/ sábado 3 de septiembre de 2022

Casa de los Muñecos: La vivienda que alojó huéspedes y ahora es museo | Los tiempos idos

La Casa de los Muñecos es un conjunto único de arquitectura barroca poblana que ha sido protagonista de la historia de la ciudad desde 1792

Con mono, serpiente, faisán, cuerno o barba, pero siempre grotescas, es como lucen algunas figuras de la fachada de la Casa de los Muñecos que fue edificada sobre la antigua Calle de Mercaderes en el siglo XVIII.

La Casa de los Muñecos es un conjunto único de arquitectura barroca poblana que ha sido protagonista de la historia de la ciudad desde que fue construida en 1792 por el alcalde Agustín de Ovando Villavicencio. Dicen que por capricho, la levantó a tres pisos y decoró la fachada con grotescas figuras humanas como burla a los concejales de la época que no dieron su aprobación para que fuera edificada con esa altura.


La propiedad constaba de dos casas contiguas que desde un inicio se alquilaron para negocios de todo tipo y más tarde, una de ellas se acondicionó como casa de huéspedes.

A lo largo de casi doscientos años, la Casa de los Muñecos tuvo muchos dueños, hasta que fue adquirida por la Universidad Autónoma de Puebla en 1983 para destinarla como Museo Universitario.

La propiedad comprendía las casa 2 y 4 de la antigua Calle de Mercaderes, hoy 2 Norte | Foto: Puebla de Antaño e Iván Venegas

La tradición de mercaderes

La antigua Calle de Mercaderes (2 Norte) recibió ese nombre cuando se establecieron ahí 16 comerciantes. Con los años, los mercaderes pasaron a ser un número mayor y la tradición de los comercios se conservó hasta la actualidad.

Para 1792 el alcalde Agustín de Ovando Villavicencio tenía dos casas contiguas de tres pisos que habían sido edificadas en el número 2 y 4 de esa calle. La construcción sobresalía por su altura y por su fachada con 16 figuras humanas grotescas elaboradas en azulejos, que le dieron el nombre de Casa de los Muñecos.

Se tienen registros que en 1802 el regidor alquiló la casa para vivienda y locales por un total de 972 pesos antiguos al año. En 1832, cuando la casa ya pertenecía a su hijo, José María Ovando y Parada, se llegaron a obtener ingresos anuales hasta por mil 300 pesos antiguos, una cantidad muy elevada para ese entonces. Para 1858 la propiedad pasó a su nieto, el hijo de su hija María del Rosario, Elías Fagoaga y Ovando.

Desde febrero de 1876, cuando Fagoaga y Ovando cedió la propiedad por adjudicación y pago a José Martín de la Torre, la casa pasó por diferentes propietarios, hasta el siglo XX que fue adquirida por la familia Caso Menéndez.

Este es el orden que presentan los muñecos en la fachada | Foto: Cortesía BUAP

Las figuras en la fachada

Cuando fue edificada por Agustín de Ovando en el siglo XVIII, la Casa de los Muñecos era más grande en altura en comparación con el antiguo Palacio Municipal. Las figuras humanas masculinas, semidesnudas y en actitud grotesca, por las que recibió su nombre, fueron diseñadas de mayor tamaño que el natural y elaboradas en azulejos de colores.

Los relatos antiguos dicen que Ovando edificó la casa de tres pisos sin la aprobación del Cabildo y se burló de los regidores al colocar los muñecos que representan a los concejales que no habían dado el permiso. Otra teoría acerca de los muñecos es la del investigador Walter Palm que asegura que la fachada es un trabajo de Hércules en el Nuevo Mundo.

Hasta el momento no se sabe dónde se elaboraron las figuras de azulejos que dan vida a la fachada de la casa pero se presume que se hicieron en Puebla. Mucho más difícil es precisar si los muñecos son en verdad una burla a los funcionarios de la época o es el hércules del que habla Palm.

Así se promocionaba el almacén de importaciones y exportaciones “La Ciudad de México” | Pedro Mauro Ramos Vázquez

La rehabilitación de la casa

“Empecé mis pininos en la restauración y conservación del patrimonio cuando hice el levantamiento de la casa de las bóvedas que era la antigua Academia de Bellas Artes y se lo entregue al Instituto Poblano de Antropología e Historia. Pero ya lo traía en las venas porque mi papá fue responsable de la conservación del patrimonio de Tepeaca, designado por la Secretaria de Patrimonio Nacional”, expone Ambrosio Guzmán Álvarez, arquitecto responsable de la restauración de la Casa de los Muñecos y quien fue el primer director del Museo Universitario.


Refiere que la universidad siempre tuvo el interés de hacer un museo con toda la obras de arte que se tenía desde que el Carolino fue el Colegio del Espíritu Santo de los Jesuitas, cuatro siglos atrás. Se guardaron pinturas, grabados y esculturas pero también mobiliario, gabinetes y todos los instrumentos técnicos de la época.

Para 1981 Alfonso Vélez Pliego inicio su rectoría en la Universidad Autónoma de Puebla y comenzó adquirir casas en el centro histórico para restaurarlas y que funcionaran como espacios educativos porque la población estudiantil había crecido significativamente. De esta forma se adquirieron una seria de propiedades, entre ellas la Casa de los Muñecos, que fue destinada para el Museo Universitario.

“Yo estaba en Guadalajara como director del Centro Regional de Occidente (Jalisco, Colima y Nayarit) cuando Alfonso me invitó a participar en la restauración de inmuebles considerados monumentos para ser utilizados como espacios educativos. Me regresé y arrancamos con el proyecto”, comenta Guzmán.

Aspecto de diferentes áreas de la casa durante su rehabilitación | Foto: Cortesía BUAP

La Casa de los Muñecos era de don Ignacio Caso Menéndez a quien yo contacté para comprársela. Lo fui a ver al Royalty donde siempre estaba tomando su café y me dijo el costo de la propiedad, pero en ese momento la universidad no tenía ni para la quincena de los maestros”, asegura.

Enfatiza que la casa costó 28 millones de pesos y fue adquirida el 1 de diciembre 1983. Se compró con fondos aportados por la Universidad Autónoma de Puebla y el Gobierno del Estado, que en ese momento era presidido por Guillermo Jiménez Morales. En el proceso de restauración y montaje se invirtieron alrededor de 12.6 millones de pesos.

Para su rehabilitación, el arquitecto Ambrosio Guzmán recibió apoyo de los arquitectos Eduardo Ley Koo y Alfredo Saldívar Porras. El proceso fue lento y tardo aproximadamente tres años porque había que dejar la casa lo más cercano posible a su forma original y el edificio había sufrido muchas modificaciones debido a los diferentes usos que tuvo durante los siglos XIX y XX.

“Agustín de Ovando se llevó el escudo heráldico de su familia e a Nopalucan en donde tenía tres haciendas y ahí lo colocaron en la barda de la iglesia del pueblo. El escudo que hoy está sobre la puerta de entrada de la casa es una copia. Sacamos una reproducción con molde y el maestro cantero hizo casi polvo de la piedra de la negra y con mortero lo hicimos. Pensé en recuperarlo pero nos íbamos a meter en un lío con la población”, puntualiza el arquitecto.

Aspecto de la propiedad en 1972. Se aprecia la entrada al periódico La Opinión y la dulcería Salambo, año 1972 | Foto: Guía Turística de Puebla, Enrique Cordero y Torres

El comercio y los huéspedes

La parte norte de la casa fue durante algún tiempo almacén de hilados de la fábrica la Constancia Mexicana de Esteban de Antuñano. Algunos de los comercios que estuvieron alojados ahí fueron: La Ciudad de México (importaciones y exportaciones), Cine Lux, Hotel Francia, la Óptica Turati, un Boliche, el billar Puebla, la peluquería La Imperial, la dulcería Salambo, el estudio fotográfico Sánchez, la tienda de artículos fotográficos Foto Puebla. Además de la editorial del periódico La Opinión y dos casas de huéspedes.


“Yo soy de Hidalgo y cuando tenía 12 años (1956) me vine con mis hermanos a estudiar a Puebla. Primero vivimos en la 14 Oriente con un tío medio hermano de mi mamá que era poblana, después nos cambiamos a un edificio en la 6 Norte, entre la 4 y la 6, y al final estuvimos viviendo en la Casa de los Muñecos”, comenta Matilde Hernández de Gante, quien además de huésped de la casa, también la administró, y además, ahí conoció a su esposo el arquitecto Eduardo Ley Koo, que participó en la restauración de la propiedad.

Hernández de Gante dice que ella estudio en el CENHCH y cuando terminó la secundaria no sabía que hacer porque en esa época las mujeres solo podían estudiar en las academias como secretarias y no era lo que ella quería. Cuando se mudaron a la Casa de los Muñecos en los años sesenta (siglo XX), inauguraron Wolwoorth y ella obtuvo el puesto de cajera de la juguetería.

La Casa de los Muñecos era muy grande, eran dos casas. Viéndola de frente, la del lado izquierdo era como motel y del otro lado estaba la casa de huéspedes. Tenía varios entrepisos muy bien hechos y la escalera estaba preciosa, era de herrería y piedra negra de Santo Tomás con un barandal de madera. Los comercios se alojaban en el primer piso y en el segundo, estaban las 12 recámaras de la pensión que estaban alrededor de lo que venía siendo el patio pero ya estaba adecuado como billar. Nosotros rentamos dos recámaras a la señora Aurora que era la administradora”, detalla.

Entrada al billar Club Puebla y aspecto interior de la sala | Foto: Cortesía BUAP

Recuerda que había una puerta para entrar a la rotativa de La Opinión. Al subir las escaleras de la casa de huéspedes, antes de llegar al fondo del segundo piso, había un tragaluz muy grande y desde ahí se asomaban para ver cómo jugaban en el billar. El desfile del 5 de Mayo antes pasaba por el centro así que venían sus abuelitas a verlo desde el balcón de su recámara. Agrega que había un baño para todos, lavadero, bodega para los blancos y la planchadora, y la cocina.

En el tercer piso de la casa estaban los departamentos, dice que el más grande lo rentaba un señor de la comisión de luz de apellido Pacheco, también estaba el de la administradora, el de otra señora con su hija y otro que habían construido arriba del tragaluz. La señora que les rentaba era una mujer mayor que, según Matilde, administró la pensión unos 20 años. Un día les ofreció quedarse con el negocio, entonces le dijo a su mamá y esta le contestó: “Sí, tú adminístrala”.

“Entonces nos cambiamos a un departamento del tercer piso, eran dos recámaras con cocina con hornilla y fregadero con mosaicos amarillos. Yo no sabía en lo que me metía porque solo tenía 16 años y lo tuve que hacer sola porque mis hermanos se iban a la universidad. Me dejaron todo el personal: cocinera, lavandera, etcétera, y mi mamá me mando una cocinera extra porque me tocó cuando llegaron los ingenieros alemanes de la Volkswagen a construir la fábrica y se hospedaron ahí durante seis meses. Estos señores desayunaban a las 6:30 de la mañana porque pasaban por ellos y ya regresaban en la noche a cenar “, señala.

“Mi hermano estudió arquitectura y desde que éramos huéspedes sus amigos iba a visitarlo a la casa. Así conocí a mi marido Eduardo Ley Koo, que era de descendencia china. Años más tarde, Ambrosio Guzmán lo invitó a colaborar en la restauración de la casa”, concluye.

En Puede apreciarse el Cine Lux y la Ferretería de Mercaderes, local que en 1929 ocupó el Periódico La Opinión | Foto: Puebla Antigua

Aspecto de la pinoteca del Museo Universitario Casa de los Muñecos | Foto: Cortesía BUAP




Con mono, serpiente, faisán, cuerno o barba, pero siempre grotescas, es como lucen algunas figuras de la fachada de la Casa de los Muñecos que fue edificada sobre la antigua Calle de Mercaderes en el siglo XVIII.

La Casa de los Muñecos es un conjunto único de arquitectura barroca poblana que ha sido protagonista de la historia de la ciudad desde que fue construida en 1792 por el alcalde Agustín de Ovando Villavicencio. Dicen que por capricho, la levantó a tres pisos y decoró la fachada con grotescas figuras humanas como burla a los concejales de la época que no dieron su aprobación para que fuera edificada con esa altura.


La propiedad constaba de dos casas contiguas que desde un inicio se alquilaron para negocios de todo tipo y más tarde, una de ellas se acondicionó como casa de huéspedes.

A lo largo de casi doscientos años, la Casa de los Muñecos tuvo muchos dueños, hasta que fue adquirida por la Universidad Autónoma de Puebla en 1983 para destinarla como Museo Universitario.

La propiedad comprendía las casa 2 y 4 de la antigua Calle de Mercaderes, hoy 2 Norte | Foto: Puebla de Antaño e Iván Venegas

La tradición de mercaderes

La antigua Calle de Mercaderes (2 Norte) recibió ese nombre cuando se establecieron ahí 16 comerciantes. Con los años, los mercaderes pasaron a ser un número mayor y la tradición de los comercios se conservó hasta la actualidad.

Para 1792 el alcalde Agustín de Ovando Villavicencio tenía dos casas contiguas de tres pisos que habían sido edificadas en el número 2 y 4 de esa calle. La construcción sobresalía por su altura y por su fachada con 16 figuras humanas grotescas elaboradas en azulejos, que le dieron el nombre de Casa de los Muñecos.

Se tienen registros que en 1802 el regidor alquiló la casa para vivienda y locales por un total de 972 pesos antiguos al año. En 1832, cuando la casa ya pertenecía a su hijo, José María Ovando y Parada, se llegaron a obtener ingresos anuales hasta por mil 300 pesos antiguos, una cantidad muy elevada para ese entonces. Para 1858 la propiedad pasó a su nieto, el hijo de su hija María del Rosario, Elías Fagoaga y Ovando.

Desde febrero de 1876, cuando Fagoaga y Ovando cedió la propiedad por adjudicación y pago a José Martín de la Torre, la casa pasó por diferentes propietarios, hasta el siglo XX que fue adquirida por la familia Caso Menéndez.

Este es el orden que presentan los muñecos en la fachada | Foto: Cortesía BUAP

Las figuras en la fachada

Cuando fue edificada por Agustín de Ovando en el siglo XVIII, la Casa de los Muñecos era más grande en altura en comparación con el antiguo Palacio Municipal. Las figuras humanas masculinas, semidesnudas y en actitud grotesca, por las que recibió su nombre, fueron diseñadas de mayor tamaño que el natural y elaboradas en azulejos de colores.

Los relatos antiguos dicen que Ovando edificó la casa de tres pisos sin la aprobación del Cabildo y se burló de los regidores al colocar los muñecos que representan a los concejales que no habían dado el permiso. Otra teoría acerca de los muñecos es la del investigador Walter Palm que asegura que la fachada es un trabajo de Hércules en el Nuevo Mundo.

Hasta el momento no se sabe dónde se elaboraron las figuras de azulejos que dan vida a la fachada de la casa pero se presume que se hicieron en Puebla. Mucho más difícil es precisar si los muñecos son en verdad una burla a los funcionarios de la época o es el hércules del que habla Palm.

Así se promocionaba el almacén de importaciones y exportaciones “La Ciudad de México” | Pedro Mauro Ramos Vázquez

La rehabilitación de la casa

“Empecé mis pininos en la restauración y conservación del patrimonio cuando hice el levantamiento de la casa de las bóvedas que era la antigua Academia de Bellas Artes y se lo entregue al Instituto Poblano de Antropología e Historia. Pero ya lo traía en las venas porque mi papá fue responsable de la conservación del patrimonio de Tepeaca, designado por la Secretaria de Patrimonio Nacional”, expone Ambrosio Guzmán Álvarez, arquitecto responsable de la restauración de la Casa de los Muñecos y quien fue el primer director del Museo Universitario.


Refiere que la universidad siempre tuvo el interés de hacer un museo con toda la obras de arte que se tenía desde que el Carolino fue el Colegio del Espíritu Santo de los Jesuitas, cuatro siglos atrás. Se guardaron pinturas, grabados y esculturas pero también mobiliario, gabinetes y todos los instrumentos técnicos de la época.

Para 1981 Alfonso Vélez Pliego inicio su rectoría en la Universidad Autónoma de Puebla y comenzó adquirir casas en el centro histórico para restaurarlas y que funcionaran como espacios educativos porque la población estudiantil había crecido significativamente. De esta forma se adquirieron una seria de propiedades, entre ellas la Casa de los Muñecos, que fue destinada para el Museo Universitario.

“Yo estaba en Guadalajara como director del Centro Regional de Occidente (Jalisco, Colima y Nayarit) cuando Alfonso me invitó a participar en la restauración de inmuebles considerados monumentos para ser utilizados como espacios educativos. Me regresé y arrancamos con el proyecto”, comenta Guzmán.

Aspecto de diferentes áreas de la casa durante su rehabilitación | Foto: Cortesía BUAP

La Casa de los Muñecos era de don Ignacio Caso Menéndez a quien yo contacté para comprársela. Lo fui a ver al Royalty donde siempre estaba tomando su café y me dijo el costo de la propiedad, pero en ese momento la universidad no tenía ni para la quincena de los maestros”, asegura.

Enfatiza que la casa costó 28 millones de pesos y fue adquirida el 1 de diciembre 1983. Se compró con fondos aportados por la Universidad Autónoma de Puebla y el Gobierno del Estado, que en ese momento era presidido por Guillermo Jiménez Morales. En el proceso de restauración y montaje se invirtieron alrededor de 12.6 millones de pesos.

Para su rehabilitación, el arquitecto Ambrosio Guzmán recibió apoyo de los arquitectos Eduardo Ley Koo y Alfredo Saldívar Porras. El proceso fue lento y tardo aproximadamente tres años porque había que dejar la casa lo más cercano posible a su forma original y el edificio había sufrido muchas modificaciones debido a los diferentes usos que tuvo durante los siglos XIX y XX.

“Agustín de Ovando se llevó el escudo heráldico de su familia e a Nopalucan en donde tenía tres haciendas y ahí lo colocaron en la barda de la iglesia del pueblo. El escudo que hoy está sobre la puerta de entrada de la casa es una copia. Sacamos una reproducción con molde y el maestro cantero hizo casi polvo de la piedra de la negra y con mortero lo hicimos. Pensé en recuperarlo pero nos íbamos a meter en un lío con la población”, puntualiza el arquitecto.

Aspecto de la propiedad en 1972. Se aprecia la entrada al periódico La Opinión y la dulcería Salambo, año 1972 | Foto: Guía Turística de Puebla, Enrique Cordero y Torres

El comercio y los huéspedes

La parte norte de la casa fue durante algún tiempo almacén de hilados de la fábrica la Constancia Mexicana de Esteban de Antuñano. Algunos de los comercios que estuvieron alojados ahí fueron: La Ciudad de México (importaciones y exportaciones), Cine Lux, Hotel Francia, la Óptica Turati, un Boliche, el billar Puebla, la peluquería La Imperial, la dulcería Salambo, el estudio fotográfico Sánchez, la tienda de artículos fotográficos Foto Puebla. Además de la editorial del periódico La Opinión y dos casas de huéspedes.


“Yo soy de Hidalgo y cuando tenía 12 años (1956) me vine con mis hermanos a estudiar a Puebla. Primero vivimos en la 14 Oriente con un tío medio hermano de mi mamá que era poblana, después nos cambiamos a un edificio en la 6 Norte, entre la 4 y la 6, y al final estuvimos viviendo en la Casa de los Muñecos”, comenta Matilde Hernández de Gante, quien además de huésped de la casa, también la administró, y además, ahí conoció a su esposo el arquitecto Eduardo Ley Koo, que participó en la restauración de la propiedad.

Hernández de Gante dice que ella estudio en el CENHCH y cuando terminó la secundaria no sabía que hacer porque en esa época las mujeres solo podían estudiar en las academias como secretarias y no era lo que ella quería. Cuando se mudaron a la Casa de los Muñecos en los años sesenta (siglo XX), inauguraron Wolwoorth y ella obtuvo el puesto de cajera de la juguetería.

La Casa de los Muñecos era muy grande, eran dos casas. Viéndola de frente, la del lado izquierdo era como motel y del otro lado estaba la casa de huéspedes. Tenía varios entrepisos muy bien hechos y la escalera estaba preciosa, era de herrería y piedra negra de Santo Tomás con un barandal de madera. Los comercios se alojaban en el primer piso y en el segundo, estaban las 12 recámaras de la pensión que estaban alrededor de lo que venía siendo el patio pero ya estaba adecuado como billar. Nosotros rentamos dos recámaras a la señora Aurora que era la administradora”, detalla.

Entrada al billar Club Puebla y aspecto interior de la sala | Foto: Cortesía BUAP

Recuerda que había una puerta para entrar a la rotativa de La Opinión. Al subir las escaleras de la casa de huéspedes, antes de llegar al fondo del segundo piso, había un tragaluz muy grande y desde ahí se asomaban para ver cómo jugaban en el billar. El desfile del 5 de Mayo antes pasaba por el centro así que venían sus abuelitas a verlo desde el balcón de su recámara. Agrega que había un baño para todos, lavadero, bodega para los blancos y la planchadora, y la cocina.

En el tercer piso de la casa estaban los departamentos, dice que el más grande lo rentaba un señor de la comisión de luz de apellido Pacheco, también estaba el de la administradora, el de otra señora con su hija y otro que habían construido arriba del tragaluz. La señora que les rentaba era una mujer mayor que, según Matilde, administró la pensión unos 20 años. Un día les ofreció quedarse con el negocio, entonces le dijo a su mamá y esta le contestó: “Sí, tú adminístrala”.

“Entonces nos cambiamos a un departamento del tercer piso, eran dos recámaras con cocina con hornilla y fregadero con mosaicos amarillos. Yo no sabía en lo que me metía porque solo tenía 16 años y lo tuve que hacer sola porque mis hermanos se iban a la universidad. Me dejaron todo el personal: cocinera, lavandera, etcétera, y mi mamá me mando una cocinera extra porque me tocó cuando llegaron los ingenieros alemanes de la Volkswagen a construir la fábrica y se hospedaron ahí durante seis meses. Estos señores desayunaban a las 6:30 de la mañana porque pasaban por ellos y ya regresaban en la noche a cenar “, señala.

“Mi hermano estudió arquitectura y desde que éramos huéspedes sus amigos iba a visitarlo a la casa. Así conocí a mi marido Eduardo Ley Koo, que era de descendencia china. Años más tarde, Ambrosio Guzmán lo invitó a colaborar en la restauración de la casa”, concluye.

En Puede apreciarse el Cine Lux y la Ferretería de Mercaderes, local que en 1929 ocupó el Periódico La Opinión | Foto: Puebla Antigua

Aspecto de la pinoteca del Museo Universitario Casa de los Muñecos | Foto: Cortesía BUAP




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