En la Revolución Mexicana participaron varios hombres y mujeres, pero también estuvo un sector que casi no es mencionado en los libros de historia, se trata de varios niños y niñas que perdieron su infancia en este conflicto, pues tuvieron que salir a pelear como si fueran cualquier adulto.
Su rol en este conflicto fue más importante de lo que se cree, pues los especialistas estiman que en ese momento los menores representaban alrededor del 40 por ciento de la población total, por lo que eran un número muy importante de combatientes que se levantó en contra del gobierno del general Porfirio Díaz.
Son escasos los registros que se tienen de su papel en este acontecimiento, aunque, varios fotógrafos anónimos pudieron capturar el rostro de estos pequeños combatientes. Igual, varias personas dieron su testimonio y contaron la forma en la que vivieron este suceso. Estas declaraciones igual han quedado registradas.
¿Cómo vivieron los niños la Revolución Mexicana?
Los infantes vivieron en carne propia todo lo relacionado con este conflicto bélico, pues desde sus hogares presenciaron varios enfrentamientos y para ellos era normal toparse con fusilamientos que se realizaban en plena vía pública.
Así fue como lo explicó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Andrés Iduarte Foucher contó que cuando era pequeño tuvo que salir de casa durante a la mitad la noche para ponerse a salvo, todo esto mientras escuchaba balazos, bombardeos y veía morar a la gente en la calle.
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Los niños que vivían en la Ciudad de México podían ver desde sus balcones a las tropas zapatistas. Esto dejó una huella en la mayoría de ellos, así fue como lo indicó el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
Peleaban como adultos
Los niños peleaban por los mismos ideales que los revolucionarios, ya sea de manera indirecta o directa. Cuando el conflicto estalló varias familias se unieron a este movimiento y se fueron de sus hogares con todos sus seres queridos.
Por esa razón, los niños “dejaron los juegos, las labores del hogar o de la tierra por la lucha en el campo de batalla”, precisó el INAH. Los más pequeños ayudaban a sus mamás y los tenían entre 8 y 11 años empezaban a tener acercamiento a las tareas bélicas.
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En este último caso se encargaban de ejecutar la diana militar y el redoble de tambores, igual se desempañaban como aguadores, caballerangos, mensajeros, centinelas y espías. Era después de los 12 años cuando se convertían en soldados.
"Habiendo recibido su arma, que casi los superaba en peso y tamaño, con uniforme o sin él, incursionaban en el campo de batalla”, explicó el organismo antes citado. También estaban las niñas villistas, quienes ayudaban a sus madres a atender a los soldados. No hay cifras exactas de los niños que murieron en combate o cuantos quedaron desamparados.