Tlaxcala, Tlax. Plaza de toros Jorge Aguilar El Ranchero, más de media entrada noche con fría y buen ambiente en los tendidos. Mano a mano del matador español Antonio Ferrera y el tlaxcalteca José Luis Angelino con ejemplares de Rancho Seco.
RESEÑA
Decía el mítico matador Rodolfo Rodríguez El Pana que: “para que haya caldo de liebre, primero, debe haber liebre”. Y es que la casa ganadera tlaxcalteca que dirige don Sergio Hernández González envió, para la segunda corrida de feria, un encierro donde se prestaron para el lucimiento cinco de los seis ejemplares. Destacando los lidiados en primero, quinto (este con vuelta al ruedo a los restos mortales) y sexto. Por lo que hubo materia prima para que los matadores dieran rienda suelta a su imaginación, plasticidad y sentimientos.
ANTONIO FERRERA
De latín “introspiciere” que significa mirar en el interior; introspectiva fue lo que hizo sentir el torero español al respetable con su profundidad y proyección. Fue con Merengue 510 Kilos número 170, el quinto de la noche, tercero de su lote, donde Ferrera se prodigó en sentimientos haciendo un toreo que olvidó la vertical y se concentró en la profundidad. Cuando al hispano se le rodaron unas lágrimas tras un natural en los medios que duró la eternidad de los amenes, entonces la plaza estuvo al borde de una catarsis. Tal vez fue que por la mañana Ferrera visitó la casa del matador Pana, tal vez que brindó a la hermana, Marina, del torero desaparecido que brindó a la mujeres que saciaron su sed y su hambre más en sus soledades. Y que hubo un toro que tuvo calidad, recorrido pero que fue agradecido a los toques suaves y al temple sentimental, porque cuando se torear así, hay abandono del cuerpo.
Ya no importó entonces la oreja bien ganada de aquel bien presentado primero de su lote llamado Polvorón 510 Kilos No.153 al que logró una faena en los medios con toques suaves y tandas justas a un colaborador bravo que se ordenó para él arrastre lento tras el descabello.
También el público olvidó en la espuerta, aquella faena de mucho calado al respetable a Pastelito con 453 kilos y que mal logró con la espada, pero que este toro recibió arrastre lento. Ferrera es torero para los sentimientos.
JOSÉ LUIS ANGELINO
De azul rey y oro José Luis Angelino llegó arropado con esa nube de aficionados que ven en el matador un ejemplo claro de superación y esfuerzo sin parar. Fe del latín “fides”. Los romanos, hijos culturales de los griegos describieron que FE es creer profundamente en algo o en alguien. Y José Luis Angelino logró el triunfo de su fe. Frase que le caracteriza en sus días de batallas continuos. Logró cortar dos orejas a su primer ejemplar de Rancho Seco, mismo que brindó al ganadero cumpleañero Emilio Rodríguez padre. Entonces llegó aquel torero de nombre José Luis al centro del ruedo a jugarse la vida como cada tarde. Pero a dejar el alma en cada pase. Cada muletazo fue una nota del concierto de aquella música callada del toreo que gracias al noble y bravo de Rancho Seco, hubo elementos para dejar en el ambiente tras espadazo entero, vestida de blanca paloma, los tendidos de la plaza. Y allá se fue el hijo del bien añorado “pulques” a dar la vuelta entre suspiros y dejar que siga triunfando su fe.
Nuevamente hubo ilusiones de triunfo grande con el cierra plaza de nombre Bizcocho con 483 kilos, número 142 cárdeno claro, caribello y que no mintió en hechuras y comportamiento. No hubo acomodo del torero, pero no por ello falta de entrega y voluntad. No hay ganadero ni torero que no salga con deseos de triunfo. Toro de Rancho Seco que sin duda hace patente que Tlaxcala es tierra de toros bravos y… con calidad.