Los muros de la ciudad guardan casi cinco siglos de historia en los que han sido testigo de acontecimientos que hoy conocemos gracias a la tradición oral de nuestros antepasados.
Alguna vez te has preguntado ¿qué pasa con las ánimas que penan sin encontrar descanso eterno?, o ¿por qué los seres del bajo astral atraviesan dimensiones para llegar a nuestro plano? Te invitamos a conocer este relato que te producirá escalofrío.
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DE COLEGIO JESUITA A CÁRCEL
Por los salones, pasillos y corredores del que fuera el Instituto Cultural Poblano, hoy CIS San Javier, se vivió mucho dolor y sufrimiento en las diferentes épocas que se habitó.
En sus inicios fue Colegio de San Francisco Javier de la Orden Jesuita, más tarde fue utilizado como cuartel y hospital militar, pero también se utilizó de manera masiva durante las epidemias de 1812-1813.
Para 1867 quedó renovado cómo penitenciaria según el sistema Panóptico tipo octagonal (vista panorámica), así, los guardias tenían mayor control sobre los reos y el propio edificio.
EL FANTASMA DEL INSTITUTO
Cuenta la leyenda que Martha Segovia, exintendente del Instituto era una muchacha humilde que había subido de nivel por méritos propios, pero no le caía bien a la directora impuesta del plantel, Reina Gallegos, que nadie quería por déspota y prepotente.
La directora no sabía por qué nadie se quería quedar después de su horario de trabajo en el plantel, pero como se había ensañado con Martha, siempre le dejaba tareas extras que le llevaban más horas de trabajo.
Un día Martha se reportó enferma y la directora, quiso asignarle sus labores a otra persona pero esta no se dejó y como el trabajo urgía lo tuvo que hacer ella misma.
¡Maldita criada!, dijo Gallegos en tono molesto, mañana la suspenderé (refiriéndose a Martha), yo soy la ley aquí (gritó altanera), a lo que una carcajada se escuchó.
¿Quién anda ahí? grito nuevamente la directora, entonces volteó la cara y una “monja” estaba a su lado, ésta calló desmayada, al despertar se levantó como pudo y aún temblando del miedo se fue corriendo al baño; al verse en el espejo se dio cuenta que del susto su pelo había encanecido por completo.
Entonces fue a ver a Martha y llorando le pregunto: ¿por qué nunca me dijiste nada?, a lo que ella contestó: porque nunca me hubiera creído. Y es que a Martha siempre se le aparecía la “monja”, pero nunca le hizo daño porque sabía que no tenía mal en su alma.
Desde ese día a la directora se le quitó lo déspota y nunca más pidió a nadie que se quedara a trabajar más tarde.
· Leyenda popular de la ciudad de Puebla
· Adaptación: Erika Reyes