Todo sea en pro de auspiciar una Copa del Mundo, qué importa si eso implica esconder, bloquear u ocultar una obra de arte de casi 60 0 70 millones de pesos de valor. Esto sucedió en Puebla, en la década de los 80 para convertir al Cuauhtémoc en un estadio dos veces mundialista.
En 1968 con Puebla y el Cuauhtémoc formando parte de los Juegos Olímpicos de México como subsedes, al artista y arquitecto Jesús Corro se le encomendó la creación de un mural para conmemorar el paso de la máxima fiesta deportiva del planeta por la entidad.
Corro, en un edicto publicado el cinco de junio de 1968 por El Sol de Puebla, agradeció al entonces gobernador Aaron Merino Fernández y al comité organizador por ser elegido para crear la obra.
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La obra que se destruyó por un Mundial
El mural, trazándose por el lado poniente del estadio en un espacio de casi 80 metros cuadrados, se reprodujo con mosaicos venecianos vitreos. Parte de estas piezas, cabe destacar, presumen o presumían de pedazos de oro.
En el mural se representa la dinámica del futbol y las razas del planeta; además, en él aparecen el juego de pelota azteca, el Tlatoani Cuauhtémoc y el dios prehispánico Macuilxóchitl. La obra también incluye al Puebla de La Franja y a la selección nacional de México, quienes se encargaron el seis de octubre de 1968 de inaugurar el inmueble enfrentando al América y Checoslovaquia, de forma respectiva.
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Pero en 1986, 18 años después de abrir el Cuauhtémoc sus puertas y 16 años luego de acoger la Copa del Mundo de México 1970, para cumplir con el aforo solicitado por la FIFA para auspiciar una nueva justa mundialista en Puebla y en el coso de Maravillas a “alguien” se le ocurrió atravesar una trabe para edificar la rampa poniente y así ayudar a crecer al coso en el afán de verlo como sede del Mundial de México.
Hasta antes de los trabajos, al inmueble le cabían 35 mil personas. Tras la ampliación para el Mundial entraban ya 42 mil 64 aficionados.
El sacrificio de la obra valió la pena porque Puebla acabó formando parte de aquella Copa del Mundo.
Hay quien dice el mural se quedó en 1986 bajo una trabe porque era difícil desprenderlo y para no dañarlo se optó por dejarlo ahí, oculto.
La tesis se retroalimentó con los trabajos de remoción en el Cuauhtémoc de 2015, donde se trató de rescatar la obra. Aunque los expertos le dieron para atrás al plan porque de haberlo hecho eso hubiera repercutido en la estructura del estadio.
De esa forma, sólo se liberó parte del mural. ¿Del oro en la obra…? Éste es ya casi inexistente.
Corro pidió rescatar la obras
No obstante, en septiembre del 2005, 10 años antes de la última ampliación del inmueble el arquitecto Corro le solicitó a la Secretaría de Cultura el rescate de la obra al tratarse del “patrimonio artístico cultural de Puebla, como creación relevante del muralismo mexicano”. Sin embargo, careció de respuesta.
Al artista, a decir de su hijo, nadie lo consultó sobre la pieza en 1986 y Corro sólo se enteró del destino de su obra cuando visitó el Cuauhtémoc para un partido.
El maestro Corro murió en 2016 y su trabajo sigue sin ser descubierto por las nuevas generaciones, o tal vez hayan visto parte de éste, pero sin saber realmente de la importancia de aquel mural ubicado por la entrada a los hoy palcos de la directiva.
Sí, el Cuauhtémoc es uno de 16 inmuebles en el planeta futbol con el mote de dos veces mundialista… pero no a qué costo.