Los Sapos es un barrio tradicional que le ha dado identidad a Puebla, y no solo por los anfibios de cuatro patas y ojos grandes que pululaban ahí, sino porque ganó fama mundial como lugar de anticuarios.
Personalidades de todos los ámbitos han recorrido sus calles y plazuela. Hoy es visita obligada para el turismo que, entre curiosidades y chácharas, se deleita con la arquitectura del lugar, la gastronomía y un licor de “pasita” para llevarse todo el sabor de Puebla en la boca.
LA TRADICIÓN DE ANTICUARIOS
“Salvador Macías era mi tío abuelo y junto con mi abuelo materno, Fernando, eran los menores de 7 hermanos. Se quedaron huérfanos de niños pero no les faltó nada porque mi bisabuelo era un hacendado español con propiedades y joyas que les heredó cuando murió”, asegura Liz Macías, quien lleva el apellido de su madre por gusto.
“Él nunca tuvo hijos porque era gay, pero quería a mi mamá como si lo fuera, por eso nosotros heredamos todo lo que hizo y la tradición de las antigüedades”, añade.
Es considerado pionero en la tradición de anticuarios del barrio de Los Sapos. Se volvió anticuario porque una española le enseñó todo sobre el arte y las antigüedades, se llamaba Concepción R. de Calvo. Ella se lo empezó a llevar a la Lagunilla en Ciudad de México, que era el lugar donde las personas que se dedicaban a eso, hacían negocio.
Empezó a comprar y vender antigüedades y se hizo de renombre, así llegó a la casa de la 7 oriente 401, que era vecindad, en 1964. Él la restauró y decoró con el buen gusto que lo distinguía y la llamó “Antigüedades Los Sapos”, después fue conocida como “La casa de la cúpula”, misma que él mandó edificar.
Tanto renombre alcanzó, que llegó a tener amigos como David Rockefeller o Gianni Versace, asegura Liz, quien agrega que, la tienda recibía a importantes personajes de todos los ámbitos, incluso artistas como Mel Gibson, a quien ella atendió personalmente; actores como María Félix o cantantes como Juan Gabriel, para quien cerraban la tienda cada vez que iba porque era muy amigos.
EL CALLEJÓN DE LOS SAPOS
“Yo llevo el negocio de las antigüedades en la sangre porque mis abuelos se dedicaban a eso. Ellos compraban cosas que vendían en su casa (4 oriente), en ese entonces había de todo tipo: pintura, escultura, relojes, armas, porcelana, cristales, monedas”, asegura Leobardo Espinoza, propietario del Mesón de la Sacristía, en el callejón de Los Sapos.
En 1970 él empezó a ir a Los Sapos porque su tío Manuel ya estaba establecido ahí, en la misma casa donde está La Pasita pero del lado del callejón. Recuerda con cariño a Teodoro Morales, quien también tenía su bazar y le decía: “joven que hace ahí usted en su oficina, porque yo trabajaba para IBM de México, me decía, véngase usted, aquí está el negocio, aquí está el dinero”.
En ese entonces su papá tenía su bazar en Cholula, pero vio que el negocio de las antigüedades empezó a crecer en el centro y compró la casa de la 6 sur 304, en el callejón de Los Sapos.
“Mientras la remodelaba rente un local frente a la fuente de la plazuela y en 1976 me pase a la casa del callejón, cada quien tenía lo suyo y nos ayudabamos mutuamente”, señala Leobardo, quien en 1994 restauró la casa convirtiéndola en mesón y la decoró con antigüedades, que están a la venta.
EL BAZAR DE ANTIGÜEDADES
“La plazuela estaba abandonada, había pulquerías y cantinas y para sanearla yo le dije al doctor Alfredo Toxqui (gobernador), que si nos permitía poner ahí la venta de antigüedades. De un día para otro, él me dijo: sí Porfirio, ponla, ve a la Comisión de Turismo a que te hagan un permiso (que tiene en su poder) y que te apadrinen para que el ayuntamiento no les vaya a recoger su mercancía”, detalla Porfirio Cedeño Varela, fundador del tianguis dominical que se inauguró el 14 de mayo de 1976 y quien fue el primer presidente de la mesa directiva.
Dice que en esa época se vendían carretas, pianos, escritorios de cortina, roperos, pinturas, escultura, monedas, libros y más. Las personas tenían muebles austriacos, italianos o franceses, que sacaban a los patios para quemarlos o tirarlos. Ellos los rescataban y le daban vida para venderlos. Comenta que en la actualidad es difícil conseguir antigüedades, que se empiezan a catalogar así de 100 años para atrás.
Las segundas generaciones de anticuarios del tianguis dominical sienten orgullo de haber aprendido de sus padres y cada fin de semana atienden con gusto a los visitantes. Como Porfirio Cabrera, quien dice que su mamá, Gloria Aguilar, fue por más de 30 años la presidente de la asociación y falleció el año pasado. Luz María y Julieta Zayas, comentan con orgullo que su papá Raúl fue de los fundadores y las traía de la mano en el bazar cuando eran pequeñas.
Entre los tres, recuerdan que en los 80, Raúl Velazco grabó ahí un programa de “México, Magia y Encuentro” con artistas como Yuri; dos años después estuvo “Don Francisco”. Así empezaron a llegar más famosos como Irma Serrano, Alfonso Arau, Gualberto Castro y muchos otros pusieron su rúbrica en un libro de visitantes distinguidos.
NUEVA VIDA A LA PLAZUELA
En los sesenta la plazuela fue remozada por la Junta de Mejoramiento de Puebla, pero la calle 6 sur, que venía del callejón y continuaba hasta la 7 oriente, seguía abierta a la circulación.
Para 1977 la Junta se encargó de hacerla peatonal, en aquel entonces era presidida por Francisco Sánchez Díaz de Rivera, quien dice que para hacerlo se utilizó laja negra que trajeron de Tlaxcala y se regeneró el alumbrado, lo que le dio un mayor lucimiento. Asegura que con estos trabajos se le dio vida a la plazuela que se convirtió en un lugar de mucho valor, generando plusvalía.
LA VIDA EN LOS SAPOS
Joser Rovirola, miembro de Puebla Antigua, dice que la zona recibió su nombre porque por cuestiones topográficas, a veces el río San Francisco se desbordaba y era lo que traía a los sapos que se quedaban en los charcos de agua.
Agrega que por ahí pasaba un tipo canal de agua (acequia) que venía del molino de San Francisco, bajaba por Los Sapos y causaba hacia la 4 sur para ir al molino del Carmen. Por eso la zona no tiene el trazado regular que tiene el lado poniente del centro histórico.
Carlos Tabales, quien siempre ha vivido en la 5 oriente 610, recuerda las inundaciones provocadas por las fuertes lluvias.
“Mi vivienda es un departamento que está al fondo y a veces no llegaba el agua, pero en el primer patio se inundaba y la gente lo perdía todo. Lo que se podía recuperar se lavaba porque eran aguas negras, pero lo que no se salvaba nunca eran los colchones y cada año era lo mismo”, expone.
“Había muchas vecindades y muchas familias viviendo en ellas, como en la casa Conde de Ovando (3 oriente), cuando se volvió vecindad había fácil 50 familias”, añade.
Su mamá, Socorro Melgarejo, era la representante del barrio y ella iba al ayuntamiento a pedir apoyos que se le repartía a la gente: despensa, colchonetas o colchones. “Cuando no querían dar les decía que entonces le dieran solución al problema y sí, eso sucedió hasta que Manuel Bartlett fue gobernador, porque el agua también afectaba el Centro de Convenciones, que fue su magna obra”, señala.
Él aprendió de las antigüedades y así formó una organización paralela que es la “Unión de vendedores de lo que el tiempo nos deja”.
Adrián Huerta dice que él vivió en la 5 oriente y 4 sur, en aquel entonces los chavos salían a convivir a la plazuela en donde jugaba futbol por la noche.
Recuerda que los mariachis llegaban en la noche y en la madrugada, personas que ofrecían su mano de obra, “la gente sabía que ahí podía encontrar albañiles, carpinteros o plomeros. Los ingenieros llegaban en su coche y ellos se amontonaban de ambos lados: ¡qué necesita!, gritaban, ¡un eléctrico!, y ya los que no eran se apartaban. Fácil se juntaban cien personas todos los días a excepción de los domingos”, señala.
Sobre la 5 oriente estaba la Bella Elena, una pulquería en la que solo se vendía pulque natural, porque no había curados. Dice que había una sinfonola y se escuchaba “la ley del monte” todo el día.
“En los noventa, las casonas se transformaron en antros y la chamacada se amanecía ahí porque no había restricción de horario. En ese entonces yo ya tenía un taxi e iba a sacar pasaje a eso de las 4 de la madrugada”, concluye.