La Orquídea es una florería fundada en febrero de 1967 en el centro histórico de Puebla por José Rojas, un emprendedor poblano inspirado por sus padres y su abuela, quienes también se dedicaban a la venta de flores. A lo largo de los años, este negocio ha logrado destacarse en el competitivo mercado de las flores, gracias a la dedicación de su fundador y al respaldo de una clientela fiel.
La historia de La Orquídea se remonta a la infancia de José Rojas, quien desde temprana edad desarrolló un amor por el comercio de flores, inspirado por sus papás, el señor José Rojas y la señora Diega Xicali, así como su abuela paterna. Los papás de José vendieron toda su vida en el mercado de La Victoria, mientras que su abuela lo hizo en Cholula.
La familia Rojas se abastecía de flores que les llevaban de los diferentes municipios de Puebla, además de que tenían distribuidores de la CDMX y/o luego ellos hacían viajes para traer la mercancía.
José decidió dedicarse al negocio de las flores, disfrutando de ganarse el dinero por sí mismo e incluso dejó de estudiar cuando cursaba la primaria por esto.
“Me gustaba que iba, ofrecía las flores, me pagaban y aparte me daban mi propina, entonces eso me motivaba mucho, además de que en esos tiempos estaba bien visto trabajar desde chico para salir adelante”, detalla el fundador y dueño, quien actualmente tiene 77 años de edad.
Abre La Orquídea a los 19 años
A los 19 años, José descubrió un local vacío en la calle 2 Sur, entre 5 y 7 Oriente, del centro histórico de Puebla y, a pesar de las dudas y la desconfianza debido a su juventud, logró convencer a los administradores para que le alquilaran el espacio.
“Fui varias veces, los administradores me daban muchas largas porque me veían muy chamaco, yo creo que un día los harté o qué sé yo y me agendaron una cita; el administrador me dijo que costaba mil pesos la renta y le dije que me interesaba, sólo se me quedó viendo y me dijo ‘órale, que venga tu papá mejor’ y pues sí fue y terminamos rentando y ya vamos más de medio siglo aquí”, relata.
La ubicación de La Orquídea resultó estratégica, ya que en ese momento había pocos comercios en la zona. Además, contaba con la recomendación de los padres de José, quienes tenían una gran reputación en el mercado de las flores en Puebla. Esto facilitó la construcción de una clientela sólida y leal desde los primeros días de operación. “Fuimos de los primeros en tener negocio en esta área de las 7 oriente”, indica.
Las claves del éxito
Durante su trayectoria, La Orquídea tuvo la oportunidad de colaborar con otros negocios emblemáticos de la época, como el reconocido restaurante La Góndola, ubicado también en el centro, que atrajo a artistas nacionales e internacionales a Puebla en las décadas de 1950 y 1960. La Orquídea se encargaba de los arreglos florales para este establecimiento, lo que les brindó una exposición adicional y ayudó a consolidar su reputación.
Además de su participación en eventos sociales y festividades religiosas en las iglesias locales como Catedral, la Compañía y Santo Domingo, La Orquídea también se vio beneficiada por el cierre del mercado La Victoria en 1986. Esto le permitió captar una mayor parte del mercado y expandir su alcance en la ciudad.
“Cuando cerraron el mercado todos los comerciantes corrieron buscando cómo salvarse, eran más de 100 personas vendiendo flores; entonces todos trataron de abrir sus negocios, pero muchos quebraron, vieron que no era tan fácil como se veía, además de que era casi imposible competirle a La Orquídea, La Flor de Lis y hasta La Flor de Oro”, menciona José.
Una florería para la clase media alta
Uno de los aspectos destacados del establecimiento fue su clientela, compuesta mayormente por familias de clase media alta. Este segmento de la población confiaba por la calidad y el servicio personalizado que ofrecía la florería, convirtiéndola en su elección preferida para celebraciones, regalos y decoración.
“Vimos a muchas parejas crecer, algunas incluso ya fallecieron. Sinceramente tuvimos muy buenos clientes de familias con renombre, por respeto no las mencionamos, pero eran apellidos fuertes de Puebla”, destaca.
A lo largo de los años, La Orquídea ha sido un generador de empleo en la comunidad. Llegó a contar con hasta diez trabajadores en su apogeo. Tanto familiares como empleados contratados han contribuido al éxito de la florería; todos brindaron atención cuidadosa y creando arreglos florales creativos y estéticos.
No solo se mantuvo fiel a sus raíces, sino que también se adaptó a las cambiantes preferencias y demandas del mercado. El negocio buscó constantemente nuevas oportunidades y expandió su oferta de productos, además de que José tomaba cursos de arreglos con profesionales de locales similares de talla internacional.
Momentos difíciles
El dueño relata que existen dos momentos bastante complicados en la historia del negocio: el primero cuando cerraron las calles del centro histórico de Puebla entre el 2009 y el 2010 y el segundo cuando llegó la pandemia en el 2020, ya que se puso grave de salud, además de que su esposa perdió la vida y él no sabía si iba a continuar o no.
“(…) Yo ya no sabía qué iba a pasar, dolió mucho la perdida de ella, pero aquí seguimos y esperamos que haya Orquídea para mucho tiempo más”, señala.
El hijo a cargo
A medida que José Rojas envejecía, comenzó a involucrar a sus hijos en el negocio. Les transmitió sus conocimientos, valores y pasión por la excelencia. Esta transferencia generacional permitió que La Orquídea se mantuviera en manos de la familia y sostuviera vivo el espíritu emprendedor y la visión original de su fundador.
Actualmente la florería está a cargo de su hijo, Rigoberto, quien desde hace más de una década está al frente del comercio por las diferentes circunstancias que han atravesado, sin embargo, José Rojas aún acude al lugar prácticamente todos los días, ya que le sirve para relajarse y reanimarse, además de que todavía hace arreglos florales:
“Me he puesto muy mal de salud y lo único que quiero es venir a mi negocio siempre, no sé por qué, quizás sea tanto el amor que le tenga, pero siempre que piso aquí me llena de energía, espero estar aún aquí por muchos años”.
El fundador menciona que no sabe si el negocio tiene futuro después de él y su hijo, ya que, subraya, “los tiempos han cambiado”. Ahora solo se preocupa por el presente y porque el nombre de su establecimiento quede tatuado en la historia de la ciudad de Puebla, aunque Rigoberto confirma que aún tiene el compromiso de continuar con el establecimiento por muchos años más.
Conforme ha avanzado el tiempo, La Orquídea también adoptó las nuevas tecnologías para mejorar su eficiencia y alcanzar a un público más amplio. Implementó sistemas de ventas en línea y esto permitió que el negocio se mantuviera relevante en un mundo cada vez más digitalizado.
“No sé qué va a pasar sinceramente, mi nieto ya dirá si sigue o no (…) nos hemos intentado actualizar y todo con las redes sociales, pero ya dirán ellos. Sólo estoy contento por lo que se ha hecho, espero que la gente siempre nos recuerde. De todos los locales de florerías que éramos, somos de los que aún resaltan en el centro”, agrega.
La nueva clientela
José Rojas revela que ahora muchos clientes van a su establecimiento y le cuentan que sus mamás siempre habían querido flores de ahí, pero como eran pequeños y no tenían dinero era imposible pagar un arreglo de La Orquídea, pero ahora que pueden y tienen recursos económicos compran flores para sus mamás, como un acto de afecto y recuerdo del ayer.
A pesar de que ahora las temporadas fuertes de La Orquídea son las relacionadas con el 14 de febrero y el 10 de mayo, La Orquídea será recordada como un referente. Su historia es un recordatorio de que la pasión, la tradición, el compromiso y la adaptación son ingredientes para el éxito de un emprendimiento a largo plazo.