciudad de Popayán en los Reinos del Perú y venido a esta ciudad de la Puebla de los Ángeles. Hereje judaizante relajado fue estatua y huesos. Año 1688”.
“En la pierna y pie izquierdo del óleo se aprecian las quemaduras que la leyenda menciona del judío. En su momento, los peritos mencionaron que en esos tramos no se ve el colorido de la pintura sino las manchas oscuras producidas por el tabaco. La pintura es de autor anónimo y está realizada en fuerte tonos oscuros, destacando el resplandor dorado de la cabeza de cristo”, concluye el investigador.
La Inquisición española fue abolida por las Cortes de Cádiz en febrero de 1813. Pero el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en la Nueva España, llegó a su fin en los últimos años del virreinato, su última sesión fue en 1820. Toda la información generada por este tribunal eclesiástico se encuentra en los fondos documentales y edictos de la Inquisición resguardados por el Archivo General de la Nación.