Cuenta la leyenda que antiguamente las parroquias recibían a miles de fieles todos los días de diciembre porque se tenía la costumbre que, niños, jóvenes y adultos, le llevaran un presente al niño Dios, y no solo el 24, en Noche Buena, que era el día de su nacimiento, sino todo el mes.
Así que todos los días del mes eran de fiesta, los feligreses se acercaban a las parroquias sin importar las largas filas que había que hacer para llevar todo tipo de regalos: dulces, comida preparada, semillas de frijol, maíz, garbanzo, juguetes, canastas de frutas, flores y todo lo que con amor le querían regalar al hijo de Dios.
Pedro era un niño que vivía muy cerca de una de las principales parroquias de Atlixco, la iglesia del conjunto conventual de San Miguel. A él le daba mucha alegría ver a las personas hacer fila con sus obsequios en brazos, los seguía con su mirada hasta terminar en el nicho dispuesto especialmente en estas fechas para que se depositaran ahí los regalos.
Como buen niño le gustaba curiosear para ver que presentes le llevaban al niño Dios, pero cuando las personas depositaban los regalos, a él le embargaba la tristeza porque era demasiado pobre y no podía comprar ni el más sencillo de los presentes.
LAS LÁGRIMAS DE PEDRO
Un día se metió en el templo a escondidas de las personas para que no lo vieran y así no se percataran de que no llevaba regalo para el niño Dios. Buscó el lugar más recóndito de la iglesia y entonces se hincó y empezó a orar, pidió perdón por no poder llevar ningún obsequio y llenó de sentimiento empezó a llorar.
Sus lágrimas cayeron de sus mejillas hacia el suelo y cuando abrió los ojos, Pedro se dio cuenta que ahí, donde habían caído sus lágrimas, nació una enorme flor de color rojo y belleza indescriptible. Entonces recogió la flor y presuroso, salió del templo para formarse en la fila de los feligreses y, al tocar su turno, depositó la flor a los pies del niño Dios.
Todos los que se acercaban a depositar su regalo, quedaban cautivados por la belleza de la flor, que al paso de los días en lugar de marchitarse se ponía más hermosa. Junto a ella, había decenas de semillas que se fueron desprendiendo de la flor y toda la gente que pasaba se llevaba una para plantarla en su hogar.
UNA ENORME Y BELLA FLOR
Al año siguiente, la flor ya había retoñado en las casas de los pobladores, así que todas las personas que iban a la iglesia para depositar su regalo, lo acompañaban de una de estas flores, que finalmente, el pueblo bautizó como: Flor de Nochebuena.
Cada año y por las mismas fechas, Pablo sembraba cientos de semillas y todas florecían de manera impresionante. ¡Se volvió famoso! y dejó la pobreza vendiendo las flores de Nochebuena más hermosas de la región, y otras flores igual de bellas los demás meses del año porque Atlixco siempre ha sido una región con laderas regidas de manantiales que ha favorecido su cultivo.
Desde entonces muchas iglesias de Puebla y otros estados, adornan con flores de Nochebuena los altares y nacimientos en las fiestas decembrinas.
- Relato: Fernando Mario Salazar Aranda, fundador de la página de Facebook “Lo que quieres saber de Puebla”.
- Adaptación: Erika Reyes.