PUEBLA, PUE.- El dron, manejado con maestría por nuestro compañero Julio César Martínez, voló, voló y voló.
Alcanzó la altura que necesitaba, para desde allí disparar y ser mudo testigo de cómo los dos gigantes del deporte poblano se encontraban en completo silencio.
De un lado, el “Gigante de hule”, con sus cuatro alerones a los lados y un rectángulo impresionante, completamente verde, que espera ansioso a sus protagonistas.
Del otro, el “Gigante verde”, con su incomparable diamante, ya con el ruido apagado de los batazos y el tronar de la mascota.
Los dos, en completo silencio.
El estadio Cuauhtémoc, totalmente quieto, sin un alma al lado, sin ni siquiera el personal de mantenimiento, que por ahí debió estar a la expectativa para mantener en condiciones al escenario.
Las tribunas vacías, las butacas reposando alegremente, y el grito de gol –de por sí escaso en casa en esta campaña- completamente ahogado.
Nadie en las tribunas, ni siquiera el personal de limpieza, que debe estar preparado con todo lo necesario para cuando llegue el momento y darle ese baño para desinfectar todas las instalaciones para la hora de la reanudación.
Ni siquiera el entrenamiento de miércoles y jueves del equipo en el escenario, porque el parón es total.
Resguardo completo en casa para evitar riesgos dentro de una contingencia, que provoca miedo, temor e incertidumbre por tanta información que a veces provoca desinformación.
La pandemia del coronavirus ha dado un terrible golpe al deporte en general, y el poblano no es la excepción.
El futbol está paralizado en todas sus categorías y no se ve para cuando el “Gigante de Plástico”, con capacidad para más de 48 mil espectadores pueda reabrir sus puertas.
Para el sábado preparaba su fiesta. Llegaba el líder Cruz Azul con cambio de día y horario contra el menos goleado.
La orden de paro a partir del domingo por la noche frenó todo. Y la afición tendrá que esperar ese duelo, esperado por todos.
“Vale más así, que jugar a puerta cerrada”, dijo una voz.
Sí mucho mejor. Jugar a puerta cerrada no solucionada las necesidades del club, esperanzado en la taquilla que pudo significar la visita del puntero.
El Cuauhtémoc, ahí está, en completo silencio y esperando los gritos en la cancha y los bombazos que provoca un balón.
MISMA HISTORIA
Del otro lado es igual, el Hermanos Serdán que por casi cuatro semanas mantuvo la presencia de más de 80 personajes entre juegos, cuerpo técnico y personal de mantenimiento, se quedó solo.
Desde arriba se observa su soledad y los implementos, como malla protectora, jaula de bateo, que se utilizan como medida precautoria en los entrenamientos.
A lo lejos, en mismo dron capta una dañada cancha de la Unidad Deportiva “Mario Vázquez Raña”, con su pista olímpica alrededor, que tendrá que esperar a los atletas que participarían en el Para Nacional de Atletismo que se realizaría esta semana y que también fue suspendido.
Y en el fondo, el gimnasio Miguel Hidalgo, que acaba de ser sede de un nacional de maxibasquetbol y que también cerró sus puertas.
El Serdán está solitario, solo a sus afueras algunos movimientos de los albañiles que a pasos agigantados construyen al exterior la nueva tienda de souvenirs.
Ya ni los gatos maúllan, ni las mascotas de Héctor Galván aparecen, y mucho menos se escuchan los contactos con la bola y los gritos de ¡cuidado!, cuando sale un batazo a la zona de los jardines, donde habitualmente trabajan los lanzadores.
El beisbol también se detuvo, a días de comenzar los juegos de la pretemporada y cuando ya la afición poblana estaba lista para ver a sus Pericos y adquirir sus boletos para la gran ceremonia de apertura del 1’0 de abril frente a los Diablos.
El entrenamiento paró cuando se anunció el nuevo para inicio de campaña para el 11 de mayo, más de un mes después de la fecha pactada, y por lo que se prevé, el rival ya no será el mismo.
Antes que todo, la seguridad de los jugadores para evitar la exposición al virus.
“Todos deben regresar a casa”, fue la orden.
Ya para el domingo no se presentó nadie.
Y el juego finalizó antes de comenzar, mientras los dos gigantes esperan pronto su resurgir.
El dron cumplió su misión y fue un mudo testigo de la triste realidad que vive el deporte poblano.