/ sábado 21 de septiembre de 2024

Pedro de Mendoza y Escalante, el lado oculto del temido alguacil mayor de Puebla | Los tiempos idos

Pedro de Mendoza y Escalante acumuló riqueza, poder político y reconocimiento social, pero su soberbia, ambición y egoísmo, hicieron que su lista de enemigos fuera prodigiosa

Pedro de Mendoza y Escalante fue el alguacil mayor más temido en la Puebla de los Ángeles del siglo XVIII. Perteneció a una familia asturiana de abolengo cuya estirpe tuvo gran relevancia dentro de la Real Audiencia de la Nueva España y el cabildo catedralicio de la Ciudad de México.

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Llegó a Puebla en 1695. Tenía 22 años cuando se convirtió en alguacil mayor de la ciudad.

Acumuló riqueza, poder político y reconocimiento social, pero su soberbia, ambición y egoísmo, hicieron que su lista de enemigos fuera prodigiosa. Fue encarcelado por el Santo Oficio de la Inquisición al darse a conocer un secreto que había dejado en su tierra y tres décadas después le cobró factura.

El origen del temible personaje

Pedro de Mendoza y Escalante nació en 1680 en Noriega, Principado de Asturias, España. Era integrante de una familia de abolengo enlazada con la casa de los “Escalante y Mendoza”, que desde principios del siglo XVII se habían establecido en las Indias. A ella pertenecía su tío el oidor de la Real Audiencia de la Nueva España, Juan de Escalante y Mendoza, y su hermano Manuel de Escalante, canónigo de la catedral de México.

Pedro de Mendoza no era el hijo primogénito de la familia, que de acuerdo a la antigua usanza sería quien heredaría los bienes de su padre. Al no tener esperanzas de tomar las riendas del patrimonio familiar, decidió emigrar al Nuevo Mundo para forjarse un futuro prometedor expone el investigador David Ramírez Huitrón.

Refiere que, de acuerdo con información del libro “La vida, los negocios y el poder de don Pedro de Mendoza y Escalante”, escrito por Gustavo Alfaro Ramírez, el asturiano se embarcó y llegó a Puebla en el verano de 1695, a los 15 años. Para dicho propósito recibió ayuda de su tío Diego de Posada y Noriega, quien realizó las gestiones necesarias para que su sobrino se estableciera en la Puebla de los Ángeles al servicio de Francisco Osorio.

Llega a Puebla para hacerse de un nombre

Cuando llegó a Puebla era en un momento de depresión muy fuerte, había malas cosechas provocadas por epidemias que habían matado a muchas personas. Hacer dinero sería muy complicado, pero él era joven, inteligente, muy ambicioso, y con un gran talento para los negocios advierte.

En el libro se lee que los primeros años fueron los más difíciles para Mendoza, pero gracias a su trabajo y a la ayuda financiera que recibió de algunos familiares, después de cinco años en la Nueva España ya había acumulado un pequeño capital. Pero su verdadera fortuna provino de sus relaciones personales, tanto de sus vínculos familiares como de gente de negocios.

Se fue haciendo de un nombre, así conoció y se ganó la confianza de Marcos Yánez Remusgo y Vera, hacendado de Tlaxcala. Mendoza conoció a la hija de este, María Rosa, con quien se casó en 1701. El matrimonio fue muy conveniente porque además de reforzar su condición social, su suegro le dio una dote de 27 mil pesos y le permitió administrar los negocios de su hija señala.


Se convierte en “obligado” y alguacil mayor

Su suegro murió pronto y Mendoza comenzó a administrar los bienes de su esposa. Gracias a las haciendas ganaderas de ella, obtuvo el remate como “obligado” Para abastecer carne de carnero.

El obligado era un cargo que se obtenía a través de una subasta pública en la que se hacía una puja. Él ganó la puja al poner como garantía 20 mil pesos, el mismo año que se casó. Al obtener este puesto, también solicitó que le fueran arrendados los 13 rastros o mataderos de carnero que había en la ciudad, ofreciendo 200 pesos anuales por cada uno. Pero le fue negado”, subraya.

Aprovechando la posición de su tío en la real audiencia fue con el virrey, el conde de Moctezuma, quien le autorizó el arrendamiento de los rastros, y para apoyarlo aún más prohibió la venta de carnero a otras personas, incluidos conventos y congregaciones religiosas. Entonces se volvió el único proveedor y quedó en evidencia las preferencias que tenía. Se comenzó a hacer de enemigos agrega.

En mayo de 1702, el regidor Domingo Hedesa acusó a Mendoza de vender carnero dañado. Él lo confrontó ante el Cabildo y propuso matar a los animales en el zócalo para que la gente viera que estaban saludables, pero la denuncia no prosperó porque la mayoría de regidores sabían que él tenía asegurado el puesto como alguacil mayor de Puebla, y lo apoyaron.

“Tenía 22 años de edad cuando Pedro de Mendoza y Escalante se convirtió en alguacil mayor (jefe de policía) de Puebla. Así se evidenció nuevamente la influencia que tenía con el poder virreinal. Él no podía abastecer el carnero y a la vez ser empleado del Ayuntamiento, pero su condición social y el nivel de poder que estaba alcanzando, se lo permitió. Para tomar posesión del puesto de alguacil mayor, pagó 15 mil pesos en oro”, detalla.

Un pacto de alianza familiar

Pedro de Mendoza empezó a participar en las sesiones de Cabildo por los cargos obtenidos, pero por su carácter y ambición, además de la confianza que tenía en sus influencias, comenzó a cometer actos de abuso de autoridad y a involucrarse en contiendas.

En 1702 el primogénito de Bartolomé Ortiz, marqués de Altamira, se casó con la cuñada de Mendoza. Esto no fue del agrado del alguacil porque tenía que entregar dote y herencia a la hija de su suegro que ya había fallecido.

El marqués era alférez mayor de la ciudad y por derecho tenía un lugar privilegiado en el Cabildo, mismo que quería Mendoza. El alguacil mayor acudió nuevamente con su tío oidor de la Real Audiencia y despojó al alférez del sitio privilegiado. Pero el marqués apeló el dictamen de la audiencia ante el Consejo de Indias y recuperó su sitio”, dice el investigador.

Ambos tenían mucho en común, eran peninsulares que había llegado al Nuevo Mundo para enriquecerse, entonces comenzaron a resolver sus diferencias hasta que una alianza entre ambas familias se selló cuando el marqués de Altamira se convirtió en padrino de María Manuela, hija de Mendoza.

La casa del alguacil mayor estaba ubicada en la actual 8 Oriente 409, además era dueño de un antiguo obraje y de cinco haciendas. Foto: Cortesía Puebla Antigua


Más actos de abuso de poder

Ramírez Huitrón comenta que Mendoza siempre supo cómo ganar voluntades para sus causas y no solamente en los tribunales. Así continuó mejorando su posición y volviéndose más poderoso. Se rodeó de un grupo de regidores que buscaban el apoyo de sus causas a cambió de apoyarlo en todo, como cuando le autorizaron una merced de agua para su casa.

Desde que Pedro se casó con María Rosa, el matrimonio fijo su residencia en la casa número 9 de la antigua Calle de Mesones (hoy 8 Oriente 409), que más adelante se comenzó a llamar Calle del Alguacil (8 Oriente, entre 4 Norte y bulevar 5 de Mayo). Juntos procrearon 5 hijos: José Gabino, Ana María, María Rosa, María Manuela, y Manuel Antonio Mendoza y Escalante Yáñez.

En 1704 se le autorizó una paja de agua para su casa (era equivalente a una abertura de 1/3 de centímetro cuadrado que abastecía 648 litros de agua diarios). El hizo la toma del agua desde la cañería del convento de Santa Clara, pero en lugar de hacer una, hizo cinco tomas para vendérselas a las casas del rumbo. Entonces las monjas se quejaron porque les bajó el caudal de agua pero nadie hizo caso de sus reclamos”, explica.

Aunque pareciera que para él fue muy fácil consolidarse económica y políticamente en el país, el camino de Mendoza estuvo lleno de dificultades que libró gracias a su astucia y relaciones, pero fue aumentando su número de enemigos.

Diversificación de su negocio

Legalmente su contrato de abastecedor de carnero había terminado en 1703, pero siguió manejando el negocio a través de su primo, Juan Noriega de Mendoza. Así siguió monopolizando el mercado y en 1707 ganó el remate del abasto de vaca. Mendoza comenzó a intimidar a los pequeños productores de ganado y a acaparar el mayor número de tierras para el pastoreo de sus animales. La gente siguió denunciando sus abusos”, señala el investigador.

Le compró a Hilario Albar la casa del antiguo obraje de Apresa que estaba ubicado en la 2 Oriente y bulevar 5 de Mayo (hotel Casa Azulai), para adaptarlo como matadero. Tal era su influencia y poder que mandó a poner el Escudo Real en las escaleras de la casa

agrega.

Él se siguió enriqueciendo con su lucrativo negocio y los demás ganaderos buscaron la forma de perjudicarlo. En 1709 volvieron a correr el rumor de que su ganado estaba contaminado, pero los regidores lo apoyaron cuando el demostró lo contrario. Al poco tiempo su primo murió y sin ningún escrúpulo, el propio alguacil se comenzó a encargar del negocio pasando por encima del alcalde mayor, Juan José de Veytia.

Al ver que su negocio de la carne se tambaleaba, Mendoza se diversificó para mantener su capital. En 1711 compró dos haciendas en el distrito de Tlapa (antes Puebla hoy Guerrero) por las que pago 20 mil 465 pesos, se llamaban Copala. En ellas tenía huertas de cacao, trapiche de azúcar, ganado mayor, crianza de toro y ganado vacuno”, detalla.

Aprovechando sus relaciones, Pedro de Mendoza comenzó a administrar la Real Hacienda. Participó en la administración del pulque y de los tributos de Tepeaca. Así se convirtió en uno de los personajes más ricos y poderosos de Puebla.

El alguacil se vestía de terciopelo y seda, viajaba a bordo de un elegantísimo forlón construido de maderas doradas con abundantes flecos, borlas y campanillas de seda. Era poseedor de una casa, un obraje, y las haciendas de Copala, Atotonilco, San Antonio, San Bartolomé y San Mateo menciona.

Los problemas que tenía con el alcalde mayor Juan José de Veytia fueron muchos, hasta que este le dijo al virrey que renunciaría a su cargo si Mendoza seguía haciendo de las suyas. Entonces en 1712 le quitaron el abasto de carne y se quedó con el cargo José de Villaseptién, quien sacó a la luz pública los abusos e irregularidades que había cometido el alguacil. Pero otra vez por sus influencias, en 1716 Mendoza obtuvo una real provisión que le autorizaba el manejo de los rastros”, agrega.

Todo termino en 1720, cuando el Consejo de Indias decretó el fin de la participación de Pedro de Mendoza en los abastos de la ciudad. Pero esto no bastó para terminar con él, porque entonces comenzó a controlar las elecciones de alcaldes ordinarios y recibía dinero a cambio de nombramientos.

El secreto oculto del alguacil mayor

Mendoza tenía muchos enemigos y no solamente por la forma en la que había acumulado su fortuna, también por su papel político como líder del Cabildo. Pocos conocían el secreto que había dejado en Asturias antes de partir a la Nueva España, pero alguien lo traicionó y él nunca supo quién.

El investigador relata que, cuando Mendoza se comprometió con María Rosa, en 1701, le confesó a su suegro Marcos Yánez Remusgo, su secreto. Éste era fiscal del Santo Oficio y le sugirió que se presentara para declararse culpable del hecho porque la Inquisición era piadosa con quienes lo hacían.

Mendoza se presentó ante el Santo Oficio y se declaró culpable de bigamia. Explicó que poco antes de embarcarse a la Nueva España sus familiares lo presionaron para que firmara una carta en la que autorizaba que lo casaran con María Manuela de Noriega en su ausencia. Pero el documento del matrimonio realizado en España, supuestamente fue destruido por su primo, y al no tener pruebas del hecho, no procedió ningún cargo.

Mendoza había abandonado su tierra dejando pendiente una cuenta de honor. El fiscal del Santo Oficio dijo que ´era deudor de la virginidad de doña Manuela. Entonces fue encarcelado por la Inquisición el 28 de enero de 1725 (tenía 45 años) y recibió sentencia condenatoria el 31 de octubre señala.


Además de practicar la confesión, rezo del Rosario y otras prácticas espirituales, se le impuso una multa de 4 mil pesos y el destierro por 10 años de la Nueva España. Este último fue el castigo más grave, pero también el haber permanecido en prisión porque abandonó por completo sus negocios, que se vieron muy afectados, y con trabajos pudo pagar la multa y 680 pesos de los gastos de la cárcel”, agrega.

Antes de ser trasladado a Veracruz para que se embarcara a España, la escolta que lo llevaba al puerto se detuvo en su hacienda de San Mateo en donde Mendoza le firmó a su esposa María Rosa un poder para administrar todas sus propiedades. También emancipó a su hijo José para que en su ausencia desempeñara su cargo, como alguacil mayor.

Ya en España, Mendoza no paró hasta desestimar su matrimonio con Manuela. Pero su entusiasmo se fue esfumando poco a poco hasta que finalmente obtuvo una bula del Papa, después de una sustanciosa paga. Su primer matrimonio quedó anulado, pero esto no sirvió de nada porque los inquisidores novohispanos la desaparecieron para que no tuviera efecto. Cansado y enfermo, falleció completamente solo en 1740”, concluye el investigador.

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Pedro de Mendoza y Escalante murió a los 60 años desterrado del país en el que se enriqueció y en donde se volvió un hombre temible, sin que la fortuna y el poder que había amasado durante su vida, sirviera para recuperar lo perdido.

Pedro de Mendoza y Escalante fue el alguacil mayor más temido en la Puebla de los Ángeles del siglo XVIII. Perteneció a una familia asturiana de abolengo cuya estirpe tuvo gran relevancia dentro de la Real Audiencia de la Nueva España y el cabildo catedralicio de la Ciudad de México.

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Llegó a Puebla en 1695. Tenía 22 años cuando se convirtió en alguacil mayor de la ciudad.

Acumuló riqueza, poder político y reconocimiento social, pero su soberbia, ambición y egoísmo, hicieron que su lista de enemigos fuera prodigiosa. Fue encarcelado por el Santo Oficio de la Inquisición al darse a conocer un secreto que había dejado en su tierra y tres décadas después le cobró factura.

El origen del temible personaje

Pedro de Mendoza y Escalante nació en 1680 en Noriega, Principado de Asturias, España. Era integrante de una familia de abolengo enlazada con la casa de los “Escalante y Mendoza”, que desde principios del siglo XVII se habían establecido en las Indias. A ella pertenecía su tío el oidor de la Real Audiencia de la Nueva España, Juan de Escalante y Mendoza, y su hermano Manuel de Escalante, canónigo de la catedral de México.

Pedro de Mendoza no era el hijo primogénito de la familia, que de acuerdo a la antigua usanza sería quien heredaría los bienes de su padre. Al no tener esperanzas de tomar las riendas del patrimonio familiar, decidió emigrar al Nuevo Mundo para forjarse un futuro prometedor expone el investigador David Ramírez Huitrón.

Refiere que, de acuerdo con información del libro “La vida, los negocios y el poder de don Pedro de Mendoza y Escalante”, escrito por Gustavo Alfaro Ramírez, el asturiano se embarcó y llegó a Puebla en el verano de 1695, a los 15 años. Para dicho propósito recibió ayuda de su tío Diego de Posada y Noriega, quien realizó las gestiones necesarias para que su sobrino se estableciera en la Puebla de los Ángeles al servicio de Francisco Osorio.

Llega a Puebla para hacerse de un nombre

Cuando llegó a Puebla era en un momento de depresión muy fuerte, había malas cosechas provocadas por epidemias que habían matado a muchas personas. Hacer dinero sería muy complicado, pero él era joven, inteligente, muy ambicioso, y con un gran talento para los negocios advierte.

En el libro se lee que los primeros años fueron los más difíciles para Mendoza, pero gracias a su trabajo y a la ayuda financiera que recibió de algunos familiares, después de cinco años en la Nueva España ya había acumulado un pequeño capital. Pero su verdadera fortuna provino de sus relaciones personales, tanto de sus vínculos familiares como de gente de negocios.

Se fue haciendo de un nombre, así conoció y se ganó la confianza de Marcos Yánez Remusgo y Vera, hacendado de Tlaxcala. Mendoza conoció a la hija de este, María Rosa, con quien se casó en 1701. El matrimonio fue muy conveniente porque además de reforzar su condición social, su suegro le dio una dote de 27 mil pesos y le permitió administrar los negocios de su hija señala.


Se convierte en “obligado” y alguacil mayor

Su suegro murió pronto y Mendoza comenzó a administrar los bienes de su esposa. Gracias a las haciendas ganaderas de ella, obtuvo el remate como “obligado” Para abastecer carne de carnero.

El obligado era un cargo que se obtenía a través de una subasta pública en la que se hacía una puja. Él ganó la puja al poner como garantía 20 mil pesos, el mismo año que se casó. Al obtener este puesto, también solicitó que le fueran arrendados los 13 rastros o mataderos de carnero que había en la ciudad, ofreciendo 200 pesos anuales por cada uno. Pero le fue negado”, subraya.

Aprovechando la posición de su tío en la real audiencia fue con el virrey, el conde de Moctezuma, quien le autorizó el arrendamiento de los rastros, y para apoyarlo aún más prohibió la venta de carnero a otras personas, incluidos conventos y congregaciones religiosas. Entonces se volvió el único proveedor y quedó en evidencia las preferencias que tenía. Se comenzó a hacer de enemigos agrega.

En mayo de 1702, el regidor Domingo Hedesa acusó a Mendoza de vender carnero dañado. Él lo confrontó ante el Cabildo y propuso matar a los animales en el zócalo para que la gente viera que estaban saludables, pero la denuncia no prosperó porque la mayoría de regidores sabían que él tenía asegurado el puesto como alguacil mayor de Puebla, y lo apoyaron.

“Tenía 22 años de edad cuando Pedro de Mendoza y Escalante se convirtió en alguacil mayor (jefe de policía) de Puebla. Así se evidenció nuevamente la influencia que tenía con el poder virreinal. Él no podía abastecer el carnero y a la vez ser empleado del Ayuntamiento, pero su condición social y el nivel de poder que estaba alcanzando, se lo permitió. Para tomar posesión del puesto de alguacil mayor, pagó 15 mil pesos en oro”, detalla.

Un pacto de alianza familiar

Pedro de Mendoza empezó a participar en las sesiones de Cabildo por los cargos obtenidos, pero por su carácter y ambición, además de la confianza que tenía en sus influencias, comenzó a cometer actos de abuso de autoridad y a involucrarse en contiendas.

En 1702 el primogénito de Bartolomé Ortiz, marqués de Altamira, se casó con la cuñada de Mendoza. Esto no fue del agrado del alguacil porque tenía que entregar dote y herencia a la hija de su suegro que ya había fallecido.

El marqués era alférez mayor de la ciudad y por derecho tenía un lugar privilegiado en el Cabildo, mismo que quería Mendoza. El alguacil mayor acudió nuevamente con su tío oidor de la Real Audiencia y despojó al alférez del sitio privilegiado. Pero el marqués apeló el dictamen de la audiencia ante el Consejo de Indias y recuperó su sitio”, dice el investigador.

Ambos tenían mucho en común, eran peninsulares que había llegado al Nuevo Mundo para enriquecerse, entonces comenzaron a resolver sus diferencias hasta que una alianza entre ambas familias se selló cuando el marqués de Altamira se convirtió en padrino de María Manuela, hija de Mendoza.

La casa del alguacil mayor estaba ubicada en la actual 8 Oriente 409, además era dueño de un antiguo obraje y de cinco haciendas. Foto: Cortesía Puebla Antigua


Más actos de abuso de poder

Ramírez Huitrón comenta que Mendoza siempre supo cómo ganar voluntades para sus causas y no solamente en los tribunales. Así continuó mejorando su posición y volviéndose más poderoso. Se rodeó de un grupo de regidores que buscaban el apoyo de sus causas a cambió de apoyarlo en todo, como cuando le autorizaron una merced de agua para su casa.

Desde que Pedro se casó con María Rosa, el matrimonio fijo su residencia en la casa número 9 de la antigua Calle de Mesones (hoy 8 Oriente 409), que más adelante se comenzó a llamar Calle del Alguacil (8 Oriente, entre 4 Norte y bulevar 5 de Mayo). Juntos procrearon 5 hijos: José Gabino, Ana María, María Rosa, María Manuela, y Manuel Antonio Mendoza y Escalante Yáñez.

En 1704 se le autorizó una paja de agua para su casa (era equivalente a una abertura de 1/3 de centímetro cuadrado que abastecía 648 litros de agua diarios). El hizo la toma del agua desde la cañería del convento de Santa Clara, pero en lugar de hacer una, hizo cinco tomas para vendérselas a las casas del rumbo. Entonces las monjas se quejaron porque les bajó el caudal de agua pero nadie hizo caso de sus reclamos”, explica.

Aunque pareciera que para él fue muy fácil consolidarse económica y políticamente en el país, el camino de Mendoza estuvo lleno de dificultades que libró gracias a su astucia y relaciones, pero fue aumentando su número de enemigos.

Diversificación de su negocio

Legalmente su contrato de abastecedor de carnero había terminado en 1703, pero siguió manejando el negocio a través de su primo, Juan Noriega de Mendoza. Así siguió monopolizando el mercado y en 1707 ganó el remate del abasto de vaca. Mendoza comenzó a intimidar a los pequeños productores de ganado y a acaparar el mayor número de tierras para el pastoreo de sus animales. La gente siguió denunciando sus abusos”, señala el investigador.

Le compró a Hilario Albar la casa del antiguo obraje de Apresa que estaba ubicado en la 2 Oriente y bulevar 5 de Mayo (hotel Casa Azulai), para adaptarlo como matadero. Tal era su influencia y poder que mandó a poner el Escudo Real en las escaleras de la casa

agrega.

Él se siguió enriqueciendo con su lucrativo negocio y los demás ganaderos buscaron la forma de perjudicarlo. En 1709 volvieron a correr el rumor de que su ganado estaba contaminado, pero los regidores lo apoyaron cuando el demostró lo contrario. Al poco tiempo su primo murió y sin ningún escrúpulo, el propio alguacil se comenzó a encargar del negocio pasando por encima del alcalde mayor, Juan José de Veytia.

Al ver que su negocio de la carne se tambaleaba, Mendoza se diversificó para mantener su capital. En 1711 compró dos haciendas en el distrito de Tlapa (antes Puebla hoy Guerrero) por las que pago 20 mil 465 pesos, se llamaban Copala. En ellas tenía huertas de cacao, trapiche de azúcar, ganado mayor, crianza de toro y ganado vacuno”, detalla.

Aprovechando sus relaciones, Pedro de Mendoza comenzó a administrar la Real Hacienda. Participó en la administración del pulque y de los tributos de Tepeaca. Así se convirtió en uno de los personajes más ricos y poderosos de Puebla.

El alguacil se vestía de terciopelo y seda, viajaba a bordo de un elegantísimo forlón construido de maderas doradas con abundantes flecos, borlas y campanillas de seda. Era poseedor de una casa, un obraje, y las haciendas de Copala, Atotonilco, San Antonio, San Bartolomé y San Mateo menciona.

Los problemas que tenía con el alcalde mayor Juan José de Veytia fueron muchos, hasta que este le dijo al virrey que renunciaría a su cargo si Mendoza seguía haciendo de las suyas. Entonces en 1712 le quitaron el abasto de carne y se quedó con el cargo José de Villaseptién, quien sacó a la luz pública los abusos e irregularidades que había cometido el alguacil. Pero otra vez por sus influencias, en 1716 Mendoza obtuvo una real provisión que le autorizaba el manejo de los rastros”, agrega.

Todo termino en 1720, cuando el Consejo de Indias decretó el fin de la participación de Pedro de Mendoza en los abastos de la ciudad. Pero esto no bastó para terminar con él, porque entonces comenzó a controlar las elecciones de alcaldes ordinarios y recibía dinero a cambio de nombramientos.

El secreto oculto del alguacil mayor

Mendoza tenía muchos enemigos y no solamente por la forma en la que había acumulado su fortuna, también por su papel político como líder del Cabildo. Pocos conocían el secreto que había dejado en Asturias antes de partir a la Nueva España, pero alguien lo traicionó y él nunca supo quién.

El investigador relata que, cuando Mendoza se comprometió con María Rosa, en 1701, le confesó a su suegro Marcos Yánez Remusgo, su secreto. Éste era fiscal del Santo Oficio y le sugirió que se presentara para declararse culpable del hecho porque la Inquisición era piadosa con quienes lo hacían.

Mendoza se presentó ante el Santo Oficio y se declaró culpable de bigamia. Explicó que poco antes de embarcarse a la Nueva España sus familiares lo presionaron para que firmara una carta en la que autorizaba que lo casaran con María Manuela de Noriega en su ausencia. Pero el documento del matrimonio realizado en España, supuestamente fue destruido por su primo, y al no tener pruebas del hecho, no procedió ningún cargo.

Mendoza había abandonado su tierra dejando pendiente una cuenta de honor. El fiscal del Santo Oficio dijo que ´era deudor de la virginidad de doña Manuela. Entonces fue encarcelado por la Inquisición el 28 de enero de 1725 (tenía 45 años) y recibió sentencia condenatoria el 31 de octubre señala.


Además de practicar la confesión, rezo del Rosario y otras prácticas espirituales, se le impuso una multa de 4 mil pesos y el destierro por 10 años de la Nueva España. Este último fue el castigo más grave, pero también el haber permanecido en prisión porque abandonó por completo sus negocios, que se vieron muy afectados, y con trabajos pudo pagar la multa y 680 pesos de los gastos de la cárcel”, agrega.

Antes de ser trasladado a Veracruz para que se embarcara a España, la escolta que lo llevaba al puerto se detuvo en su hacienda de San Mateo en donde Mendoza le firmó a su esposa María Rosa un poder para administrar todas sus propiedades. También emancipó a su hijo José para que en su ausencia desempeñara su cargo, como alguacil mayor.

Ya en España, Mendoza no paró hasta desestimar su matrimonio con Manuela. Pero su entusiasmo se fue esfumando poco a poco hasta que finalmente obtuvo una bula del Papa, después de una sustanciosa paga. Su primer matrimonio quedó anulado, pero esto no sirvió de nada porque los inquisidores novohispanos la desaparecieron para que no tuviera efecto. Cansado y enfermo, falleció completamente solo en 1740”, concluye el investigador.

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Pedro de Mendoza y Escalante murió a los 60 años desterrado del país en el que se enriqueció y en donde se volvió un hombre temible, sin que la fortuna y el poder que había amasado durante su vida, sirviera para recuperar lo perdido.

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