Hace muchos años, demasiados quizá para la gran mayoría de los aficionados al futbol, el equipo húngaro era considerado como uno de los mejores de mundo, haciendo valer su nombre en diversas competencias, especialmente en los Juegos Olímpicos, en donde pudo alcanzar tres medallas áureas, junto con una de plata y bronce. De la década de 1930 a la de 1950, los llamados Magiares desplegaron una gran calidad de juego, asombrando a los demás equipos europeos y sudamericanos, en el entendido que en ese entonces solo estas dos regiones tenían participación importante en el balompié del planeta.
El también llamado Equipo de oro disputó y perdió dos finales mundialistas: en 1938 y en 1954, cuando cayeron ante Italia, que era favorita; y ante unos sorpresivos alemanes, quienes afirmaron que ese día habían renacido como nación.
Efectivamente nadie recuerda a los subcampeones, pero ese equipo comandado por Ferenc Puskás creó un concepto muy notable en el balompié: llamado el Futbol Total, el cual consiste en una rotación sumamente efectiva de los jugadores en diferentes posiciones. Este modo de juego solo ha sido desplegado también por la Holanda de Cruyff, el Brasil de 1982 y el Barcelona que ganó todo a finales de la década pasada, entre otros tantos ejemplos que podríamos exponer.
Pareciera que la Guerra Fría no les sentó bien a los húngaros, ya que a partir de los 60´s ya no pudieron obtener ningún triunfo notable, es más, tan solo tienen 4 participaciones en Eurocopa, una de ellas la actual y sobre la que comentaremos en este momento.
Con todo este pasado glorioso, habían pasado muchos años para volver a una competencia internacional, como lo fue la Euro de 2016, en la que después de 44 años de ausencia, lograron clasificar y calificar como primeros de grupo, aunque después hayan sido eliminados.
Ahora se presentaron en el llamado grupo de la muerte, en donde tuvieron que enfrentar a los dos últimos campeones del mundo, así como al actual monarca europeo, en donde se esperaban resultados muy adversos.
La Puskás Arena lució pletórica, quizá como hace 70 años no se veía un escenario en Hungría, llena reventar y con un ambiente que hacía pensar que el covid ya no existe, aun cuando se tomaron todas las medidas de protección en cuanto a vacunación y pruebas PCR. La afición se entregó totalmente a su selección, dando como resultado una derrota ante Portugal y un empate ante Francia que fue festejado como hace décadas no se veía, al fin las emociones regresaban a ese país de Europa del Este.
Frente a los alemanes, en tierras germanas, dieron una pelea y se pusieron al frente en dos ocasiones, aunque al final solo lograron el empate, sin embargo, a los húngaros se les volvió a ver esa garra que los caracterizó hace años y que también se notaba en alguno de los equipos pertenecientes a los países del bloque soviético. También la belleza de la mujer húngara se hizo notar en los estadios, dando una combinación de alegría y vivacidad que es agradable a todos los que amamos este deporte.
Esperemos que los magiares puedan volver a ser grandes y vuelvan a dar grandes espectáculos como aquel ocurrido en 1954, en el llamado Milagro de Berna, hecho que inspiró una película que esta en la red y que se las recomiendo para el fin de semana. Hasta la próxima.
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