Las paredes de Puebla son consideradas por los muralistas como un lienzo donde plasmar ideas, sueños, inquietudes, problemáticas y quejas, con el objetivo de transmitir emociones que hagan reflexionar a la sociedad. A través de formas, colores y letras se intenta persuadir a la gente en los espacios públicos y privados, para apreciar los mensajes que cada artista coloca en las superficies.
En Puebla, uno de los pocos exponentes del muralismo de los que se tiene conocimiento es Fernando Rodríguez Lagos, quien falleció en 2017, sin embargo, existen artistas que actualmente se dedican a esto como Victoria González, Laura Tela, Angelito Peñaranda y Liz Rashell.
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El muralismo sale a las calles
Para Liz Rashell, Licenciada en Artes Visuales, una de las principales características del muralismo actual es que las obras son plasmadas en paredes o espacios de la vía pública, lo que permite su visualización por parte de cualquier ciudadano, contrario a lo ocurrido en los inicios del movimiento, donde casi todas las creaciones estaban al interior de edificios.
“Antes tenías que recurrir a una galería, una escuela, para poder tener un acceso, pero realmente lo que nosotros queremos es sacarlo a la calle y siento que es una nueva etapa, después del muralismo mexicano, porque se hacía monumentalmente, era un arma política, dentro de edificios importantes y era difícil que se dejara en la calle”, explica.
Considera que uno de los aspectos positivos de dejar el arte en la vía pública es la accesibilidad que brinda, que no se necesita invertir dinero para apreciarlo, además, cada persona hace una interpretación diferente de lo que observa.
El último proyecto en el que participó es la creación de un mural en el municipio de San Andrés Cholula, donde plasmó junto con otros artistas de diferentes estados y países, una familia de ajolotes.
La elección del anfibio se debe a que es característico de México, aunque actualmente la especie se encuentra en peligro de extinción según la lista roja de la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza, comenta la artista chilena Angelito Peñaranda.
“Empezamos a ver qué referencias nos daba el país y fuimos a ver este animal maravilloso, mis hijos cuando vivían acá (en México) amaban los ajolotes, así que también tengo una conexión con ellos”, señala.
Comparte que inicialmente tenían una idea muy estructurada del mural, donde querían colocar la escultura de un ajolote hecha de metal, sin embargo, se encontraron con la barrera de no conseguir el material, así que tras una lluvia de ideas decidieron hacerlo con cosas recicladas como botellas de plástico.
Dicha decisión resultó muy beneficiosa porque además de hacer arte, le dieron una segunda vida al material que tarda alrededor de 500 años en descomponerse.
Los artistas trabajaron durante una semana para crear el mural de colores vivos, que muestra a los ajolotes rosas, naranjas y verdes en diferentes tamaños, al interior del agua, y acompañados por plantas marinas.
A pesar de lo satisfecha que se dijo con el trabajo, la artista chilena expone que uno de los puntos negativos del arte en la vía pública son los riesgos a los que se exponen, por ejemplo, ser destruidos, maltratados o la pared puede intervenirse para alguna construcción y ser derribada.
En el caso específico de la escultura de ajolote, pensó que pueden robársela.
Liz Rashell agrega que otro de los grandes retos es convertir el muralismo en un trabajo autogestivo, es decir, conseguir el logro de objetivos con autonomía en el manejo de los recursos.
Como fundadora de Wad, una agencia de arte, platica que aprendió en el camino, con prueba y error, pero actualmente ha logrado contar con el dinero suficiente para trabajar en proyectos propios, así que no depende directamente de privados o instituciones gubernamentales.
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Lo mismo opinan Victoria González y Laura Tela, quienes a través de sus métodos lograron vivir de lo que aman hacer, un privilegio que no todos obtienen.
Por ello cuentan con la libertad de salir a las calles y plasmar en sus murales críticas al gobierno y los políticos, el amor a los animales o apoyo hacia las comunidades que tienen una lucha o causa social.
En Puebla también se han pintado murales por parte del colectivo Voz de los Desaparecidos, sobre las personas que se encuentran en calidad de no localizadas o para hacer conciencia sobre la violencia contra las mujeres, por ejemplo, en el tema de la violencia ácida.
Mayor incursión de mujeres
Tres de las entrevistadas coinciden por separado en que en los últimos años se ha desarrollado una mayor presencia de las mujeres en las artes, así que cada vez es más común verlas involucradas en el muralismo, la escultura y la pintura, áreas donde los referentes que se tienen son hombres.
“Yo he visto un cambio desde 2020, en el que muchas chicas empezaron a pintar, comenzaron a ser más visibilizadas, estamos tratando de hacer encuentros que salgan de la práctica tradicional. Desde atrás estaba el tema del machismo y se relegó a muchas mujeres”, comenta Victoria González.
La artista conocida en las calles como “Santa” plasma en sus obras temas relacionados al feminismo, el pensamiento libertario y critica al sistema.
Ella forma parte de una colectiva denominada Salvajes Viajeras que busca impulsar el talento femenino y temporalmente organizan eventos para crear una mayor comunidad.
Victoria González subraya que mantiene respeto y admiración por los “Los Tres Grandes”: David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco, muralistas reconocidos, pero es momento de dejar de idealizarlos, acota.
Por separado, Laura Tela se dice satisfecha por la mayor participación de las mujeres y cuenta que uno de sus momentos más especiales fue cuando un menor de edad que vendía chicles porque sus padres lo abandonaron le dijo que conoció un mural de una gran artista, sin saber que se trataba de ella: “Lo que yo quería hacer con el arte es que tuviera un impacto, y en ese caso concreto me conmovió que lo viera alguien en una situación tan complicada, me impactó”, manifestó emocionada.
Respecto al proceso para elaborar un mural, destaca que depende del tamaño y el tipo de pared, así que puede durar desde un día hasta semanas enteras. El mismo parámetro aplica para los precios, que pueden ir desde los siete mil, hasta los 100 mil pesos o más.
Fernando Rodríguez, exponente poblano
En Puebla no existen datos oficiales sobre el número de muralistas que hay, así que permanece en la incertidumbre el número de hombres y mujeres dedicadas a esta rama del arte.
Se tiene conocimiento de que uno de los máximos exponentes de la entidad es Fernando Rodríguez Lago, quien colaboró con Diego Rivera.
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Aunque este medio solicitó una entrevista con la Secretaría de Cultura y el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla (IMACP), para conocer más detalles sobre el legado del poblano, ninguna de las instancias solucionó la petición, así que la información conocida se obtuvo por medio de entrevistas que brindó en medios locales.
El muralista estudió en la Academia de Artes de Puebla, luego ingresó a la Academia de San Carlos ubicada en la Ciudad de México y falleció en septiembre del 2017, pero en algunos edificios poblanos todavía se aprecia el arte que dejó plasmado como legado.
Destaca el mural de 50 metros cuadrados llamado “La fundación de Puebla”, ubicado en el Salón de Protocolos del ayuntamiento de la ciudad. Fue elaborado en el 2000 durante los trabajos de reconstrucción del edificio, tras los daños que sufrió por el sismo de 1999.
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La obra fue polémica porque inicialmente tenía la imagen del entonces alcalde, Mario Marín Torres, pero fue retirada en 2013 por su comportamiento poco ético. En ese año ya había estallado el escándalo en contra del priista por ordenar la tortura de la periodista Lydia Cacho.
En la lista también se encuentra el vitral “La Historia de la Medicina”, que hizo en las oficinas del IMSS de la calle 4 Norte, entre la 15 y 13 Oriente. La capilla del Seminario Palafoxiano de Puebla, ubicado al interior del recinto religioso.
Le sigue el vitral del patio del Congreso local que contiene la bandera de México con el escudo del estado de Puebla. En 2022, el Legislativo decidió darle mantenimiento, para lo cual pagó 651 mil pesos, de los cuales 561 mil corresponden al servicio y el 89 mil al IVA.
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Los trabajos de mantenimiento tuvieron la garantía de por lo menos ocho años e implicaron daños por vicios ocultos de materiales y manejo de técnica de vitral emplomado, de acuerdo con el contrato del Congreso local disponible en la Plataforma Nacional de Transparencia (PNT).
El muralismo, una alternativa para instruir a la población
Al hablar de muralismo mexicano, los libros de texto y relacionados con el movimiento artístico coindicen en la importancia que tuvieron en el siglo XX “Los Tres Grandes”: David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco, porque fueron cimientos de la nueva forma de expresión que sirvió para instruir a la sociedad.
De acuerdo con el libro: El Hombre en llamas, historia de la pintura mural en México, del autor Antonio Rodríguez, el expresidente Álvaro Obregón encargó a su secretario de Educación José Vasconcelos buscar una alternativa para cambiar las ideas contra los indígenas que se fomentaron en la época colonial y construir una identidad que permitiera consolidar los ideales de la Revolución Mexicana.
Ante esto se patrocinó a los más destacados artistas del momento para crear una serie de murales en edificios. Se escogió ese método porque la mayoría de la gente no sabía leer ni escribir.
La tarea comenzó en las paredes de la Escuela Nacional Preparatoria y de la Secretaría Nacional, pero tal fue el impacto de los muralistas en ese momento, que trascendieron a la historia.
José Clemente Orozco nació en Jalisco y en sus pinturas plasmó temas de la esencia humana, traspasando la frontera de ideologías. Diego Rivera es originario de Guanajuato y recordado por obras de alto contenido político. Aunque José David Alfaro Siqueiros, oriundo de Chihuahua, fue el más politizado de los tres muralistas, porque usó el arte como elemento de propaganda para despertar conciencias.