El beisbol es un deporte que brinda satisfacciones a granel y donde el paso final de una gran trayectoria deportiva se llama Salón de la Fama, el lugar donde son exaltadas aquellas grandes figuras que, con sus actuaciones o aportaciones de diversa índole enaltecieron y dieron grandeza al Rey de los Deportes.
En el beisbol mexicano el recinto de los inmortales abrió sus puertas el 10 de marzo de 1973 en las instalaciones de la Cervecería Cuauhtémoc, en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, donde desde entonces han sido entronizados jugadores, directivos, umpires y cronistas.
Allí se mantuvo durante varias décadas., hasta que la cervecería cambió de manos y comenzaron las complicaciones para mantener la sede del recinto, hasta que apareció el empresario don Alfredo Harp, quien entró al rescate y apoyo del gobierno del mismo estado de Nuevo León, construyó la nueva casa del beisbol en el parque Fundidora, inaugurado en febrero de 2019.
Desde su inauguración a la fecha han alcanzado su inmortalidad 207 personajes, tomando en cuenta los siete de la clase 2020, que serán parte del nuevo recinto a partir de este 2021.
TRES PERSONAJES
Dentro de esa gama de grandes peloteros y personajes que han desfilado por la Liga Mexicana de Verano y la Liga Mexicana del Pacífico, desde el siglo pasado, Sonora es el estado que más jugadores aporta dentro del recinto de los inmortales, pero dentro de ese grupo selecto se encuentran tres personajes nacidos en Puebla, que son parte de la historia del beisbol universal.
Manuel Oliveros (manager), Alejo Peralta Díaz Ceballos (directivo) y “El Buitre de Tecamachalco” Aurelio López (jugador) son tan solo los tres poblanos que en los 48 años de historia que tiene el Salón de la Fama, que han sido enaltecidos al recinto de los inmortales.
Los más conocidos de ellos, son el excelente lanzador derecho que llegó a brillar en la Gran Carpa, Aurelio López Ríos, y el directivo y también manejador Alejo Peralta, flamante dueño de los Tigres capitalinos, equipo que fundó en 1955 y que hasta la fecha -con otros dueños- se encuentra vigente en el circuito mexicano.
Pero el primer poblano que apareció como inmortal fue Manuel Oliveros, quien fue parte de la clase 1973, año en que se inauguró el recinto, y que fue parte de la cuarta ceremonia de votación, ya que para esas fechas ya se habían definidos las clases de 1939, 1964 y 1971.
Hasta la fecha Sonora es el estado que más peloteros aporta al Salón de la Fama con 33 inmortales, seguido por Veracruz con 31 y atrasito se encuentra Sinaloa con 25.
LOS POBLANOS
El manager Manuel Oliveros fue el primer poblano que ingresó al Recinto de los inmortales en el lejano 1973.
Oliveros, desconocido para las nuevas generaciones, nació el 27 de mayo de 1895 en la ciudad de Puebla, y desde los 10 años empezó a practicar el beisbol en la Angelópolis.
Más tarde se mudó a la Ciudad de México y a los 15 años marchó a California, donde comenzó a jugar como lanzador, concretamente en el área de Los Ángeles y San Francisco.
En ese viaje adquirió conocimientos sobre el beisbol, que supo acrecentar al paso de los años, hasta convertirse en uno de los mánagers más exitosos en los inicios de la pelota profesional en México.
De regreso a la Ciudad de México, fundó en 1922 a Tigres de Comintra, el cual manejó hasta 1940 cuando desapareció la franquicia.
Con el Comintra ganó los títulos de Liga mexicana en 1930 y 1933, y en 1939, la selección Oliveros ganó a la selección Carmona (Ernesto) en el primer Juego de Estrellas en la historia de la Liga Mexicana. El marcador final fue de 1-0 en once trepidantes episodios.
Se retiró de la pelota profesional en 1941 y hasta 1961 se dedicó a impartir sus enseñanzas a los jugadores jóvenes, lo que hizo con entusiasmo y conocimiento.
ALEJO PERALTA
El ingeniero Alejo Peralta y Díaz nació en la ciudad de Puebla el 5 de mayo de 1916, una fecha memorable en la historia de la ciudad.
Desde joven se mudó a la ciudad de México donde estudió la carrera de Ingeniero Mecánico Electricista, de la cual se graduó en 1939 en el Instituto Politécnico Nacional, institución que dirigió 17 años después.
Su pasión por el beisbol, deporte que practicó desde pequeño, nunca la ocultó, y dos años después de su graduación patrocinó su primer equipo de aficionados, que fue invitado a jugar a La Habana, Cuba.
Su primer paso por la pelota profesional fue con Aztecas en la Liga Invernal en 1952, y en 1955 apareció en la Liga Mexicana de Verano como fundador de los Tigres, equipo al que llevó a cinco campeonatos, hasta su muerte en 1993.
Con los felinos logró el bicampeonato en las temporadas 65-66, con un roster exclusivamente de peloteros mexicanos y un año después fue nombrado el “Rey del Beisbol”.
Después de la revolución provocada por Jorge Pasquel a finales de los 40 y principios de los 50, Peralta tomó la estafeta como uno de los grandes impulsores del beisbol mexicanos, creando las ligas del Sureste y Norte de México, donde los equipos se encargaban de desarrollar a todos los prospectos que alimentaban a la Liga Mexicana de Verano.
En 1979 fue nombrado Alto Comisionado de la Liga Mexicana, lapso durante el cual surgió el movimiento de beisbolistas que zarandeó a la pelota mexicana.
En 1980 con Peralta como Comisionado y dueño de los Tigres explotó la bomba en la Liga Mexicana, cuando los peloteros, en plena defensa de sus derechos, se negaron a jugar un 1 de julio de 1980, estallando una huelga a la que unieron más de 200 peloteros, entre figuras y novatos.
Peralta se montó en su macho y se negó a negociar con los integrantes de la Asociación, para buscar una solución y terminó la campaña con solamente seis de los 20 equipos que estaban registrados en el circuito.
Fue un duro golpe para el beisbol, pero Peralta con todas sus relaciones y potencial económico buscó alternativas, vetó a los involucrados en el movimiento anabista y para el año siguiente (1981) rehízo el circuito con 16 equipo, mientras a la par los peloteros inconformes fundaban la Liga Nacional.
Peralta sabía que le costaría trabajo retomar el nivel del que gozaba el circuito en esos momentos, pero a la par inauguró la Academia de Pastejé, donde preparaban a los prospectos más interesantes del beisbol mexicano, para recuperar la fuerza y el nivel que tenía el circuito.
Así aparecieron grandes peloteros con Matías Carrillo, Daniel Fernández, Narciso Elvira, Ramón Esquer, Miguel Ángel Valencia, “Manuel “Pimienta” Morales, Héctor Rivera, Octavio Orozco, Héctor Estrada, Ignacio Vargas, Cornelio García, y una gran cantidad de peloteros mexicanos, que de inmediato se fueron integrando a los diferentes equipos.
Costó trabajo, pero Peralta jamás dobló las manos y su orgullo terminó siendo un duro golpe para el beisbol mexicano, que perdió a grandes jugadores, a los que prácticamente le cerraron las puertas en las narices en todos lados.
EL GRAN AURELIO
El único beisbolista poblano que aparece dentro del recinto de los inmortales se llama Aurelio López Ríos, el famoso “Buitre de Tecamachalco”, que alcanzó su inmortalidad en 1993 de manera directa, meses después de haber perdido la vida en un accidente automovilístico en septiembre de 1992.
Aurelio nació en Tecamachalco, Puebla, el 21 de septiembre de 1948, y fue firmado a los 17 años por los Diablos por el buscador Ramón “Chita” García.
En la Liga Mexicana, el lanzador derecho, siempre jugó para los Diablos, con los que salvó 30 juegos en 1977 cuando cayeron en la final contra los Tecolotes de Nuevo Laredo, dirigidos por el talentoso Jorge Fitch.
En la pelota invernal defendió las franelas de Los Mochis, Guaymas, Guasave, Culiacán y Mazatlán.
Jugó once campañas en las Ligas Mayores con Kansas City, San Luis, Detroit y Houston, donde ganó el gallardete en 1984 frente a los Padres de San Diego, ganando el quinto juego que significó la coronación para la escuadra de Sparky Anderson.
En la Gran Carpa ganó 62 juegos, perdió 36, salvó 93, abanicó a 635 bateadores y terminó con efectividad de 3.56.
En las 10 temporadas que jugó con Diablos entre 1968 y 1977 tuvo marca de 97-83, 1,022 abanicados, 99 salvamentos y una efectividad de 3.18.
En el Pacífico almacenó número de 50-47 y 3.01 de efectividad, defendiendo los colores de los cuatro equipos sinaloenses (Los Mochis, Guasave, Culiacán y Mazatlán) además de los sonorenses Ostioneros de Guaymas.
Retirado parcialmente del beisbol en los 90, ganó la presidencia municipal de su natal Tecamachalco, y en 1992 cuando ya preparaba un eventual regreso a la pelota invernal a los 44 años, perdió la vida en un lamentable accidente automovilístico.
Fue elevado al Salón de la fama al lado de los también lanzadores Ramón Arano, el derecho con más triunfos en la historia del circuito, y Alfredo Ortiz, el zurdo más ganador en esos momentos en la historia del circuito.
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