Un ampayeo localista, una actitud de molestia de los jugadores y más tarde el proceder de las autoridades al mandar a la cárcel a todo un equipo de peloteros profesionales, fue el detonante para que, más de dos meses después, estallara la huelga que hace 40 años sacudió el beisbol mexicano.
Aquella tarde de domingo del 6 de abril de 1980 en el parque Deportivo Veracruzano –el que se encontraba en 20 de noviembre, a espaldas del Hospital General-, los campeones Ángeles de Puebla buscaban alargar su racha a ocho triunfos consecutivos.
Un equipo que bajo el mando de Jorge Fitch, de nueva cuenta estaba arrasando en la temporada de 1980 donde participaban 20 equipos, la mayor cantidad que ha tenido el circuito de verano en sus 95 años de historia.
Era el último de la serie contra el Águila de Veracruz, dirigido por Miguel Sotelo, que estaba peleando por el segundo lugar de la zona Sur/Oeste que era comandada por los Tigres.
Un duelo entre exPericos campeones de 1963.
“El ampayeo nos estaba acuchillando”, recuerda el “Súper Ratón” Héctor Zamudio, jardinero derecho de los poblanos.
“Molestos por las injusticias, en cada jugada, en lugar de dar la vuelta al cuadro como es normal, lo hacíamos de manera diferente y eso incomodó al director de espectáculos del municipio, quien quiso entrar al terreno y los ampayers, la máxima autoridad del beisbol, se lo impidieron.
“El parque estaba lleno y en realidad la afición nunca se metió con nosotros ni nosotros con ellos”, recuerda Zamudio.
“Vinieron expulsiones, primero echaron a Fitch, y el cuadro molesto se pasaba la bola con el pie de un lado a otro lo que provocó que votaran a otros jugadores como Pepe Toño Elguezábal, “Houston” Jiménez y “Paquín” Estrada.
“Nosotros íbamos por la limpia, pero nos blanquearon 4-0", relata el expelotero originario de Ignacio de la Llave, Veracruz.
“Terminó el juego, nos fuimos a bañar para ir a cenar y salir rumbo a México para abrir serie contra Tigres. Y cuál sería nuestra sorpresa que cuando salimos estaba un camión de policía esperándonos. Pensamos que era para resguardarnos de la afición, pero no, no fue así, era para llevarnos a la cárcel.
“Se armaron los empujones, a unos los golpearon con las macanas y a otro compañero lanzador le quebraron la muñeca. La verdad fue una experiencia muy amarga y una falta de respeto total.
“Eso no fue todo, nos encerraron a todos, estuvimos casi dos horas en la delegación y tuvimos que pagar una multa de mil pesos cada uno para salir… todavía nos dijeron, salen y se van, no los queremos en Veracruz.
"Fue triste no tener garantías, y que el mismo gerente del club rival –el ex ampayer Armando Rodríguez- más tarde le dijo al comisionado Alejo Peralta que nos llevaron porque le hicimos señas obscenas al público. Te juro paisano, que nunca nos metimos con la afición ni ellos con nosotros.
“Eso no fue todo, después en un supuesto careo que habría en México, solo escucharon a Armando, y para colmo de males, nos multaron a cada uno con tres mil pesos y a Fitch le echaron 30 juegos.
“Eso terminó de calentarnos”.
Después de esa multa, Puebla se negó a viajar a Mérida, pero ante la amenaza de un castigo, finalmente hizo la gira y a su llegada la afición yucateca los recibió con aplausos.
EL PRIMER PASO
Ese hecho fue el detonante para que los mismos jugadores de Puebla comenzaran a moverse, encabezados por José Antonio Elguezábal y Alfonso “Houston” Jiménez convencieron a los líderes de cada equipo y decidieron formar la Asociación para defender sus derechos.
“El Abulón” Hernández quedó como presidente; el representante en el Sur era Máximino León y en el Norte, Juan Navarrete. De los tres, solamente el segunda base de Diablos enfrentó el temporal, los dos restantes renunciaron y fueron sustituidos.
“Lo de Vicente Peralta fue el remate, porque era ya una cacería para jodernos, pero lo real fue lo que vivimos nosotros, porque no queríamos que ningún otro compañero pasara por lo mismo”, recuerda Zamudio.
“La verdad hicimos lo correcto”, dice Pablo Gutiérrez Delfín, lanzador estelar de los Ángeles.
“Yo todavía ese día grité, ¡¡ya llegó la policía, ya no habrá problemas!!”, pensando que estaban ahí para protegernos.
Ninguno de los dos se arrepiente. “Si volviera a pasar, lo haría de nuevo”, coinciden Zamudio y Gutiérrez Delfín, ambos ya pensionados, el primero por el Monte de Piedad en Tuxtepec, Oaxaca; y el segundo, por Petroleros Mexicanos.
“Nosotros pensábamos en los que venían detrás, para que no estropearan sus derechos, pero dejaron caer todo”, relatan los dos exjugadores que durante seis temporadas jugaron en la Liga Nacional (ANABE).
“Me mandaron a llamar con Bernardo Calvo y me ofrecían 100 mil pesos al mes, pero me negué. ¿Po qué no me los dieron antes?”, cuestiona Zamudio, que en ese momento ya trabaja en Petróleos Mexicanos.
“A mí me buscó Roberto Mansur para ir a Diablos, pero también me negué”, dijo Pablo que estaba en su apogeo, y quién en 2001, convencido por Chara Mansur, volvió a lanzar en Liga Mexicana con los Cafeteros de Córdoba cuando ya tenía 50 años.
Después que explotó la bomba, Puebla fue uno de los equipos que más jugadores aportó al movimiento y se quedó sin beisbol de Liga Mexicana, para ser sede de la Liga Nacional durante cuatro años, hasta el regreso del circuito de verano en 1985.
“Nosotros hicimos lo que teníamos que hacer y si la historia se repitiera, no dudaríamos en hacerlo de nuevo”, dicen convencidos los dos Ángeles campeones de 1979.