Si un deporte se encuentra ligado a la historia de Puebla, ese se llama beisbol.
A partir de 1944, ya como primer campeón de Liga Mexicana con el 74 Regimiento (1925), Puebla ya tenía dos años de haber regresado al firmamento profesional bajo la tutela de don Castor Montoto.
Ese equipo jugaba en el viejo y desaparecido parque Puebla, que se ubicaba frente a lo que hoy es el Panteón Municipal, y ya en sus filas contaba con el espectacular novato veracruzano Roberto “Beto” Ávila, el mismo que tras cinco campañas con los poblanos, dio el salto a la mejor pelota del mundo para años después convertirse en el primer latino en ganar el título de bateo en la Gran Carpa con Cleveland (1954).
“Era el ‘boom’ del beisbol en Puebla”, recuerda José Valverde “Pepe Grillo”, quien rememora cómo un día su tío le contó que el mote de Pericos nació porque al ver a los jugadores vestidos con el uniforme con vivos verdes, algún aficionado gritó “mira, parecen pericos”.
El popular porrista poblano desde los 10 años ya iba al parque Puebla para unirse a la famosa porra de San Antonio –que existe hasta nuestros días—para apoyar a los verdes.
Desde esa época comenzaron los constantes ires y venires de Puebla en la pelota profesional. La franquicia jugó su última campaña en 1948, y la afición se pasó un largo rato sin su espectáculo favorito de esos tiempos.
En esa segunda etapa de la pelota profesional, Puebla jugó su última temporada en Liga Mexicana en 1948, en lo que sería su despedida del parque Puebla, que tiempo después desapareció en un incendio, y cuatro años después de inaugurado el estadio Olímpico Zaragoza, con aforo para 22 mil aficionados, a falta del beisbol de verano, Puebla incursionó en la Liga Invernal Veracruzana, que se jugaba entre octubre y enero a la par de la Liga Mexicana del Pacífico.
Fue entonces cuando aparecieron las fábricas textiles, cuyos dueños eran grandes amantes del rey de los deportes, y a la par de su fábrica contaban con su campo de beisbol para que sus trabajadores practicaran su deporte favorito.
Así, fábricas como La Constancia, La María, La Beneficencia (en Pueblo Nuevo), La Económica, Mayorazgo, entre muchas más, tenían sus escenarios deportivos.
“En Puebla se jugaba tremenda pelota amateur”, dice el doctor Jaime Cervantes, un historiador del beisbol poblano.
“Al paso de los años, concretamente a finales de los 90, la mancha urbana absorbió todo, y en la actualidad solo el parque Atoyac se mantiene en actividad todavía, aunque hay muchos campos donde se sigue jugando pelota, pero como entre los años 50 y 80, ¡jamás!”, destaca.
EL GRAN AURELIO
Fue precisamente en 1968 cuando, a los 20 años, debutó con los Diablos Rojos del México el pitcher poblano Aurelio López, nacido en Tecamachalco, Puebla, y quien hasta la fecha es el más grande beisbolista que ha dado el estado.
“Tremendo pitcher. Le llegaba temprano”, recuerda Cervantes.
Aurelio tuvo una primera incursión en Grandes Ligas en 1974 con Kansas City, pero regresó a Liga Mexicana para retornar en 1978 con San Luis y al año siguiente pasó a Detroit, donde ganó su única Serie Mundial en 1984 con los Tigres. Cuando regresó a Puebla, el gobierno le hizo un homenaje impresionante.
Aurelio jugó once años en Grandes Ligas, la última en 1987 con los Astros de Houston. Se dedicó a la política y falleció en un lamentable accidente en 1992, a los 44 años de edad.
Veintinueve años después, en 2016, César Vargas, otro pitcher poblano egresado de la Liga Zaragoza, lanzó siete juegos con los Padres de San Diego, sin poder ganar ninguna salida.
EL TÍTULO VERDE
En 1960, Pericos regresa a Liga Mexicana, a través de la compra de los Tecolotes de Nuevo Laredo. El binomio de William Budib y Emilio Tame le entra al quite y toma como sede el estadio Ignacio Zaragoza, donde tres años después, en 1963, con Tony Castaño al mando, los Pericos conquistan el banderín del circuito.
“Lo escuché por radio porque se coronaron en una serie en Reynosa. En ese tiempo no había play-offs. Era campeón el que quedaba primero. Cuando llegaron hubo un gran desfile desde el ‘Gallito’ (en la zona del Paseo Bravo) hasta el estadio”, comenta José Guadalupe Olivares, un gran aficionado al beisbol, quien ha disfrutado todos los títulos que ha ganado Puebla desde entonces, incluyendo a Tigres en 2005.
El equipo cambió de dueños en 1966, con Manuel Barbachano Ponce, que se llevó la franquicia a su natal Mérida, Yucatán, al final de la campaña de 1969.
“Y otra vez nos quedamos sin pelota profesional”, rememora Olivares. “Pero tres años después, en 1972, otra vez los Budib nos los regresan”.
En esa pausa nació la liga Infantil-Juvenil Ignacio Zaragoza, que funciona hasta nuestros días con más de 120 equipos.
En ese 1972 se anunció la construcción del Estadio Hermanos Serdán, muy cerca del Estadio Cuauhtémoc, y un año después se inauguró para convertirse en la nueva casa del beisbol.
“Me enteré por EL SOL DE PUEBLA de la construcción. Una gran noticia”, dice Olivares, que también vio su primera luz en 1944.
En esa nueva etapa, Puebla fue campeón en 1979 como Ángeles, ya con los Pérez Avellá como dueños.
Al año siguiente vino el movimiento de la ANABE, y el beisbol retornó hasta 1985, otra vez con los Pérez Avellá.
“Fueron otros tres años, pero nos dieron el campeonato con los Ángeles Negros en 1986”, añade el entrevistado, que acompañó el equipo a Monterrey, donde se coronó liquidando a Sultanes en cinco juegos.
Tras una ausencia de cinco años, el beisbol volvió en 1993 con Rafael Moreno Valle Sánchez, pero fue otra estancia corta de tres campañas.
LA ACTUALIDAD
Otra vez el regreso fue rápido, y Puebla volvió a tener beisbol en el año 2000, cuando la franquicia de Aguascalientes se mudó a esta ciudad.
A partir del 2002, los Tigres compartieron el estadio con los Pericos, en una estancia de los capitalinos que duró cinco campañas, antes de irse a Cancún.
Desde entonces Puebla ha tenido una de las estancias más largas en el béisbol: 20 años, y una de las franquicias más exitosas.
Seis finales de División, una en el Norte y cinco en el Sur; cuatro títulos del Sur, cuatro finales de Liga Mexicana y el banderín de 2016 avalan a los Pericos de la actualidad.
Fue en ese 2016 cuando el entonces gobernador Rafael Moreno Valle Rosas entregó un Hermanos Serdán totalmente remodelado, y el premio fue la conquista del campeonato.
Ahí estuvo Olivares.
“Fue otro momento único”, destaca emocionado.
Una estancia donde los Pericos han contado con cuatro dueños diferentes, y donde ahora, en manos del grupo Mota Engil México y la familia Miguel, buscarán seguir acrecentando su historia, y EL SOL DE PUEBLA, plasmándola en sus páginas.