Oaxaqueño de nacimiento y poblano por adopción, Francisco Rodríguez Pacheco, fue un ciudadano ejemplar. Echó raíces en Puebla desde 1923 donde procreó a cinco hijos de dos matrimonios y se convirtió en un empresario próspero. Pero nunca olvidó al pueblo que lo vio nacer.
Bajo el concepto de dar, y no de recibir, consagró su vida a la ciudad de Puebla y al estado a través del servicio social. Fundó exclusivos residenciales, escuelas y mercados, promovió el deporte, y mejoró las comunicaciones a través de caminos.
Fue un hombre visionario comprometido con su pueblo por lo que fue una persona muy respetada y con amigos en todos los niveles. Como empresario fue pionero en la industria eléctrica a nivel nacional.
Incansable promotor de la beneficencia pública, llegó a la Presidencia Municipal sin cobrar un centavo. Poco tiempo duró en el cargo porque la vida le arrebató su último suspiro. No sin antes haber dejado su legado en el corazón de sus hijos.
Sus primeros años en Puebla
Don Francisco tenía un concepto de sociedad muy avanzado, por eso siempre extendió su mano generosa a la gente. Nunca pensó en ser rico, el ganaba el dinero pero no lo usaba para él, lo utilizaba para el servicio social, expone su segundo hijo, Jorge Rodríguez Pacheco Refino, fruto de su primer matrimonio.
Refiere que su padre nació el 23 de febrero de 1898, en Tuxtepec, Oaxaca. Donde se dedicó al comercio, a la venta de productos de la Sierra. A temprano edad sufrió un accidente y perdió casi la totalidad de la vista del ojo izquierdo.
Dejó su natal Tuxtepec para irse a Córdoba, Veracruz con su madre, María Luisa Pacheco de Rodríguez. Ahí vivieron un corto tiempo. Emigraron a la Ciudad de México donde Francisco era empleado de mostrador y oyente en la Escuela Libre de Derecho. De forma autodidacta, aprendió una profesión que más tarde le sirvió para llevar la legislación a todos los sectores desprotegidos de la población.
Llegó a vivir a Puebla a la edad de 25 años, en 1923. Ese año se casó con la tlaxcalteca, María Teresa Refino Cortés y tuvo dos hijos, Francisco y Jorge. Lamentablemente, murió al dar a luz al pequeño, el 17 de febrero de 1927. Tenía 18 años.
Estableció una pequeña fábrica de calcetines que duró poco tiempo. Empezó a trabajar nuevamente como empleado de mostrador en la tienda “El Nuevo Modelo” que estaba en la calle 5 de Mayo, entre la 2 y la 4 Oriente. Ahí trabajó hasta que el negocio se incendió.
Entonces, consiguió trabajo con Antonio Álvarez, dueño de la tienda de ropa “La Nueva España” (que aún existe). En 1932 se independizó para ejercer una carrera exitosa como defensor jurista.
De rancho a fraccionamiento
El Rancho Santa María, antiguamente delimitaba la ciudad al norte y comprendía cientos de hectáreas. Debido al movimiento agrario derivado de la Revolución Mexicana se le expropiaron extensiones de tierra y para finales de la década de los años veinte del siglo XX, contaba solo con 130 hectáreas.
“Gracias a los conocimientos en leyes que don Francisco obtuvo como oyente en la Ciudad de México, se dedicó a defender a los grandes terratenientes, como la señora Julia de Unanue, la familia Presno y a la familia Villegas. A estos últimos les compró el casco del Rancho Santa María”, detalla el hijo.
“El casco del rancho estaba donde está el entronque de la Súper Carretera a México y la Federal a Tlaxcala. Intermedio, había otra propiedad que también fue de mi papá y se llamó Granja María Luisa. Ahora todo está urbanizado”, agrega.
El administrador del rancho era Agustín Henning, con quien Ramírez Pacheco se asoció para construir la colonia Santa María. Se fundó en 1932 y fue dotada con todos los servicios (agua potable, alumbrado, etcétera).
El proyecto contemplo una rotonda jardín, el mercado, la iglesia del Rayito y el terreno para un colegio: La Escuela Pacheco y Henning (36 Poniente, entre las calles 9 y la 11 Norte), que se fundó el 5 de febrero de 1935 solo con educación primaria.
Ahí se fueron a vivir personas prominentes de la época como Miguel Abed y José Mijares Palencia que fue Gobernador en 1934.
El empresario en crecimiento
Francisco era un hombre inquieto y a la edad de 36 años, fundó la fábrica de conductores eléctricos “Pacheco y Compañía, S.A.” (PYCSA), que fue la primera compañía mexicana en ese rubro en el país.
Dos años después, en 1936, construyó el fraccionamiento de la antigua Plaza de Toros en la zona del Paseo Bravo. Comprendía 47 casa sobre la calle 11 Sur, entre la 3 y 5 Poniente.
También fomentó el deporte entre la población, principalmente frontenis que era lo que él practicaba. Esto la valió ser nombrado presidente vitalicio de la Asociación Poblana de Frontenis, en 1939.
Ese mismo año fue nombrado Presidente de la Cámara Nacional de Comercio de Puebla. En esa época era Gobernador Maximino Ávila Camacho y Juan Manuel Treviño, era Presidente Municipal, con quien tenía excelentes relaciones.
En 1940, fue socio fundador de la Compañía de Seguros Oriente de México y fue secretario. Dos años después, en 1942, fundó el Banco de Puebla del que fue Secretario de Consejo hasta su muerte.
Un colegio de señoritas
Una década después del fallecimiento de su primera esposa, en 1937, Francisco se casó en segundas nupcias con la señora Marina Hernández y tuvo tres hijas: María Luisa, Rosa Marina y María Eugenia.
“Yo tenía 10 años cuando mi papá se casó. Cuando su primera hija, María Luisa, cumplió 4 años (1943), ya tenía que ir al colegio y él dijo: ´No, yo le traigo la escuela a la casa´. Contrató a la maestra Pilar Luengas. Entonces sus amigos o la gente que sabía que a mi hermana la educaban en la casa le decían: ´Oiga don Pancho, deje que venga mi hija a estudiar aquí´. Así se empezó a formar la escuela, con agregados de amistades. Además era gratis”, narra.
En esa época la familia vivía en San Francisco, en la 4 Norte, y como las niñas ya no cabían, su papá construyó un edificio en la parte de atrás de la casa. Actualmente la escuela se encuentra en Las Ánimas.
“Ahí fue el primer edificio de la escuela María Luisa Pacheco, que se llama así por mi abuela, que fue lo más grande en la vida para mi padre. Rosa Marina, la segunda hija, es la que ahora maneja la escuela con una de sus hijas”, asegura.
Filantropía del "Hijo Predilecto"
Rodríguez Pacheco echó raíces en Puebla, formó una familia y se convirtió en un empresario próspero. Pero siempre llevó en su corazón al pueblo que lo vio nacer.
El sábado 24 de septiembre de 1944, el río Papaloapan que le da vida a la ciudad de Tuxtepec, al norte de Oaxaca, tomó fuerza de las monumentales lluvias y salió de su cauce. Arrasó con todo a su paso y la población prácticamente desapareció.
Francisco quedó impactado ante la tragedia pero de inmediato mandó ayuda a los tuxtepecanos. Canalizó los recursos para reconstruir su ciudad natal y dotar a sus paisanos de los servicios necesarios (alumbrado, agua potable, etcétera). Además, construyó una unidad habitacional con cien casas y tres escuelas.
Su filantropía le valió el ser nombrado “Hijo Predilecto” de su pueblo natal y se erigió un monumento, en donde cada año, la comunidad realiza un homenaje en su honor en señal de gratitud.
“El monumento fue iniciativa de los ejidatarios cañeros. Yo lo hice con la participación de muchos ciudadanos. Les dije que la aportación era de 20 centavos cada uno, porque la moneda era de cobre. Fundí las monedas para hacerlo. Luego lo mandé a Tuxtepec”, detalla Jorge.
La exclusiva zona residencial
Rodríguez Pacheco fue un modelo de hombre comprometido con su pueblo, no solo con su lugar de origen, también con su tierra adoptiva. Para él era importante mejorar la ciudad a través de la urbanización.
En 1947, fundó la sociedad “Fraccionamientos de Puebla” para construir la colonia La Paz. La obra fue inaugurada por Miguel Alemán de Valdés, el entonces presidente de la República.
“El terreno de La Paz fue una oportunidad, mi papá se lo compró a la familia Zorilla. Ahí había propiedades de otras personas que fueron integradas a la urbanización”, señala.
La colonia fue cimentada sobre los terrenos del cerro de San Juan y para dotar de todos los servicios a los habitantes de la zona se tuvieron que hacer importantes obras para la captación de agua y drenaje.
La Paz concentró a cientos de familias poblanas que en su mayoría eran de ascendencia libanesa y española. Radicaban en el centro de la ciudad y migraron a ésta que, en su momento, fue la zona residencial más exclusiva de la Angelópolis.
Destacado empresario y reconocido ciudadano
Siempre pionero como empresario, Francisco fundó en 1949 “Fambar, S.A.”, la primera fábrica 100% mexicana en el país de conductores y esmaltados para embobinados de motores. Ese mismo año, creó la empresa “Barnices Aislantes, S.A.”, también la primera de su género en el país. Ambas en la Ciudad de México.
Rodríguez Pacheco fue amigo de sus amigos y siempre mantuvo relaciones cordiales con empresarios y servidores públicos quienes sabían del servicio social que éste desempeñaba.
Este fue uno de los motivos por el que Rafael Ávila Camacho, en 1952, siendo gobernador del estado, lo nombró presidente de la Beneficencia Pública.
En 1954, Francisco es nombrado presidente de la Asociación Regional de Caminos Puebla y Tlaxcala, originada en Estados Unidos por la “International Road Foundation” y en México por la “Asociación Mexicana de Caminos” que era presidida por Rómulo O´Farrill, gran amigo suyo. El cargo lo desempeñó hasta su fallecimiento.
“Durante su gestión en la asociación, que era conocida como Caminos Vecinales, promovió la carretera Zacapoaxtla-Cuetzalan, el bulevar Hermanos Serdán y la Ruta Quetzalcóatl, que fue llamada así por el gobernador Toxqui pero ahora la conocemos como La Recta a Cholula. También gestionó la construcción de la autopista México-Puebla ante el presidente de la República, Adolfo López Mateos, que se hizo realidad más adelante”, detalla Jorge.
“Él ya no la vio terminada pero los que estábamos en la asociación organizamos la Caravana del Progreso Adolfo López Mateos para darle las gracias. Fuimos muchos automóviles al Palacio Nacional”, añade.
Además de practicar frontenis, Francisco era aficionado al automovilismo por lo que durante tres años, de 1952 a 1954, patrocinó al automóvil “Puebla” que competía en la Carrera Panamericana, siempre tripulado por el piloto poblano Douglas Ehlingher.
Para celebrar la autonomía de la Universidad de Puebla, en 1956, se formó un patronato que presidió Rodríguez Pacheco junto con Manuel Ibáñez Guadalajara, Enrique Benítez y Domingo Taboada.
Servicio para el pueblo
Incansable promotor de la beneficencia pública, Francisco Rodríguez Pacheco, llegó a ser Presidente Municipal de Puebla sin cobrar un centavo. En 1959, fue electo para el ejercicio 1960-1963.
“Para mi padre la Presidencia Municipal no fue un cargo político, para él fue un servicio cívico en el que la persona estaba obligada a dar y no a recibir, por eso no cobró. Al contrario, el aportó cientos de miles de pesos para poder hacer gestiones en su administración”, enfatiza.
Jorge relata que su padre no quería aceptar el cargo pero en ese momento el que era el presidente del partido (PRI), el general Donato Bravo Izquierdo, era su íntimo amigo. Lo presionaron para que aceptara el cargo, pero él puso sus condiciones, como la de elegir a todas las personas que integrarían su gabinete.
“Él aseguró: ´Si a mí me ponen alguna persona que no sea la que yo digo, no acepto´. Lo primero que hizo fue invitar a cenar a muchos de sus amigos, gente con recursos económicos, y les dijo: ´Yo acepto ser Presidente Municipal, pero para eso se necesita dinero y no lo hay. Esta es mi a portación, ahora aporten ustedes´”, subraya Jorge.
Francisco Rodríguez Pacheco tomó protesta el 15 de febrero de 1960 en el Congreso del Estado en presencia del Gobernador Fausto M. Ortega y el comité que el mismo había elegido, entre ellos, Eduardo Cue Merlo como Regidor de Hacienda.
“Mi padre prácticamente perdió un ojo antes de venir de Tuxtepec, y don Eduardo Cue Merlo estaba cojito, andaba con bastón. Cómo es la gente que al Palacio Municipal le pusieron el Portal de los Piratas”, comenta sonriente.
Al tomar la presidencia, Rodríguez Pacheco dotó a la ciudad de patrullas, carros de bomberos y compró la primera barredora mecánica. Construyó el mercado Venustiano Carranza y la primera guardería infantil para locatarios. La obra más importante de su gestión como alcalde es el inicio del embovedamiento del Río San Francisco.
Jorge destaca que, los meses en los que su papá estuvo en el cargo, los balances del Ayuntamiento se publicaron cada mes en los periódicos locales.
La madrugada del 16 de septiembre de 1960, el hombre que consagró su vida a su ciudad y al estado a través del servicio social, falleció solo siete meses después de haber asumido el cargo de Presidente Municipal de la ciudad de Puebla.
“Murió de cáncer de próstata. Se le desarrolló, le invadió el pulmón, tuvo metástasis”, lamenta su hijo.
El legado de un padre
Francisco siempre fue muy cercano a sus hijos varones, quienes habían perdido a su madre muy joven. Los colmó de cariño, les enseñó el respeto hacia a los demás, a manejarse con rectitud y honorabilidad, y a ser ciudadanos de bien. Al mismo tiempo, los mantuvo cerca de él para que aprendieran el negocio que fundó.
“Mi padre fue una persona única, extraordinaria. Vivimos muchos años en soledad por la falta de mi mamá, pero de cuando yo nací a los 10 años, los tres nos hicimos uno solo, éramos una unidad total”, recuerda gustoso Jorge.
Sus hijos, Francisco y Jorge, además de estudiar, comenzaron a trabajar con él muy chicos. Lo que los llevó a formarse como empresarios.
“Tenía 13 años cuando empecé a trabajar como obrero con mi papá. Los lunes, miércoles y viernes tenía clases de inglés en la tarde. Pero martes, jueves y sábado, después de las 5:30 de la tarde que terminaba la escuela, me iba a la fábrica de conductores eléctricos a trabajar hasta las 10 de la noche. El interés era aprender todo lo relacionado con el cobre, que fue lo que yo hice cuando me separé de mi padre”, recuerda.
Jorge trabajó con su padre en los proyectos que emprendía. Fue ejecutivo en el fraccionamiento La Paz. Representó a la empresa de conductores eléctricos de su padre cuando éste se integró a la asociación nacional. Se afilió a las Asociación de Caminos Regionales y fue secretario de la Asociación Poblana de Frontenis.
“Tenía 18 años cuando fui secretario de la asociación de frontenis. Era un cargo pesado porque tenía que hacer los programas que se jugaban en todas las categorías y tenía que ir los domingos a las siete de la mañana. Ya para las cinco de la tarde llevaba el resultado de los encuentros a los periódicos, para que se publicaran. Así me hice amigo de Enrique Montero Ponce y otros periodistas”, comenta.
Cuando se separó de su padre él tenía 25 años y comenzó con ocho empresas del mismo ramo.
“Empecé con una fábrica de hilos de algodón pulidos para hacer cordeles. Se llamó, Torzales y Pulidos de algodón Santa Teresa (por su madre)…Después empezó el movimiento de fibras sintéticas y empecé a trabajar con rayón, que se hacía para cuerda de llanta. Compraba los desperdicios de Celanese Mexicana para hacer la cuerda, y los trasformaba para hacer hilos industriales…En una de esas empecé a transformar el uso de los hilos de algodón por los hilos sintéticos como aislante para conductores eléctricos. Las cosas marchaban muy bien”, detalla.
Jorge sufrió otra pérdida tres años después del fallecimiento de su padre. Su hermano mayor murió el 21 de abril de 1963 por un problema pulmonar.
Las ciudades hermanas
A la muerte de su padre (1960), la Asociación Regional de Caminos Puebla, invitó a Jorge a formar parte de la directiva, lo nombraron secretario. En esa misma década, el Consejo de Turismo lo eligió como vicepresidente.
“En ese momento llegó a Puebla una comitiva del Programa Ciudades Hermanas de California, que funcionaba a través de la presidencia de Estados Unidos. El Presidente Municipal era Carlos Vergara y aceptó integrarse al programa pero se necesitaba un comité y como yo era el Consejero de Turismo, me delegó a mí la encomienda”, dice.
Después de la Segunda Guerra Mundial, surgió la idea del hermanamiento de los pueblos en Europa para crear vínculos entre las ciudades y fomentar las buenas relaciones. Así surgió el Programa de Ciudades Hermanas generado por el presidente de Estados Unidos, el general Dwight Eisenhower. En 1959 convocó al programa People to People (pueblo a pueblo) para restablecer las relaciones entre los pueblos a fin de crear un mejor entendimiento y estar en condiciones de preservar la Paz.
“Miguel Alemán era el presidente del programa Pueblo a Pueblo en México. De ahí se derivó Ciudades Hermanas que era para conocerse profundamente (cultura, tradiciones, modos de vida, etcétera) y hermanarnos como seres humanos. Yo me quedé como el presidente del comité en Puebla”, señala.
Este hermanamiento se daba a través de intercambios de todo tipo, de profesionistas, de estudiantes, de tecnología, etcétera. Y se organizaban convenciones internacionales intercaladas, un año en México y al otro en Estados Unidos.
“Cuando se inicia el comité de ciudades hermanas coincidió con la primera Convención Internacional de Ciudades Hermanas en Guadalajara. Ahí se integró el comité nacional y me eligieron como presidente. La segunda convención fue en Redondo Beach, California, donde se formó el primer comité internacional, que también me eligieron para presidir. Tenía a mi cargo, el local, el nacional y el internacional”, señala.
El Programa Regional llegó a tener cincuenta municipios anexados. Jorge inauguró la Escuela de Ciudades Hermanas en Valsequillo y se dio a la tarea de realizar intercambios con Estados Unidos. Trajo una exposición de Satélites no bélicos, intercambio profesionistas de rubros como la radio, y también de estudiantes, en su mayoría del CENHCH.
“La condición era que cada quien se pagara el pasaje y allá, la ciudad hermana, le daría alojamiento, comida y, en el caso de los estudiantes un hogar con un muchacho de su edad. En una de esas me lleve a Rafael Cañedo (después fue Presidente Municipal). Era un chamaco, tendría 18 años de edad”, comenta.
Convención Internacional en Puebla
La tercera Convención Internacional de Ciudades Hermanas se llevó cabo en México, fue en Puebla el 18, 19 y 20 agosto de 1966.
“Me lleve a Los Ángeles al Presidente Municipal, Arcadio Medel, para que le entregará la llave de la ciudad de Puebla al alcalde, Sam Yorty, y así invitarlo. Estuvo muy complacido”, asegura
Durante su gestión, Jorge se relacionó con diferentes personalidades norteamericanas, fue invitado a un banquete en el Departamento de Estado de Estados Unidos e incluso, recibió un mensaje del general Eisenhower.
Al igual que su padre, Jorge aportó de su bolsa lo necesario para llevar a buen puerto su compromiso de Ciudades Hermanas, con el cual recorrió el mundo. Fue reconocido por su servicio social y nunca dejó su actividad empresarial de lado.
También se casó dos veces y procreó cinco hijos. Del primer matrimonio dos hijas y un varón. Del segundo, dos niñas. Ya es bisabuelo. Actualmente Jorge tiene 95 años y vive una vida tranquila y tiene infinidad de amigos alrededor del mundo.