Más de tres décadas de delinquir de forma audaz terminaron cuando, Santiago Reyes Quesada, mejor conocido como El Capitán Fantasma, llegó a la Angelópolis para seguir con sus fechorías. Tenía la habilidad para robar casas y también para desvalijar y robar flamantes automóviles; enfrentó varias persecuciones policiacas con peligro de perder la vida y se distinguió por su genialidad para fugarse de la cárcel en la que estuviera preso, pero en Puebla no corrió con la misma suerte.
EL REY DE LOS MAFIOSOS
Ignacio Caso comenta que cuando era niño, todos los sábados y los domingos, toda la familia comía en casa de sus abuelos maternos. Dice que un domingo se metieron a robar a casa de sus tíos, no recuerda si les avisaron por teléfono, los suegros porque las casas estaban comunicadas o se fueron a dar una vuelta y pasaron por la casa que estaba en El Carmen, sobre la 2 sur.
“Cuando abrimos la puerta principal de la casa (no la de la calle) había un tiradero y los muebles de madera que tenían cajones con llave, estaba todos maltratados porque forjaron las cerraduras para abrirlos. No recuerdo que se robaron porque yo tendría unos 8 años, pero a los pocos días detuvieron a El Capitán Fantasma y supusimos que había sido él porque cuando lo detuvieron, llevaba puesto el traje de mi tío”, expuso.
Te sugerimos: Barrio de El Alto, el sitio que fue testigo de la fundación de Puebla | Los tiempos idos
César Spezzia, dice que El Capitán Fantasma andaba como Juan por su casa en Puebla, haciendo sus fechorías, además, refiere que su papá le contaba que llegaba al portal a tomar café y cínicamente se sentaba a platicar con personas como el que era jefe de policía, y nadie sabía quién era.
“Mi tío tenía una fábrica de manta dentro de la penitenciaria en la época que El Capitán Fantasma estuvo preso, también había una fábrica de mosaicos y de sombreros, les concesionaban para que le dieran trabajo a los presos. En vacaciones yo iba a ayudarle y ahí lo conocí, le llevaba su cigarrito y nos poníamos a platicar, pero nunca me contó de sus robos”, asegura.
“En ese tiempo, para fugarse de la cárcel se desfiguró la cara con alambritos, él quería salir por la puerta principal haciéndose pasar como visita de un reo, pero la regó, porque ya cuando iba de salida le preguntaron a quién había ido a visitar y él dijo que a Santiago Reyes Quesada, lo buscaron en la lista pero ese día él no había tenido visita, así se dieron cuenta que era él”, añade.
LA VIDA EN PRISIÓN
“Yo estuve en la penitenciaria porque asaltaba negocios. Comencé a delinquir a los 11 años, yo me críe en la calle y necesitaba comer, un día se me hizo muy fácil robar una bicicleta y así empecé, después me dediqué al robo de comercios”, dice Víctor Antonio Robles Gamboa, quien estuvo preso en la penitenciaria en el tiempo que estuvo ahí El Capitán Fantasma.
“Él estaba en la cárcel de San Juan de Dios y luego lo trasladaron a la penitenciaria porque era muy peligroso, todos los que estábamos ahí supuestamente éramos de lo peor. No fui su compañero de celda, pero sí nos saludábamos, era educado, se le daba hablar. Era delgadito con barba cerrada, elegante, lo iba a ver una mujer muy hermosa, y sus hijos”, asegura.
Lee esto: Estaciones de autobuses: así operaba el transporte foráneo antes de la CAPU | Los tiempos idos
Víctor Antonio relata que al entrar a la penitenciaria había un pasillo, después se pasaban unos galerones y había un quisco, ahí de lado derecho, había unos escaleritas que llevaban a la celda de Santiago Reyes Quesada, El Capitán Fantasma.
Explica que a la entrada, en el primer patio, estaban puros delincuentes famosos y peligrosos como Santiago Reyes. Dice que en el segundo patio a la derecha le denominaban “el pueblo”, porque ahí confinaban a todos los delincuentes de pueblo; a la parte de en frente, le llamaban “la colonia”, y ahí estaban los presos que delinquían en las colonias de Puebla. Pero cuando salían al patio o el día de visita, todos se mezclaban.
Comenta que El Capitán Fantasma estaba casi siempre en su celda, pero los sábados y domingos, él se paseaba con sus familiares porque había como plaza, vendían carnitas y otras comidas.
“Él era un asaltante de los finos, le gustaba ir a la 90 (poniente, donde hoy está el hospital del norte, que era una zona roja donde había prostitutas) bien vestido de capitán, en aquel entonces se oía a las mejores orquestas y dijo que cuando llegaba la judicial de aquel entonces, los músicos cantaban: ´ahí viene el mudo´ y el de volada se salía”, dice.
Víctor recuerda un día normal en la penitenciaria: “A las 6 de la mañana habrían las celdas para que fuéramos al baño y asearnos y después a las 8 de la mañana gritaban ´rancho´ y pasábamos al primer patio donde estaba el comedor, te formabas y daban uno como pocillo de aluminio con tres porciones, te deban café o té y una torta (vacía), y era todo”.
“Algunos compañeros guisaban en el patio para comer, la visita tenía libertad de entrar casi todos los días y les llevaban alimentos a los internos. Al capitán no le faltaba, como era una bella persona y tenía mucho dinero, los internos le guisaban y le llevaban de comer a su celda. Hasta tenía quien le planchara y le lavara”, señala.
Te puede interesar: De Estados Unidos a Puebla, así comenzó la venta “fayuca” en el CH de la ciudad | Los tiempos idos
UN CAPITÁN ¿FANTASMA?
En julio de 1948 nace oficialmente el mote de “El Capitán Fantasma” durante un interrogatorio con un agente secreto quien se dio cuenta que era el famoso “Jimmy” y no sé dio por vencido hasta que Santiago Reyes Quesada, dejo de ocultar su identidad diciendo que era miembro del Ejército y se llamaba Roberto López Hernández.
“Tenía órdenes de matarlo como a un perro de ser usted militar. Se salvó hijo de perra”, dijo el agente. Difundida la noticia de la captura del “capitán”, alguien preguntó ¿Cuál Capitán? Y el agente contestó: “el hampón ese, que vestido de capitán ha cometido tantas ching…; el ladrón ese que cada vez que robaba, se esfumaba como un fantasma. ¡Ah…!, exclamó alguien, entonces es un ´capitán fantasma´”(fuente: Hemeroteca El Sol de Puebla).
PUEBLA SEPULTA SU CARRERA DE LADRÓN
A sus 40 años de edad, casi todos de delincuente, no se le había ocurrido venir a Puebla, el mismo reveló que llegó a la Angelópolis (1963) huyendo de Nuevo León, de cuya penitenciaria se había fugado.
Pero Puebla fue la tumba de su doble vida: de hampón y de hombre varonil con dotes románticos y atributos de amante dadivoso; dicen que era el príncipe azul de muchas mujeres ilusas, que caían rendidas a sus pies con su galantería.
Después de dos años de delinquir pasando desapercibido por la autoridad, un medio día del 23 de julio de 1965, El Capitán Fantasma fue capturado por la policía de Puebla con un automóvil que el hampón había robado al procurador de Edomex, un Valiant color gris último modelo.
Cayó en las redes de la justicia, a la que toda su vida había burlado, con una simple y ligera persecución que no se acercó ni en poco a las que eludió tantas veces que fue perseguido, como si deberás se tratara de un fantasma.
Lee más: 120 años de una historia sobre ruedas en Puebla | Los tiempos idos
A sus captores les ofreció un jugoso botín que había realizado a una joyería y que traía en la cajuela del Valiant, medio millón de antiguo pesos en alhajas, que fueron rechazados por los oficiales.
El Capitán Fantasma rindió su primera declaración ministerial ante Luis Molina Lozano, agente primero del Ministerio Público adscrito a la Inspección General de Policía, y en presencia del general Luis Ponce de León, quien era el inspector general de la policía en esa época.
Su primer robo en Puebla fue en la mueblería Doraber y obtuvo un botín de 120 mil antiguos pesos, el 13 de abril de 1963. También reveló que se metió a casa de un sacerdote y le robó limosnas y trajes, pero fue descubierto y abandonó el botín. Y así, durante dos años, se dedicó a robar casas habitación de gente rica, joyerías y otros comercios.
“Nunca le robé a un pobre, siempre lo hice con los ricos, con quienes tenían dinero para volver a comprar lo que les quitaba”, confesó.
Soñador y romántico, acariciaba la ilusión de dar un golpe magistral y formar un hogar feliz. Pero un juez penal lo condenó a catorce años de prisión por el delito de robo calificado, múltiple, con una multa de 5 mil pesos.
Fue ingresado al penal de San Juan de Dios el 25 de julio de 1965, donde tendría que cumplir condena hasta el 25 de julio de 1979. En un intento por escapar, mató a su compañero de celda, Evodio Cruz, el 18 de septiembre de 1966.
Por este motivo fue careado con cuatro testigos e imputado por homicidio, adjudicándole otros 16 años de cárcel. Entonces lo trasladaron a la antigua Penitenciaria del Estado, a la que ingresó el 29 de octubre de 1970.
A principios de 1982, Santiago Reyes Quezada, se encontraba enfermo por lo que fue trasladado al Hospital Universitario, estaba en la cama número 45 de un cuarto piso, desde donde saltó para fugarse, y lo logró.
Con golpes en la cabeza, en la cara y el cuerpo, una pierna fracturada y un tobillo luxado, anémico y deshidratado, El Capitán Fantasma, fue descubierto tres días después de haber escapado del hospital, el 5 de enero de dicho año por el policía Isaías Cabrera Bautista. Fue hallado en el suelo debajo de las viejas tribunas de lo que fuera el campo de beisbol “Aquiles Serdán”, frente a las oficinas dela CFE en la 25 poniente entre la 13 y 15 sur.
Meses después lo tuvieron que internar nuevamente para operarlo de emergencia, y no se volvió a saber más de él. Algunos dicen que estaba desahuciado y le dieron el perdón y otros que como era ya mayor lo dejaron libre.
RECUENTO DE UNA VIDA DELICTIVA
De piel blanca y ojos azules, Santiago Reyes Quesada, siempre dijo que nació en Los Ángeles California, aunque nunca se comprobó. Fue hijo de Luis Reyes y Concepción Quesada.
A los 6 años de edad, cometió su primer robo son su propia familia, robándoles monedas. Entre los 8 y 12 años de edad ya era apodado “El Jimmy” y se dedicaba al robo de piezas de automóviles.
Te recomendamos: Esta es la historia de La Constancia, cuna del desarrollo industrial de Puebla | Los tiempos idos
El primer registro que se tiene de sus robos es de 1938, cuando fue detenido en Tamaulipas por robar accesorios de un automóvil, tenía 13 años. Permaneció en el Tribunal para Menores de Tampico por 60 días donde aprendió carpintería y ebanistería.
Un año después fue detenido en Ciudad de México por robo a comercios, regresó a la cárcel y se fugó un domingo entre las visitas. Fue recapturado en Morelos y volvió escapar escondido entre la basura, para lo cual enamoró a un celador homosexual. Regresó a Tamaulipas.
En 1945 fue nuevamente detenido y regresó a la prisión estatal donde sobornó a dos custodios para que lo dejaran escapara. Se mudó a Michoacán después a Jalisco, donde fue detenido y nuevamente compró a los custodios para escapar.
Entonces regresó a Ciudad de México donde compró un uniforme militar, se fabricó una credencial falsa a nombre de Roberto López Hernández y a su auto le puso un escudo de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Tres años después, cuando ya era apodado “El Capitán”, fue detenido y llevado a la prisión de Lecumberri, donde volvió a sobornar a los custodios y se hizo paras como comisionado de la dirección para abandonar la cárcel.
Regresó a Tamaulipas y nuevamente fue detenido y llevado a la cárcel de donde se escapó dentro de un coche de madera que construyó para un niño. Eso fue en 1950, entonces regresó a Ciudad de México y fue arrestado. Fingió estar enfermó y lo llevaron al hospital de donde se fugó, regresó a Tamaulipas y volvió a ser apresado, esta vez se fugó dentro de una cantina de madera.
Reyes Quesada fue capturado en 1957 mientras paseaba junto a dos mujeres. Esta vez aceptó ser culpable de 17 asesinatos y el robo de 17 vehículos, fue llevado a la prisión de Guanajuato de donde escapó cortando los barrotes.
Así siguió su vida delictiva entrando y escapando de prisión hasta agosto de 1959 donde fue llevado al penal de Nuevo León, que contaba con un moderno sistema de alarma y pensaron que no volvería a escapar pero en 1962 salió del penal en un mueble fabricado por él.
Llegó a Puebla en 1963, en donde después de dos años de delinquir, fue aprendido y encarcelado.