El Barrio de San Antonio se estableció en el siglo XVI en la periferia norte de la ciudad.
Hacia finales del siglo XIX, ya se ejercía ahí la prostitución de manera velada, pero fue hasta principios del siglo XX que la autoridad declaró la zona de tolerancia.
La combinación del ir y venir de prostitutas, padrotes y borrachitos que salían de los bares, contrastaba con la estampa de la iglesia donde se encuentra el Santo Patrono de los amores imposibles y los niños que pasaban para ir a la escuela oficial de la zona.
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También se establecieron cabarets y fue en uno de ellos que el famoso compositor, Agustín Lara, quedó marcado del rostro para siempre.
El barrio y su templo
El Barrio de San Antonio se estableció en el siglo XVI en la periferia norte de la antigua Ciudad de los Ángeles. Fue fundado por familias de trabajadores que compartieron sus costumbres, tradiciones y religión, a lo largo de los siglos.
Los vecinos de San Antonio se asentaron alrededor de una ermita que ellos mismos levantaron y dedicaron a Santa Bárbara, conocida como la mártir católica de la tormenta y el rayo, para que esta los cuidara de las inclemencias del tiempo.
“La ermita le fue adjudicada a los friales franciscanos conocidos como dieguiños, quienes en su lugar construyeron un templo que, en 1702 (siglo XVII), ya era conocido como “la iglesia nueva de San Antonio”. Cuya advocación estaba dedicada a San Antonio de Padua a quien se le conoció como San Antoñito”, detalla el investigador Gustavo Velarde Tritschler.
Refiere que la huerta de los dieguiños estaba situada sobre la 5 de Mayo y 24 Poniente. Tras recibir el permiso del ayuntamiento, en 1849 (siglo XIX), los franciscanos convirtieron su huerta en cementerio. La portada de acceso era una joya arquitectónica diseñada por José Manzo Jaramillo en 1854.
Agrega que durante la guerra de Reforma (1858-1861), la iglesia de San Antonio fue destruida por los liberales que luchaban por sus ideales. Más tarde fue reconstruida y tres calles del barrio recibieron los nombres de tres jefes liberales: Ocampo, Valle y de La Llave.
Hacia principios del siglo XX, estás calles del barrio de San Antonio, albergaron tugurios y cabarets que delimitaron la zona roja de la ciudad.
En su libro “Los Barrios Antiguos de Puebla”, la maestra Emma García Palacios, dice que San Antonio comprende las avenidas 20 a 32 Poniente, entre las calles 3 Norte y 5 de Mayo.
Vida en el barrio rojo
Existe registro de que la prostitución se ejerció de manera velada en el barrio de San Antonio hacia finales del siglo XIX, cuando la autoridad ya tenía regulado el ejercicio de la profesión.
En 1898, una hermosa francesa de 23 años se adhirió al padrón de prostitutas de la ciudad de Puebla.. Era de tez blanca, estatura baja, cabello castaño, ojos claros, nariz afilada y boca regular, se llamaba Miñón Gidaud. Dicen que se avecinó en un prostíbulo del Barrio de San Antonio. Otra francesa, Margarita Matel, oriunda de Bordeux, aparece en el mismo padrón el 28 de noviembre de 1902. (Fuente: AGMP).
Hacia finales del siglo XIX y principios del XX, la prostitución en Puebla comenzó a ejercerse en lugares delimitados y aceptados por la autoridad que son conocidos como zona de tolerancia o zona roja, llamada así por las luces neón que sobresalen en la oscuridad de la noche. En estos sitios también había cabarets o centros nocturnos en los que, supuestamente, la gente acudía por diversión.
“En el barrio de San Antonio, esta actividad contrastó con el templo y el cementerio. No se sabe con exactitud cuándo se comenzó a ejercer la prostitución en el barrio pero en los años 20 (siglo XX) ya se conocía como la zona roja de la ciudad”, señala Velarde, quien recuperó las memorias del poeta Ángel Campos Ávila, y del arquitecto Víctor Manuel Terán, acerca del ambiente que se vivió en la zona de tolerancia.
La zona de tolerancia comenzaba por el lado de la 24 y 26 Oriente con una hilera de cuartuchos y accesorias que estaban alineadas a la calle con entradas iguales en donde las prostitutas se sentaban de pierna cruzada, entre las 11 y 12 horas del día.
“De acuerdo a su categoría y aspecto, les llamaban peseteras o tostoneras, por la moneda antigua que equivalía a 50 centavos y era conocida como ´tostón´”, detalla.
Las tostoneras cobraban un tostón por “un brinquito”, y las peseteras 25 centavos. Estas últimas eras menos agraciadas y tal vez mayores.
“Al callejón Melchor Ocampo se le conocía como ´el callejón del pujido´ (por obvias razones). Ahí también se encontraba el cabaret más asistido, se llamaba ´El Molino Rojo´, donde dicen había un hombre afeminado, muy ocurrente, que cuidaba a las prostitutas y era conocido como ´el Mati´”, relata.
En la 20 Oriente estaba otro cabaret que era “El Jacalito” y casi llegando a la 2 Norte, te encontrabas con “Max”, que tenía la misma actividad que el Mati, lo mismo que “Fernandito”, era un señor mayor, muy arrugado, que para disfrazarse las canas se oxigenaba el pelo. En el lenguaje de aquel entonces les decían jotos o mariposones y eran los que le daban folclor a la zona roja.
“Era curiosa la mezcla del templo donde se encuentra el Santo Patrono de los amores imposibles (San Antonio de Padua), la prostitución y los niños porque por ahí pasaban muchos chamacos que iban a la secundaria oficial Gustavo P. Marh, en la 5 de Mayo entre la 18 y 20 Oriente. Cuando se inauguró el Estadio Ignacio Zaragoza (1952) también pasaban por ahí aficionados a los deportes que ya habían hecho su camino real, de subida o de bajada, para ver a “la morenasa´”, advierte.
“En el callejón del pujido había una morena grandota, de pelo chino que no estaba nada fea y le decían ´la jarocha´ que, según las malas lenguas, hacía trabajos completos”, agrega.
Proliferan los cabarets
Para los que frecuentaban el barrio, la zona era alegre y hasta cómica, por la combinación del ir y venir de prostitutas, padrotes, borrachitos que salían de los bares y hasta de los gendarmes que cuidaban el orden.
El investigador comenta que en los años treinta comenzaron a proliferar los cabarets que se anunciaban con letreros luminosos que le daban alegría al barrio por las noches. Había ambientes para bailar con grandes orquestas y cantantes que venían de la Ciudad de México.
“Había quien iba a bailar a los cabarets y quien se iba a echar su canita al aire con las prostitutas, pero previamente se tomaban unas copitas para darse valor. A pesar de que la zona roja de San Antonio era popular y había pandillas, aseguran que las personas no corrían peligro si no buscaban pleito”, señala.
Durante el día, eran muy frecuentadas las cantinas con rocolas y al caminar por esas calles se escuchaban la música a todo volumen. Las melodías más comunes eran “La mujer del puerto”, “Frenesí”, “Fruta verde”, “Farolito”, “Rosa”, “Aventurera y “Santa”, estás dos últimas composiciones de Agustín Lara.
“El Flaco de Oro estuvo viviendo en Puebla con su pareja que era poblana y se llamaba Angelina Bruschetta. Fue la mujer más importante Agustín Lara, a quien le dedicó la mayoría de sus composiciones. Él tocaba el piano en el cabaret La Gatita del barrio San Antonio que era de los de mejor categoría”, asegura.
Fue en este cabaret donde le rajaron la cara a Agustín Lara, cuando se suscitó una escena de celos entre una chica muy bonita que llegó a divertirse y una mujer que se llamaba Rosa. Dicen que, en un ataque de celos, la Rosa se le lanzó encima al Flaco de Oro y con un pasador que usaban en el peinado le rajó la cara para dejársela marcada de por vida.
“Otros cabarets que surgieron en la zona fueron el “Salón Azul” que estaba en la 3 Norte y 20 Poniente. “El capullito de Alelí” estaba en la 22 Poniente. En la 5 de Mayo y 6 Poniente, “La bombilla” y llegando a la 22 Poniente, estaban en contra esquina dos: “El Danubio azul” y “La muñeca”. Los de mejor categoría eran ´La casa de Amparo´, ´La casa de Esperanza Conde´ y ´La casa de Ángela Conchillos´”, concluye Velarde.
El 30 de septiembre de 1958, durante la presidencia municipal de Rafael Artasánchez, la zona roja de San Antonio fue clausurada y desmantelada porque la zona ya se estaba extendiendo al sur, hacia el centro de la ciudad. Para ejercer la prostitución fue designada la calle 90 Poniente, en la junta auxiliar San Jerónimo Caleras.