El descubrimiento de un túnel subterráneo que cruzaba bajo el lecho del Río San Francisco, de oriente a poniente, a la altura del Teatro Principal, durante la obra del colector fluvial en 1965, derivó en el hallazgo de otros tres que se comunicaban.
El hallazgo fue documentado por un grupo de exploradores que determinó la longitud, la posible dirección y las características de cada uno de ellos. Encontraron restos humanos y vasijas con años de antigüedad. Fueron sellados para seguir con la obra de embovedamiento del río.
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La noticia corrió como reguero de pólvora, generando una psicosis entre los poblanos que revivieron las leyendas que giran en torno a los pasadizos secretos de la ciudad, de los que no se sabe con certeza, el propósito con el que fueron construidos.
Túneles coloniales
Por tradición oral se sabe que durante la época colonial fueron construidos túneles subterráneos que conectaban iglesias, conventos, cuarteles o casonas en las entrañas de la antigua Ciudad de los Ángeles. Su localización exacta se desconoce y el propósito por el que fueron construidos es un misterio. Tal vez sea por esto que en torno a ellos se hayan forjado leyendas con los más fantásticos relatos.
Pero la existencia de una red subterránea de comunicación en Puebla no es cosa de leyendas, hay evidencia de ello. Los túneles se han encontrado con las obras de modernización de la ciudad y con la remodelación de casonas antiguas.
“Los poblanos que nacieron y crecieron en el centro histórico de Puebla, siempre han sabido que existen túneles subterráneos porque en muchas casas antiguas hay accesos que fueron tapados por su peligrosidad. Cuando yo iba en primaria tenía un amigo que vivía en una casona en la 4 Sur y siempre me decía que debajo del cubo de la escalera había un acceso. Una vez lo visite y me llevó a verlo”, expone el investigador Gustavo Velarde Tritschler.
A pesar de que no existe documentación ni antecedentes de los túneles ni en libros ni en el archivo histórico, se han encontrado oquedades con acceso a lugares que no se sabe a dónde llegan, todo son suposiciones. Cuando se han hallado no se ha investigado a profundidad por la dificultad y peligrosidad que representa.
“Los túneles son casos individuales y no fue un proyecto de una sola persona. Podemos referirnos a ellos como construcciones independientes hechas en diferentes épocas del virreinato que no tienen nada que ver una con otra y que pudieron tener diferentes objetivos”, detalla.
Refiere que algunas personas dicen que no son túneles sino desagües que se realizaron durante la época colonial para evitar inundaciones provocadas por el deshielo de la Malinche en época de lluvias.
“Eran cosas diferentes, no tienen nada que ver con las obras de desagüe ni drenaje porque las tuberías eran muy rudimentarias y estaban hechas casi a flor de tierra. Los túneles eran obras subterráneas con bóvedas bien construidas y dimensiones diferentes”, señala.
“Lo que si podemos asegurar es que los túneles conectaban una propiedad con otra. Por ejemplo, al fondo de la que era la Capilla de los Aguadores de las Lágrimas de San Pedro de la Catedral (sobre la 5 poniente frente a la Casa de la Cultura) hay acceso a 4 túneles que tienen diferente rumbo y no se puede saber a ciencia cierta hacia donde van porque tienen derrumbes. Es imposible que un desagüe de la ciudad pase dentro de una iglesia”, añade.
Aunque no se sabe con exactitud para qué eran construidos, el investigador comenta que cuando el obispo Juan de Palafox y Mendoza fue perseguido (siglo XVII) utilizaba los túneles para escapar o trasladarse a la Catedral y está documentado.
En la “Historia compendiada del estado de Puebla” el profesor Enrique Cordero y Torres dice haber penetrado en algunos túneles hallados antes de 1964, que fue cuando publicó su libro. Asegura que la red de comunicaciones subterránea de la ciudad pertenece al pasado al no existir ya en su integridad y tener tramos taponeados con derrumbes.
“Hay un caso muy interesante del hallazgo de unos túneles en 1965, cuando se estaban realizando las obras de embovedamiento del Río San Francisco, que pone en tela de juicio que las túneles subterráneos que existen en Puebla sean desagües”, advierte.
El increíble hallazgo
El embovedamiento del Río San Francisco inició en 1964 bajo la administración del Presidente Municipal Carlos Vergara Soto. La bóveda del colector comenzó en la confluencia de la Barranca de Xalpatlac, que procede de la Diagonal Defensores de la República, y terminó en el cruce de la carretera a Valsequillo.
“La obra se realizó de norte a sur y para 1965 ya estaban las máquinas excavando a la altura del Teatro Principal. Las casas (del lado poniente) y las fábricas (del lado oriente) que encajonaban al Río San Francisco ya se habían tirado, porque en esa zona el río pasaba a espaldas de las construcciones, las casas terminaban abruptamente en el lecho del río”, explica Velarde.
“Llegando a esa altura las excavadoras dieron con obras de mampostería y ladrillo. Los trabajadores pararon las palas mecánicas, entonces se dieron cuenta que a los bordes de lo excavado estaban las bocas de los túneles tanto del lado derecho como del lado izquierdo”, agrega.
El viernes 29 de enero de 1965, esta casa editorial, El Sol de Puebla, en su versión vespertina, La Voz de Puebla (hoy extinta), dio a conocer en su primera plana, el hallazgo de un túnel que cruzaba bajo el lecho del Río San Francisco a la altura del Teatro Principal.
Extraoficialmente se comenzaron a hacer conjeturas acerca del túnel, que si se extendía hasta la Catedral y tenía ramificaciones que iban una, al tempo de San José, otra quizá al de Santa Clara, e incluso, que llegaba al patio de alguna casona.
Lo que es un hecho es que el túnel pasaba de oriente a poniente por debajo del río, señala el investigador, quien agrega que del lado poniente, por donde está la Plazuela del Torno, seguía una ruta debajo de la calle 6 Oriente que se bifurcaba en dos pasadizos más a espaldas del Teatro Principal.
“La noticia hizo que muchos curiosos se acercaran al lugar y se ofrecieran como voluntarios para explorar, inclusive los socios del Barrio del Artista encabezados por el pintor José Bolaños Azcue exploraron un tramo porque el túnel tenía un derrumbe a la altura de la esquina de la 6 Oriente y 8 Norte y ya no pudieron avanzar. Ahí encontraron una jarra de vidrio verde”, asegura.
“Los trabajos de investigación se realizaron en un par de días, desde el hallazgo del primer túnel, porque la obra de embovedamiento del río seguía. A unos metros antes de la Capilla de Dolores encontraron un pequeño túnel en forma de espiral. Ahí hallaron restos humanos y un recipiente para líquido de vidrio verde con años de antigüedad que podía datar de la época de la intervención francesa. Ambas jarras encontradas fueron fotografiadas y después desaparecieron”, añade.
De primera mano
El ingeniero Gustavo Flores, quien estaba encargado de las obras del Río San Francisco en el sector de El Alto, se adentró en el túnel junto con su ayudante Víctor Chargoy y un equipo del Club Exploraciones de México para llevar a cabo una investigación y hacer excavaciones para despejar, en la medida de lo posible, los derrumbes que impedían el paso por los túneles.
Lograron situar la entrada del túnel a los 90° de latitud y 80° de longitud sobre el cauce del Río San Francisco, con ayuda de un plano topográfico e instrumentos de precisión. Asimismo hizo la medición del largo total del pasadizo subterráneo.
“El túnel se prolonga 13 metros hacia el este y luego 25 en pequeño declive hacia el sureste; a los 27 metros se encuentra la entrada de otro túnel que fue medido y tenía una longitud hacia el norte de 9 metros y medio, quebrándose hacia el noreste, con longitud desconocida pues se encuentran derrumbes”, se lee en una publicación posterior de este diario, que también aclara que por el tipo de la mampostería y de la construcción de la bóveda, el ingeniero dedujo que el pasadizo se había construido a principios del año 1800 (siglo XIX).
En cuanto a la dirección que seguían los pasadizos, de acuerdo a su investigación el ingeniero dedujo que el túnel principal probablemente desembocaba en la Casa del Alfeñique o en la escuela que estaba junto a ella porque años atrás ahí se había tapado el acceso a un túnel. El segundo túnel, que fue encontrado a 25 metros del primero, cruzaba por debajo del Teatro Principal para continuar al norte, hacia la Capilla de Dolores, se supuso que contaba con alguna salida al templo a una casa adjunta.
El tercer túnel que fue hallado a pocos metros de la entrada del principal y cruzaba con rumbo a la Parroquia de San José. Se exploró hasta donde se ubicaba la Panadería Marta (10 Oriente, Parque de los Dolores) porque había un derrumbe.
En su momento, Flores comentó que los derrumbes localizados eran el resultado de la trepidación de los camiones en las calles, las obras de drenaje, etcétera. El primer derrumbe fue localizado a los 35 metros del túnel, un segundo derrumbe estaba a los 38 metros y era mayor.
Un cuarto túnel fue hallado frente a la Capilla de Dolores, tenía forma de caracol y se prolongaba hacia abajo. No fue posible entrar porque la excavadora destruyó parte de la entrada, se ignora la dirección que sigue. Tenía una dimensión aproximada de un metro de ancho por un metro de altura. De mampostería y con las mismas características de construcción del año 1800. El ingeniero aseguró que este túnel tal vez conducía a la bifurcación con otro túnel cavado a mayor profundidad que los otros.
“El embovedamiento del río continuó su curso porque había que entregar la obra para la celebración de la Batalla del 5 de Mayo de ese año, por lo que no se realizó un estudio más profundo acerca de los mismos, y no se pudo determinar el origen y la utilidad que tuvieron estos pasadizos en la antigüedad”, concluye el investigador.
Descubrimiento que hace surgir leyendas
Para el 1° de febrero de 1965 ya se había generado una psicosis de túneles entre los poblanos que denunciaban la existencia de los mismos en todos lados. Sobre todo cuando se encontraron restos humanos en el túnel en forma de caracol que se prolongaba hacia la profundidad de la tierra.
Además de acudir al lugar de los hechos para ver con sus propios ojos la entrada a los pasadizos, muchos aseguraban haber sabido de la existencia de algún túnel, y de acuerdo a la publicación de este diario, una de cada 10 personas que vivían en el primer cuadro de la ciudad buscaba en sus casas tratando de encontrar huecos, se comenzó a despertar la fantasía de la gente y se revivieron las leyendas.
El imaginario colectivo aseguró que la ciudad era cruzada por una red de caminos subterráneos que durante el virreinato fueron usados como pasadizos secretos para realizar torturas, esconder tesoros y hasta emparedar personas.
La leyenda más propagada dice que durante la época colonia, cuando se construían templos, se acostumbraba cavar túneles que los comunicaba con otras iglesias para que los sacerdotes pudieran trasladarse sin necesidad de salir a la calle. Lo mismo ocurría en los conventos. Estos pasadizos solo eran conocidos por los religiosos y personas de mucha confianza.
Más tarde, estos túneles se ampliaron a las casas de ministros de la corte de la Nueva España a quienes se les otorgaba acceso secreto a las iglesias. Esto consta en un reportaje del historiador Fausto Marín Tamayo, que cuenta la travesía de personas que los exploraron.
Además de conectar iglesias, conventos y residencias de políticos, se dice que había túneles que conectaban a la zona de Los Fuertes. Se asegura que estos pasadizos también sirvieron como escapatoria de sacerdotes y monjes durante la época de la persecución.