/ lunes 22 de agosto de 2022

Xochitlán de Vicente Suárez, digno representante del folklore poblano

En Xochitlán de Vicente Suárez se practican nueve bailes tradicionales y en este mismo municipio hacen todos los artículos que los danzantes necesitan 

La palabra folklore es la que alberga música, artesanías y danza. Es utilizada principalmente para hacer referencia a la cultura popular y ayuda a diferenciar las tradiciones de una región a otra. En Puebla no hay mejor lugar para darle vida a esta palabra que en Xochitlán de Vicente Suárez, pues aquí se practican nueve danzas y en el verano la mayoría de los habitantes paran sus actividades cotidianas para elaborar las máscaras y el vestuario que representarán sus costumbres.

El 22 de agosto se celebra el Día Mundial del Folklore, una fecha para enaltecer las expresiones artísticas y autóctonas de cada pueblo. De acuerdo con la Secretaría de Cultura del gobierno federal, este día tiene como objetivo difundir las costumbres mexicanas heredadas, así como preservadas, de generación en generación, en los diferentes estados del país.

Dos días después, el 24 de agosto, el municipio de Xochitlán (ubicado en la sierra norte) celebra su fiesta patronal en honor a San Bartolomé Apóstol. Es como si se hubieran puesto de acuerdo con el mes de celebración, pues los pobladores le hacen honor a la palabra folklore y hacen más visible su sentido de pertenencia, principalmente a través de sus danzas. "Folk" significa pueblo y "lore" acervo: el acervo del pueblo.

Son nueve las danzas que se efectúan en Xochitlán de Vicente Suárez: Voladores, Migueles, Santiagos o Pilatos, Matachines, Negritos, Toreadores, Españoles, Moros y Tocotines. Todas hacen referencia a la llegada de los españoles, al catolicismo y cómo se fue transformando la vida en esta demarcación.

De acuerdo con Carolina Rodríguez Sánchez, licenciada en etnocoreología, que es el estudio del movimiento enfocado en danzas tradicionales mexicanas y de otras etnias, el 23 de agosto, un día antes de la fiesta principal, los danzantes se dirigen hacia la iglesia para reunirse y, con la gente de la comunidad, reciben una bendición para posteriormente prepararse para la procesión.

La caminata es liderada poor la danza de los Santiagos, posteriormente se colocan los Voladores, los Migueles, la danza de los Marachines, los Negritos y los Toreadores. Todos estos grupos danzan como ofrenda, ya que al participar en este evento hacen un sacrificio de cansancio físico y hasta monetario, pues su vestimenta cuesta más de tres mil pesos, que desembolsan con gusto, pues están seguros que esto les traerá bendiciones futuras a cambio.

Son nueve las danzas que se efectúan en Xochitlán de Vicente Suárez. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

“La importancia de estos fenómenos dancístico-musicales radica en ser generadores de valores comunitarios ancestrales que mantienen el equilibrio entre la naturaleza y el ser humano, entre el bien y el mal, la abundancia de bienes, salud, las buenas cosechas que, por medio de la fiesta, permiten y se ven reflejados valores como la convivencia y la cooperación para poder materializar las festividades”, expresó Rodríguez Sánchez en su tesis la danza de los Santiagos de Xochitlán.

Ernesto Estévez, el hombre que danzó toda su vida y ahora les enseña a los más jóvenes

Los bailes, además de generar honor para la familia de los danzantes, impulsan una economía circular en este municipio, ya que los profesores que enseñan estos movimientos son del pueblo, pero también las personas que hacen las máscaras y todo el vestuario. Eso significa que todos los recursos que se invierten se quedan en esta población.

Ernesto Estévez se dedicó toda su juventud a danzar el baile de los toreadores, que como su nombre lo dice, consiste en simular a un torero, pero regional, no los que se pueden ver en las grandes plazas taurinas. Llevan pantalón negro, paliacate rojo, sombrero vaquero y una máscara de madera que simula una cara. La danza consiste en zapatear al ritmo del huapango.

Al llegar a los 50 años de edad, Ernesto decidió dejar de danzar, pero su “compromiso” con el municipio hizo que no se deslindara en su totalidad, pues se convirtió en el maestro para las nuevas generaciones. Lleva 20 años siendo el profesor del pueblo y actualmente tiene 73 años. “Les enseño a bailar, las palabras que tienen que decir y sus movimientos; no sólo es danzar por danzar, todo tiene un orden”, exhaltó.

No sabe con exactitud a cuántas generaciones ha formado, pero compartió que ha visto crecer a varios jóvenes, a quienes les enseñó a danzar, luego se casaron y ahora les transmite el conocimiento a sus hijos para que no se pierda la tradición. Para él, seguir educando en la danza y seguir bailando son los únicos caminos para que las tradiciones del pueblo no desaparezcan.

Andrés Teresa de Aquino es uno de los danzantes y, además, trabaja en el ayuntamiento de Xochitlán, en el área de Turismo. Para él, tanto la actividad que realiza el señor Ernesto como la de los danzantes son parte vital dentro de la comunidad, pues es lo que hace que las costumbres y tradiciones se mantengan. “El señor Ernesto y los que danzamos honramos la memoria de nuestros antepasados con estos bailes, es parte de nuestra idiosincrasia”, subrayó.

Son parte vital dentro de la comunidad, pues es lo que hace que las costumbres y tradiciones se mantengan. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

¿En qué consiste cada danza?

Los voladores son los que se cuelgan en un palo, simulando volar. Su danza es muy parecida a la de los voladores de Cuetzalan, pero llegan personas vestidas de tigres y su vestimenta es muy diferente. Ellos tienen colores rosa, negro y amarillo, además usan una protección para su cabeza con flequillos dorados. Su danza es un saludo respetuoso al sol.

Los Migueles tienen alas y corona de madera que los mismos pobladores hacen y venden. También ocupan un traje a colores verdes y negros con lentejuelas y su corona parece un casco con plumas. Esta danza representa la competencia entre el bien y el mal. Los Migueles hacen referencia a San Miguel Arcángel y pelean con unos diablos que están vestidos de negro, con lentejuelas y máscaras de madera, con forma de demonios.

Los Santiagos o pilatos son la danza más representativa de Xochitlán, pues es la que aparece en sus murales y en su publicidad. Estos danzantes ocupan máscaras rojas con las narices afiladas, utilizan capas grandes con encaje y en todos sus pantalones hay flequillos dorados. Está considerada como una danza de conquista, pues representa una lucha entre cristianos y moros.

Con el paso del tiempo, los pobladores le dieron otro significado y ya no es la lucha antes mencionada, sino que ahora representa la resistencia que vivieron los indígenas contra los españoles cuando arrancaron la colonización.

Los matachines, como su nombre lo dice, son personas que matan, pero en este tipo de danza se refieren a los españoles que asesinaban a personas que no tenían fe. Los danzantes se visten igual que los Santiagos, pero tienen espadas.

Los negritos representan el afromestizaje que se vivió en México cuando llegaron los españoles y, con este baile, los danzantes lamentan la tortura y la vida que llevaban los hombres de raíces afroamericanas, pues muchos de ellos eran esclavos que tenían como fin una muerte trágica. No se ponen máscaras, sino que su vestimenta es negra por el luto de estas personas. Usan un sombrero con colgantes plateados y listones, así como capas de varios colores y con incrustaciones de chaquira o lentejuelas.

Con el paso del tiempo, los pobladores le dieron otro significado. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

Los toreadores hacen una referencia a las costumbres españolas que se quedaron en México, como los toreros, pero en la Sierra Norte los toreadores se visten con ropa normal de vaquero y en este baile suelen acompañarlos charros o mujeres vestidas con faldas largas.

Los españoles están vestidos con un traje de cadete a tonos oscuros, mientras que los tocotines tienen muchos colores, pues representan a los indígenas, y los moros solo están vestidos de un color, pues sirven para representar a las personas que no creen en Dios. Estas también son danzas de conquista, pues hacen una sátira a los españoles que llegaron a conquistar y evangelizar. Todas las antes mencionadas van acompañadas del huapango y de bandas de tambores.

Las familias que visten a los danzantes de Xochitlán

La señora Graciela Gutiérrez aprendió a coser desde niña, pues en Xochitlán tenía dos opciones: dedicarse al tejido o al campo, y ella optó por la primera. Al principio sólo tejía blusas, pero como fue pasando el tiempo se le dio una oportunidad: hacer los vestuarios de las danzas tradicionales y hoy en día lleva 40 años siendo la costurera del pueblo.

Hace los trajes típicos de todos los bailes. Desde mayo deja de hacer blusas artesanales y enfoca todo su tiempo en esto, pues debe vestir a todos los participantes de la fiesta patronal. “Me gusta mucho la costura y también me gustan las danzas. Cuando es la fiesta del pueblo me da orgullo saber que fueron hechos con mis manos sus trajes”, expresó orgullosa.

El negocio ha crecido y ahora su hija Gladys Ferrari Gutiérrez también la ayuda. Trata de facilitarle el trabajo a su mamá, ya que su vista se ha cansado con el tiempo y hay muchos bordados con chaquira que necesitan paciencia y esfuerzo visual.

También en las vacaciones de verano el nieto de la señora Graciela, Diego Escamilla, ayuda en los bordados con chaquira. La idea es que toda la familia se una para esta celebración y sus integrantes están seguros que si les siguen pidiendo los trajes es porque hacen un buen trabajo.

Los toreadores hacen una referencia a las costumbres españolas que se quedaron en México. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

Emelia Eugenia Bonilla se dedica a confeccionar los trajes de los danzantes. Como la mayoría de las mujeres de este municipio, el resto del año hace blusas con chaquira o arregla ropa, pero cuando llega mayo o junio deja todas sus actividades para hacer este tipo de trajes.

Confecciona vestimenta de todas las danzas, pero su especialidad son las “calzoneras” y las “faldillas” que ocupan los voladores. Les agrega encajes y adornos en colores dorados para que los trajes sean del agrado de los danzantes. “Ya llevo 20 años con los danzantes, pero toda mi vida he cosido, mi abuelita lo hacía y ella me enseñó. Los siguen pidiendo año con año, eso es un reflejo de que el pueblo no quiere que se pierda la tradición”, explicó.

Año con año estas mujeres tienen pedidos de estos trajes, pero cada tres años, que es cuando comienzan las nuevas administraciones municipales, es cuando tienen sus pedidos más grandes. Eso se debe a que los ayuntamientos suelen patrocinarlos para todos los danzantes de Xochitlán y este 2022 es el caso, el primer año del edil José Luis Tirado. Depende de la danza, pero cada traje cuesta entre mil y tres mil pesos.

Sin máscaras no hay danzantes de Xochitlán

Si al llegar a Xochitlán se pregunta quién hace máscaras, los pobladores responderán con el nombre de Pascasio de Aquino, un hombre que lleva 20 años dedicándose a la elaboración de máscaras de madera para los danzantes, pero también sus otros artículos como las alas, coronas y marionetas que llevan mientras bailan.

Su padre, Francisco de Aquino, fue uno de los precursores de las máscaras en el pueblo, inclusive ayudó al escritor Bryan J. Stevens para que pudiera hacer su libro: “Mexican Mask and Puppets, master of the Sierra de Puebla”, que hoy en día sólo se vende por Internet y cuesta 34 dólares.

“Soy artesano, hago artesanías, aunque son para bailables. Cuando se acercan las fiestas patronales nos hacen los pedidos y yo con mucho gusto lo hago porque es como abono para que las raíces de mi pueblo sigan fuertes. Por ejemplo, en las de los Migueles me tardo todo un día y se necesita cuidado y pasión para poder hacerlas”, comentó.

Confecciona vestimenta de todas las danzas, pero su especialidad son las “calzoneras” y las “faldillas” que ocupan los voladores. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

Para él es importante seguir con el folklore de Xochitlán, pues eso es lo que lo diferencia de otras demarcaciones de Puebla. A su vez, cree que es el único legado que le pueden dejar a sus hijos y, en este caso, a su primogénito Francisco de Aquino “Pancho”, quien también ya hace máscaras.

En la danza de los matachines hay un tejón, un pájaro carpintero y dos muñecos que representan a José y María. Pancho es un experto en hacer estas figuras en madera y es reconocido en Xochitlán por haber heredado el don de su abuelo.

Hay otras personas que en Xochitlán empezaron a hacer máscaras por la necesidad, pues vieron que era una actividad redituable, principalmente en verano, por la cercanía con su fiesta patronal. Fue así que Juan Arroyo, de 27 años, entró al mundo de las máscaras, y hoy en día es una de las personas que ofrece este tipo de productos a los danzantes.

Parecería que a Juan los antiguos creadores de máscaras lo habrían visto como una amenaza, pero no fue así, lo han ayudado y le han dado consejos para que haga mejores diseños y que en las danzas tradicionales genere orgullo para su comunidad. Las máscaras varían de precio, pero están entre mil y cuatro mil pesos, dependiendo de su complejidad.

Como se puede leer, en Xochitlán el folklore se vive todos los días y la mayoría de los habitantes son partícipes de las expresiones culturales y tradicionales de este pueblo.

La palabra folklore es la que alberga música, artesanías y danza. Es utilizada principalmente para hacer referencia a la cultura popular y ayuda a diferenciar las tradiciones de una región a otra. En Puebla no hay mejor lugar para darle vida a esta palabra que en Xochitlán de Vicente Suárez, pues aquí se practican nueve danzas y en el verano la mayoría de los habitantes paran sus actividades cotidianas para elaborar las máscaras y el vestuario que representarán sus costumbres.

El 22 de agosto se celebra el Día Mundial del Folklore, una fecha para enaltecer las expresiones artísticas y autóctonas de cada pueblo. De acuerdo con la Secretaría de Cultura del gobierno federal, este día tiene como objetivo difundir las costumbres mexicanas heredadas, así como preservadas, de generación en generación, en los diferentes estados del país.

Dos días después, el 24 de agosto, el municipio de Xochitlán (ubicado en la sierra norte) celebra su fiesta patronal en honor a San Bartolomé Apóstol. Es como si se hubieran puesto de acuerdo con el mes de celebración, pues los pobladores le hacen honor a la palabra folklore y hacen más visible su sentido de pertenencia, principalmente a través de sus danzas. "Folk" significa pueblo y "lore" acervo: el acervo del pueblo.

Son nueve las danzas que se efectúan en Xochitlán de Vicente Suárez: Voladores, Migueles, Santiagos o Pilatos, Matachines, Negritos, Toreadores, Españoles, Moros y Tocotines. Todas hacen referencia a la llegada de los españoles, al catolicismo y cómo se fue transformando la vida en esta demarcación.

De acuerdo con Carolina Rodríguez Sánchez, licenciada en etnocoreología, que es el estudio del movimiento enfocado en danzas tradicionales mexicanas y de otras etnias, el 23 de agosto, un día antes de la fiesta principal, los danzantes se dirigen hacia la iglesia para reunirse y, con la gente de la comunidad, reciben una bendición para posteriormente prepararse para la procesión.

La caminata es liderada poor la danza de los Santiagos, posteriormente se colocan los Voladores, los Migueles, la danza de los Marachines, los Negritos y los Toreadores. Todos estos grupos danzan como ofrenda, ya que al participar en este evento hacen un sacrificio de cansancio físico y hasta monetario, pues su vestimenta cuesta más de tres mil pesos, que desembolsan con gusto, pues están seguros que esto les traerá bendiciones futuras a cambio.

Son nueve las danzas que se efectúan en Xochitlán de Vicente Suárez. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

“La importancia de estos fenómenos dancístico-musicales radica en ser generadores de valores comunitarios ancestrales que mantienen el equilibrio entre la naturaleza y el ser humano, entre el bien y el mal, la abundancia de bienes, salud, las buenas cosechas que, por medio de la fiesta, permiten y se ven reflejados valores como la convivencia y la cooperación para poder materializar las festividades”, expresó Rodríguez Sánchez en su tesis la danza de los Santiagos de Xochitlán.

Ernesto Estévez, el hombre que danzó toda su vida y ahora les enseña a los más jóvenes

Los bailes, además de generar honor para la familia de los danzantes, impulsan una economía circular en este municipio, ya que los profesores que enseñan estos movimientos son del pueblo, pero también las personas que hacen las máscaras y todo el vestuario. Eso significa que todos los recursos que se invierten se quedan en esta población.

Ernesto Estévez se dedicó toda su juventud a danzar el baile de los toreadores, que como su nombre lo dice, consiste en simular a un torero, pero regional, no los que se pueden ver en las grandes plazas taurinas. Llevan pantalón negro, paliacate rojo, sombrero vaquero y una máscara de madera que simula una cara. La danza consiste en zapatear al ritmo del huapango.

Al llegar a los 50 años de edad, Ernesto decidió dejar de danzar, pero su “compromiso” con el municipio hizo que no se deslindara en su totalidad, pues se convirtió en el maestro para las nuevas generaciones. Lleva 20 años siendo el profesor del pueblo y actualmente tiene 73 años. “Les enseño a bailar, las palabras que tienen que decir y sus movimientos; no sólo es danzar por danzar, todo tiene un orden”, exhaltó.

No sabe con exactitud a cuántas generaciones ha formado, pero compartió que ha visto crecer a varios jóvenes, a quienes les enseñó a danzar, luego se casaron y ahora les transmite el conocimiento a sus hijos para que no se pierda la tradición. Para él, seguir educando en la danza y seguir bailando son los únicos caminos para que las tradiciones del pueblo no desaparezcan.

Andrés Teresa de Aquino es uno de los danzantes y, además, trabaja en el ayuntamiento de Xochitlán, en el área de Turismo. Para él, tanto la actividad que realiza el señor Ernesto como la de los danzantes son parte vital dentro de la comunidad, pues es lo que hace que las costumbres y tradiciones se mantengan. “El señor Ernesto y los que danzamos honramos la memoria de nuestros antepasados con estos bailes, es parte de nuestra idiosincrasia”, subrayó.

Son parte vital dentro de la comunidad, pues es lo que hace que las costumbres y tradiciones se mantengan. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

¿En qué consiste cada danza?

Los voladores son los que se cuelgan en un palo, simulando volar. Su danza es muy parecida a la de los voladores de Cuetzalan, pero llegan personas vestidas de tigres y su vestimenta es muy diferente. Ellos tienen colores rosa, negro y amarillo, además usan una protección para su cabeza con flequillos dorados. Su danza es un saludo respetuoso al sol.

Los Migueles tienen alas y corona de madera que los mismos pobladores hacen y venden. También ocupan un traje a colores verdes y negros con lentejuelas y su corona parece un casco con plumas. Esta danza representa la competencia entre el bien y el mal. Los Migueles hacen referencia a San Miguel Arcángel y pelean con unos diablos que están vestidos de negro, con lentejuelas y máscaras de madera, con forma de demonios.

Los Santiagos o pilatos son la danza más representativa de Xochitlán, pues es la que aparece en sus murales y en su publicidad. Estos danzantes ocupan máscaras rojas con las narices afiladas, utilizan capas grandes con encaje y en todos sus pantalones hay flequillos dorados. Está considerada como una danza de conquista, pues representa una lucha entre cristianos y moros.

Con el paso del tiempo, los pobladores le dieron otro significado y ya no es la lucha antes mencionada, sino que ahora representa la resistencia que vivieron los indígenas contra los españoles cuando arrancaron la colonización.

Los matachines, como su nombre lo dice, son personas que matan, pero en este tipo de danza se refieren a los españoles que asesinaban a personas que no tenían fe. Los danzantes se visten igual que los Santiagos, pero tienen espadas.

Los negritos representan el afromestizaje que se vivió en México cuando llegaron los españoles y, con este baile, los danzantes lamentan la tortura y la vida que llevaban los hombres de raíces afroamericanas, pues muchos de ellos eran esclavos que tenían como fin una muerte trágica. No se ponen máscaras, sino que su vestimenta es negra por el luto de estas personas. Usan un sombrero con colgantes plateados y listones, así como capas de varios colores y con incrustaciones de chaquira o lentejuelas.

Con el paso del tiempo, los pobladores le dieron otro significado. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

Los toreadores hacen una referencia a las costumbres españolas que se quedaron en México, como los toreros, pero en la Sierra Norte los toreadores se visten con ropa normal de vaquero y en este baile suelen acompañarlos charros o mujeres vestidas con faldas largas.

Los españoles están vestidos con un traje de cadete a tonos oscuros, mientras que los tocotines tienen muchos colores, pues representan a los indígenas, y los moros solo están vestidos de un color, pues sirven para representar a las personas que no creen en Dios. Estas también son danzas de conquista, pues hacen una sátira a los españoles que llegaron a conquistar y evangelizar. Todas las antes mencionadas van acompañadas del huapango y de bandas de tambores.

Las familias que visten a los danzantes de Xochitlán

La señora Graciela Gutiérrez aprendió a coser desde niña, pues en Xochitlán tenía dos opciones: dedicarse al tejido o al campo, y ella optó por la primera. Al principio sólo tejía blusas, pero como fue pasando el tiempo se le dio una oportunidad: hacer los vestuarios de las danzas tradicionales y hoy en día lleva 40 años siendo la costurera del pueblo.

Hace los trajes típicos de todos los bailes. Desde mayo deja de hacer blusas artesanales y enfoca todo su tiempo en esto, pues debe vestir a todos los participantes de la fiesta patronal. “Me gusta mucho la costura y también me gustan las danzas. Cuando es la fiesta del pueblo me da orgullo saber que fueron hechos con mis manos sus trajes”, expresó orgullosa.

El negocio ha crecido y ahora su hija Gladys Ferrari Gutiérrez también la ayuda. Trata de facilitarle el trabajo a su mamá, ya que su vista se ha cansado con el tiempo y hay muchos bordados con chaquira que necesitan paciencia y esfuerzo visual.

También en las vacaciones de verano el nieto de la señora Graciela, Diego Escamilla, ayuda en los bordados con chaquira. La idea es que toda la familia se una para esta celebración y sus integrantes están seguros que si les siguen pidiendo los trajes es porque hacen un buen trabajo.

Los toreadores hacen una referencia a las costumbres españolas que se quedaron en México. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

Emelia Eugenia Bonilla se dedica a confeccionar los trajes de los danzantes. Como la mayoría de las mujeres de este municipio, el resto del año hace blusas con chaquira o arregla ropa, pero cuando llega mayo o junio deja todas sus actividades para hacer este tipo de trajes.

Confecciona vestimenta de todas las danzas, pero su especialidad son las “calzoneras” y las “faldillas” que ocupan los voladores. Les agrega encajes y adornos en colores dorados para que los trajes sean del agrado de los danzantes. “Ya llevo 20 años con los danzantes, pero toda mi vida he cosido, mi abuelita lo hacía y ella me enseñó. Los siguen pidiendo año con año, eso es un reflejo de que el pueblo no quiere que se pierda la tradición”, explicó.

Año con año estas mujeres tienen pedidos de estos trajes, pero cada tres años, que es cuando comienzan las nuevas administraciones municipales, es cuando tienen sus pedidos más grandes. Eso se debe a que los ayuntamientos suelen patrocinarlos para todos los danzantes de Xochitlán y este 2022 es el caso, el primer año del edil José Luis Tirado. Depende de la danza, pero cada traje cuesta entre mil y tres mil pesos.

Sin máscaras no hay danzantes de Xochitlán

Si al llegar a Xochitlán se pregunta quién hace máscaras, los pobladores responderán con el nombre de Pascasio de Aquino, un hombre que lleva 20 años dedicándose a la elaboración de máscaras de madera para los danzantes, pero también sus otros artículos como las alas, coronas y marionetas que llevan mientras bailan.

Su padre, Francisco de Aquino, fue uno de los precursores de las máscaras en el pueblo, inclusive ayudó al escritor Bryan J. Stevens para que pudiera hacer su libro: “Mexican Mask and Puppets, master of the Sierra de Puebla”, que hoy en día sólo se vende por Internet y cuesta 34 dólares.

“Soy artesano, hago artesanías, aunque son para bailables. Cuando se acercan las fiestas patronales nos hacen los pedidos y yo con mucho gusto lo hago porque es como abono para que las raíces de mi pueblo sigan fuertes. Por ejemplo, en las de los Migueles me tardo todo un día y se necesita cuidado y pasión para poder hacerlas”, comentó.

Confecciona vestimenta de todas las danzas, pero su especialidad son las “calzoneras” y las “faldillas” que ocupan los voladores. Foto: Erik Guzmán | El Sol de Puebla

Para él es importante seguir con el folklore de Xochitlán, pues eso es lo que lo diferencia de otras demarcaciones de Puebla. A su vez, cree que es el único legado que le pueden dejar a sus hijos y, en este caso, a su primogénito Francisco de Aquino “Pancho”, quien también ya hace máscaras.

En la danza de los matachines hay un tejón, un pájaro carpintero y dos muñecos que representan a José y María. Pancho es un experto en hacer estas figuras en madera y es reconocido en Xochitlán por haber heredado el don de su abuelo.

Hay otras personas que en Xochitlán empezaron a hacer máscaras por la necesidad, pues vieron que era una actividad redituable, principalmente en verano, por la cercanía con su fiesta patronal. Fue así que Juan Arroyo, de 27 años, entró al mundo de las máscaras, y hoy en día es una de las personas que ofrece este tipo de productos a los danzantes.

Parecería que a Juan los antiguos creadores de máscaras lo habrían visto como una amenaza, pero no fue así, lo han ayudado y le han dado consejos para que haga mejores diseños y que en las danzas tradicionales genere orgullo para su comunidad. Las máscaras varían de precio, pero están entre mil y cuatro mil pesos, dependiendo de su complejidad.

Como se puede leer, en Xochitlán el folklore se vive todos los días y la mayoría de los habitantes son partícipes de las expresiones culturales y tradicionales de este pueblo.

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