/ jueves 1 de agosto de 2024

Rosticerías Toledo, negocio que sueña con resurgir | Clásicos Poblanos

El éxito de Rosticerías Toledo en su momento era innegable y se convirtió en todo un fenómeno en Puebla

Rosticerías Toledo ha sido durante décadas un ícono gastronómico en la ciudad de Puebla. Fundada en 1968 por los hermanos Martínez Tello, este negocio de pollos asados y platillos complementarios logró consolidarse como uno de los favoritos de las familias entre los años 70 y 90, convirtiéndose en un clásico poblano. Hoy día aún existen dos establecimientos: uno en Plaza San Pedro y otro sobre la calle 5 de Mayo, en el centro histórico.

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Los orígenes de este emblemático restaurante se remontan a la década de los 60, cuando la señora Carmen Pérez Tello, madre de los cuatro hermanos fundadores, poseía una granja de pollos ubicada atrás del Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec (CENHCH), misma que abastecía a más negocios de la ciudad.

El comienzo de Rosticerías Toledo

Fue a partir de esa materia prima que los hermanos Martínez Tello, Vicente, Enrique, Joaquín y Alberto decidieron abrir su primera rosticería en la 5 Sur 1708 de la ciudad de Puebla, en un local instalado en la casa de su mamá.

El primer local, inaugurado en 1968, tuvo un éxito inmediato. Mientras que el primer día solo se vendieron 3 pollos, al día siguiente fueron 5 y luego 10, hasta que poco a poco la demanda fue en constante aumento.

Estaba a la vuelta de la gasolinera Toledo, en contra esquina de Comercial Mexicana que era la primera tienda departamental del momento y todos los poblanos asistían, por lo que aprovechaban para comprar sus pollos con nosotros. El nombre de Toledo se le puso porque antes ahí había un rancho llamado así y la calle tenía ese nombre”, recuerda Joaquín Martínez, tercera generación que está a cargo del establecimiento en Plaza San Pedro.

Empiezan a expandirse

Motivados por este fenómeno, los hermanos no tardaron en expandir el negocio, abriendo más sucursales a lo largo de la 5 de Mayo, la 8 Poniente, la 2 Poniente y la 11 Sur, entre otras ubicaciones estratégicas de la ciudad, más dos rosticeros móviles que iban a los municipios de Atlixco y Tepeaca.

Pero el crecimiento de Rosticerías Toledo no se detuvo ahí. Los hermanos también abrieron locales fuera del estado de Puebla, en Veracruz, Jalapa, Pachuca y Cuernavaca, logrando así consolidar su presencia a nivel regional.

Había siempre mucho trabajo, abrir un negocio implicaba estar de lleno dentro del local, te quedan los dedos hinchados por el trabajo que se hacía, eran épocas muy bonitas las que se vivían, se disfrutaba (…) Hubo tiendas que jalaron mucho, otras que no tanto, es como todo menciona el hijo de uno de los fundadores.

También abrieron dos locales de pollo crudo de venta al público, se llamaban Los Bararateros. En la 5 Norte y 14 Poniente y el otro en la 9 Poniente y 11 Sur.

El primer local fue inaugurado en 1968 y tuvo un éxito inmediato. Foto: Bibiana Diaz / El Sol de Puebla


Drive in Toledo

Incluso llegaron a inaugurar un concepto innovador llamado Drive In Toledo en la 23 Poniente y 13 Sur, donde se vendían hamburguesas, salchichas y malteadas. En este lugar las personas iban en su vehículo y desde ahí los atendían, siendo todo un éxito en su momento.

No había el concepto de la hamburguesa, malteada, salchicha aquí en Puebla, pero mi tío Alberto lo trajo de Estados Unidos, trajo la maquinaria y así fue como nació Drive In Toledo afirma Joaquín


La Ola y Baden Baden

Más allá de los pollos asados, los hermanos Martínez Tello diversificaron su oferta gastronómica, abriendo también la cervecería La Ola en el centro de Puebla y el restaurante Baden Baden sobre la 11 Sur, donde además de sus tradicionales platillos, ofrecían chamorros, botana y jarras de cerveza.

El éxito de Rosticerías Toledo era innegable. Se convirtió en todo un fenómeno en Puebla, consolidándose como uno de los restaurantes favoritos de las familias poblanas. Sus productos estrella, como el pollo, el conejo, las cabezas, las banderillas, las hamburguesas y los hot dogs cautivaron a generaciones de comensales. Incluso en época decembrina, llegaron a vender más de 10 mil pollos.

Además de que la familia también adquirió más rosticerías de la zona, para acaparar el mercado: la Rosticería Toledo de la 2 Poniente (frente al edificio Alles); sobre la 5 de Mayo, entre la 4 y 6 Poniente, Chips, entre la 8 y 10 Oriente y el Malolo, que aún sigue sobre la 5 de Mayo y 8 Oriente.

Años 2000, empieza la caída

Sin embargo, todo comenzó a cambiar a partir del año 2000. La sociedad entre los hermanos Martínez Tello empezó a fracturarse debido a diferencias en la forma de pensar y administrar el negocio.

Sumado a ello, el aumento en los costos de renta de los locales y la competencia provocó que cada uno de los hermanos se quedara con algunas de las sucursales. Esto desencadenó el cierre paulatino de la mayoría de los establecimientos.

El sexenio de Carlos Salinas de Gortari nos afectó mucho la verdad, entonces durante su sexenio las ventas empezaron a bajar, pero nos mantuvimos. Fue finalmente que a principios del 2000 se dividieron tiendas, pero ya no era lo mismo, se juntaron factores, cada quien sabe qué pasó, pero poco a poco se fueron cerrando hasta como estamos en la actualidad describe Martínez.


Debido a factores como los costos elevados y la fractura de la sociedad entre los hermanos, el negocio comenzó a decaer. Foto: Bibiana Diaz / El Sol de Puebla


¿Resurgimiento de Toledo?

Hoy en día solo quedan dos sucursales de Rosticerías Toledo en funcionamiento de las más de 18 que se llegaron a abrir: una en Plaza San Pedro y otra sobre la 5 de Mayo, entre la 8 y 10 Oriente, que está a cargo del primo de Joaquín. “Por lo menos aquí en San Pedro vienen muchas personas y recuerdan con nostalgia el negocio, ahora ya vienen con sus nietos, bisnietos, es bonito”, confiesa.

Pese a este declive, la tercera generación sigue albergando la esperanza de que el negocio pueda volver a resurgir y recuperar el esplendor de sus mejores años, es por eso que Joaquín comenta que no descarta que pronto él y su hijo vuelvan a abrir más tiendas:

Sí pensamos abrir más sucursales, tenemos la ilusión de que se abran más, ya he platicado con mi hijo y sí lo estamos pensado hacer, seguramente se llegue a dar, costará mucho trabajo, pero está en mente

La historia de Rosticerías Toledo es un reflejo de los altibajos que enfrentan los emprendimientos a lo largo del tiempo. Pero también es la evidencia del legado y la impronta que pueden dejar aquellos negocios que logran consolidarse como íconos gastronómicos en la memoria colectiva de una ciudad.

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Si bien hoy en día quedan recuerdos, el nombre de Rosticerías Toledo sigue evocando en los poblanos recuerdos de una época dorada, cuando este emblemático restaurante familiar se convirtió en toda una tradición.


Rosticerías Toledo ha sido durante décadas un ícono gastronómico en la ciudad de Puebla. Fundada en 1968 por los hermanos Martínez Tello, este negocio de pollos asados y platillos complementarios logró consolidarse como uno de los favoritos de las familias entre los años 70 y 90, convirtiéndose en un clásico poblano. Hoy día aún existen dos establecimientos: uno en Plaza San Pedro y otro sobre la calle 5 de Mayo, en el centro histórico.

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Los orígenes de este emblemático restaurante se remontan a la década de los 60, cuando la señora Carmen Pérez Tello, madre de los cuatro hermanos fundadores, poseía una granja de pollos ubicada atrás del Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec (CENHCH), misma que abastecía a más negocios de la ciudad.

El comienzo de Rosticerías Toledo

Fue a partir de esa materia prima que los hermanos Martínez Tello, Vicente, Enrique, Joaquín y Alberto decidieron abrir su primera rosticería en la 5 Sur 1708 de la ciudad de Puebla, en un local instalado en la casa de su mamá.

El primer local, inaugurado en 1968, tuvo un éxito inmediato. Mientras que el primer día solo se vendieron 3 pollos, al día siguiente fueron 5 y luego 10, hasta que poco a poco la demanda fue en constante aumento.

Estaba a la vuelta de la gasolinera Toledo, en contra esquina de Comercial Mexicana que era la primera tienda departamental del momento y todos los poblanos asistían, por lo que aprovechaban para comprar sus pollos con nosotros. El nombre de Toledo se le puso porque antes ahí había un rancho llamado así y la calle tenía ese nombre”, recuerda Joaquín Martínez, tercera generación que está a cargo del establecimiento en Plaza San Pedro.

Empiezan a expandirse

Motivados por este fenómeno, los hermanos no tardaron en expandir el negocio, abriendo más sucursales a lo largo de la 5 de Mayo, la 8 Poniente, la 2 Poniente y la 11 Sur, entre otras ubicaciones estratégicas de la ciudad, más dos rosticeros móviles que iban a los municipios de Atlixco y Tepeaca.

Pero el crecimiento de Rosticerías Toledo no se detuvo ahí. Los hermanos también abrieron locales fuera del estado de Puebla, en Veracruz, Jalapa, Pachuca y Cuernavaca, logrando así consolidar su presencia a nivel regional.

Había siempre mucho trabajo, abrir un negocio implicaba estar de lleno dentro del local, te quedan los dedos hinchados por el trabajo que se hacía, eran épocas muy bonitas las que se vivían, se disfrutaba (…) Hubo tiendas que jalaron mucho, otras que no tanto, es como todo menciona el hijo de uno de los fundadores.

También abrieron dos locales de pollo crudo de venta al público, se llamaban Los Bararateros. En la 5 Norte y 14 Poniente y el otro en la 9 Poniente y 11 Sur.

El primer local fue inaugurado en 1968 y tuvo un éxito inmediato. Foto: Bibiana Diaz / El Sol de Puebla


Drive in Toledo

Incluso llegaron a inaugurar un concepto innovador llamado Drive In Toledo en la 23 Poniente y 13 Sur, donde se vendían hamburguesas, salchichas y malteadas. En este lugar las personas iban en su vehículo y desde ahí los atendían, siendo todo un éxito en su momento.

No había el concepto de la hamburguesa, malteada, salchicha aquí en Puebla, pero mi tío Alberto lo trajo de Estados Unidos, trajo la maquinaria y así fue como nació Drive In Toledo afirma Joaquín


La Ola y Baden Baden

Más allá de los pollos asados, los hermanos Martínez Tello diversificaron su oferta gastronómica, abriendo también la cervecería La Ola en el centro de Puebla y el restaurante Baden Baden sobre la 11 Sur, donde además de sus tradicionales platillos, ofrecían chamorros, botana y jarras de cerveza.

El éxito de Rosticerías Toledo era innegable. Se convirtió en todo un fenómeno en Puebla, consolidándose como uno de los restaurantes favoritos de las familias poblanas. Sus productos estrella, como el pollo, el conejo, las cabezas, las banderillas, las hamburguesas y los hot dogs cautivaron a generaciones de comensales. Incluso en época decembrina, llegaron a vender más de 10 mil pollos.

Además de que la familia también adquirió más rosticerías de la zona, para acaparar el mercado: la Rosticería Toledo de la 2 Poniente (frente al edificio Alles); sobre la 5 de Mayo, entre la 4 y 6 Poniente, Chips, entre la 8 y 10 Oriente y el Malolo, que aún sigue sobre la 5 de Mayo y 8 Oriente.

Años 2000, empieza la caída

Sin embargo, todo comenzó a cambiar a partir del año 2000. La sociedad entre los hermanos Martínez Tello empezó a fracturarse debido a diferencias en la forma de pensar y administrar el negocio.

Sumado a ello, el aumento en los costos de renta de los locales y la competencia provocó que cada uno de los hermanos se quedara con algunas de las sucursales. Esto desencadenó el cierre paulatino de la mayoría de los establecimientos.

El sexenio de Carlos Salinas de Gortari nos afectó mucho la verdad, entonces durante su sexenio las ventas empezaron a bajar, pero nos mantuvimos. Fue finalmente que a principios del 2000 se dividieron tiendas, pero ya no era lo mismo, se juntaron factores, cada quien sabe qué pasó, pero poco a poco se fueron cerrando hasta como estamos en la actualidad describe Martínez.


Debido a factores como los costos elevados y la fractura de la sociedad entre los hermanos, el negocio comenzó a decaer. Foto: Bibiana Diaz / El Sol de Puebla


¿Resurgimiento de Toledo?

Hoy en día solo quedan dos sucursales de Rosticerías Toledo en funcionamiento de las más de 18 que se llegaron a abrir: una en Plaza San Pedro y otra sobre la 5 de Mayo, entre la 8 y 10 Oriente, que está a cargo del primo de Joaquín. “Por lo menos aquí en San Pedro vienen muchas personas y recuerdan con nostalgia el negocio, ahora ya vienen con sus nietos, bisnietos, es bonito”, confiesa.

Pese a este declive, la tercera generación sigue albergando la esperanza de que el negocio pueda volver a resurgir y recuperar el esplendor de sus mejores años, es por eso que Joaquín comenta que no descarta que pronto él y su hijo vuelvan a abrir más tiendas:

Sí pensamos abrir más sucursales, tenemos la ilusión de que se abran más, ya he platicado con mi hijo y sí lo estamos pensado hacer, seguramente se llegue a dar, costará mucho trabajo, pero está en mente

La historia de Rosticerías Toledo es un reflejo de los altibajos que enfrentan los emprendimientos a lo largo del tiempo. Pero también es la evidencia del legado y la impronta que pueden dejar aquellos negocios que logran consolidarse como íconos gastronómicos en la memoria colectiva de una ciudad.

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Si bien hoy en día quedan recuerdos, el nombre de Rosticerías Toledo sigue evocando en los poblanos recuerdos de una época dorada, cuando este emblemático restaurante familiar se convirtió en toda una tradición.


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