Los empresarios extranjeros que llegaron a Puebla durante la primera mitad del siglo XIX establecieron sus negocios pero también importaron un estilo de vida. Prácticas refinadas que se conocían como “estimulantes” (drogas) y que poco a poco le fueron pasando factura a su organismo.
En esa época la medicina homeopática estaba en su apogeo y Puebla fue la única ciudad del país en contar con una clínica para cura de alcohólicos y morfinómanos, mediante tratamientos de este tipo. La sede de este sanatorio fue una casa ubicada a un costado del Paseo Bravo que actualmente está en ruinas y que seguramente te has preguntado por qué no la han derribado.
UN ESTILO DE VIDA
Desde su fundación y hasta mediados del siglo XIX, Puebla fue la segunda ciudad más importante del país. Por su ubicación estratégica, por ser cruce de caminos y que todo el comercio que llegaba a Veracruz o Acapulco pasaba por este territorio, también por su industria fabril y textil. Aunque en materia cultural y educativa, sigue siéndolo.
“Puebla llegó a ser muy pujante y albergó diferentes tipos de comercios que establecieron los empresarios extranjeros que llegaron a la ciudad en la primera mitad del siglo XIX. Así se empezó a crear una nueva alta sociedad. La mayor parte de esta gente eran burgueses venidos de Alemania, Inglaterra, España y mucho norteamericano”, expone el investigador David Ramírez Huitrón, fundador de la página de Facebook Puebla Antigua.
Refiere que estas personas también importaron su estilo de vida y con ello introdujeron las drogas a Puebla, que en esa época eran conocidas como “estimulantes” y eran prácticas refinadas de la clase acomodada.
“Para los ingleses era muy refinado andar trayendo sus cajitas de rapé, que era la forma en la que se decía antes a la cocaína. Otros eran adictos al opio o al alcohol, pero esto no era considerado como drogadicción. Al final de cuentas esa clase acomodada que tenía vicios va sufriendo distintas dolencias en su organismo”, relata.
En esa época la medicina homeopática estaba en su apogeo y en Illinois, Estados Unidos, ya existía una clínica para el tratamiento de adicciones fundada en 1879 por el doctor Leslie Keelye.
“Él era homeópata y fue uno de los primeros en identificar que el alcoholismo era una enfermedad al igual que los opiómanos, morfinómanos y cocainómanos. El afirmó que se requería de tratamiento integral y diseñó la famosa ´cura de oro´ para tratar estas enfermedades que ahora son conocidas como adicciones. En Puebla hubo una sucursal del Instituto Keeley”, advierte.
PUEBLA PIONERA EN HOMEOPATÍA
Puebla fue la única ciudad de la República en tener una filial del Instituto Keeley para curar alcohólicos y morfinómanos mediante la homeopatía, y también, fue la primera ciudad del mundo en establecer la carrera de Médico Homeópata.
“Fue la primera ciudad del mundo en instituir oficialmente el estudio de la homeopatía el 9 de enero 1879 cuando, Juan Crisóstomo Bonilla, siendo gobernador del estado publicó la Ley de Instrucción Pública en la que establece la carrera de Médico Alópata y Médico Homeópata en el Colegio del Estado. Se destinó un ala del hospital de San Pedro para ejercerla”, asegura Carlos López García, médico cirujano, homeópata e historiador, cuyo abuelo tuvo su consultorio en el Instituto Keeley de la ciudad.
“El documento que lo avala, yo lo encontré en la biblioteca La Fragua en un estudio que hice en el 1997 con el cual gané el Premio Nacional en Investigación Histórica”, señala.
Porfirio Díaz apoyó la creación de la Escuela Libre de Medicina de Puebla en 1910 y su abuelo, Carlos López de Gabriel, fue uno de los fundadores.
INSTITUTO KEELEY PARA LA CURA DE ADICCIONES
En 1881, se construyó la clínica del Instituto Keeley de Puebla en la antigua calle de Azteca número 3, hoy 13 Sur 703.
“Justo junto a la entrada de los baños del Paseo Bravo que existían desde 1690 y eran los más antiguos de la ciudad, se edificó el sanatorio del Instituto Keeley. Mucha gente hoy pasa por ahí y se pregunta qué era esa casa que está en ruinas que tiene techo tipo inglés”, refiere Ramírez Huitrón.
Quien estaba a cargo del sanatorio era el doctor Alberto O´Farril. La casa tenía extensas áreas verdes y contaba con un manantial de agua azufrosa, precisamente por eso, una de las recomendaciones para curar junto con las gotas era tomar baños terapéuticos.
En esa época los baños del Paseo Bravo se modernizaron y empezaron a ofrecer baños de vapor, baño turco, e incluso compartían una alberca con la clínica porque no había barda perimetral que los delimitara, solo una tipo malla en cierta área.
“La clínica funcionó durante varios años como casa de tratamiento de adicciones hasta 1900 cuando muere el doctor Leslie Keeley quien se llevó con él el secreto de la cura y ésta se dejó de importar. Entonces la clínica empezó a ofrecer tratamientos homeopáticos para otras enfermedades hasta que muere el doctor O´Farril”, señala.
Cuando murió el doctor O´Farril el predio se dividió, la parte sur (que hoy está en ruinas) se le quedaron sus descendientes, y la parte norte (que fue demolida), la ocupó como consultorio médico el homeópata, Carlos López de Gabriel.
El doctor Carlos López García, nieto de López de Gabriel, refiere que su abuelo puso su consultorio médico en el Instituto Keeley porque ahí ya había todo lo necesario para ofrecer los tratamientos homeopáticos de la época.
“Ofrecía tratamientos para enfermos crónicos pero también para pacientes alcohólicos y con adicciones de diferentes tipos. Algunas de las técnicas que se utilizaban eran los Rayos X y baños eléctricos para enfermos mentales. Mi abuelito usaba lo que creía conveniente para ayudar al paciente, no era muy ortodoxo en sus tratamientos pero si era legal”, puntualiza.
Carlos López de Gabriel estuvo en el Instituto Keeley de 1920 a 1940, cuando trasladó su consultorio médico a la 3 poniente 141, a una casa del siglo XVI conocida como la Casa de la Inquisición, que fue derriba en 1965.
LA CASA EN RUINAS
David Ramírez Huitrón comenta que en algún momento a la casa del Instituto Keeley se le añadió a la construcción del lado sur, un pórtico de cantera tipo recibidor con escaleras a un costado y un añadido tipo torre.
“El Instituto Keeley siguió existiendo hasta como por los años setenta del siglo XX, pero ya más bien eran especie de grupos de apoyo. Más o menos por los ochenta la casa se rentó como restaurante, ese fue su uso conocido los últimos 30 años”, detalla.
No se sabe quiénes son los propietarios actuales pero se dice que están esperando que la casa se caiga por si sola porque tienes adeudos y otros de tipo problemas legales, por lo que no se puede rentar, vender o demoler.
LA CURA DE ORO
Leslie Keeley diseñó la famosa “cura de oro” para el tratamiento de adicciones (mediante medicina homeopática), que vendía como parte de un tratamiento integral. Era una fórmula especial que decía que era cloruro de oro.
“No bastaba con tomar las gotas y ya. Las gotitas las podías comprar y te llegaban por correo para que las consumieras en la privacidad de tu casa pero él recomendaba que te hospedaras en las instalaciones de su clínica para que recibieras el tratamiento completo. Se puede decir que es el antecesor de los tratamientos de adicciones actuales en los que vas y te internas en tipo casas de descanso y estas supervisado”, comenta.
La utilidad científica de las gotitas no estaba probada pero su éxito se debió a que ofrecía un tratamiento integral en su instituto que estaba en la lejanía de la ciudad.
El investigador enfatiza que Keeley sostenía que se requería un lugar amplio con aire puro para salir a caminar o hacer ejercicio todas las mañanas, luego tomar un desayuno, leer la biblia y después hacer terapias de grupo en las que se reunían los enfermos para platicar sus experiencias para luego continuar con otras actividades.
“El éxito era precisamente que daban estos grupos de ayuda, que dentro de los sanatorios la gente se expresaba, muchas veces las gotas salían de más. Él les daba el tratamiento de sus gotitas les decía cómo tomarlas, supuestamente la fórmula era cloruro de oro pero el oro es un metal que no reacciona químicamente con el cuerpo. Entonces bien podían ser de agua pintada color oro”, concluye el investigador.