¿Quién no se ha llevado a la boca el delicioso crujir de un churro? Resistirse a su sabor es una tarea difícil, son una tentación de antaño que, lejos de haberse perdido, se afianza con el tiempo.
Basta con darse una vuelta por la antigua churrería ubicada a espaldas de Catedral, donde son visibles las largas filas que invaden la acera y se ha vuelto un reclamo turístico para los visitantes que no quieren perderse la oportunidad de disfrutar esta tradición.
La Churrería, es un negocio familiar establecido por Pascual Vicente en 1960, que ha conservado el secreto de la receta para permanecer en el gusto de la gente. Después de seis décadas, se ha vuelto un referente de la ciudad de Puebla y cuenta con 5 sucursales foráneas.
UNA TRADICIÓN DE ANTAÑO
“Recuerdo que cuando tenía 8 años, el recurso era escaso pero mucho el antojo, entonces nos compraban el recorte de los churros, que eran los pedazos que no llegaban a la medida y eran más baratos. Éramos una familia grande, de 14 miembros de los cuales 9 éramos niños, y los churros eran una excelente compañía para la cena”, expone Jaime González.
“Esos churros son riquísimos, no le piden nada a los españoles, los comprábamos dos veces por semana. Mis hijos nacieron en Puebla pero nos regresamos a vivir a España y hace tres años que estuvimos por allá, pasamos a comprarlo al mismo lugar”, dice Amalita Fernández, quien vivió años en el centro histórico junto con su esposo, José Concha Haces, y sus tres hijos.
“Cuando era niña, a veces íbamos a misa a Catedral porque a mi hermano pequeño le gustaba escuchar el órgano. Luego nos llevaban a la churrería a comprar los churros para llevar y, desde siempre, ha habido esas colas. Ahora, cada vez que vamos a comer a casa de mis suegros que viven en Los Fuertes, de regreso pasamos por el centro para llevarnos una bolsa de churros”, señala Mónica Hidalgo.
Agrega que cuando tiene visitas, es común que las lleve a conocer el centro y siempre pasan a la churrería, dice que: “como los están haciendo en el momento es una delicia comérselos así; también es algo que te saca del apuro para reuniones o eventos grandes como las posadas del colegio, hemos comprado hasta 800 churros”.
EL TRABAJO DE UNA VIDA
“Mi papá era de Oaxaca y mi mamá de Veracruz, ambos vivían en Puebla. Él era un hombre recio y campesino, y ella era una mujer muy bonita de ascendencia española. Se conocieron porque mis abuelos maternos tenían una panadería en la 7 poniente 520, y mi papá iba a comprar ahí el pan dulce y la torta”, expone Oscar Vicente Cabrera, hijo de Pascual y Lilia, fundadores de La Churrería.
Relata que su papá ya se había fijado que en la panadería había una chica muy linda. Un día llegó a comprar pan y no se fijó en donde piso y se le fue de lado el pie, entonces se cayó con todo y pan; la chica (su mamá), que lo estaba viendo, estaba muerta de risa y así se conocieron.
Oscar comenta que su papá llegó a vivir a Puebla en 1940 y siempre se paraba frente al local que hoy ocupa la churrería, donde había un puesto de periódicos de una señora que todo mundo conocía como “la güerita”, y decía: “ese local tendrá que ser mío”.
Pero antes, Pascual, quien ya había contraído nupcias con Lilia, para seguir la tradición de la familia puso una panadería que se llamaba La Coloradita, por donde está la iglesia de San Agustín sobre la 3 oriente, en la esquina donde hay un zaguán de medio punto gris.
“Dicen que en esa panadería espantaban mucho y los empleados decían: ´sabe que don Paco ya no queremos trabajar acá, nos hacen muchas travesuras, aquí espantan´. Hasta que mi papá un día les dijo: ´no me vengan con esas payasadas, hoy me voy a quedar esta noche para que vean que no pasa nada´”, asegura.
“Así lo hizo, se recostó sobre unos bultos de harina y serían como las 3 de la mañana y de repente volteó y vio salir del horno a una persona bajita con un sombrero, un enanito al que nunca le vio la cara, pero que empezó a caminar hacia donde estaba él; mi papá salió como tapón de sidra gritando: ¡ya lo vi!, ¡ya lo vi!, ¡ya lo vi! Los trabajadores que estaban ahí inmediatamente le echaron humo de cigarro y le echaron alcohol en la cabeza, pero de la impresión le dio diabetes”, añade.
Comenta que, para mantener a la familia, su papá hizo de todo, fue agente de tránsito, pintor, albañil y hasta cantante. También recuerda que él siempre le decía a su mamá: “¿qué le viste a mi papá?, es que tú estás muy bonita”, y ella siempre le dijo que él fue muy detallista y supo enamorarla. Así criaron a seis hijos y todos profesionistas.
ASÍ NACIÓ LA CHURRERÍA
Fue en 1960 que Pascual realizó su sueño de rentar el local que tanto anhelaba, en la esquina de la 2 sur y 5 oriente, pero el negocio que fundó estaba muy lejos de ser lo que es hoy, primero porque no vendía churros, y segundo, porque no entraba gente.
“Mi papá inició con una tortería, y el negocio se llamaba Súper Tortas Ángel, pero en todo el día vendía solo 1 o 2. Como vio que no la iba a hacer y la renta del local se lo iba a comer, entonces se le vino a la mente poner una churrería, le habló a su hermano para que lo apoyará y él dijo: sí”, señala.
Una vez que los churros de los Vicente se empezaron a acreditar entre los poblanos que visitaban el centro, iban a misa y pasaban por ellos o simplemente tenían antojo de un dulce bocado, el negocio cambió de nombre para llamarse “La Súper Churrería”.
“El primer día que mi papá hizo churros, empezó con 3 kilos de masa y los churros se vendieron en 20 minutos. Al ver que incrementó la cantidad de masa, al siguiente día hizo 5 kilos, después aumentó de 8 a 10, y así sucesivamente; ahora, diariamente hacemos 5 casos de 20 kilos de masa cada de uno”, explica Oscar
En la churrería se hacía el típico churro mexicano: harina, agua y sal, así se vendía, relata Oscar, y agrega que en una ocasión llegaron unos españoles, de Valencia, y cuando probaron el churro le dijeron textualmente a su papá: “su churro es una porquería, no tiene sabor”. Pese a que su papá se molestó y les dijo que así se hacían los churros en México, ellos le dijeron que no se molestara y que regresarían en 3 meses con la receta del churro Español. Así lo hicieron, regresaron porque tenían familia aquí, y le compartieron la receta a Pascual, quien la perfeccionó con el tiempo.
“Mucha gente no lo sabe pero aquí en ´Puebla La Churrería´, como se llama actualmente el negocio, se siguen vendiendo tortas. La torta de pierna al horno o la de carne enchilada son las tradicionales, pero lo que nos ha caracterizado son nuestras rajas, es lo que hace la diferencia, incluso muchas personas vienen por sus tortas y piden un extra de rajas”, advierte.
El trabajo continuó y el esfuerzo diario, así como la calidad de sus productos, rindieron frutos y años más tarde, Pascual, arrendó el local de junto lo que le permitió crecer el negocio.
“Siempre estuvimos en el primer local y junto había un centro de copiado y teníamos una rivalidad amigable con los hijos del dueño que eran casi de nuestra edad; siempre nos decían en son de burla, ´ya queremos que se quiten para ampliar el centro de copiado´ y gracias a dios nosotros somos los que seguimos aquí, ellos se fueron alrededor 1995”, detalla.
Así, los Vicente rentaron el segundo local, el de junto (sobre la 2 sur), y ampliaron la churrería, dice Oscar, y agrega: “Mi papá siempre decía: tengo 30 años en este local y ningún ladrillo es mío, y hasta la fecha seguimos pagando renta”.
UN SITIO EMBLEMÁTICO EN EXPANSIÓN
Oscar asegura que lo bonito de este negocio es que va gente de todos los estratos sociales, desde la gente más humilde hasta políticos y artistas, quienes se saborean los deliciosos churros que siempre han elaborado. También dice que ha sido es punto de reunión para parejas que ahí se han hecho novios y punto de referencias para el turismo nacional e internacional porque, Puebla La Churrería, ya es un negocio emblemático de la Angelópolis.
“El último que vino fue Pocholo (José Luis Cordero), también nos ha visitado “el piojo” Herrera, Jaquelin Bracamontes, Galilea Montijo, Joaquín Sabina, Salma Hayek y otros como el ex embajador de Estados Unidos en México, Chritopher Landau, que durante la pandemia vino un fin de semana con su familia y al ver una larga fila entró a La Churrería, él solo se habrá comido 8 churros, y luego tuiteó: ´¡Excelente decisión! 13 churros /$50. Se come demasiado bien en Puebla´. Esa noticia se difundió a nivel mundial, un orgullo para nosotros”, comenta emocionado.
Tan emblemática es Puebla La Churrería, que actualmente forma parte del recorrido guiado del servicio de autobús turístico (Turibús), y cada vez que pasa por esta esquina, desde el interior del local se oye el repicar de una campana que le da la bienvenida a los visitantes.
El negocio sigue viento en popa, entre los cuatro hermanos varones se dividen la semana, dos días cada quien, tal cual lo estipuló Pascual. La demanda ha sido tal, que abrieron una primera sucursal en el Portal Morelos, después la segunda en Amalucan, frente a la clínica número 55, y hoy cuenta con 5 sucursales foráneas al interior de la República.
“Hace un año se nos presentó la oportunidad de abrir la primera sucursal foránea en Veracruz, está en Plaza Andamar dentro del Palacio de Hierro, y los mismos ejecutivos del almacén le propusieron a mi hermano Víctor Hugo, abrir otras cuatro y él aceptó. Los que no sabíamos era que teníamos solo una semana para abrirlas, pero entre los cuatro hermanos nos pusimos a trabajar y así inauguramos en Marzo de este año, Puebla La Churrería, en Polanco, Perisur, Santa Fe y Coyoacán en Ciudad de México”, concluye.