José Ángel López Lima solo buscaba en Puebla una ciudad tranquila para vivir con su familia y continuar con su negocio de exportación de café que había comenzado años atrás en la ciudad de México.
Era un apasionado de los toros, y al llegar a Puebla se hizo amigo de varios taurinos, quienes lo convencieron para convertirse en empresario taurino.
Primero fue en la plaza portátil de La Guadalupana donde presentó la feria Taurina. Fue tanto su éxito, que lo convencieron para edificar una plaza en Puebla, donde se presentaran corridas con la presencia de grandes figuras.
Él, como condición, solo pidió el apoyo del gobierno, y en aquel año de 1988, después del final de la Feria de mayo, lo encontró en Mariano Piña Olaya. En plena zona de Los Fuertes, a un lado donde ya estaba el Palenque estaba el terreno ideal para levantarla plaza
Así comenzó su construcción, de la que fue bautizada después de un sondeo entre taurinos poblamos, como plaza de toros “El Relicario de Puebla”.
Poco más de cinco meses fueron necesarios para su edificación, y exactamente un 19 de noviembre de 1988 con un cartel de corte internacional, la plaza de toros “El Relicario” escuchó los parches y metales por primera vez.
Sí, hoy hace 32 años, que la plaza poblana, que se mantiene en pie soportando viento y marea, comenzó su historia.
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Una plaza que se construyó con la estructura metálica de una plaza portátil con capacidad para 4.500 aficionados, desde primer tendido, sombra, sol numerado y zona general.
Después vinieron las corraletas, chiqueros, baños, área de restaurantes y desde luego las oficinas y taquillas.
EL DÍA LLEGÓ
Todo quedó listo para la fecha inaugural que se proyectó para el 19 de noviembre de ese mismo año, aprovechando las festividades revolucionarias de nuestro país.
Se buscó a toreros de renombre y don Ángel logró traer a Vicente Ruiz “El Soro”, figura del toreo español quien aquel sábado 19 de noviembre a las 16:00 horas alternó con los mexicanos del momento, David Silveti y Jorge Gutiérrez. Los toros fueron de Reyes Huerta.
El toro de la inauguración se llamó “Fundador” y a la postre “El Rey David” -Silveti -cortó una oreja a cada uno de sus toros, siendo el primer matador en triunfar en este escenario.
La fiesta no terminó allí, porque al día siguiente, 20 de noviembre se presentó la segunda corrida inaugural con la presencia de José Miguel Arroyo “Joselito”, el regiomontano Manolo Martínez y Manuel Lima con toros de Javier Garfias.
Fue una tarde histórica, donde se rindió un merecido homenaje al maestro Pepe Alameda, cuya placa con el nombre de “intelectual del toreo” quedó al lado de la placa que marcaba la fecha inaugural de “El Relicario” poblano.
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López Lima dejó la plaza en 1996 al no aguantar el cobro de impuestos y empezó el andar de empresarios como Alberto Ventosa, quien solo duró dos años; Manolo Tirado y en el 2000 volvió López, quien techó el inmueble, trajo a primeras figuras como Enrique Ponce y Pablo Hermoso de Mendoza, y implementó las corridas y novillas de viernes por la noche.
Dentro de las novillas, las damas entraban gratis y los niños de igual manera en la compra de un refresco. Fue todo un éxito. A tal grado que entre 2003 (14) y 2004 (17) se realizaron 31 novilladas.
Para ese 2004, los festejos de feria se convirtieron en verdaderas romerías y generaciones de nuevos aficionados. El Relicario se convirtió en una de las plazas más importantes de México, siendo paso obligado de matadores, rejoneadores, novilleros y ganaderías.
CAMBIO DE ADMINISTRACIÓN
La plaza de toros ha sufrido diferentes embestidas. Cambios de administraciones, amenazas de gobiernos estatales y municipales, así como empresarios, algunos con mucha y otros con poca convocatoria en los tendidos.
Quizá el peor momento para la plaza ha sido este 2020 donde la pandemia ha cerrado prácticamente las puertas del inmueble en lo que va de este agónico año.
El aniversario número 32 será en silencio, por lo que se vive en este 2020 y con la pena de haber perdido a su primer empresario hace solo unos días, pero “El Relicario de Puebla Joselito Huerta” allí seguirá, firme, impávido, aguantando los temporales, los ataques a la fiesta, y listo para el arribo de mejores tiempos, y volver a escuchar el grito del aficionado, el bramido del toro bravo, la música de la banda y el siempre emocionante sonido de parches y metales.