Martin Tritschler fue el primer alemán en radicar en Puebla. Llegó a la ciudad en 1833 y se integró tan bien a la comunidad que solicitó la ciudadanía mexicana.
Fundó un exitoso negocio de relojería que más tarde abandonó para tomar las armas y defender al país durante la intervención norteamericana, en la que fue aprehendido y sentenciado a muerte.
Mostró su gran corazón y filantropía cuando ocurrió la explosión de la Colecturía del Diezmo en Chalchicomula, al aportar gran parte de su capital para socorrer a los sobrevivientes.
Fue padre de los arzobispos mexicanos Martín y Guillermo Tritschler y Córdova, y el primer mexicano en izar la bandera de México en la montaña más alta del país, el Pico de Orizaba.
De oficio relojero
Martin Tritschler formó parte de la primera generación de extranjeros, no españoles, que llegaron a Puebla después de haberse consumado la Independencia del país.
Nació el 22 de octubre de 1814 en Ebenemooshof, una granja construida en el siglo XV en la Selva Negra, al suroeste de Alemania, donde las familias se dedican a la fabricación de relojes.
“A la edad de 19 años se embarcó en un largo viaje hacia América con la idea de buscarse un futuro promisorio al fabricar y comercializar relojes en un nuevo mercado. Porque las leyes de la granja dicen que el hermano más joven, el menor, es el único y legítimo heredero”, expone el investigador Gustavo Velarde Tritschler, miembro de la quinta generación de la familia.
Refiere que como Martin tenía seis hermanos y el más chico es el que heredaría la granja tuvo que salir de ahí para buscarse la vida por otro lado, no sin antes recibir una compensación económica del hermano heredero.
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El primer germano en la ciudad
Tritschler llegó a Puebla en 1833, justo cuando la ciudad enfrentaba su primera epidemia de cólera, que causó la muerte de más de tres mil personas, y él fue uno de los sobrevivientes. Al ser católico, fue muy bien recibido y se integró de inmediato a la comunidad.
“En ese entonces mi tatarabuelo era el único inmigrante alemán en Puebla. En el Archivo General Municipal encontré un censo en el que dice que vivió en el número 10 de la antigua calle de Mercaderes, hoy 2 Norte, entre Palafox y Mendoza y 2 Oriente. En el edificio donde hoy está el Vip´s del centro”, detalla.
Inició su negocio con un taller de relojería que prosperó muy pronto por su empeño, dedicación y experiencia en el ramo, lo que lo llevó a tener su propia planta productora de relojes.
Por esta razón, y por lo bien que se sentía en la que consideraba su segunda patria, decidió permanecer en el país y solicitar la ciudadanía mexicana, que le fue otorgada el 18 de abril de 1844.
La invasión norteamericana
En 1846 Estados Unidos invadió México con el propósito de acrecentar su dominio. Su ejército desembarcó en Veracruz para dirigirse a la capital del país. Puebla sería paso obligado y sitio estratégico para las tropas norteamericanas.
Para defender la causa del país, Martin Tritschler tomó las armas, se alistó voluntariamente y fue nombrado capitán de la Guardia Nacional, un batallón de la Brigada de Arteaga con el que Puebla opondría resistencia.
“Participó en la Batalla de Cerro Gordo, que fue la primera en la que se enfrentaron las fuerzas mexicanas contra los norteamericanos. Martin fue herido considerablemente y regresó a Puebla, que había quedado desprotegida por el ejército”, señala.
Las tropas norteamericanas entraron a Puebla el 15 mayo de 1847 y tomaron la ciudad. Se acuartelaron en los edificios principales, como el Palacio de Gobierno (hoy Palacio Municipal) y San Javier (hoy Centro Integral de Servicios y Museo del Ejército, sobre Reforma y 13 Sur).
El gobierno mexicano sabía que dentro del ejército norteamericano había inconformes, irlandeses y alemanes que habían sido reclutados con falsas promesas cuando emigraron a Estados Unidos y que eran maltratados por sus superiores, por lo que ideó un plan para alentar las deserciones dentro de las filas enemigas y debilitarlos. Martin Tritschler era la persona idónea para llevarlo a cabo.
Un espía infiltrado en el ejército
“Mi tatarabuelo era el sujeto ideal para infiltrarse entre los alemanes y para ello fue comisionado por Manuel Baranda, que era el ministro de Relaciones Exteriores. Comenzó a tener contacto con ellos en secreto, les decía ‘yo vivo aquí y soy mexicano, si se cambian de bando el gobierno les ofrece tierras y dinero cuando esto se acabe’”, relata.
A cada desertor se prometió el equivalente a 10 dólares y un mínimo de 200 acres (81 hectáreas) de tierra, junto con otras gratificaciones. Hubo muchas deserciones de alemanes, más que de irlandeses, quienes se dirigieron a la Ciudad de México y así formaron el Batallón de San Patricio.
“Los norteamericanos se dieron cuenta que mi tatarabuelo platicaba con los soldados alemanes tanto en la calle como en las cantinas y además recibieron un reporte de que estaba repartiendo volantes. Lo detuvieron y lo llevaron ante el Consejo de Guerra, que lo encontró culpable de espiar y fomentar la deserción”, subraya.
Sentencia de muerte
Martin fue sentenciado a muerte por fusilamiento, pero a esas alturas no era solo un alemán que le daba trabajo a muchos poblanos en su fábrica, sino que era un mexicano que había combatido como capitán en la batalla del Cerro Gordo.
El investigador asegura que tenía muchos simpatizantes y los ánimos de la gente se empezaron a caldear. Amigos y conocidos de Tritschler pidieron que se le eximiera de su sentencia, incluso el obispo de la ciudad, Francisco Pablo Vázquez.
En ese momento Puebla era habitada por 80 mil personas y ante la preocupación de los norteamericanos por un posible disturbio, la sentencia de fusilamiento, que se llevaría a cabo el 19 de junio de 1847, fue cancelada.
“Mi tatarabuelo salió de prisión, pero permaneció bajo vigilancia hasta que las tropas abandonaron la ciudad”, subraya.
El héroe de guerra
Cuando finalizó la intervención estadounidense, en la que México perdió más de la mitad de su territorio, se volvió a constituir el gobierno. Martin Tritschler fue tratado como héroe de guerra y recibió reconocimientos como tal.
En 1849 el Congreso lo nombró ciudadano honorífico del Estado de Puebla por sus servicios prestados durante la invasión norteamericana, cuando abandonó su honrosa y lucrativa industria para luchar por el país, y porque a pesar de haber sido aprehendido y sentenciado a muerte, siempre sostuvo con orgullo que luchó como oficial militar de las tropas mexicanas. Así le concedieron sus derechos de ciudadanía como poblano.
Un filántropo en Chalchicomula
A mediados del siglo XIX Tritschler cerró su planta de relojes y se fue a radicar a San Andrés Chalchicomula (Ciudad Serdán), que geográficamente era una región importante para el país.
“Una historiadora hizo una investigación de los extranjeros que vivían ahí y entre ellos estaba mi tatarabuelo. Ella narra que él puso una ferretería y entabló relaciones sociales con los hacendados, así conoció a su esposa”, comenta.
Las haciendas de la región producían grandes cantidades de granos y otros productos de consumo que se distribuían a todo el país y eran administradas por familias españolas como los Couttolenc, los Córdova, los Mier y los Bulnes. El diez por ciento del grano correspondiente a sus cosechas era recolectado en la Colecturía del Diezmo.
Por sus grandes dimensiones, el edificio de la colecturía sirvió para almacenar pertrechos de guerra durante la Segunda Intervención Francesa y dos meses antes de que ocurriera la Batalla del 5 de Mayo se utilizó para alojar a un número importante de soldados.
“El 6 de marzo de 1862, más de mil soldados del Ejército de Oriente llegaron a Chalchicomula y fueron recibidos en el edificio de la colecturía donde por la mañana se había almacenado el parque del ejército, estaba lleno de municiones y pólvora. Ese día por la noche hubo una explosión accidental y los cuerpos de más de mil soldados volaron por los aires”, narra sorprendido.
No solo fallecieron soldados, también murieron habitantes de la localidad. La población comenzó a rescatar a los heridos pero el escenario era desolador, había restos humanos por todas partes y no se contaba con un nosocomio para darles atención médica, agrega.
“Entonces se improvisó un hospital para recibir a los sobrevivientes y mi tatarabuelo fue el que puso el dinero para medicinas y todo lo necesario”, advierte.
Este gesto humanitario le valió a Martin un mayor reconocimiento entre los pobladores por su caridad heroica como hombre de buen corazón y filántropo.
Una familia de altura
Cinco años después de la explosión que conmocionó a la región, Martin Tritschler se casó con Rosita Córdova y Puig. Su familia era dueña de la hacienda Santa Ana y tenía un hermano que se llamaba Prisciliano, que era canónigo, secretario del Arzobispo de Puebla.
“Se casaron en junio de 1867 y tuvieron muchos hijos, como era costumbre, ocho en total. Antes los niños morían muy fácil porque la medicina no estaba tan avanzada, sobrevivieron cinco de sus hijos: Joaquín, Martín, Rosa María, Alfonso y Guillermo, el más chico. Rosita, su esposa, tuvo una complicación y falleció”, subraya.
Martin se quedó al cuidado de sus hijos y entonces su cuñado el canónigo le propuso enviar a tres de ellos a estudiar al Colegio Pío Latinoamericano de Roma en el Vaticano, que es donde se forman los sacerdotes para después regresar a América a ocupar un puesto importante en el clero.
“Se fueron sus hijos Martín, Alfonso y Guillermo, quien está registrado en la historia por ser el más pequeño en haber ingresado al Colegio Pío, llegó de 6 años. Mi tatarabuelo se quedó aquí con Joaquín y Rosa María”, dice.
Joaquín se quedó como administrador de las haciendas en Izúcar de Matamoros, de Sebastián B. de Mier, quien era amigo de su papá. Rosa María se volvió monja y estudió en Puebla con el padre José María de Yermo y Parres, que hoy es Santo.
“Su hijo Alfonso regresó de Roma y se dedicó a la arquitectura. Su hijo Martín fue el último Obispo y Arzobispo de Yucatán. Guillermo fue Obispo de San Luis Potosí y Arzobispo de Monterrey, además está en proceso de canonización”, detalla.
“Mi tatarabuelo vivió cuatro décadas a las faldas de la montaña más alta del país, el Pico de Orizaba, y fue el primer mexicano en escalar y colocar una bandera de México en la cumbre”, concluye orgulloso el investigador.
Martin Tritschler falleció a los 80 años de edad en San Andrés Chalchicomula, el 6 de enero de 1894. La única descendiente de su familia fue Carolina Tritschler, hija de Joaquín y abuela del entrevistado.