Aquel año de 1994 cuando fue inaugurada la Unidad Deportiva Solidaridad y entregada en comodato por 20 años, la Liga de beisbol Infantil-Juvenil Ignacio Zaragoza había terminado con años de calvario, de moverse como nómadas y andar tocando puertas al no contar con unas instalaciones dignas para que los niños jugarán beisbol desde su nacimiento en 1972.
Hoy, 27 años después de esa inauguración, a punto de cumplir los 50 años de su nacimiento, la Liga tiene que pagar una renta desde hace más de una década al municipio de Puebla para utilizar las instalaciones que fueron construidas para la promoción del beisbol infantil y juvenil poblano.
“Si nos cobran que sea algo razonable, no ese aumento de 18 a 32 mil pesos, que fijó la administración anterior, a nuestro regreso a la actividad después de año y medio sin jugar por la pandemia”, dispara el presidente del circuito, Arturo Castelán.
“De verdad, estamos en manos de Lalo Rivera y su buena disposición por apoyar el deporte, si no será complicado cumplir”, agrega Castelán.
UN DIFÍCIL ANDAR
Desde su surgimiento en el campo -ya desaparecido-que se ubicaba a las afueras del estadio Zaragoza, hasta pasar por los predios ubicados, primero detrás del rastro municipal; después por plaza San Pedro, hasta situarse entre 1982 y 1983 enfrente de la Comisión Federal de Electricidad, en parte de los campos Aquiles Serdán, donde ahora se encuentra el parque de Las Ninfas.
Su historia fue la misma desde que un grupo de padres de familia entre los que figuraban Ricardo Anzaldo y Felipe Escalante, motivados por el padre Rafael Montoya, hermano de Ramón “Diablo” Montoya, decidieron abrir una liga de beisbol infantil para albergar a todos los chiquitines poblanos, en esa época cuando el rey de los deportes, seguía siendo uno de los preferidos de todos los poblanos.
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Su permanencia en los campos de la 25 Poniente entre 13 y 17 Sur, el otrora beisbolero Barrio de Santiago, fue corta. Tuvieron que volver a moverse, ahora hacia un predio ubicado en la Colonia Emiliano Zapata, cerca de la Avenida Nacional, donde sentaron sus bases durante casi una década, y donde en 1988 padres de familia y jugadores saltaron de felicidad al conseguir su primer título nacional dentro de la Asociación de Ligas Infantiles y Juvenil de la República Mexicana, al vencer en la final a Mazatlán en la categoría 13-14 años pesada.
La rebelión de un grupo de padres de familia que se separaron de la liga en 1985 con casi una veintena de equipos para fundar la Liga Puebla, que se instaló en el norte de la ciudad, los hizo más fuertes.
Y ya cuando la liga se encontraba retomando de nuevo su paso y venían más éxitos nacionales, los dueños del predio, el domingo 20 de junio de 1993 ya no los dejaron entrar, argumentando que se había vencido el préstamo, y los niños se quedaron sin un lugar donde jugar.
“La razón era que ya iban a construir en los terrenos”, recuerda Moi Castro, presidente de la liga en ese tiempo.
Los niños levantaron la voz frente a las autoridades, y se hicieron gestiones ante la BUAP, aprovechando la relación de gente como Moi Castro, y la máxima casa de estudios les ofreció sus campos de Ciudad Universitaria para que pudieran seguir la liga.
Fue en ese momento, cuando la liga dominical Ignacio Zaragoza tuvo que transformarse en liga sabatina, ya que las instalaciones eran ocupadas los domingos por la Liga Universitaria de Beisbol Amateur (LUBA), emanada de la misma universidad.
Para los niños y padres de familia no fue ningún problema. Ellos querían jugar y así surgió la mudanza de domingo para sábado.
SE ENCENDIÓ UNA LUZ
Con la llegada de Rafael Cañedo Benítez como presidente municipal se encendió una luz, y aprovechando su relación con algunos padres de familia -Rodrigo Muñoz y Alberto Bustos, entre otros- se instaló una mesa de diálogo y Rafa que era un apasionado del beisbol, prometió apoyarlos.
No pasó mucho tiempo y el sitio perfecto se encontró en la colonia Pino Suárez, un predio que pertenecía a Cementos Mexicanos. Era prácticamente un enorme hoyo, con una amplia extensión donde se podía construir algo único para el beisbol.
Fue así, como CEMEX cedió los terrenos al municipio, con la condición de que allí se construyera la Unidad Deportiva para el beisbol, concretamente para albergar a los niños y jóvenes de la Liga Infantil-Juvenil Ignacio Zaragoza.
En 1994, tan solo año y medio después de tomar el poder como presidente municipal, Cañedo Benítez la estaba inaugurando y Waldo Guerrero, como presidente del circuito, recibiendo las instalaciones.
“Fue un gran logro. Antes ya había otro predio, pero alguien se lo agandalló”, recuerda el doctor Ricardo Anaya, miembro honorario del circuito durante casi 40 años.
La liga creció y creció, y desde entonces se convirtió en epicentro del beisbol, realizando año con año campeonatos nacionales, con la presencia de selecciones de todo el país.
Pero no todo ha sido color de rosa. Cuando Mario Marín asumió la gubernatura en 2005 remodeló muchas instalaciones deportivas, entre ellas las que utiliza la Liga Zaragoza, empezaron las envidias.
Con una instalaciones de primera, con pasto sintético en cada uno de sus cuatro campos; con una tienda deportiva, baños de primera, y un comedor general, que desde su etapa en los campos de la Colonia Zapata funcionó bajo el manejo de los padres de familia, como principal fuente de ingresos para apoyar a las diferentes selecciones que año con año acuden a los nacionales de Asociación, el municipio se dio cuenta que el escenario era de ellos, y en 2009 durante el gobierno de Enrique Doger comenzó el estira y afloja para que la liga pagara una renta por su uso.
Durante ese tiempo evadieron el pago, pero quedó asentado dentro del municipio, y en el ingreso de Lalo Rivera en 2010, al revisar el número de instalaciones deportivas que administraban, la titular del deporte Ximena Mata encontró el proceso en que se encontraba la Unidad Deportiva Solidaridad, a la que cambiaron el nombre por Unidad Deportiva Altepetitla.
“Fue entonces, cuando de plano mandó a cerrar las instalaciones, y para mantener el derecho de uso, se tuvo que llegar a un acuerdo para pagar una renta”, recuerda su actual presidente Arturo Castelán.
“Sí fue lamentable, porque la Unidad fue hecha para los niños, y para ello había un comodato a 20 años que todavía no había vencido. Pero no quedó de otra”, agrega.
Desde entonces, la liga ha cargado con una renta, que hasta antes del cierre por la pandemia andaba por los 18 mil pesos mensuales, pero que a la hora de la apertura, año y medio después con el regreso con menos de la mitad de los 110 equipos que llegaron a tener, el gobierno de Claudia Rivera la aumentó a 32 mil pesos.
“Es una vergüenza y un robo”, confesó molesto un exbeisbolista amateur, hoy abuelo, que semana a semana lleva a uno de sus nietos a jugar a la liga, cuando se enteró en junta de delegados lo que pretendían cobrar por la renta de las instalaciones.
A la par, el campo de la colonia, pegado a las instalaciones y donde la Liga desarrollaba sus juegos juveniles, de la noche a la mañana desapareció, para convertirse en un moderno fraccionamiento.
Otro golpe más, de los muchos que ha recibido el beisbol poblano.