La misa fundacional de la antigua Ciudad de los Ángeles, denotó la religión que se profesó desde que se estableció la población, pero también estuvo ligada a las tradiciones de Semana Santa porque ese día, el 16 de abril de 1531, fue domingo de Pascua.
La Procesión de Viernes Santo en Puebla fue promovida por los franciscanos cuya encomienda era la evangelización de los pueblos, así que para enseñarle a los indígenas el recorrido y sufrimiento que pasó Jesucristo hacia su crucifixión, la llevaron a cabo desde que se fundó la ciudad, en el siglo XVI.
Esta tradición centenaria de Puebla ganó relevancia dentro y fuera del país, y hoy reúne a miles feligreses deseosos de estar lo más cerca posible a Cristo y ser partícipes de esta manifestación religiosa tan importante para la iglesia católica.
EL INICIO DE UNA TRADICIÓN CENTENARIA
“Los franciscanos promovían la religión a través de las ceremonias religiosas pero querían representar la procesión tal y como se hacía en Europa. Parece ser que vieron en el cerro de San Cristóbal (Loreto y Guadalupe) la manera de representar Jerusalén, por eso la orientación de su convento coincide con el Calvario, que ubicaron en la parte más alta del cerro y en el que se aprovecharon las característica del terreno para recrear la crucifixión de Cristo”, expone el investigador David Ramírez Buitrón, fundador de Puebla Antigua.
No era una representación de la pasión y muerte de Cristo, solo se realizaba el rito de la procesión tal cual se hace ahora. La gente se vestía de negro por el luto y sacaban las imágenes para llevarlas en andas, iban rezando y hacían el Vía Crucis.
Al correr de los años y gracias a este “Camino de la Cruz” que seguían, los vecinos edificaron capillas por cada estación y Puebla se convirtió en la única capital de la Nueva España que contó con un polígono así.
“Casi 80 años pasaron antes de que los vecinos empezaron a edificarlas, en 1609 y hasta 1640. Por las etapas de construcción se sabe que eran cuartos de adobe que con el tiempo se iban mejorando y les añadían decoraciones de acuerdo a la época. La mayoría de ellas tenia señales de haber sido intervenidas entre el siglo XVII y XVIII, en el barroco. Algunas ya desaparecieron y otras aún existen”, aclara.
PARTICIPABAN CONSERVANDO UNA ESCALA SOCIAL
Refiere que las imágenes que se sacaban eran las propias de la congregación de franciscanos pero con los años las iban reemplazando. Cuando ya estaba bien establecida la procesión surgieron las de mayor tradición como la Virgen de la Soledad, el Señor de las Tres Caídas, el Señor de las Maravillas, y la Virgen Dolorosa del Carmen, pero eso fue 150 años después de la fundación.
“Era una actividad en la que todos participaban, españoles e indígenas, pero lo hacían conservando una escala social. Hasta adelante iban los más importantes e ilustres vecinos de los barrios que eran quienes dirigían la procesión que encabezada el obispo y los franciscanos, y hasta atrás iban los más humildes. Se pudiera pensar que los naturales eran los que cargaban las imágenes pero no, eran llevadas en andas por los españoles”, detalla.
“Los de mayor rango social competían por cargar las imágenes porque para ellos era un privilegio cargar a Cristo y estar lo más cerca posible de él, y para eso sus méritos tenían que ser mayores; o eras o habías sido mayordomo o tenías el poder económico suficiente para pagar y poder estar ahí”, asegura.
Ellos dirigían las cofradías, se elegían a personas con mayor rango económico y se rotaba cada año. Eran jefes y organizaban a los vecinos en torno a una figura. Se encargaban de que la iglesia estuviera en condiciones, le daban dinero al sacristán para su manutención y se ayudaban entre ellos.
CELEBRAN LA RESURRECCIÓN
“La procesión estaba marcada por la tradición de la biblia, por eso comenzaba a las 12 del día como se sigue haciendo actualmente. Llegaban al Calvario a las 3 de la tarde y ahí acampaban, se quedaban hasta las 6 de la tarde que es el periodo de la Expiración de Jesucristo y después realizaban el Santo Entierro“, señala.
Una vez que terminaba la Expiración de Viernes Santo todos se regresaban en silencio y contemplación a Cristo. La gente se retiraba a sus casas a orar y esperar el Domingo de Resurrección.
“Estaban todo el Sábado de Gloria en su casa porque era día libre obligatorio (durante la Colonia). Arreglaban y limpiaban sus casas, las renovaban. Muchos poblanos era el único día del año que descansaban entonces se iban a bañar, a los baños de placer, una costumbre muy arraigada en Puebla; solo se aseaban ese día durante todo el año. Algunos aprovechaba para convivir y se bañaban a jicarazos en los patios de sus casas, de ahí la costumbre de mojarse ese día”, subraya.
Refiere que a media noche del sábado, todas las campanas de las iglesias se daban vuelo repicando, tronaban cohetes y la gente iba a misa de gallo para celebrar la resurrección de Jesucristo.
LA PROCESIÓN SE SUSPENDE
El investigador asegura que esta tradición se mantuvo muy fuerte en Puebla hasta la Guerra de Reforma y aun cuando finaliza el periodo de la intervención francesa, se seguía haciendo solo que ya no era tan espectacular como antes.
Explica que por las Leyes de Reforma muchos de los bienes de la iglesia fueron expropiados y vendidos a particulares y ya no había donde hacer la procesión. Entonces desaparece en la zona de San Francisco y se traslada a la Catedral organizada por el arzobispado. Dice que también se introduce la tolerancia de otros cultos y empiezan a llegar protestantes a Puebla, lo que restó peso en la población.
“Se hacía de una forma simbólica por las calles y a veces modificando el camino porque la ciudad empezó a crecer. De esta forma se empezó a fragmentar la tradición y llegó un momento que se perdió, esto ocurrió a principios del siglo XX. La Procesión de Viernes Santo en Puebla se recuperó a finales del mismo siglo”, subraya.
“A pesar de que la procesión desaparece en el Centro Histórico, en otras zonas de la ciudad se siguió dando de una forma intensa, tanto que a partir de los años sesenta, se hace la representación en vivo de una persona que caracterizaba a Jesucristo y todos los feligreses participaban de alguna manera, como es el caso Mayorazgo y la de Pueblo Nuevo (junta auxiliar Romero Vargas)”, puntualiza.
El VÍA CRUCIS POBLANO
La procesión iniciaba en el convento franciscano y seguía el recorrido que hizo Cristo hasta su crucifixión, demarcado por las 14 estaciones.
“Existe muy poca información acerca de la historia de cada capilla, y la poca que hay es muy ambigua: La primera capilla está dentro del templo de San Francisco, nombrada la de ´Los Azotes´, la segunda, llamada ´La Cruz a Cuestas´ y la tercera, conocida como ´La Primera Caída´, estaban en el atrio de la iglesia”, explica el historiador Jorge Eduardo Zamora Martínez, conocido como El Barón Rojo.
Relata que la cuarta estación se encontraba sobre el costado norte de la iglesia, llamada “El encuentro de Cristo con la Virgen “, actualmente es el sitio donde se estacionan los autos que se van a bendecir.
La quinta capilla, dice, está sobre la 14 Oriente, frente al mercado de El Alto y se llama “Cirineo”. A espaldas de la casa Aguayo, en su esquina norponiente, está la “Verónica” que es la sexta, y está justo frente a la iglesia de la Santa Cruz. Al costado poniente de este templo se localiza la séptima capilla, llamada la de “Platero”. Bajando por la escalinata poniente del atrio, hacia el norte, se localiza la octava capilla, conocida como la de “Las lavanderas”.
El investigador comenta que subiendo dos cuadras al norte está el centro deportivo Margarita Maza de Juárez, en cuyo interior se localizan dos capillas más: la novena, conocida como “Las Piadosas”, y se aprecia desde la banqueta norte de la calle 20 Oriente, en total abandono. En la entrada a este lugar, está la décima, la del “Vía Crucis”, una capilla muy cuidada que ofrece servicios religiosos con regularidad.
“La onceava capilla, ahora es templo y se conoce como ´El Calvario´, se localiza en la manzana al oriente del hospital de la Cruz Roja y es la única de todo el conjunto que funciona como recinto religioso. La doceava está dentro del atrio de este templo y está integrada al conjunto arquitectónico del Calvario, es conocida como la del ´Despojo´. Según crónicas obtenidas, dentro del atrio del templo existió un conjunto de 6 capillas, de las cuales solo sobreviven dos: la número trece y la número catorce, en total abandono, son la de la ´Crucifixión´ y la de la ´Expiración”, detalla.
“A pesar de haber sido las primeras construcciones religiosas de la ciudad, casi todas permanecen cerradas la mayor parte del año y solo se abren para la liturgia de Semana Santa”, concluye el historiador.