/ sábado 2 de diciembre de 2023

La Botica Negra de Ibáñez, más de un siglo de tradición farmacéutica en Puebla | Los tiempos idos

En 1842, Elías Lamarque fundó la Botica Francesa; poco después, se asoció con Joaquín Ibáñez, renombrándola como “Ibáñez y Lamarque”

Después de que México se convirtió en nación independiente ( 1821 ) comenzaron a llegar inmigrantes europeos que se establecieron en todo el país. Como es el caso de Elías Lamarque, uno de los primeros franceses en llegar a Puebla.

En 1842, Lamarque fundó la Botica Francesa en la calle de la Carnicería (2 Oriente 8) que rápidamente alcanzó fama por la calidad y variedad de productos que preparaban. Para 1864, la droguería cambió de nombre cuando se asoció con Joaquín Ibáñez Saldaña. La botica se llamó “Ibáñez y Lamarque” hasta finales del siglo XIX, cuando los poblanos la comenzaron a llamar “La Botica Negra de Ibáñez”.

En su laboratorio, los Ibáñez innovaron la cosmética con productos que transformaron el tocador de la mujer del siglo XX en México, e incluso, en el extranjero. Productos que divulgaron en su revista Mignon , conocida como “El periódico de las damas”.

Elías Lamarque fundó la Botica Francesa en 1842, en la calle de la Carnicería (2 Oriente) número 8. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler


Los primeros franceses en Puebla

La antigua Ciudad de los Ángeles fue una ciudad fundada por españoles, para españoles , y así permaneció durante tres siglos, porque todo el virreinato la Nueva España solo fue habitada por los naturales y los inmigrantes hispanos que después de la Conquista comenzaron a llegar al país. Solo unos cuantos africanos y asiáticos, fueron traídos por ellos para servirles.

Después de que México naciera como nación independiente en 1821, la inmigración aumentó considerablemente por razones políticas, sociales y culturales, y principalmente, provino de países como Francia, Italia, Irlanda, Inglaterra y Alemania.

Durante el siglo XIX hubo una gran migración de franceses a México que se conformó en un 80% por barcelonnettes, una región agrícola de la Alta Provenza al sureste de Francia. A pesar de que eran campesinos, llegaban a las ciudades y establecían comercios”, expone el investigador Gustavo Velarde Tritschler.

En 1864, Lamarque se asoció con Joaquín Ibáñez Saldaña y el nombre del negocio cambió a “Ibáñez y Lamarque”, almacén de drogas y botica francesa. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Refiere que entre los franceses destacados que llegaron a Puebla está José Antonio Couttolenc , un hacendado que vivió en San Andrés Chalchicomula (hoy municipio de Chalchicomula de Sesma) que llegó a ser gobernador del estado y, por cierto, conoció a su tatarabuelo, Martín Tritschler, el primer alemán que radicó en Puebla y que en esa época, ya vivía en la localidad de Ciudad Serdán de aquel municipio.

Algunos de los primeros franceses registrados en la ciudad de Puebla fueron Bernardo Abadie, quien abrió una sombrerería; el carrocero (transporte de carruajes) Bataille; Dartigue , quien vendía ropa, y los Guillarmond que tenían un almacén.

“Pero no todos los franceses eran de Barcelonnette, había sus excepciones, como en el caso del farmacéutico Elías Lamarque, quien era del puerto de Burdeos (Burdeos) y tenía 27 años cuando llegó. Fue uno de los primeros franceses en llegar a Puebla para establecer una botica ”, señala.

Las boticas eran una especia de taller en donde se preparaban los medicamentos de acuerdo a la receta médica que llevaba el cliente, en forma de gotas, polvos, ungüentos, pomadas o jarabes , utilizando productos vegetales, animales y/o minerales. También se elaboraban perfumes y cosmética (cuidado facial, corporal y capilar) para mujeres, hombres y niños.

La Botica Negra de Ibáñez pasó a manos de esa familia desde finales del siglo XIX. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Origen de La Botica Negra

Elías Lamarque fundó la Botica Francesa en 1842 , en la calle de la Carnicería (2 Oriente) número 8. La anunciaba como almacén de medicamentos y productos químicos, depósito general de especialidades de Europa y América. Además vendía tintas, efectos para fotografía, utensilios, aparatos, barnices y perfumes.


“Lamarque inició un negocio muy al gusto de su país y de la época . Los franceses tenían la costumbre de forrar la piedra o los muros con paneles de madera, los ponían con molduras resaltadas para hacerlas ver de lujo. Tal como se ve en una litografía de Tomás Neve, donde también se aprecia que la Botica Francesa tenía 3 puertas, las 2 de los extremos eran de acceso y en medio había una vitrina en la que se alcanzan a ver frascos, botes y botellas de todos los tamaños y productos”, explica.

La Botica Francesa pronto cobró fama por los productos que ahí se preparaban y por los que traían del extranjero, pero además, por estar en una zona privilegiada.

Joaquín Ibáñez Saldaña a los 75 años. Hombre de ciencia y profesionista caritativo a la vez que comerciante hábil y emprendedor. A quien la Botica Ibáñez, debió su mayor auge. Por lo que llegó a cumplir cien años. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Elías Lamarque vivía con su esposa y sus hijos, Elías y Gustavo, en el segundo piso del inmueble. Su hija Matilda , permaneció en Burdeos y era el contacto para las importaciones que hacía con sus hermanos.

Velarde Tritschler comenta que la historiadora Leticia Gamboa Ojeda , menciona que uno de los productos que se vendían en la botica era el j arabe J. Lepin que se anunciaba como el remedio de las afecciones de la piel. Describe a Lamarque como un robicundo que no alcanzaba ni el metro y medio, de cabello rubio, ojos azules, cara ovalada y nariz grande.

Hacia la década de los sesenta del siglo XIX, Elías Lamarque ya se había regresado a Francia y al frente del negocio estaban sus hijos Elías y Gustavo. Los hermanos tenían un joven empleado de 27 años que era profesor de farmacia, se llamaba Joaquín Ibáñez Saldaña y había estudiado en el Colegio del Estado.

Aparato de destilación al vacío para el perfume de la Crema de Almendras Ibáñez. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Por su ascendencia, los hermanos Lamarque fueron expulsados del país cuando comenzó la segunda intervención francesa. Después de la Batalla del 5 de Mayo, el Ejército Francés regresó en 1863 y avanzó hacia la ciudad; cuando estaba lo suficientemente cerca de Puebla comenzó a bombardear. Provocaron víctimas civiles y daños a los inmuebles. El 13 de abril, cayó una bomba en la Botica Francesa”, señala.

Comenta que en un periódico del 17 de abril de ese año, se lee: “Los incendios que ocasionan los proyectiles enemigos son apagados al momento porque todos los ciudadanos acuden a prestar sus servicios, aun cuando la casa que arde sea de franceses, como sucedió con la botica francesa”. A los mexicanos no les importó que las propiedades fueran de franceses, ellos iban y ayudaban.

El hermano mayor, Elías, no regresó a Puebla pero Gustavo sí, y en 1864 se asoció con su empleado Joaquín Ibáñez Saldaña. El nombre del negocio cambió a “Ibáñez y Lamarque”, almacén de drogas y botica francesa.

“En esa época ya vendían productos alopáticos, hemeopáticos e incluso veterinarios, también productos para artistas plásticos y fotógrafos. Hacían importaciones directas de Europa y de Estados Unidos. En 1874, se inició la fabricación de aguas minerales y artificiales. Poco después, instalaron en otro sitio una fábrica de ácidos y productos químicos”, asegura.

Anuncios de la crema de almendras que Manuel Ibáñez inventó en su laboratorio en 1910 y fue un éxito. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Acerca de los Ibáñez

Además de sus estudios como profesor de farmacia, Joaquín Ibáñez Saldaña fue fundador de la Escuela de Química en el Colegio del Estado en 1871, y se graduó como médico cirujano ahí mismo, en 1882. También fue profesor y director de la Escuela de Medicina.


“Publicó libros de medicina y realizó estudios acerca de composición de las aguas sulfurosas de la ciudad en las cuales encontró –Litio--, fue el primer mexicano en identificarlo. Fundó una revista y perteneció a diferentes sociedades farmacéuticas. Además, logró producir por primera vez en Puebla luz eléctrica, por eso le puso a su botica en la fachada unas llamativas botellas que fueron el primer anuncio luminoso que vieron los poblanos”, advierte el investigador.

Las artistas Esmeralda Cervantes y Gloria Torrea eran fanáticas de la Crema de Almendras Ibáñez y dieron testimonio de ello en estas imágenes. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Ibáñez Saldaña nació en Oaxaca el 6 de junio de 1836 y murió en Puebla el 6 de agosto de 1922, a los 96 años. Tuvo varios hijos: Ana María, Paz, Guadalupe, Miguel, Joaquín, Rafael, Gabriel, Emilio y Manuel. Este último estudio para químico farmacéutica, igual que su padre, y fue creador de muchos productos de cosmética que acrecentaron la fama de la botica.

“A principios del siglo XX, la droguería era conocida como la Botica Negra de Ibáñez porque la sociedad se había disuelto y, según narra el cronista Urbano de Loya, en una ocasión Joaquín Ibáñez viajó con su esposa a Europa y allá falleció uno de sus hijos. Cuando regresaron, llegaron con el luto de haberlo perdido en su viaje y por eso la pintó de negro ”, comenta.

En 1910, Manuel Ibáñez Guadalajara (1886), hijo de Joaquín, creó la Crema de Almendras Ibáñez que comenzó a comercializar con gran éxito. A esta la sucedieron una larga lista de productos de cosmética que fueron demandados en todo el país y el extranjero. Además, editó la revista Mignon dedicada a la mujer, que él y su padre llamaban “periódico”. Cuando su padre falleció, tomó las riendas del negocio y se convirtió en un prolífico empresario.

Velarde relata que en la segunda década del siglo XX, el químico Manuel Ibáñez encabezó al grupo de señores de la alta sociedad que fundó el Club Alpha 1 , en la 21 Sur y 9 Poniente, donde hoy son las instalaciones deportivas de la UPAEP. Cuando Guillermo Jenkins se asoció al club hizo una importante aportación económica para mejorar las instalaciones, después llegó a dirigirlo y fundó el Alpha 2.

Dos productos farmacéuticos inventador por Ibáñez: La pasta dentrífica y la Eucaliptona para curar la influenza. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

La creciente demanda de productos

A mediados del siglo XIX, las mujeres empleaban menjurjes con sustancias como esperma o aceite de ballena, jugo de limón o harina de castaña, entre otras, para embellecer su piel. Pero debido a la imperfección del preparado, estas sustancias no podían absorberse y dejar la piel grasa, tanto que el polvo que levantaba el aire se pegaba en los poros y dificultaba la transpiración de la piel.

Entre 1859 y 1900 el tocador de la mujer se transformó, la industria nacional progreso y las sustancias antes utilizadas fueron remplazadas por preparados de almendras, dice el investigador, y agrega que, había que resolver el problema de la conservación del producto, porque la mayoría de esas cremas se arrancaban si eran sólidas o sus ingredientes se separaban cuando eran líquidas.

Manuel Ibáñez Guadalajara durante la celebración de sus bodas de oro profesionales, rodeado de familiares. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

“En el año de 1910, después de largos y concienzudos experimentos, el químico farmacéutico Manuel Ibáñez, inventó en su laboratorio la fórmula de una crema de almendras exenta de descomposición, porque no contenía grasa. Fue un éxito. Más tarde, también logró hacer una fórmula de crema en forma líquida que fue tan bien aceptada como la primera” , subraya.

La composición de la crema de almendras de Ibáñez no era un secreto, se fabricaba con almendras de la más alta calidad, perfectamente molidas y mezcladas con una preparación a base de cera virgen a la que se le agregaba esencia pura de almendras para darle un agradable perfume.

“Las propiedades benéficas sobre el cutis de la Crema de Almendras de Ibáñez, pronto llamaron la atención de las mujeres de toda la República, incluso del extranjero. La artista Esmeralda Cervantes, que radicada en España, hacía pedidos, y en México era un esencial de belleza para artistas como María Conesa, Esperanza Iris, Virginia Fábregas, Mercedes Navarro y otras”, menciona.

Ibáñez también innovó al introducir al mercado un kit de belleza que incluía una serie de productos de la misma marca, tal como ahora encontramos en las perfumerías de almacenes de prestigio. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Sus cremas obtuvieron tal aceptación que se dedicó a inventar nuevas fórmulas para la fabricación de otros productos de cosmética para toda la familia, como brillantinas, lociones, polvos para la cara, tubos de pomada para labios, lápiz de cejas y pestañas, perfumes, etcétera.

“Ante la demanda cada día más creciente de sus productos, hacia 1920, su taller llegó a ocupar toda la parte alta de la botica. Ahí trabajan más de 50 obreras en la fabricación de 60 tipos diferentes de productos farmacéuticos y de tocador (...) Ibáñez, también innovó al introducir al mercado un kit de belleza que incluía una serie de productos de la misma marca, pero con diferentes funciones. Fue la primera vez que en Puebla se vendió algo así” , asegura Velarde.

Ese kit es lo que ahora conocemos como un set de regalo que se vende en las perfumerías de almacenes de prestigio. El de Ibáñez incluía: Un frasco de la famosa crema de almendras, una caja del polvo Friné tamaño grande, una loción Rosa Divina, un lápiz para cejas y pestañas, y un tubo de pomada para labios Ofelia. Este kit en oferta tuvo un valor de 7 pesos y para suscriptores de 5.

En la portada de la revista Mignon en 1929, Ana Luisa Gómez Daza, Reina de la Primavera y de los Juegos Flores de Puebla. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

El periódico de las damas

El investigador refiere que Ibáñez también editó una revista dedicada a la mujer a la que le puso el nombre de Mignon , porque en francés quiere decir ´lindo´ . Era para suscriptores y llegaba a alegrar sus casas con temas de interés para la mujer de aquella época.


Entre su contenido tenía sección de moda, arte y literatura, cocina y repostería, plantillas para punto de cruz y tejidos de gancho, y más. También incluía eventos sociales y por supuesto, se promocionaba la gama de productos Ibáñez, tales como perfumes, la crema de almendras y la crema de noche, la brillantina para el pelo Pájaro Azul, y de la misma marca el lápiz de labios permanente, entre otros. Además se anunciaban doctores, salones de belleza, venta de electrodomésticos, etcétera.

La idea era llevar a los hogares distracción y conocimientos de utilidad para las mujeres. La revista surgió en 1913 con el objetivo de hacer de ella un órgano popular femenino, es decir, su lectura sería para la dama aristocrática y acomodada, pero también para la clase media y la menos favorecida.

El primer número se publicó en diciembre de 1913 y contaba con 20 páginas y algunas ilustraciones, el total de anuncios hicieron 3 y media páginas. Por diferentes circunstancias, el segundo número salió hasta el mes de febrero de 1914, y el tercero en el mes de abril del mismo año. Su publicación se suspendió por la situación precaria que vivió el país durante la Revolución”, narra.

“Tuvieron que pasar cinco años para que se publicara el primer número de la segunda época de Mignon, en el mes de octubre de 1919. Este número contaba con 24 páginas y además de las secciones se publicó el primer concurso para suscriptoras. Pero hubo que superar varias dificultades para que saliera mensualmente porque los Ibáñez maquilaban la revista, y solo se publicaron 8 números hasta octubre de 1920”, señala.

Revista Mignon, número 234 de agosto de 1939 (izquierda) y número 466 de diciembre de 1958 (derecha). Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Para 1920, la revista Mignon tuvo muchas mejoras, creció a 40 páginas y su tiro era de 10 mil ejemplares. Ya contaba con un departamento de suscriptores que en ese momento estaban cerca de 2 mil. Fue conocida como “el periódico de las damas”.

“En cada publicación Ibáñez se enfrentaba a diferentes obstáculos, entonces compró una imprenta en 1921, era una prensa automática Chandler & Price. El número correspondiente al mes de junio de ese año, fue hecho en su imprenta particular que contaba con todos los adelantos y también estaba ubicada en la Avenida 2 Oriente 8”, concluye el investigador.

Para entonces, Mignon ya contaba con el departamento de publicidad y su número de suscriptoras había ascendido a 4 mil. Sus 10 mil ejemplares circulaban por toda la República e incluso en el extranjero. Además, la revista tenía una agencia en la ciudad de México, dirigida por Alfonso Arciniaga, y otra en Los Ángeles, California, a cargo de David Aguilera.

Manuel Ibáñez Guadalajara fue un hombre culto y estudiado que perteneció a la Sociedad Mutualista Farmacéutica Mexicana. Obtuvo el premio por el mejor trabajo de crítica sobre la farmacopedia mexicana, también el de la revista mexicana de Medicina y de Farmacia en 1912. Por dieciséis años sostuvo un programa de radio llamado “La hora de Puebla”, este pertenecía al programa de la XEW “La voz de américa latina de México”. Falleció en la ciudad de Puebla el domingo 8 de marzo de 1970, a la edad de 84 años.

Moda y novedades en el interior de la revista Mignon, número 234 de agosto de 1939. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Anuncio e índice de la revista Mignon de diciembre de 1958. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler


Después de que México se convirtió en nación independiente ( 1821 ) comenzaron a llegar inmigrantes europeos que se establecieron en todo el país. Como es el caso de Elías Lamarque, uno de los primeros franceses en llegar a Puebla.

En 1842, Lamarque fundó la Botica Francesa en la calle de la Carnicería (2 Oriente 8) que rápidamente alcanzó fama por la calidad y variedad de productos que preparaban. Para 1864, la droguería cambió de nombre cuando se asoció con Joaquín Ibáñez Saldaña. La botica se llamó “Ibáñez y Lamarque” hasta finales del siglo XIX, cuando los poblanos la comenzaron a llamar “La Botica Negra de Ibáñez”.

En su laboratorio, los Ibáñez innovaron la cosmética con productos que transformaron el tocador de la mujer del siglo XX en México, e incluso, en el extranjero. Productos que divulgaron en su revista Mignon , conocida como “El periódico de las damas”.

Elías Lamarque fundó la Botica Francesa en 1842, en la calle de la Carnicería (2 Oriente) número 8. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler


Los primeros franceses en Puebla

La antigua Ciudad de los Ángeles fue una ciudad fundada por españoles, para españoles , y así permaneció durante tres siglos, porque todo el virreinato la Nueva España solo fue habitada por los naturales y los inmigrantes hispanos que después de la Conquista comenzaron a llegar al país. Solo unos cuantos africanos y asiáticos, fueron traídos por ellos para servirles.

Después de que México naciera como nación independiente en 1821, la inmigración aumentó considerablemente por razones políticas, sociales y culturales, y principalmente, provino de países como Francia, Italia, Irlanda, Inglaterra y Alemania.

Durante el siglo XIX hubo una gran migración de franceses a México que se conformó en un 80% por barcelonnettes, una región agrícola de la Alta Provenza al sureste de Francia. A pesar de que eran campesinos, llegaban a las ciudades y establecían comercios”, expone el investigador Gustavo Velarde Tritschler.

En 1864, Lamarque se asoció con Joaquín Ibáñez Saldaña y el nombre del negocio cambió a “Ibáñez y Lamarque”, almacén de drogas y botica francesa. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Refiere que entre los franceses destacados que llegaron a Puebla está José Antonio Couttolenc , un hacendado que vivió en San Andrés Chalchicomula (hoy municipio de Chalchicomula de Sesma) que llegó a ser gobernador del estado y, por cierto, conoció a su tatarabuelo, Martín Tritschler, el primer alemán que radicó en Puebla y que en esa época, ya vivía en la localidad de Ciudad Serdán de aquel municipio.

Algunos de los primeros franceses registrados en la ciudad de Puebla fueron Bernardo Abadie, quien abrió una sombrerería; el carrocero (transporte de carruajes) Bataille; Dartigue , quien vendía ropa, y los Guillarmond que tenían un almacén.

“Pero no todos los franceses eran de Barcelonnette, había sus excepciones, como en el caso del farmacéutico Elías Lamarque, quien era del puerto de Burdeos (Burdeos) y tenía 27 años cuando llegó. Fue uno de los primeros franceses en llegar a Puebla para establecer una botica ”, señala.

Las boticas eran una especia de taller en donde se preparaban los medicamentos de acuerdo a la receta médica que llevaba el cliente, en forma de gotas, polvos, ungüentos, pomadas o jarabes , utilizando productos vegetales, animales y/o minerales. También se elaboraban perfumes y cosmética (cuidado facial, corporal y capilar) para mujeres, hombres y niños.

La Botica Negra de Ibáñez pasó a manos de esa familia desde finales del siglo XIX. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Origen de La Botica Negra

Elías Lamarque fundó la Botica Francesa en 1842 , en la calle de la Carnicería (2 Oriente) número 8. La anunciaba como almacén de medicamentos y productos químicos, depósito general de especialidades de Europa y América. Además vendía tintas, efectos para fotografía, utensilios, aparatos, barnices y perfumes.


“Lamarque inició un negocio muy al gusto de su país y de la época . Los franceses tenían la costumbre de forrar la piedra o los muros con paneles de madera, los ponían con molduras resaltadas para hacerlas ver de lujo. Tal como se ve en una litografía de Tomás Neve, donde también se aprecia que la Botica Francesa tenía 3 puertas, las 2 de los extremos eran de acceso y en medio había una vitrina en la que se alcanzan a ver frascos, botes y botellas de todos los tamaños y productos”, explica.

La Botica Francesa pronto cobró fama por los productos que ahí se preparaban y por los que traían del extranjero, pero además, por estar en una zona privilegiada.

Joaquín Ibáñez Saldaña a los 75 años. Hombre de ciencia y profesionista caritativo a la vez que comerciante hábil y emprendedor. A quien la Botica Ibáñez, debió su mayor auge. Por lo que llegó a cumplir cien años. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Elías Lamarque vivía con su esposa y sus hijos, Elías y Gustavo, en el segundo piso del inmueble. Su hija Matilda , permaneció en Burdeos y era el contacto para las importaciones que hacía con sus hermanos.

Velarde Tritschler comenta que la historiadora Leticia Gamboa Ojeda , menciona que uno de los productos que se vendían en la botica era el j arabe J. Lepin que se anunciaba como el remedio de las afecciones de la piel. Describe a Lamarque como un robicundo que no alcanzaba ni el metro y medio, de cabello rubio, ojos azules, cara ovalada y nariz grande.

Hacia la década de los sesenta del siglo XIX, Elías Lamarque ya se había regresado a Francia y al frente del negocio estaban sus hijos Elías y Gustavo. Los hermanos tenían un joven empleado de 27 años que era profesor de farmacia, se llamaba Joaquín Ibáñez Saldaña y había estudiado en el Colegio del Estado.

Aparato de destilación al vacío para el perfume de la Crema de Almendras Ibáñez. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Por su ascendencia, los hermanos Lamarque fueron expulsados del país cuando comenzó la segunda intervención francesa. Después de la Batalla del 5 de Mayo, el Ejército Francés regresó en 1863 y avanzó hacia la ciudad; cuando estaba lo suficientemente cerca de Puebla comenzó a bombardear. Provocaron víctimas civiles y daños a los inmuebles. El 13 de abril, cayó una bomba en la Botica Francesa”, señala.

Comenta que en un periódico del 17 de abril de ese año, se lee: “Los incendios que ocasionan los proyectiles enemigos son apagados al momento porque todos los ciudadanos acuden a prestar sus servicios, aun cuando la casa que arde sea de franceses, como sucedió con la botica francesa”. A los mexicanos no les importó que las propiedades fueran de franceses, ellos iban y ayudaban.

El hermano mayor, Elías, no regresó a Puebla pero Gustavo sí, y en 1864 se asoció con su empleado Joaquín Ibáñez Saldaña. El nombre del negocio cambió a “Ibáñez y Lamarque”, almacén de drogas y botica francesa.

“En esa época ya vendían productos alopáticos, hemeopáticos e incluso veterinarios, también productos para artistas plásticos y fotógrafos. Hacían importaciones directas de Europa y de Estados Unidos. En 1874, se inició la fabricación de aguas minerales y artificiales. Poco después, instalaron en otro sitio una fábrica de ácidos y productos químicos”, asegura.

Anuncios de la crema de almendras que Manuel Ibáñez inventó en su laboratorio en 1910 y fue un éxito. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Acerca de los Ibáñez

Además de sus estudios como profesor de farmacia, Joaquín Ibáñez Saldaña fue fundador de la Escuela de Química en el Colegio del Estado en 1871, y se graduó como médico cirujano ahí mismo, en 1882. También fue profesor y director de la Escuela de Medicina.


“Publicó libros de medicina y realizó estudios acerca de composición de las aguas sulfurosas de la ciudad en las cuales encontró –Litio--, fue el primer mexicano en identificarlo. Fundó una revista y perteneció a diferentes sociedades farmacéuticas. Además, logró producir por primera vez en Puebla luz eléctrica, por eso le puso a su botica en la fachada unas llamativas botellas que fueron el primer anuncio luminoso que vieron los poblanos”, advierte el investigador.

Las artistas Esmeralda Cervantes y Gloria Torrea eran fanáticas de la Crema de Almendras Ibáñez y dieron testimonio de ello en estas imágenes. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Ibáñez Saldaña nació en Oaxaca el 6 de junio de 1836 y murió en Puebla el 6 de agosto de 1922, a los 96 años. Tuvo varios hijos: Ana María, Paz, Guadalupe, Miguel, Joaquín, Rafael, Gabriel, Emilio y Manuel. Este último estudio para químico farmacéutica, igual que su padre, y fue creador de muchos productos de cosmética que acrecentaron la fama de la botica.

“A principios del siglo XX, la droguería era conocida como la Botica Negra de Ibáñez porque la sociedad se había disuelto y, según narra el cronista Urbano de Loya, en una ocasión Joaquín Ibáñez viajó con su esposa a Europa y allá falleció uno de sus hijos. Cuando regresaron, llegaron con el luto de haberlo perdido en su viaje y por eso la pintó de negro ”, comenta.

En 1910, Manuel Ibáñez Guadalajara (1886), hijo de Joaquín, creó la Crema de Almendras Ibáñez que comenzó a comercializar con gran éxito. A esta la sucedieron una larga lista de productos de cosmética que fueron demandados en todo el país y el extranjero. Además, editó la revista Mignon dedicada a la mujer, que él y su padre llamaban “periódico”. Cuando su padre falleció, tomó las riendas del negocio y se convirtió en un prolífico empresario.

Velarde relata que en la segunda década del siglo XX, el químico Manuel Ibáñez encabezó al grupo de señores de la alta sociedad que fundó el Club Alpha 1 , en la 21 Sur y 9 Poniente, donde hoy son las instalaciones deportivas de la UPAEP. Cuando Guillermo Jenkins se asoció al club hizo una importante aportación económica para mejorar las instalaciones, después llegó a dirigirlo y fundó el Alpha 2.

Dos productos farmacéuticos inventador por Ibáñez: La pasta dentrífica y la Eucaliptona para curar la influenza. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

La creciente demanda de productos

A mediados del siglo XIX, las mujeres empleaban menjurjes con sustancias como esperma o aceite de ballena, jugo de limón o harina de castaña, entre otras, para embellecer su piel. Pero debido a la imperfección del preparado, estas sustancias no podían absorberse y dejar la piel grasa, tanto que el polvo que levantaba el aire se pegaba en los poros y dificultaba la transpiración de la piel.

Entre 1859 y 1900 el tocador de la mujer se transformó, la industria nacional progreso y las sustancias antes utilizadas fueron remplazadas por preparados de almendras, dice el investigador, y agrega que, había que resolver el problema de la conservación del producto, porque la mayoría de esas cremas se arrancaban si eran sólidas o sus ingredientes se separaban cuando eran líquidas.

Manuel Ibáñez Guadalajara durante la celebración de sus bodas de oro profesionales, rodeado de familiares. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

“En el año de 1910, después de largos y concienzudos experimentos, el químico farmacéutico Manuel Ibáñez, inventó en su laboratorio la fórmula de una crema de almendras exenta de descomposición, porque no contenía grasa. Fue un éxito. Más tarde, también logró hacer una fórmula de crema en forma líquida que fue tan bien aceptada como la primera” , subraya.

La composición de la crema de almendras de Ibáñez no era un secreto, se fabricaba con almendras de la más alta calidad, perfectamente molidas y mezcladas con una preparación a base de cera virgen a la que se le agregaba esencia pura de almendras para darle un agradable perfume.

“Las propiedades benéficas sobre el cutis de la Crema de Almendras de Ibáñez, pronto llamaron la atención de las mujeres de toda la República, incluso del extranjero. La artista Esmeralda Cervantes, que radicada en España, hacía pedidos, y en México era un esencial de belleza para artistas como María Conesa, Esperanza Iris, Virginia Fábregas, Mercedes Navarro y otras”, menciona.

Ibáñez también innovó al introducir al mercado un kit de belleza que incluía una serie de productos de la misma marca, tal como ahora encontramos en las perfumerías de almacenes de prestigio. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Sus cremas obtuvieron tal aceptación que se dedicó a inventar nuevas fórmulas para la fabricación de otros productos de cosmética para toda la familia, como brillantinas, lociones, polvos para la cara, tubos de pomada para labios, lápiz de cejas y pestañas, perfumes, etcétera.

“Ante la demanda cada día más creciente de sus productos, hacia 1920, su taller llegó a ocupar toda la parte alta de la botica. Ahí trabajan más de 50 obreras en la fabricación de 60 tipos diferentes de productos farmacéuticos y de tocador (...) Ibáñez, también innovó al introducir al mercado un kit de belleza que incluía una serie de productos de la misma marca, pero con diferentes funciones. Fue la primera vez que en Puebla se vendió algo así” , asegura Velarde.

Ese kit es lo que ahora conocemos como un set de regalo que se vende en las perfumerías de almacenes de prestigio. El de Ibáñez incluía: Un frasco de la famosa crema de almendras, una caja del polvo Friné tamaño grande, una loción Rosa Divina, un lápiz para cejas y pestañas, y un tubo de pomada para labios Ofelia. Este kit en oferta tuvo un valor de 7 pesos y para suscriptores de 5.

En la portada de la revista Mignon en 1929, Ana Luisa Gómez Daza, Reina de la Primavera y de los Juegos Flores de Puebla. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

El periódico de las damas

El investigador refiere que Ibáñez también editó una revista dedicada a la mujer a la que le puso el nombre de Mignon , porque en francés quiere decir ´lindo´ . Era para suscriptores y llegaba a alegrar sus casas con temas de interés para la mujer de aquella época.


Entre su contenido tenía sección de moda, arte y literatura, cocina y repostería, plantillas para punto de cruz y tejidos de gancho, y más. También incluía eventos sociales y por supuesto, se promocionaba la gama de productos Ibáñez, tales como perfumes, la crema de almendras y la crema de noche, la brillantina para el pelo Pájaro Azul, y de la misma marca el lápiz de labios permanente, entre otros. Además se anunciaban doctores, salones de belleza, venta de electrodomésticos, etcétera.

La idea era llevar a los hogares distracción y conocimientos de utilidad para las mujeres. La revista surgió en 1913 con el objetivo de hacer de ella un órgano popular femenino, es decir, su lectura sería para la dama aristocrática y acomodada, pero también para la clase media y la menos favorecida.

El primer número se publicó en diciembre de 1913 y contaba con 20 páginas y algunas ilustraciones, el total de anuncios hicieron 3 y media páginas. Por diferentes circunstancias, el segundo número salió hasta el mes de febrero de 1914, y el tercero en el mes de abril del mismo año. Su publicación se suspendió por la situación precaria que vivió el país durante la Revolución”, narra.

“Tuvieron que pasar cinco años para que se publicara el primer número de la segunda época de Mignon, en el mes de octubre de 1919. Este número contaba con 24 páginas y además de las secciones se publicó el primer concurso para suscriptoras. Pero hubo que superar varias dificultades para que saliera mensualmente porque los Ibáñez maquilaban la revista, y solo se publicaron 8 números hasta octubre de 1920”, señala.

Revista Mignon, número 234 de agosto de 1939 (izquierda) y número 466 de diciembre de 1958 (derecha). Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Para 1920, la revista Mignon tuvo muchas mejoras, creció a 40 páginas y su tiro era de 10 mil ejemplares. Ya contaba con un departamento de suscriptores que en ese momento estaban cerca de 2 mil. Fue conocida como “el periódico de las damas”.

“En cada publicación Ibáñez se enfrentaba a diferentes obstáculos, entonces compró una imprenta en 1921, era una prensa automática Chandler & Price. El número correspondiente al mes de junio de ese año, fue hecho en su imprenta particular que contaba con todos los adelantos y también estaba ubicada en la Avenida 2 Oriente 8”, concluye el investigador.

Para entonces, Mignon ya contaba con el departamento de publicidad y su número de suscriptoras había ascendido a 4 mil. Sus 10 mil ejemplares circulaban por toda la República e incluso en el extranjero. Además, la revista tenía una agencia en la ciudad de México, dirigida por Alfonso Arciniaga, y otra en Los Ángeles, California, a cargo de David Aguilera.

Manuel Ibáñez Guadalajara fue un hombre culto y estudiado que perteneció a la Sociedad Mutualista Farmacéutica Mexicana. Obtuvo el premio por el mejor trabajo de crítica sobre la farmacopedia mexicana, también el de la revista mexicana de Medicina y de Farmacia en 1912. Por dieciséis años sostuvo un programa de radio llamado “La hora de Puebla”, este pertenecía al programa de la XEW “La voz de américa latina de México”. Falleció en la ciudad de Puebla el domingo 8 de marzo de 1970, a la edad de 84 años.

Moda y novedades en el interior de la revista Mignon, número 234 de agosto de 1939. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler

Anuncio e índice de la revista Mignon de diciembre de 1958. Foto: Cortesía Gustavo Velarde Tritschler


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