El frío se lo ganó a la afición, tal vez porque el espectáculo en la cancha no calentó ni conectó con la fanaticada en la presentación de La Franja el viernes en el estadio Cuauhtémoc ante los Gallos Blancos del Querétaro.
Gritos hubo, aunque esporádicos, como acciones de peligro en el primer tiempo.
Rugió más el estadio en esos 45 minutos, cuando Jesús Paganoni cayó como un saco de papas al suelo tras un encontronazo con un futbolista del Querétaro... “¡ay!”, exclamó el coloso de Maravillas y los cronistas que aún llegaban al estadio y tomaban asiento preguntaban... “¿qué pasó? Pero si nadie anotó”.
Aunque la gente alcanzó a despabilar a la media hora de partido, cuando una caída dentro del área de Ángel Zaldívar la vio como penal. Pero el central, Juan Andrés Esquivel, juzgó como viril el hombro con hombro y nada, “siga, siga”.
Luego, Omar Fernández la presumió de cabeza hacia el final del primer capítulo, pero el respetable sabe más: “pinche chaparro, hay que crecer”, le recordó al colombiano sonrojado por perderse el remate con el arco abierto.
Ni modo, hay quienes Dios no los bendijo con el don de la estatura. Tal vez con cinco centímetros más, Fernández hubiera puesto a festejar al Cuauhtémoc, pero él hubiera…
Tan frío el ambiente que ni ánimo para el grito, sí, el homofóbico. Menos mal, Puebla da ejemplo en eso y más; Gil Alcalá, arquero queretano, habrá de hablar bien de la Angelópolis en el gremio.
Noche de narices frías, guantes, de parejas acurrucándose en la grada. Pero de futbol poco o nada, y a eso se va al templo de los viernes: a gritar gol y a ver a La Franja ganar.
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