Más de cinco décadas han pasado desde que se colocara la primea piedra del espacio educativo que descongestionó el Edificio Carolino al trasladar la mayoría de las actividades de la Universidad Autónoma de Puebla y representó modernidad en la Angelópolis: Ciudad Universitaria.
El proyecto de modernidad fue ejemplo de desarrollo urbano y arquitectura de vanguardia, y se convirtió en modelo para otros centros educativos. Miles de estudiantes de Puebla, México y el mundo, han circulado orgullosamente por sus pasillos en los que han forjado las bases de un futuro promisorio.
EL NUEVO CAMPUS
El 4 de junio de 1965 se inició la construcción de Ciudad Universitaria en 102 hectáreas y cuatro años más tarde, el 25 de enero de 1969, Manuel Espinosa Yglesias, la entregó de manera simbólica en Cabildo, al Gobierno del Estado.
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“El terreno donde se construyó Ciudad Universitaria pertenecía a San Baltazar y era una zona de ejidos. El Gobierno realizó la expropiación e indemnizó a los ejidatarios (se pagaron 3,900,000 pesos antiguos) y la Fundación Mary Street Jenkins, la construyó e incluso, amuebló las aulas; también edificó la Prepa Benito Juárez que es contemporánea a la universidad”, asegura Carlos Montero Pantoja, egresado de Arquitectura y catedrático del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP, doctorado en Arquitectura y Urbanismo con especialidad en Centros Históricos.
La obra tuvo un valor de 68,215,000 pesos antiguos, incluido el terreno y los edificios, además de la zona deportiva, laboratorios, bibliotecas, salas de conferencias y áreas administrativas, pero quedó pendiente la rectoría. Las nuevas instalaciones favorecieron con amplios espacios a ciertas escuelas que en el Edifico Carolino no tenían las condiciones apropiadas para el estudio.
“Si uno mira los primeros bloques de edificios se da cuenta que carreras eras más importantes para la universidad en ese tiempo, como el edificio de Derecho que era una de las escuelas más numeroso y ya se había salido del Carolino a la 8 oriente 214, donde después fue Odontología cuando esta escuela se pasó a CU. El otro gran bloque fue el de Ingeniería Civil que tiene su propio auditorio y Arquitectura”, expone.
“Luego nacieron otros dos bloques, el de Ciencias Químicas e Ingeniería Química. La zona deportiva fue lo primero que se construyó y le dieron gran importancia, porque todas las canchas (tenis, frontón, etcétera) las albercas, la fosa de clavados, la pista de atletismo y de patinaje, el estadio de futbol, todo se construyó con las normas Olímpica y Deportivas Internacionales”, agrega.
De esta manera la nueva Ciudad Universitaria, no solo beneficiaría a los estudiantes de Puebla, México y el exterior, en el aspecto educativo, también con el deporte profesional.
PRIMERA GENERACIÓN DE GRADUADOS
Nicolás Fueyo McDonald y Leo Brambila, son integrantes de la promoción 1965-1969 de Ingeniería Civil de la UAP, además de buenos amigos desde entonces.
“Nosotros fuimos de los primeros que nos pasamos a CU, por abecedario primero llegó Arquitectura. Estábamos en el Carolino y llegó un camión de volteo, subimos las paletas y algunos se subieron encima de ellas y ¡vámonos!”, dice Nicolás.
“Cuando nos cambiamos todavía no había luz en CU, me imagino porque los terrenos estaban hasta la Conchinchina, colindaban con lo que era el camino asfaltado a la Presa Ávila Camacho, que hoy es la carretera a Valsequillo. Como no había luz, en las tardes íbamos al Carolino a tomar clases, de puentes y estructuras”, agrega.
Leo dice que el cambio fue positivo porque las instalaciones eran amplias y muy ventiladas, recuerda que en las Catacumbas (así le llamaban al entrepiso del edificio del tercer patio del Carolino), había problemas porque compartían los salones de clase con los estudiantes de ingeniería química.
“Ahí estábamos las dos escuelas, cuando veíamos a un profesor que venía a dar clase teníamos que correr para apartar un salón y sacar a los que estaban. El edificio de CU era de tres niveles, tenía auditorio y laboratorio propios, y también baños solo de hombres porque no había mujeres”, comenta Leo.
Nicolás menciona que en su generación eran puros hombres pero ya cuando pasaron a segundo año, en 1966, por primera vez entraron mujeres a la escuela de ingeniería, ese año fueron tres.
Ambos recuerdan que un gran problema que había para trasladarse a CU era la distancia, porque no había transporte público y el que no tenía automóvil tenía que caminar. “Imagínate que estábamos en el centro y teníamos que ir hasta el final de San Manuel, estaba lejísimos”, dice Leo.
Nicolás comenta que el camión verde San Manuel entraba al estacionamiento de ingeniería CU, “veíamos que ya había llegado el camión y corríamos, el camión se paraba en donde ahora se llena de coches”. Dice que el empezó a trabajar en 1968 como profesor en el Pereyra y ya llegaba en coche.
ESTRAGOS DEL MOVIMIENTO DEL 68
A pesar de que su generación debía haber terminado la carrera en 1969, tuvieron que esperar un año más para terminar.
“Nuestro calendario escolar era de enero a diciembre entonces la universidad empezó a adecuar el calendario de nuestra generación y le fueron recorriendo un mes cada año de tal manera que cuando estuviéramos en 1969, nos fuéramos a mediados de ese año. Nos faltaba un año para terminar la carrera, pero vino el problema de 1968 y nos fuimos hasta agosto, pero del año siguiente, terminamos carrera en 1970”, detalla Nicolás.
Debido al Movimiento de 1968 en CDMX, por solidaridad la mayoría de universidades del país se fue a huelga, y aunque ellos ya estaban en quinto año y lo que querían era irse, tuvieron que esperar un año más y por eso terminaron en 1970.
ORGULLOSOS DE SU ALMA MÁTER
Haber estudiado en la UAP fue lo máximo, aseguran ambos amigos, quienes concuerdan en decir que la universidad siempre ha gozado de gran prestigio a nivel nacional e internacional y ha sido semillero de profesionista renombrados en todas las carreras. Muestra de ello son los casi cien mil estudiantes de todas las carreras con los que cuenta la universidad y recuerdan que, cuando ellos se cambiaron a Ciudad Universitaria eran solo 7 mil.
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Nicolás Fueyo McDonald es reconocido a nivel internacional, como ingeniero civil y valuador, tanto, que fue Presidente de la “Unión Panamericana de Asociación de Valuadores”. Por su parte, Leo Brambila fue superintendente de Petróleo Mexicanos y construyó al menos, 2 mil kilómetros de ductos en diferentes partes de la República.
Además, ambos fueron la primera generación (estudiada) de valuadores, no solo en Puebla sino a nivel República Mexicana, y egresada de la UAP (1992), ya que anteriormente para ser valuador no se necesitaba estudiar.
“Una experiencia importante era la de titularse porque antes los exámenes profesionales de la universidad, todos, eran en el salón Paraninfo del Carolino. Yo llegué solo, no quise que me acompañaran mis papás. Se sentaban cuatro o cinco profesores vestidos muy formales y entraban los estudiantes a sentarse en los laterales, era imponente. Decían que era una reunión de ingenieros para demostrarte que eras un tonto, pero acababan diciéndote ´colega´”, relata Nicolás.
La promoción de Nicolás y Leo fue la primera que se graduó en Ciudad Universitaria, en total fueron 43 alumnos. El padrino de generación fue el ingeniero Benito Leal Cuen, director de Hylsa. Durante la graduación en el auditorio de Ingeniería Civil se escuchó “los sonidos del silencio”, tema de la película “El Graduado”.
UNA UNIVERSIDAD INTERNACIONAL
“Yo ingrese a la Universidad en 1974 y estudié Arquitectura. Mi etapa de estudiante ahí en Ciudad Universitaria la viví padrísimo”, señala el doctor Carlos Montero Pantoja.
Recuerda que cuando él ingreso a la universidad, en teoría, ya no había FUAS pero le tocó la carencia de profesores porque muchos de ellos se fueron a la UPAEP. Dice que se volvió a poblar de maestros cuando se formaron nuevos profesores y se incorporaron a la planta de docentes, como él, que hizo lo propio.
“Teníamos maestros recién egresados, de los últimos semestre, que apoyaban a profesores que de forma solidaria venían de la Ciudad de México, sin cobrar. No la pasamos mal, considero que egresamos con muy buen nivel”, enfatiza.
La UAP siempre gozó y goza de un prestigio internacional, sobre todo en Medicina, dice Montero quien agrega, “yo viví en casa de huéspedes toda la carrera y había personas del interior de la República pero también mucho extranjero de centro y Sudamérica que venían a estudiar”.
“Las universidades privadas de hoy, se nutrieron de profesores y de egresados de la UAP, yo mismo trabaje en la UDLA 10 años, en algún momento, vi que tenía hasta un 90 por ciento de profesores de la UAP en su plantilla. La BUAP cuenta con todos los requisitos de certificación y es lo que vale para que se coloque en el ranking mundial, esto quiere decir que es internacional”, concluye.
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