/ sábado 2 de noviembre de 2024

Fantasmas del Centro Histórico y sus leyendas tenebrosas | Los tiempos idos

En estos días de muertos las almas de los difuntos regresan al mundo de los vivos, por eso hoy te contamos tres historias de apariciones en Puebla ¡para erizarte la piel!

Los muros de la ciudad guardan casi cinco siglos de historia en los que han sido testigo de acontecimientos que hoy conocemos gracias a la tradición oral de nuestros antepasados.

➡️ Únete al canal de El Sol de Puebla en WhatsApp para no perderte la información más importante

Alguna vez te has preguntado ¿qué pasa con las ánimas que penan sin encontrar descanso eterno?, o ¿por qué los seres del bajo astral atraviesan dimensiones para llegar a nuestro plano?

La fundación de Puebla tuvo lugar en 1531, la ciudad se había establecido del lado oriente del río San Francisco cuyo líquido vital era indispensable no solo para su consumo, también para el desarrollo salubre de la ciudad. Pero debido a las características del suelo hubo que trasladarse al lado poniente del río, lugar en el que la ciudad se estableció de forma definitiva.

Antiguamente las calles de la ciudad recibían su nombre por tramos y de acuerdo a la relevancia de un sitio, cosa, persona o situación por la que era conocida. El tramo comprendido actualmente entre las avenidas 8 y 10 Poniente, sobre la calle 7 Norte, era conocida como la “Calle de la Nahuala”, que existió en los registros de la ciudad desde principios del siglo XVII.

Hugo Leicht, da testimonio de ella en su libro Las Calles de Puebla y señala: “La nahuala es la bruja, femenino de nahual, hechicero, brujo. En la inteligencia vulgar de las gentes de nuestros campos el nahual es un indio viejo, desaliñado, feo, de ojos redondos y colorados, que sabe transformarse en perro lanudo y sucio, para correr los campos haciendo daño y maleficios”.

Se sabía que los dioses de las culturas indígenas tenían la facultad de tomar forma de un animal (nahual) para interactuar con los humanos, por ejemplo, jaguar, coyote o colibrí. Se dice que en la Puebla Colonial vivió una mujer que habitaba una de las casonas de la Calle de la Nahuala, en 7 Norte 800.

Los pobladores de la época aseguraban que la mujer tenía estos poderes de transformación o transmutación y cuentan que al morir había espantos y apariciones tales, que la gente temía pasar por ahí ya entrada la tarde noche.

La leyenda se transmitió de generación en generación, y llegó a ser tan famosa que en la nomenclatura antigua se designó a esta calle como “Calle de la Nahuala”.

El regidor tuvo dos hijos, un hombre y una de las mujeres más hermosas que ha vivido en Puebla. Foto: Cortesía Colección David Ramírez Huitrón

La aparecida del Puente de Ovando

Agustín de Ovando Villavicencio fue un personaje importante en el siglo XVIII que tenía casa de los dos lados del río, una de ellas sobre la 3 Oriente y la otra, su casa de campo, la tenía del otro lado del río, en el Barrio de Analco.

En 1770 los vecinos del barrio de Analco decidieron edificar un puente que les permitiera trasladarse del oriente al poniente de la ciudad.

El regidor aportó parte del capital y por eso la gente lo empezó a llamar “Puente de Ovando”.

Cuenta la leyenda que el regidor tuvo dos hijos, un hombre y una de las mujeres más hermosas que ha vivido en Puebla. La joven noble se enamoró de un hombre de mediana posición, contraviniendo su linaje y desacatando las órdenes del viejo patriarca, quien no estaba contento con la relación.

Pero su amor era tal que pensó en una solución descabellada para no perder a su amado: sólo le quedaba perder su calidad de doncella para que su padre aceptara la unión y no se enfrentara a la deshonra. Un día, la joven y su amado entraron a la casa para dirigirse a su habitación y se unieron de una forma dulce como sólo lo hacen los verdaderamente enamorados.

En medio de su pasión no pudieron percibir como se abría lentamente el armario, ni vieron la súbita aparición de un joven que, con un fuerte grito y una pistola en mano, los señaló, y en un abrir y cerrar de ojos, se oyó un disparo que hirió de muerte a la doncella mientras su amado era degollado con una daga por su hermano.

El hijo se salvó de la cárcel porque se dijo que fue un crimen de honor, pero días después fue encontrado muerto en un callejón. Más triste fue la historia del padre quien tras su muerte, trató de mitigar su dolor con la bebida y muchas veces se vio en la necesidad de cruzar el puente a altas horas de la noche.

En un día lluvioso observó a una mujer pidiendo limosna en la entrada del puente, una voz de ultratumaba dijo: Pido limosna aquí y seguiré pidiendo a toda tu descendencia hasta el fin del mundo por haber sido muerta a manos de mi propia familia. El anciano desesperado gritó ¡no!, al tiempo que tambaleante, trató de cruzar el puente, pero el agua del río se elevó arrastrándolo al fondo sin posibilidad de salvación.

Los pobladores de Analco sostienen hasta el día de hoy, que si uno cruza ese puente a medianoche aparece una mujer pidiendo tributo. Si se le entrega una moneda se puede pasar libremente, si no, una fuerza invisible te jala hacia abajo del que antes fuera el Río San Francisco y hoy es el Boulevard 5 de Mayo.

Los Carmelitas iniciaron la construcción de su panteón Santa María del Carmelo a un costado de su convento. Foto: Cortesía Colección David Ramírez Huitrón


Las comadres de Santa María del Carmelo

Cuando los primeros religiosos de la orden de los Carmelitas Descalzos arribaron a Puebla se les concedió la antigua ermita de Nuestra Señora de los Remedios (actualmente la iglesia de Nuestra Señora del Carmen) que se encontraba en el lindero sur de la ciudad para levantar su convento.

Los Carmelitas iniciaron la construcción de su panteón Santa María del Carmelo a un costado de su convento, sobre lo que hoy es la 16 de septiembre, entre la 17 y la 21 poniente. En el libro Las Calles de Puebla de Hugo Leicht, se lee que era un cementerio grande de forma octagonal.

El cementerio contaba con un gran portón de estilo Dórico, en el que arriba del arco y separadas por un ánfora, se veían dos figuras femeninas que eran la representación de “la parca”, a las que la gente empezó a llamar “comadres”.

Cuenta la leyenda que, por las noches, las comadres cobraban vida y hacían un recorrido en el que gozaban espantando a quienes cruzaran en su camino con sus ojos que parecía que irradiaban fuego, y según la creencia popular, peleaban y discutían entre ellas hasta entrada la primera luz del alba cuando regresaban a su lugar de origen.

Sus discusiones eran un castigo divino, en vida habían sido amigos, pero una comenzó a sentir tanta envida por la otra que se fueron separando hasta crear una enemistad llena de odio. Muchas fueron las personas que intervinieron para que las mujeres limaran asperezas, pero siempre fue inútil.

Lo cierto es que, al caer la noche, no había mortal que fuera capaz de pasar por El Carmen y mucho menos acercarse al cementerio. Era tal el fanatismo de la época entre la gente que las iglesias realizaban el famoso “toque de ánimas” que recuerda a los difuntos y se hacía cuando casi era de noche, pero todavía había un rastro de luz en el aire. ¡Qué miedo!

Martha Segovia, exintendente del Instituto era una muchacha humilde que había subido de nivel por méritos propios. Foto: Cortesía Colección David Ramírez Huitrón

De colegio Jesuita a cárcel

Por los salones, pasillos y corredores del que fuera el Instituto Cultural Poblano, hoy CIS San Javier, se vivió mucho dolor y sufrimiento en las diferentes épocas que se habitó.

En sus inicios fue Colegio de San Francisco Javier de la Orden Jesuita, más tarde fue utilizado como cuartel y hospital militar, pero también se utilizó de manera masiva durante las epidemias de 1812-1813.

Para 1867 quedó renovado cómo penitenciaria según el sistema Panóptico tipo octagonal (vista panorámica), así, los guardias tenían mayor control sobre los reos y el propio edificio.

Cuenta la leyenda que Martha Segovia, exintendente del Instituto era una muchacha humilde que había subido de nivel por méritos propios, pero no le caía bien a la directora impuesta del plantel, Reina Gallegos, que nadie quería por déspota y prepotente.

La directora no sabía por qué nadie se quería quedar después de su horario de trabajo en el plantel, pero como se había ensañado con Martha, siempre le dejaba tareas extras que le llevaban más horas de trabajo.

Un día Martha se reportó enferma y la directora, quiso asignarle sus labores a otra persona, pero esta no se dejó y como el trabajo urgía lo tuvo que hacer ella misma.

¡Maldita criada!, dijo Gallegos en tono molesto, mañana la suspenderé (refiriéndose a Martha), yo soy la ley aquí (gritó altanera), a lo que una carcajada se escuchó.

¿Quién anda ahí? gritó nuevamente la directora, entonces volteó la cara y una “monja” estaba a su lado, ésta calló desmayada, al despertar se levantó como pudo y aun temblando del miedo se fue corriendo al baño; al verse en el espejo se dio cuenta que del susto su pelo había encanecido por completo.

Entonces fue a ver a Martha y llorando le preguntó: ¿por qué nunca me dijiste nada?, a lo que ella contestó: porque nunca me hubiera creído. Y es que a Martha siempre se le aparecía la “monja”, pero nunca le hizo daño porque sabía que no tenía mal en su alma.

➡️ Suscríbete a nuestro Newsletter y recibe las notas más relevantes en tu correo

Desde ese día a la directora se le quitó lo déspota y nunca más pidió a nadie que se quedara a trabajar más tarde.

Los muros de la ciudad guardan casi cinco siglos de historia en los que han sido testigo de acontecimientos que hoy conocemos gracias a la tradición oral de nuestros antepasados.

➡️ Únete al canal de El Sol de Puebla en WhatsApp para no perderte la información más importante

Alguna vez te has preguntado ¿qué pasa con las ánimas que penan sin encontrar descanso eterno?, o ¿por qué los seres del bajo astral atraviesan dimensiones para llegar a nuestro plano?

La fundación de Puebla tuvo lugar en 1531, la ciudad se había establecido del lado oriente del río San Francisco cuyo líquido vital era indispensable no solo para su consumo, también para el desarrollo salubre de la ciudad. Pero debido a las características del suelo hubo que trasladarse al lado poniente del río, lugar en el que la ciudad se estableció de forma definitiva.

Antiguamente las calles de la ciudad recibían su nombre por tramos y de acuerdo a la relevancia de un sitio, cosa, persona o situación por la que era conocida. El tramo comprendido actualmente entre las avenidas 8 y 10 Poniente, sobre la calle 7 Norte, era conocida como la “Calle de la Nahuala”, que existió en los registros de la ciudad desde principios del siglo XVII.

Hugo Leicht, da testimonio de ella en su libro Las Calles de Puebla y señala: “La nahuala es la bruja, femenino de nahual, hechicero, brujo. En la inteligencia vulgar de las gentes de nuestros campos el nahual es un indio viejo, desaliñado, feo, de ojos redondos y colorados, que sabe transformarse en perro lanudo y sucio, para correr los campos haciendo daño y maleficios”.

Se sabía que los dioses de las culturas indígenas tenían la facultad de tomar forma de un animal (nahual) para interactuar con los humanos, por ejemplo, jaguar, coyote o colibrí. Se dice que en la Puebla Colonial vivió una mujer que habitaba una de las casonas de la Calle de la Nahuala, en 7 Norte 800.

Los pobladores de la época aseguraban que la mujer tenía estos poderes de transformación o transmutación y cuentan que al morir había espantos y apariciones tales, que la gente temía pasar por ahí ya entrada la tarde noche.

La leyenda se transmitió de generación en generación, y llegó a ser tan famosa que en la nomenclatura antigua se designó a esta calle como “Calle de la Nahuala”.

El regidor tuvo dos hijos, un hombre y una de las mujeres más hermosas que ha vivido en Puebla. Foto: Cortesía Colección David Ramírez Huitrón

La aparecida del Puente de Ovando

Agustín de Ovando Villavicencio fue un personaje importante en el siglo XVIII que tenía casa de los dos lados del río, una de ellas sobre la 3 Oriente y la otra, su casa de campo, la tenía del otro lado del río, en el Barrio de Analco.

En 1770 los vecinos del barrio de Analco decidieron edificar un puente que les permitiera trasladarse del oriente al poniente de la ciudad.

El regidor aportó parte del capital y por eso la gente lo empezó a llamar “Puente de Ovando”.

Cuenta la leyenda que el regidor tuvo dos hijos, un hombre y una de las mujeres más hermosas que ha vivido en Puebla. La joven noble se enamoró de un hombre de mediana posición, contraviniendo su linaje y desacatando las órdenes del viejo patriarca, quien no estaba contento con la relación.

Pero su amor era tal que pensó en una solución descabellada para no perder a su amado: sólo le quedaba perder su calidad de doncella para que su padre aceptara la unión y no se enfrentara a la deshonra. Un día, la joven y su amado entraron a la casa para dirigirse a su habitación y se unieron de una forma dulce como sólo lo hacen los verdaderamente enamorados.

En medio de su pasión no pudieron percibir como se abría lentamente el armario, ni vieron la súbita aparición de un joven que, con un fuerte grito y una pistola en mano, los señaló, y en un abrir y cerrar de ojos, se oyó un disparo que hirió de muerte a la doncella mientras su amado era degollado con una daga por su hermano.

El hijo se salvó de la cárcel porque se dijo que fue un crimen de honor, pero días después fue encontrado muerto en un callejón. Más triste fue la historia del padre quien tras su muerte, trató de mitigar su dolor con la bebida y muchas veces se vio en la necesidad de cruzar el puente a altas horas de la noche.

En un día lluvioso observó a una mujer pidiendo limosna en la entrada del puente, una voz de ultratumaba dijo: Pido limosna aquí y seguiré pidiendo a toda tu descendencia hasta el fin del mundo por haber sido muerta a manos de mi propia familia. El anciano desesperado gritó ¡no!, al tiempo que tambaleante, trató de cruzar el puente, pero el agua del río se elevó arrastrándolo al fondo sin posibilidad de salvación.

Los pobladores de Analco sostienen hasta el día de hoy, que si uno cruza ese puente a medianoche aparece una mujer pidiendo tributo. Si se le entrega una moneda se puede pasar libremente, si no, una fuerza invisible te jala hacia abajo del que antes fuera el Río San Francisco y hoy es el Boulevard 5 de Mayo.

Los Carmelitas iniciaron la construcción de su panteón Santa María del Carmelo a un costado de su convento. Foto: Cortesía Colección David Ramírez Huitrón


Las comadres de Santa María del Carmelo

Cuando los primeros religiosos de la orden de los Carmelitas Descalzos arribaron a Puebla se les concedió la antigua ermita de Nuestra Señora de los Remedios (actualmente la iglesia de Nuestra Señora del Carmen) que se encontraba en el lindero sur de la ciudad para levantar su convento.

Los Carmelitas iniciaron la construcción de su panteón Santa María del Carmelo a un costado de su convento, sobre lo que hoy es la 16 de septiembre, entre la 17 y la 21 poniente. En el libro Las Calles de Puebla de Hugo Leicht, se lee que era un cementerio grande de forma octagonal.

El cementerio contaba con un gran portón de estilo Dórico, en el que arriba del arco y separadas por un ánfora, se veían dos figuras femeninas que eran la representación de “la parca”, a las que la gente empezó a llamar “comadres”.

Cuenta la leyenda que, por las noches, las comadres cobraban vida y hacían un recorrido en el que gozaban espantando a quienes cruzaran en su camino con sus ojos que parecía que irradiaban fuego, y según la creencia popular, peleaban y discutían entre ellas hasta entrada la primera luz del alba cuando regresaban a su lugar de origen.

Sus discusiones eran un castigo divino, en vida habían sido amigos, pero una comenzó a sentir tanta envida por la otra que se fueron separando hasta crear una enemistad llena de odio. Muchas fueron las personas que intervinieron para que las mujeres limaran asperezas, pero siempre fue inútil.

Lo cierto es que, al caer la noche, no había mortal que fuera capaz de pasar por El Carmen y mucho menos acercarse al cementerio. Era tal el fanatismo de la época entre la gente que las iglesias realizaban el famoso “toque de ánimas” que recuerda a los difuntos y se hacía cuando casi era de noche, pero todavía había un rastro de luz en el aire. ¡Qué miedo!

Martha Segovia, exintendente del Instituto era una muchacha humilde que había subido de nivel por méritos propios. Foto: Cortesía Colección David Ramírez Huitrón

De colegio Jesuita a cárcel

Por los salones, pasillos y corredores del que fuera el Instituto Cultural Poblano, hoy CIS San Javier, se vivió mucho dolor y sufrimiento en las diferentes épocas que se habitó.

En sus inicios fue Colegio de San Francisco Javier de la Orden Jesuita, más tarde fue utilizado como cuartel y hospital militar, pero también se utilizó de manera masiva durante las epidemias de 1812-1813.

Para 1867 quedó renovado cómo penitenciaria según el sistema Panóptico tipo octagonal (vista panorámica), así, los guardias tenían mayor control sobre los reos y el propio edificio.

Cuenta la leyenda que Martha Segovia, exintendente del Instituto era una muchacha humilde que había subido de nivel por méritos propios, pero no le caía bien a la directora impuesta del plantel, Reina Gallegos, que nadie quería por déspota y prepotente.

La directora no sabía por qué nadie se quería quedar después de su horario de trabajo en el plantel, pero como se había ensañado con Martha, siempre le dejaba tareas extras que le llevaban más horas de trabajo.

Un día Martha se reportó enferma y la directora, quiso asignarle sus labores a otra persona, pero esta no se dejó y como el trabajo urgía lo tuvo que hacer ella misma.

¡Maldita criada!, dijo Gallegos en tono molesto, mañana la suspenderé (refiriéndose a Martha), yo soy la ley aquí (gritó altanera), a lo que una carcajada se escuchó.

¿Quién anda ahí? gritó nuevamente la directora, entonces volteó la cara y una “monja” estaba a su lado, ésta calló desmayada, al despertar se levantó como pudo y aun temblando del miedo se fue corriendo al baño; al verse en el espejo se dio cuenta que del susto su pelo había encanecido por completo.

Entonces fue a ver a Martha y llorando le preguntó: ¿por qué nunca me dijiste nada?, a lo que ella contestó: porque nunca me hubiera creído. Y es que a Martha siempre se le aparecía la “monja”, pero nunca le hizo daño porque sabía que no tenía mal en su alma.

➡️ Suscríbete a nuestro Newsletter y recibe las notas más relevantes en tu correo

Desde ese día a la directora se le quitó lo déspota y nunca más pidió a nadie que se quedara a trabajar más tarde.

Cultura

Fantasmas del Centro Histórico y sus leyendas tenebrosas | Los tiempos idos

En estos días de muertos las almas de los difuntos regresan al mundo de los vivos, por eso hoy te contamos tres historias de apariciones en Puebla ¡para erizarte la piel!

Local

Regala Ángel vida con sus órganos tras morir luego de ser atropellado en Bella Vista

Paulina, hermana de Ángel, reconoció que su familia enfrentan un momento complicado

Policiaca

Cierra septiembre con 70 asesinatos en Puebla, pero es menor a lo registrado en 2023

Entre las víctimas mortales se encuentran dos policías municipales y un hombre que se dedicaba actualmente a la venta de vehículos

Local

Gabriel Hernández busca presidir CDH Puebla respaldado por su formación académica

Propone transformar la Comisión en una institución itinerante y capacitar a servidores públicos

Estado

Buscan a Jean Carlos, joven de 15 años que no regresó a casa tras salir de la escuela

Las autoridades iniciaron una carpeta de investigación para tratar de dar con el paradero del menor de edad desaparecido

Local

Cruzar la calle, un desafío para los peatones en Puebla capital

De acuerdo con el “Tabulador de infracciones” se le impondrá multa de 10 a 15 UMA al automovilista que se detenga sobre las cebras peatonales