Hace 92 años surgió en Oaxaca la fiesta étnica más importante de América Latina: La Guelaguetza. Hoy, esta celebración no es solo un homenaje a la pluriculturalidad del estado, sino que es el símbolo de resistencia de 16 etnias y el pueblo afromexicano del estado para no perder su identidad.
El 22 de julio se desarrolló el primer Lunes del Cerro, nombrado así porque se lleva a cabo en lo alto del Cerro del Fortín, en el Auditorio Guelaguetza. La primera edición de esta fiesta congregó a miles de visitantes, pero no de los que pagaron un boleto por un asiento preferencial, sino de aquellos que anhelaban vivir esta experiencia de forma gratuita.
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Algunas personas comentaron que, para poder acceder a los palcos C y D del auditorio (los que eran gratuitos al público) tuvieron que formarse desde las cinco de la mañana o un poco antes. Otros más, quienes llegaron después de dicho horario, tuvieron que mantenerse en una extensa fila (que alcanzó más de un kilómetro de distancia), durante al menos siete horas para obtener un lugar en la función vespertina.
Tal era el anhelo de ver danzar a las delegaciones que participaron en esta edición que, pese a la exposición del Sol y la lluvia que azotó la tarde del primer Lunes del Cerro, la gente permaneció.
Valió la pena, afirmaron quienes obtuvieron un lugar en el espectáculo matutino, pues no solo les tocó ver el amanecer con el Templo de Santo Domingo de fondo, sino que, además, pudieron presenciar la máxima fiesta de Oaxaca en el segundo año en el que, de nueva cuenta, fueron incluidos todos los pueblos que la conforman.
Este espectáculo no solo fue disfrutado por quienes ocuparon un asiento en el auditorio. Los sones oaxaqueños cimbraron la nostalgia de aquellas personas que, a miles de kilómetros de su tierra, siguieron la transmisión de esta primera edición.
Guelaguetza, fiesta de los oaxaqueños
La Diosa Centéotl de este año, Juana Hernández López, una mujer mixteca de 65 años de edad, inauguró la celebración con un ritual dedicado a la madre Tierra.
La mujer oriunda de Santiago Juxtlahuaca es la máxima representante de las tradiciones oaxaqueñas. Esto después de haber sido elegida, entre 45 mujeres más, por su discurso en contra de la opresión y la discriminación que sufren las mujeres indígenas.
“Hoy yo no soy Juana Hernández, soy la voz de esa niña que quiere elegir libremente su destino, soy la voz de esa niña de la montaña que casaron a cambio de una res (…) Soy la voz de esa mujer mixteca que no atendieron en un hospital público por no hablar español”, exclamó el el discurso realizado en junio de este año.
Tras su presentación ante miles de personas, subió al escenario la primera delegación de las 15 que se presentaron en dicha edición, Las Chinas Oaxaqueñas de Genoveva Medina, representando la región zapoteca de los Valles Centrales.
Un espectáculo de colores inundó el auditorio, la gente exclamaba de emoción al ver, después de un año de espera, esta celebración. Con trajes de gala, también conocidos como trajes de fiesta y sus canastas adornadas con flores, interpretaron, a través de la danza, la historia de la capital oaxaqueña.
Danzantes con trajes bordados y finos detalles siguieron tras esta presentación. La respuesta del público no eran solo aplausos, eran gritos de emoción por cada paso bien ejecutado de los artistas que estaban en la escena, adornados por la orquesta sinfónica que marcó cada movimiento.
Emoción transformada en lágrimas
Pocas personas notan, por el limitado acceso que hay entre palcos, que las y los danzantes al terminar su presentación y trasladarse atrás del escenario, lloran.
Este año no fue la excepción. Su primer paso es rezar, persignarse o abrazarse entre todas las personas que conforman cada delegación. La acumulación de emociones nace desde que salen de su comunidad, algunas a más de ocho horas de distancia de la capital, para llegar a la Guelaguetza.
Ingrid Valdivieso, quien representa a la región de los Valles Centrales y ha participado en esta fiesta desde hace 12 años, relató que las lágrimas llegan por sí solas al bajar del escenario.
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“Es la adrenalina y la emoción de que nos haya salido bien, nos da satisfacción”, expresó.
Para bailar en la Guelaguetza las y los artistas se preparan todo el año, inmediatamente después de terminar la octava del Lunes del Cerro que, este año, es el próximo 29 de julio.
El corazón cultural de México
Hace 92 años nació la Guelaguetza. En 1931 un fuerte terremoto azotó el territorio oaxaqueño, en el cual los habitantes, lejos de hundirse en un desastre, encontraron el arropo para presentar, a través de su cultura, la fortaleza de su gente.
Un año después, en 1932, se realizó el primer homenaje racial de Oaxaca, donde se celebró la expresión cultural de sus diferentes regiones.
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Hoy, este homenaje no solo congrega a las y los oaxaqueños, sino que se convirtió en el punto de reunión de visitantes nacionales y extranjeros, de activistas y defensores y, por otra parte, de la élite y figuras políticas.
Pese a los intentos de estos últimos por opacar los reflectores, estos fueron en vano. La fiesta es y seguirá siendo de los corazones que se llenan de nostalgia con la Canción Mixteca: de las y los oaxaqueños.
“Biedsakred loo Ldua”, (Bienvenido a Oaxaca en zapoteco).