La antigua Ciudad de los Ángeles fue reconocida por su arquitectura colonial engalanada por residencias señoriales de personajes de abolengo y suntuosos conventos. Fue una ciudad bien preservada, repleta de patrimonio cultural que, desafortunadamente, perdió buena parte del mismo tras la promulgación de las Leyes de Reforma, cuando los bienes eclesiásticos pasaron a manos del gobierno y fueron vendidos a particulares.
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A finales del siglo XIX y, todavía durante la segunda mitad del siglo XX, los espaciosos inmuebles y conventos coloniales fueron fraccionados para ser arrendados o vendidos en partes. Un delito aún mayor contra el patrimonio cultural de la ciudad se cometió cuando los legítimos dueños demolieron las construcciones para enterrar siglos de historia de la Puebla colonial.
El sitio que ocupó la casa número 9 de la calle de la Concepción (7 Poniente, entre 16 de Septiembre y calle 3 Sur), que hacía esquina con la calle de la Limpia (3 Sur, entre 7 y 9 Poniente), fue parte del convento de la Inmaculada Concepción de María, cuya parte central fue remodelada y acondicionada como hotel en el siglo XX.
El convento fue fundado en el siglo XVI por el licenciado Leonardo Ruiz de la Peña, quien profesaba gran devoción a la Virgen Santísima y era párroco de Jonotla, al norte del estado, expuso David Ramírez Huitrón, quien nos comparte la investigación realizada por Aldo Roberto Rivero Pastor, en el libro “La casa número 9 de la calle de la Concepción, esquina con la calle de la Limpia”.
El sacerdote se dedicó cuatro años a diseñar el convento, pero carecía de recursos económicos, entonces tuvo que abogar a la filantropía de algunos poblanos quienes aportarán recursos económicos y le otorgaron solares para la construcción del conjunto religioso. Así logró reunir una dote de 30 mil pesos.
“El 14 de febrero de 1593, tres religiosas acompañadas por un gran número de personas salieron de la capital del país hacia la Ciudad de los Ángeles para fundar el convento en honor a la Inmaculada Concepción de María que había construido el sacerdote Ruiz de la Peña”, señaló.
Las religiosas eran Eleonora y Francisca de los Ángeles e Isabel de San Jerónimo, quienes llegaron a la ciudad el 24 de febrero. Al otro día, el 25 de febrero, tomaron posesión del convento. Para ello se cantó la primera misa en voz de Fernando Pacheco, vicario de todas las religiosas de la ciudad.
La hermana del sacerdote fundador, Leonardo Ruiz de la Peña, era religiosa y profesaba en el convento de Santa Catalina de Siena, pero se trasladó a este convento el día del oficio religioso, se llamaba Beatriz de Santo Tomás. También ingresaron al convento sus sobrinas, Isabel de la Concepción, Leonor de San Agustín, Beatriz de San Leonardo y María de las Vírgenes, quienes eran las cuatro hijas de Diego Maldonado y Agustina de Zúñiga.
Durante el virreinato, cuando una persona entraba a un convento para ordenarse como religioso o religiosa, su familia aportaba una dote a la congregación, que recibían efectivo o inmuebles, los cuales rentaban para sostenerse. Contaban con un gran flujo de capital por lo que existía un crédito eclesiástico que se garantizaba con bienes patrimoniales, esto mantenía activa la economía de la Nueva España.
De acuerdo con la historiadora del monasterio, la madre Josepha de la Concepción, el convento dio a la antigua Ciudad de los Ángeles cerca de treinta religiosas que sobrepasaba los límites humanos de la devoción y la abnegación.
“El convento fue uno de los más ricos e importantes de la ciudad, tenía mucho prestigio. Ahí se enclaustraban hijas de españoles y de gente rica. En este claustro se instruyó la religiosa María de Tomelín del Campo, conocida como sor María de Jesús ´El Lirio de Puebla´, quien está en proceso de beatificación”, detalló Ramírez Huitrón.
La religiosa conocida como “El Lirio de Puebla”, es venerada por sus virtudes y por sus dones sobrenaturales. Nació el 21 de febrero de 1579 y murió en olor de santidad el 11 de julio de 1637. Sus restos fueron sepultados en el altar principal del coro en la iglesia de la Inmaculada Concepción.
“La iglesia de la Inmaculada Concepción (junto al convento) se edificó en 1617. El conjunto religioso fue evolucionando hasta ocupar toda la manzana; abarcaba la calle de la Concepción (7 Poniente, entre 16 de septiembre y 3 sur), la calle de la Limpia (3 Sur, entre 7 y 9 Poniente), la calle Sola (9 Poniente, entre 3 Sur y 16 de Septiembre), y calle de las Capuchinas (16 de Septiembre, entre 7 y 9 Poniente). Era uno de los conventos más grandes y prósperos de la ciudad”, agregó.
En 1680 el claustro albergaba a cien religiosas y era poseedor de más de cuatrocientos mil pesos, entre censos y casas, que usufructuaban veinte mil pesos anuales.
Inmuebles se fraccionan para vender o arrendar
Debido a las leyes de desamortización y nacionalización de bienes eclesiásticos (1856), durante la segunda mitad del siglo XIX las propiedades que pertenecían a la iglesia católica pasaron a ser propiedad federal, incluidos los templos y los conventos. Muchos conventos fueron adquiridos por particulares, quienes los fraccionaron para venderlos o para arrendarlos en partes.
La casa número 9 de la calle de la Concepción que hacía esquina con la calle de la Limpia, probablemente fueron las huertas del convento. Los primeros dueños de la casa, después de la lotificación del convento, fueron la familia Izunza.
El remate de los lotes del ex convento de la Concepción se realizó el 23 de julio de 1868 a las 11:00 horas del día. Se comenzó con el lote número uno que fue valuado en 18 mil 84 pesos, y así sucesivamente hasta llegar al lote nueve, con un precio de salida de 2 mil 800 pesos le fue adjudicado a Felipe de Jesús Izunza, quien fue el mejor postor, con la cantidad de mil 900 pesos.
“Izunza no lo pagó por completo, dejó un adeudo con un rédito mensual de los pagos, poniendo como aval a su hermano Agustín. Después quiso venderle la propiedad a Bernardo M. del Callejo, pero no se concretó, y el 26 de julio de 1877 le vendió el inmueble a Pedro Azcué, quien dio un adelanto de 200 pesos para que la casa fuera desocupada; liquidó la propiedad a través de un fideicomiso al Ayuntamiento por la cantidad de 2 mil 667 pesos que pagó a diez años con un rédito del 6% anual”, explicó el investigador.
Pedro Azcué y su esposa Josefa Bravo le hicieron varias reformas al edificio, conformando dos casas que llevaron los números 7 y 9 de la calle de la Concepción.
“En ese momento la propiedad colindaba al oriente con la casa número 5 de Andrés Torres; al poniente con la calle de la Limpia; al sur con el lote 10 del ex convento de la Concepción que era propiedad de Vicente Incháurregui”, detalló.
“Ese mismo año, Azcué le vendió la propiedad con ambos inmuebles a Ana Machorro viuda de Santos Sánchez. A su vez, ella le vende el inmueble número 9 a Guillermo Mendoza, por la misma cantidad que ella la adquirió. El 14 de octubre de 1881, Mendoza junto con su esposa Concepción Hernández, le vendieron la propiedad, que incluía ambas casas, la 7 y la 9, a Patricio Carrasco”, agregó.
Hacia 1882, el 22 de diciembre, el predio de la casa número 9 se deslinda y fue adquirido por Concepción Ruiz, quien a su vez celebró un contrato de compra venta con Sabino Múgica y Lagarde por la cantidad de 2 mil 800 pesos. Siete años después, en 1889, como legítimo propietario, Múgica hipotecó el inmueble en favor Carlos Bello, ingeniero de caminos, puentes, canales y edificaciones como la capilla principal del Panteón Francés.
Una década después, el 23 de agosto de 1892, Múgica y Lagarde le vendió la propiedad a Mercedes Aguilar viuda de Reynoso. Ella murió intestada y aparecieron como supuestos herederos su hermano Juan Bazán, Epigmenio Cerdio y Guadalupe Ríos, en representación de sus sobrinos, Felipe y Braulio Cerdio. Al no poder justificar legalmente parentesco alguno, Gregorio Mujica y Miranda, agente primero del Ministerio Público, quedó como albacea y constituyó como legítimos herederos a la Beneficencia Pública y al Fisco, quienes recibieron partes iguales de la venta de alhajas, muebles e inmuebles.
El inmueble en el siglo XX
Ramírez Huitrón refirió que el albacea vendió a favor de Jesús García el inmueble número 9 de la calle de la Concepción; y con fecha del 6 de enero de 1908, García le vendió la propiedad a Enrique Rueda o Muñoz Rueda, quien era médico oculista y fue regidor del Ayuntamiento, por la cantidad de 12 mil pesos.
Rueda estaba casado con Carolina Visentiis, quien falleció. Más adelante él se volvió a casar con Concepción Machorro y cuando éste falleció, ella heredó la casa el 8 de febrero de 1927. En ese momento, el inmueble número 9 de la antigua calle de la Concepción, tenía el número 702 de la calle 3 Sur, esquina con la calle 7 Poniente.
“El 23 de abril de 1936, Machorro le vendió la propiedad a Celia Banda Bernal, viuda de Roberto Pastor Arzamendi, quien era abogado y fue Procurador de Justicia y había fallecido el 4 de julio de 1935. Celia habitó la casa con sus hijos Martha y Roberto durante 20 años. Cuando falleció, el 21 de marzo de 1955, la propiedad pasó a manos de ellos. El 7 de julio de 1969, Martha Pastor de Rivero Carvallo y Roberto Pastor Banda, vendieron el inmueble”, concluyó el investigador.
El nuevo dueño ordenó la demolición de la casa para levantar un edificio de tres pisos plagado de cristales que actualmente alberga a la Mueblería Escorpio (esquina de las 7 Poniente y 3 Sur). Así enterró tres siglos de historia de la Puebla colonial.
Referencias:
1. “La casa número 9 de la calle de la Concepción, esquina con la calle de la Limpia”, escrito por Aldo Rivero Pastor, con la colaboración especial de Eréndira de la Lama del INAH, Puebla. Colección Las Casas de Puebla editado por la Benemérita Universidad Autónoma del Estado de Puebla (BUAP, 1998)
*Disponible para su consulta en el Archivo General Municipal de Puebla (AGMP)