Los muros de la ciudad guardan casi cinco siglos de historia en los que han sido testigos de acontecimientos que hoy conocemos gracias a la tradición oral de nuestros antepasados.
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Alguna vez te has preguntado ¿qué pasa con las ánimas que penan sin encontrar el descanso eterno? , o ¿por qué los seres del bajo astral atraviesan dimensiones para llegar a nuestro plano?
Cuando se fundó la antigua Ciudad de los Ángeles, en 1531 , se había establecido del lado oriente del río San Francisco cuyo líquido vital era indispensable no solo para su consumo, también para el desarrollo salubre de la ciudad. Pero debido a las características del suelo hubo que trasladarse al lado poniente del río, lugar en el que la ciudad se desarrolló de forma definitiva.
La ciudad se trazó desde la Plaza Mayor, con base a un sistema reticular de calles horizontales y verticales que formaron manzanas rectangulares.
Antiguamente las calles de la ciudad recibían su nombre por tramos y de acuerdo a la relevancia de un sitio, cosa, persona o situación por la que era conocida . El tramo comprendía actualmente entre las avenidas 8 y 10 Poniente , sobre la calle 7 Norte , era conocida como la “ Calle de la Nahuala ”, que existía en los registros de la ciudad desde principios del siglo XVII.
Hugo Leicht , da testimonio de ella en su libro Las Calles de Puebla y señala: “ La nahuala es la bruja, femenino de nahual, hechicero, brujo. En la inteligencia vulgar de las gentes de nuestros campos el nahual es un indio viejo, desaliñado, feo, de ojos redondos y colorados, que sabe transformarse en perro lanudo y sucio, para correr los campos haciendo daño y maleficios. ”.
Se sabía que los dioses de las culturas indígenas tenían la facultad de tomar forma de un animal (nahual) para interactuar con los humanos , por ejemplo, jaguar, coyote o colibrí . Se dice que en la Puebla Colonial vivió una mujer que habitaba una de las casonas de la Calle de la Nahuala, en 7 Norte 800.
Los pobladores de la época aseguraban que la mujer tenía estos poderes de transformación o transmutación y cuentan que al morir había espantos y aparecidos cuentos, que la gente temía pasar por ahí ya entrada la tarde noche.
La leyenda se transmitió de generación en generación , y llegó a ser tan famosa que en la nomenclatura antigua se designó a esta calle como “ Calle de la Nahuala ”.
La aparecida del Puente de Ovando
Agustín de Ovando Villavicencio fue un personaje importante en el si glo XVIII que tenía casa de los dos lados del río , una de ellas sobre la 3 Oriente y la otra, su casa de campo, la tenía del otro lado del río, en el Barrio de Analcó.
En 1770 los vecinos del barrio de Analco decidieron construir un puente que les permitiera trasladarse del oriente al poniente de la ciudad. El regidor aportó parte del capital y por eso la gente empezó a llamar “ Puente de Ovando ”.
Cuenta la leyenda que el regidor tuvo dos hijos, un hombre y una de las mujeres más hermosas que ha vivido en Puebla. La joven noble se enamoró de un hombre de mediana posición , contraviniendo su linaje y desacatando las órdenes del viejo patriarca , quien no estaba contento con la relación.
Pero el amor de ella era tal que pensó en una solución descabellada para no perder a su amado: sólo lo le quedaba perder su calidad de doncella para que su padre aceptara la unión y no se enfrentara a la deshonra. Un día que el padre viajó por negocios, la joven y su amado entraron a la casa para dirigirse a su habitación y se unieron de una forma dulce como sólo lo hacen los verdaderamente enamorados.
En medio de su pasión no pude percibir como se abría lentamente el armario, ni vieron la súbita aparición de un joven que, con un fuerte grito y una pistola en mano, los señalaron, y en un abrir y cerrar de ojos, se oyó un disparo que hirió de muerte a la doncella mientras su amado era degollado con una daga, por su hermano
El hijo se salvó de la cárcel porque se dijo que fue un crimen de honor , pero días después fue encontrado muerto en un callejón . Más triste fue la historia del padre quien tras su muerte, trató de mitigar su dolor con la bebida y muchas veces se vio en la necesidad de cruzar el puente a altas horas de la noche.
En un día lluvioso observó a una mujer pidiendo limosna en la entrada del puente, una voz de ultratumaba dijo: Pido limosna aquí y seguiré pidiendo a toda tu descendencia hasta el fin del mundo por haber sido muerta a manos de mi propia familia . El anciano desesperado gritó ¡no! , al tiempo que tambaleante, trató de cruzar el puente, pero el agua del río se elevó arrastrándolo al fondo sin posibilidad de salvación.
Los pobladores más antiguos de Analco sostienen hasta el día de hoy , que si uno cruza ese puente a medianoche aparece una mujer pidiendo tributo . Si s e le entrega una moneda se puede pasar libremente, si no, una fuerza invisible te jala hacia abajo del que antes fuera el Río San Francisco y hoy es el Boulevard 5 de Mayo.
Las comadres de Santa María del Carmelo
Cuando los pri meros religiosos de la orden de los Carmelitas Descalzos arribaron a Puebla se les concedió la antigua ermita de Nuestra Señora de los Remedios (actualmente la i glesia de Nuestra Señora del Carmen ) que se encontraba en el lindero sur de la ciudad para levantar su convento.
Los Carmelitas iniciaron la construcción de su panteón Santa María del Carmelo a un costado de su convento, sobre lo que hoy es la 16 de septiembre, entre la 17 y la 21 poniente . En el libro Las Calles de Puebla de Hugo Leicht, se lee que era un cementerio grande de forma octogonal .
El cementerio contaba con un gran portón de estilo Dórico, en el que arriba del arco y separados por un ánfora , se veían dos figuras femeninas que eran la representación de “ la parca ”, a las que la gente empezó a llamar “ comadres ”.
Cuenta la leyenda que, por las noches, las comadres cobraban vida y hacían un recorrido en el que gozaban espantando a quienes cruzaran en su camino con sus ojos que parecía que irradiaban fuego , y según la creencia popular, peleaban y discutían entre ellas hasta la entrada. la primera luz del alba cuando regresaban a su lugar de origen.
Sus discusiones eran un castigo divino , en vida habían sido amigos, pero una comenzó a sentir tanta envida por la otra que se fueron separando hasta crear una enemistad llena de odio. Muchas fueron las personas que intervinieron para que las mujeres limaran asperezas, pero siempre fue inútil.
Lo cierto es que, al caer la noche, no había mortal que fuera capaz de pasar por El Carmen y mucho menos acercarse al cementerio . Era tal el fanatismo de la época entre la gente que las iglesias realizaban el famoso “toque de ánimas” que recuerda a los difuntos y se hacía cuando casi era de noche, pero todavía había un rastro de luz en el aire. ¡Qué miedo!
Del colegio jesuita a la cárcel
Hacia el siglo XVIII, el límite sur-poniente de la ciudad seguía siendo la 13 Oriente-Poniente hasta la 9 Norte-Sur. Existe un plano de Medina, de 1754, en donde se ve que la traza de la ciudad no pasaba de ahí.
La primera gran edificación de la zona fue El Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, conocido como “La Villita”, consagrado en diciembre 1722. Ahí empezaba el camino a la Ciudad de México por lo que la gente pasaba a pedirle a la virgen que los acompañara (Avenida Reforma 1108).
Años más tarde, los jesuitas comenzaron a construir la capilla y el colegio de San Javier, y en 1751 abrieron sus puertas (13 Sur y Avenida Reforma)
Por los salones, pasillos y corredores del que fuera el Instituto Cultural Poblano , hoy CIS San Javier se vivió mucho dolor y sufrimiento en las diferentes épocas que se habitó.
En sus inicios fue Colegio de San Francisco Javier de la Orden Jesuita , más tarde fue utilizado como cuartel y hospital militar, pero también se utilizó de manera masiva durante las epidemias de 1812-1813.
Para 1867 quedó renovado cómo penitenciaria según el sistema Panóptico tipo octagonal (vista panorámica), así, los guardias tenían mayor control sobre los reos y el propio edificio .
Cuenta la leyenda que Martha Segovia , exintendente del Instituto era una muchacha humilde que había subido de nivel por méritos propios , pero no le caía bien a la directora impuesta del plantel, Reina Gallegos , que nadie quería por déspota y prepotente.
La directora no sabía por qué nadie se quería quedar después de su horario de trabajo en el plantel, pero como se había ensañado con Martha, siempre le dejaba tareas extras que le llevaban más horas de trabajo.
Un día Martha se reportó enferma y la directora, quiso asignarle sus trabajos a otra persona, pero esta no se dejó y como el trabajo urgente lo tuvo que hacer ella misma.
¡Maldita criada! , dijo Gallegos en tono molesto, mañana la suspenderé (refiriéndose a Martha), yo soy la ley aquí (gritó altanera), a lo que una carcajada se escuchó.
¿Quién anda ahí? gritó nuevamente la directora, entonces vo lteó la cara y una “monja” estaba a su lado, ésta calló desmayada , al despertar se levantó como pudo y aun temblando del miedo se fue corriendo al baño; al verso en el espejo se dio cuenta que del susto su pelo había encanecido por completo.
Entonces fue a ver a Martha y llorando le preguntó : ¿por qué nunca me dijiste nada? , a lo que ella contestó: porque nunca me hubiera creído. Y es que a Martha siempre se le apareció la “monja”, pero nunca le hizo daño porque sabía que no tenía mal en su alma.
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Desde ese día a la directora se le quitó lo déspota y nunca más pidió a nadie que se quedara a trabajar más tarde.