Hola queridos lectores, como cada sábado agradeciéndoles el favor de abrirme las puertas de su hogar en este muy frío mes de febrero, como lo indica el dicho popular: “febrero loco y marzo otro poco”.
En esta ocasión les voy a platicar la historia de una casa colonial que tristemente vio su final en la fatídica década de los años sesenta que, como siempre lo he escrito, fueron desastrosos para el patrimonio de los poblanos.
Primero les platicaré la historia de este hispano-poblano que fue el primer historiador de la ciudad de Puebla y, a continuación, la nota periodística del año de 1967 donde se narra el triste final de su casa, la cual se localizaba colindante con la casona donde según marca la leyenda vivió Catalina de San Juan, la China Poblana; empecemos.
MARIANO FERNÁNDEZ ECHEVERRÍA Y VEYTIA
Filosofo e historiador, nace en la ciudad de Puebla en el año de 1718, fallece en la ciudad de México en 1780, descendiente de Alfonso el Onceno, rey de León, en España. Su padre fue superintendente de la Casa de Moneda de la Nueva España.
Estudia en la ciudad de Puebla y termina sus estudios en la Nueva España, graduándose como bachiller en 1733 y luego como abogado en 1737. Viaja a España para incorporarse al colegio de abogados de Madrid, funda en aquella ciudad la “Academia de los Curiosos”.
Después de obtener el título de “Caballero de la Orden de Santiago” regresa a México en 1750 y después de fallecido su padre se establece aquí en Puebla para dedicarse de lleno al estudio de la historia de México.
Por medio del correo se contacta con el historiador Lorenzo Boturini, quien se dedica a investigar los temas que este le encarga. Al fallecer Boturini, Echeverría y Veytia hereda todo el material de investigación de Boturini, lo edita y lo publica en parte, ya que todo el trabajo lo deja inconcluso.
Detalle curioso: Echeverría y Veytia deja todo su material inconcluso y no es sino hasta meses después de su muerte en 1780, cuando amigos y seguidores se dan a la tarea de terminar de editar sus libros y empiezan a ser publicados.
Entre estos destacan: “Historia Antigua”, en mayo de 1780 y “Los Baluartes de México”, en 1820, entre otros. Acerca de la ciudad de Puebla solo escribió un libro que, para variar, deja inconcluso; dejó los originales de este manuscrito en la Academia de Historia de Madrid.
Mientras en México, la Sociedad Poblana Alzate consigue una copia de estos escritos y es hasta 1932 cuando son financiados por el gobierno del estado y, a insistencia del historiador poblano -germano Hugo Leicht, se logra su publicación para conmemorar el cuarto centenario de la fundación de Puebla.
Por todo esto, aun siendo el primer historiador de Puebla, el trabajo de Echeverría y Veitya no se conoce en esta ciudad sino hasta casi 150 años después de su muerte.
LA CASONA DE LA 4 NORTE
En este espacio les comparto las imágenes de la nota que salió publicada en El Sol de Puebla en el mes de junio de 1967; tristemente, esta noticia fue lo único que quedó de esta casa, que fue borrada del mapa por completo, víctima de varios factores.
El primero, el interés económico y la carencia de amor por su ciudad de parte de los dueños, debida al bajo nivel educativo de estos; el segundo factor fue la falta de leyes que protegieran el patrimonio histórico poblano.
A pesar de que ya existía una ley de protección de monumentos coloniales, tenía muchas lagunas legales, una de ellas es que solo protegía inmuebles religiosos, iglesias, conventos, asilos y todos los edificios que bajo la ley de Juárez se salvaron de la picota.
Pero no hablaba nada de casas coloniales, estas seguían siendo ¿protegidas? por los tres principios del derecho romano: de uso y abuso, de decisión y de destrucción, y vaya que sí lo ejercieron los propietarios, ¡tarde se les hizo para tumbar casas coloniales!
Esta destructiva costumbre siguió hasta ya entrada la década de los setenta, hasta que el alcalde Miguel Quiroz Pérez, en 1977, establece un reglamento de construcción urbana que protegía de la destrucción las pocas casas coloniales que todavía existen.
Soy Jorge Eduardo Zamora Martínez, el Barón Rojo. Nos leemos el próximo sábado.
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