En el corazón del centro histórico de Puebla se encuentra un pequeño puesto conocido como La Ventanita, donde se venden molotes de tinga, queso, chicharrón entre otros más. Este establecimiento, ubicado en los números 302 y 304 de la 10 Poniente, ha sido testigo de la historia y el sabor que ha deleitado a los poblanos desde 1944. A lo largo de los años, La Ventanita se ha convertido en uno de los puestos más antiguos de la ciudad, manteniendo viva una tradición culinaria que ha pasado de una generación a otra.
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La historia de los molotes La Ventanita se remonta a Micaela Zenteno Echeverría, conocida por la gente como "Caelita". En aquel entonces, Micaela vivía en la 6 Oriente número 3, donde su esposo tenía un tendajón, a lo que hoy se conoce como miscelánea. Pero en este establecimiento también se vendían algunas bebidas alcohólicas para los cargadores.
Fue en este lugar donde comenzó a familiarizarse con la preparación de los molotes, ya que una señora solía venderlos allí. Sin embargo, un día la vendedora dejó de asistir y las hijastras de Micaela le pidieron que los hiciera ella misma.
“Estaba jugando con sus hijastras, las niñas le decían ‘señorita’ a mi mamá porque era muy joven. Un día mi mamá hizo los molotes para las hijas de mi papá y le sobraron muchos, los puso en el mostrador, y los clientes preguntaron si los vendía, ella dijo que sí y ahí empezó la historia, realmente como un juego y accidente, porque a partir de ahí empezaron a pedirle molotes en el tendajón”, narra María Susana de Lourdes Silva Centeno, hija de la fundadora.
Así nace La Ventanita
En 1944, la familia se mudó a la 10 Poniente 309, donde el esposo de Micaela trabajaba como administrador en el hotel Embajadores. Aunque su esposo no estaba del todo de acuerdo con que ella siguiera vendiendo molotes, fue imposible detener el creciente interés de la gente, recuerdan familiares.
La popularidad de los molotes de Micaela se extendió por la zona, y la gente comenzó a llamar al lugar "La Ventanita", debido a que los clientes tocaban su ventana para pedir los deliciosos antojitos. Los clientes acudían rápidamente para evitar ser vistos por el esposo de Micaela, quien desconocía la actividad de su esposa.
“Era chistoso, según nos cuentan, mientras mi abuelo se iba a trabajar al hotel mi abuelita vendía los molotes en la ventana, eran molotes de paso, la gente lo sabía y así se fue ganando el apodo que hasta hoy día sigue”, menciona la nieta Susana Hevia Silva.
Pronto La Ventanita se convirtió en un punto de referencia para los amantes de los molotes en Puebla. Su ubicación cerca del famoso mercado La Victoria atrajo a numerosos clientes que iban a surtirse de alimentos frescos y pasaban para disfrutar de algún molote de tinga, papa, requesón y/o chicharrón. Incluso celebridades como Humberto Zurita, Tony Bravo y la madre del futbolista Hugo Sánchez visitaron el puesto en busca de los famosos alimentos.
“Era un ambiente bonito, mucha gente conocía a mi abuelita, era una Puebla de antaño, donde la gente venía por su molote de paso, muy distinto a la actualidad, la verdad, pero sin duda eran bonitos momentos en la ciudad”, afirma Hevia.
Escuelas, eventos y gobernador
Con el paso de los años, el esposo de Micaela se enteró de la creciente popularidad de los molotes y del negocio que su esposa había creado. La demanda continuó aumentando y La Ventanita llegó a suministrar molotes a varias escuelas de la ciudad, las cuales son recordadas por familiares de estudiantes de instituciones como la Recta, la Matamoros, la Himno Nacional, Melchor Ocampo, José María Morelos y Pavón, Pacheco, entre otras más, entregando más de 190 molotes por pedido, así como a eventos especiales del entonces gobernador de Puebla, Guillermo Jiménez Morales, durante su gestión de 1981 a 1987, y otros prominentes personajes locales, como al hotelero Manuel Lastra, quien le llegó a pedir más de dos mil molotes para un solo evento. Durante estos ya operaba la hija de Micalela, Susana de Lourdes.
Cambio de ubicación
En la década de los 90, debido a cambios de dueños de la vivienda en la 10 Poniente 309, La Ventanita tuvo que buscar un nuevo espacio. Aunque esto afectó temporalmente las ventas, la determinación de la familia prevaleció y encontraron un nuevo hogar en los números 302 y 304 de la misma calle.
“Nos bajó la venta, pero fue más allá de eso, era lo sentimental, ya que habíamos hecho mucha historia en la otra casa, entonces creíamos que ya no nos íbamos a levantar, iba mucho a la iglesia y le dije a una persona si no me rentaba su zaguán (el actual) y así reanudamos la historia de La Ventanita”, menciona la hija de la fundadora.
Las nietas siguen
Actualmente, las nietas de Caelita (Susana y Ana Lilian) son las encargadas de llevar adelante el negocio, asegurando que la tradición y el sabor de los molotes de La Ventanita continúen por muchos años más.
Ana, recuerda cómo su abuelita, a ella y a su hermana, desde pequeñas las involucró en el negocio: “Le decíamos a mi abuelita si nos regalaba un molote, y nos hacía irlo preparando poco a poco, nos hacía jugar a las carreritas haciendo los molotes, y nos premiaba a mi hermana y a mí, sin querer nos enseñó a trabajar desde niñas, y ahora nos dedicamos a esto, nos fue preparando, ella nos enseñó sin que nos diéramos cuenta, estamos muy agradecidas con ella”.
Este establecimiento ha sido el hogar de los auténticos molotes poblanos. Su historia es la de una familia dedicada a preservar una receta única y a deleitar a generaciones de comensales con la autenticidad de su gastronomía. Hoy en día, La Ventanita sigue siendo un punto de referencia para los amantes de los molotes, y su legado continúa vivo gracias al compromiso de las nietas de Caelita.
“No es una receta secreta, es el amor que uno le pone para hacer este negocio, ya los hijos vienen empujando para seguir, se siente hermoso, nos sentimos orgullosas de seguir con esta herencia que nos deja nuestra madre y abuela”, finalizan las nietas.