Tom La Sorda fue un verdadero ícono de Los Dodgers de Los Ángeles. Dirigió al equipo durante 22 temporadas, lo llevó a cuatro Series Mundiales, y se despidió de esta vida hasta que los Dodgers acabaron con la sequía de 32 años sin ganar un clásico.
En 1976 en relevo de Walter Alston que estuvo 23 años en el timón y ganó cuatro de los siete clásicos que disputó, se inició su era al mando de los californianos y de inmediato rindió frutos al llevar a los Dodgers a las Series Mundiales de 1977 y 1978, que perdieron frente a los Yanquis de Nueva York.
Tres años después, en ese 1981, donde apareció la figura de Fernando Valenzuela, llegó de nuevo en el Clásico frente a los Yanquis, y logró que la tercera fuera la vencida.
En 1988 repitió como campeón en aquella Serie Mundial donde liquidaron a los Atléticos de Oakland, con el inolvidable jonrón de Kirk Gibson en el primer choque de la batalla.
Dirigió a los Dodgers hasta 1996 y dejó su marca en dos clásicos ganados y dos perdidos, con un palmarés como timonel de 1,599 triunfos y 1,439 derrotas. Lo que se resume en cuatro banderines de la Liga Nacional.
Fue inmortalizado en 1997 y a su salida del timón angelino se mantuvo con la organización, ocupando diferentes sitios, desde cazatalentos, asesor hasta puestos gerenciales. Fue un Dodger de toda la vida.
***
Lo conocí en diciembre de 1992 en la convención de Lousville, Kentucky, y se enojó cuando le pregunté sobre su opinión de lo que decía la gente del beisbol, qué él se había acabado el brazo de Fernando Valenzuela, porque lo aguantaba demasiado en el cerrito.
Molesto interrumpió la entrevista con Toño Casanueva, y ripostó. "¡Eso lo dices tú!". Y se retiró.
Al día siguiente lo volví a ver y le dije: Tommy, lo que te dije ayer, lo dice la gente, no un servidor, y me respondió: "No te preocupes chico, así es la gente".
En esos tiempos, Fernando llegó a realizar hasta 150 pitcheos en un partido, totalmente diferente a la época actual, donde cuidan con algodones a los lanzadores, y cuando ya andan cerca de los 100 pitcheos, se acciona de inmediato el bullpen.
Brazos de acero, como en el pasado, donde ni siquiera llevaban el conteo de pitcheos y aunque se exprimieran en su salida, dos días después estaban listos para lanzar y tejer otra verdadera obra en el cerrito.
***
Lo volví a saludar en la Serie Mundial de 2002 en Anaheim, California, la única a la que he asistido por invitación y una promesa cumplida de mi compadre, amigo y pariente Felipe Ángel Gutiérrez Delfín, y en la reunión al final del juego en el área para atender a invitados especiales y algunos medios de comunicación, por parte de los Angelinos, me tomé la foto del recuerdo con él.
Siempre amable, Tommy quería mucho a México y a los mexicanos, pero en especial su consentido fue y será siempre FERNANDO VALENZUELA, porque en aquel 1981 con tan solo 20 años respondió a la confianza que le dio desde que abrió el juego inaugural contra los Astros de Houston, y porque ese látigo zurdo fue clave para el resurgir de los Dodgers al ganar el tercer juego de la Serie Mundial, y dar al laureado manager la oportunidad de conseguir su primer clásico y sacudirse el dominio que logró Yanquis a finales de los 80 contra Los Dodgers.
Imposible olvidar a este timonel de origen italiano, inigualable por la manera en que salía corriendo desde su caseta para felicitar a Fernando en cada una de sus actuaciones, con su inseparable número 2 en las espaldas.
Descanse en paz.