La historia detrás del negocio Tortas Tío Memo es un testimonio de perseverancia y tradición. Fundado en 1946 por Felipe Guillermo León Soto y Amalia Sánchez, ambos originarios de Oaxaca, pero radicados en el antes llamado Distrito Federal, este comercio de comida callejera ha dejado una huella imborrable en la escena gastronómica de Puebla. A lo largo de los años, Tortas Tío Memo ha prosperado gracias a su ubicación estratégica, la combinación de sabores oaxaqueños y poblanos, y la dedicación de varias generaciones de la familia.
Felipe y Amalia, en busca de nuevas oportunidades, decidieron mudarse a Puebla después de que un accidente en el laboratorio de Felipe, ya que era Químico, provocara su cierre. Con lo poco que les quedaba de dinero, tomaron el tren y llegaron a Puebla con la esperanza de iniciar un negocio propio. Fue así como encontraron un pequeño portal entre la 16 Oriente y la 11 Sur, donde comenzaron a vender comida de diferentes tipos para ganarse la vida, y luego se especializaron en las tortas.
“Le pusieron Tortas Tío Memo porque en Oaxaca tienen mucho de decirle ´tío´ a las personas, y lo de Memo fue por mi bisabuelo, fue así que surgió el nombre (…) mi bisabuelo no llegó joven, sino que ya tenía sus 50 años de edad”, afirma el bisnieto de los fundadores, Carlos Alfaro Méndez, quien actualmente está a cargo del negocio familiar, ahora ubicado sobre la 7 Sur, entre 13 y 15 Poniente.
La estación del tren
El emprendimiento rápidamente comenzó a crecer, gracias en gran parte a su proximidad a la estación de tren. La clientela principal eran las personas que llegaban en dicho transporte, incluyendo a familias, empresarios y actores que buscaban una deliciosa comida después de su viaje. Las tortas de milanesa se convirtieron en el plato estrella; se estima que se vendían entre dos mil y tres mil tortas al día. Este éxito se debió no solo a la calidad de la comida, sino también a la combinación de la gastronomía oaxaqueña y poblana con la torta en horno de piedra.
“Muchos decían que venir a Puebla y no pasar por las tortas Tío Memo era como no ir al Zócalo; realmente era increíble ver cómo cuando llegaba el tren en cuestión de diez minutos se vaciaban todas las tortas preparadas”, recuerda Carlos.
Memo y Amalia fueron pioneros al agregar quesillo a sus tortas, asegura el bisnieto, una práctica que se ha mantenido hasta el día de hoy. Esta mezcla de sabores cautivó a los comensales y pronto se convirtió en una característica distintiva de Tortas Tío Memo. La empresa familiar se consolidó y pasó de generación en generación, con la hija de Felipe y Amalia, Olga Imelda, tomando las riendas del negocio y sucesivamente con el nieto, Carlos Felipe Alfaro León, y los bisnietos Carlos y María Rosa.
¿Carne de caballo?
Entre risas, el bisnieto recuerda que entre las décadas de 1960 y 1970 los intentaron “difamar”, ya que un reportero de un periódico (La Alarma de Puebla) le informó a la gente que las tortas estaban hechas con carne de caballo, pero fuera de que les perjudicara, les benefició:
“Mi papá decía que fama buena o mala siempre iba a ser fama (…) lo que en realidad pasó fue que el reportero se había peleado un día antes aquí en el negocio y su mejor opción fue crearnos esa historia, pero era falsa, nuestra carne siempre fue de res”.
Casi pierden el negocio
La transición generacional no estuvo exenta de desafíos para la familia de Tortas Tío Memo. Después de rentar el portal durante 40 años, la dueña decidió venderlo a los propietarios del negocio. Sin embargo, tras el fallecimiento de Olga, uno de los trabajadores se apropió de la tortería y prácticamente dejó fuera del negocio a la familia. Fue un momento difícil para la familia, que vio cómo su legado estaba en peligro.
“(…) el negocio tuvo tanto éxito que el tema del papeleo prácticamente no les importaba, ni el nombre; mientras a ellos les fuera bien y hubiera trabajo ellos estaban contentos, además de que todos los conocían, pero por ese detalle más adelante estuvieron los problemas”, detalla Carlos.
Afortunadamente, en el año 2000, el bisnieto de Felipe y Amalia logró recuperar el nombre y la imagen corporativa de Tortas Tío Memo, pero ya no el local, por lo que actualmente en ese sitio hay una tortería con las iniciales TM, que quieren decir Tortas Moreno, pero que buscan “engañar” a la gente con las iniciales del negocio que tuvo tanto éxito en décadas pasadas.
Mudanza
A pesar de eso, con determinación y pasión, Carlos Felipe revivió el negocio y decidió mudarlo a la nueva ubicación, sobre la 7 Sur, donde está actualmente.
El renacimiento de Tortas Tío Memo fue un hito significativo en la historia del negocio. Carlos no solo recuperó el nombre y la imagen corporativa, sino que también se esforzó por preservar el legado gastronómico de su familia. La mudanza a la nueva ubicación permitió al negocio de tortas reinventarse y adaptarse a las necesidades cambiantes de sus clientes.
Actualmente, las tortas de Tío Memo continúan deleitando los paladares de los comensales, combinando los sabores oaxaqueños y poblanos en cada bocado, con alrededor de 40 sabores diferentes. El negocio ha mantenido su popularidad y se ha convertido en un punto de referencia culinario en Puebla. La dedicación y el amor por la tradición gastronómica han sido los pilares del éxito de este negocio familiar.
“Yo no sé si sea la última generación de Tortas Tío Memo, he tratado de que todo lo artesanal continúe, mi hijo tiene muchas cosas en mente, pero ya totalmente ajenas a este negocio; para emprender con la comida te tiene que gustar, esa es la verdad”, reflexiona el actual propietario.
Tío Memo es más que un simple negocio de comida. Es un legado familiar, una historia de resiliencia y un símbolo de la fusión cultural y culinaria. La pasión por la gastronomía y el deseo de compartir sabores auténticos han convertido a este negocio en un referente en Puebla. La próxima vez que disfrutes de una deliciosa torta en Tortas Tío Memo recuerda que estás siendo parte de una historia que se remonta a 1946 y que, 77 años después, continúa siendo escrita por generaciones de la familia León Soto.