Uno de los momentos que marcó a la religión católica fue la aparición de la llamada Santa Inquisición, una institución creada con la finalidad de “combatir” la herejía y con ello la proliferación de otros cultos y su relevancia radica en que todos aquellos que eran descubiertos terminaban sometidos a métodos de tortura que regularmente terminaban con la muerte.
El ser sentenciado por herejía era una determinación que tomaban los tribunales episcopales en toda la Cristiandad Latina luego de que en 1184 el papa Lucio III promulgó la decretal Ad abolendam, mismo que fue refrendado por Federico I Barbarroja y Enrique II de Inglaterra, entre otros territorios, pero, ¿cuáles eran los instrumentos utilizados para esta tarea?
Desmembramiento, la técnica de tortura más usada
Una de las técnicas más usadas consistió en arrancar las extremidades de los acusados y uno de los dispositivos más comunes para este fin era el potro, el cual se caracterizaba por su sencillez, facilidad de construcción, además de su efectividad; constaba de una base rectangular con cuatro cuerdas para los brazos y piernas para que conforme eran enrolladas estiraran las extremidades.
Otro dispositivo similar era la garrucha, la cual constaba de atar las manos a la altura de las muñecas del preso por detrás de la espalda, para posteriormente alzar a la víctima varios metros sobre el suelo a través de un sencillo sistema de poleas, pero la tortura no terminaba ahí, pues una vez en la cima para castigado se le dejaba caer sin golpear con el suelo, pero con todo el peso del cuerpo sobre los brazos.
Otras técnicas de tortura utilizadas durante la inquisición
Pero no todo se limitaba a el desprendimiento de las extremidades, existieron también aquellos instrumentos que destruían ciertas partes del cuerpo, tal era del caso del aplasta pulgares, una pieza metálica en la que se introducían los dedos de las manos y los pies, para con un tornillo darle vueltas hasta que los apéndices terminaban destrozados, mientras que en el aplastacabezas un casquete terminaba aprisionando la cabeza mientras se giraba un tornillo.
Dentro de la lista de los más comunes se encuentra la pera, la cual era introducida en la boca, vagina o ano y una vez en la cavidad de la víctima se comenzaba a abrir mediante un tornillo, hasta desgarrar internamente al señalado; este instrumento tenía un fin similar a la cuna de judas, el cual mediante un sistema de poleas se levantaba al acusado para dejarlo caer sobre una pirámide de madera con la punta afilada.
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La lista también incluye a la llamada doncella de hierro, la cual consistía en introducir al preso dentro de un sarcófago que tenía dos puertas, las cuales contaban con varios pinchos metálicos en su interior, por lo que al ser cerrado estos se introducían en la carne del torturado, causándole un fuerte dolor, aunque curiosamente estas no terminaban por arrebatarle la vida.
Finalmente, uno de los que requería tener sangre fría era el de la sierra, castigo que comúnmente era utilizado en mujeres y el cual consistía en colgar a la víctima de cabeza con las piernas abiertas para en medio de ellas colocar una sierra que era tirada por dos personas realizando un corte hasta la zona del vientre, permitiendo que la posición oxigenara al cerebro evitando que perdiera la consciencia o muriera.