El edificio que resguarda El Sol de Puebla fue construido en la época Colonial, definida como la más lúgubre y siniestra de nuestra historia. Sus muros han sido testigo de historias de horror que se han convertidos en leyendas. Relatos oscuros y tenebrosos de presencias fantasmales, animales terroríficos y pasadizos secretos que llevan nuestra imaginación a otro nivel. Te invitamos a conocerlas.
LOS TENEBROSOS PASADIZOS SECRETOS
La leyenda de los pasadizos subterráneos que conectaban a la ciudad sobrevivió por siglos transmitida de generación en generación. Ahora sabemos que existen al menos 10 kilómetros de red subterránea de comunicación con una antigüedad de más de 400 años que conecta edificios antiguos y emblemáticos como iglesias, conventos, cuarteles y casonas.
Los túneles atraviesan cuatro zonas de la ciudad y todos pasan por el Centro Histórico; su localización exacta, se mantiene en secreto. Dicen que uno de estos túneles pasa por lo que es ahora la parte trasera de esta editorial, casona ubicada en la 5 Oriente 204.
Trabajadores del turno de la noche aseguran haber visto a niños jugar en el sótano, otros dicen haberse topado por los pasillos con el espectro de una mujer y subir al tercer piso del edificio a altas horas de la madrugada, es impensable.
Comentan que este túnel tuvo que ser tapado por la abundancia de seres de bajo astral (ratas, cucarachas, etcétera) y malos olores que de ahí emanaban.
Se cree que estos túneles, en los que se podía ingresar a caballo, se construyeron con propósitos oscuros durante la Colonia; se dice que sirvieron como pasadizos secretos para realizar torturas a herejes o esconder tesoros y hasta emparedar personas, ¡ay qué miedo!
LA CASA DEL QUE MATÓ AL ANIMAL
Cuentan que la ciudad de Puebla fue fundada en un lugar habitado por una gran cantidad de serpientes y por este motivo los primeros pobladores pensaron en abandonar la ciudad, pero un día el beato Sebastián de Aparicio consiguió expulsarlas a todas, menos a una.
Se sabía que este animal era de enormes dimensiones, con varios metros de largo y que tenía una gran cabeza con filosos colmillos. Las noches eran de pánico porque era cuando solía a atacar la serpiente.
En tiempo de lluvia las inundaciones eran frecuentes, desde La Malinche bajaban peligrosas corrientes hasta el Río San Francisco que de manera incontenible desbordaba las avenidas de la ciudad.
En la calle del Sagrario (hoy 2 Sur) se encontraba una casa señorial que en ese entonces pertenecía a un hombre viudo e inmensamente rico, don Pedro de Carvajal, quien vivía con su hijo varón Fernando, de 6 años y su hija de 15, Teodora.
La hija se enamoró de un soldado que le juró amor eterno y sin nada que ofrecerle, una tarde el joven visitó a don Pedro para pedirle su mano. La respuesta fue tajante y la petición le fue negada.
Cuenta la leyenda que cierto día la gran serpiente bajó de la montaña hasta el solar de la casa y devoró al hijo de Carvajal. El soldado, que patrullaba la casa, miró como la serpiente se arrastraba hacia el río y con su presa en la boca, se deslizó por el agua internándose en un túnel.
Al perseguirla, el soldado avanzó por pasadizos subterráneos desconocidos que yacían debajo de las construcciones de la ciudad. Mientras tanto, don Pedro inconsolable, prometió gran parte de su fortuna y la mano de su bella hija a quien matará a la bestia.
Transcurrió el tiempo y un día de fiesta, apareció el soldado montado en su corcel, se dirigió a la casa de Carvajal para colgar la cabeza del animal en el dintel que se había colocado exprofeso.
Así fue como él soldado se casó con su amada y fue nombrado noble. La pareja grabó en piedra el relato de la muerte de la serpiente que aún hoy existe en la casa ubicada en la 3 Oriente 201 conocida como “La Casa del que Mató al Animal”, y que hoy alberga ésta casa editorial.