"¿Cuándo toreamos?", fue lo primero que le preguntó Manuel Rocha "El Rifao" a su representante después de despertar de la anestesia.
Rocha había sido operado tras ser prendido por "Naranjito", el segundo toro de su lote el domingo en la monumental de Apizaco, provocando el drama entre los asistentes.
La cornada parecía más aparatosa, pero a decir de la doctora Sofía Romero fue "una lesión cortocontundente en el muslo izquierdo que no involucra lesión arterial ni a ningún otro vaso de mayor calibre. Pero por la misma lesión y cinemática del trauma requiere mantenerse hospitalizado entre 24 y 48 horas más y después veremos su evolución”.
Esa mañana después de los efectos de de la anestesia, Rocha habló con su hermano y apoderado en el cuarto del hospital, se acercaron como si una loza les impidiera caminar hasta la orilla de la cama, mientras el convaleciente matador sonriente les recibió diciendo: "¿Cuándo toreamos?", una pregunta que demuestra la valentía de cada matador.
EL SEGUNDO DE SU LOTE
Salió por la puerta de los sustos “Naranjito”, herrado con el número 76 que registró en la báscula de la plaza 534 kilos. Vuelto de pitones, alto, siempre mirando por encima de los burladeros y las tablas, desplazándose lentamente, acudiendo en corto a los engaños. De verde manzana y oro, Manuel Rocha se desprendió del burladero de matadores, era su segundo toro de la tarde y había que triunfar a como diera. No pudo cortar oreja al anterior.
Dos capotazos de “tanteo” para tratar de hacerse de las inciertas embestidas de un toro que de inmediato buscó mirar por encima de la esclavina del capote del torero tlaxcalteca. “El Rifao” decidido se plantó firme en la arena y al querer dar la primera Verónica,
"Naranjito" lanzó el pitón directo al cuello del torero, que fue sorprendido por el seco golpe que le propinó el de Vistahermosa con la pala del pitón. Los gritos de horror inundaron el ruedo, desde la arena, pegado a tablas, el torero salió por los aires como un muñeco. Un hilo de sangre salía por el oído derecho del torero que se convulsionaba en el piso, mientras el toro salía en loca carrera al otro extremo del ruedo.
Manuel permanecía inerte. Al levantarlo las asistencias por encima de las tablas le dijo a su hermano “ahora sí ya nos cargo la chingada” y se desvaneció. Con la camilla rígida, se corrió hasta la ambulancia que ya esperaba encendida para ser trasladado al hospital regional donde está fuera de peligro y con el deseo de volver pronto al ruedo.