“Ya no aboguen por mí. Desde mi nacimiento sé claramente lo que se viene en unos años. Yo prefiero pelear y morir en el ruedo. Es mejor que ser sacrificado en un rastro, sin tener ninguna posibilidad de sobrevivir”.
Es la voz de un toro bravo. Un toro de casta, que fue criado para ser parte de un espectáculo, que representa a la cultura de muchos países, entre ellos México: la fiesta brava.
“No entiendo a la gente que quiere que se prohíba la fiesta de los toros. ¡Válgame Dios!, ¿En qué están pensando? No hay que ser egoístas. Los toros bravos nacimos para esto, para disfrutar el campo en nuestra juventud y cuando es el momento, cristalizar el sueño de pelear por nuestra vida en las plazas más importantes del mundo.
“No es sacrificio. Es una distinción, que tenemos muy pocos, sólo aquellos que somos seleccionados para ser parte de la fiesta.
“Muchos se quedan en el camino, y ni siquiera tienen la oportunidad de pelear por su vida. Ya con la mayoría de edad son vendidos para ser sacrificados en los rastros. ¿Y quién levanta la voz en defensa de ellos?
“Todos, al final de cuenta, somos un producto comestible, porque es mentira que prohibir la fiesta salvará nuestras vidas. Al contrario, nos llevarán directo al matadero, sin brindarnos esa oportunidad de mostrarnos, hacer gala de nuestra bravura en un ruedo, enfrentar al caballo, ver como el torero se luce con el capote y la muleta; enfrentar ese segundo tercio de la lidia, con la colocación de las banderillas que levantan al público de sus asientos cuando la suerte se ejecuta con precisión y elegancia, y escuchar esos oles desde las tribunas.
“No puedo pedir más como toro de lidia porque para eso fui criado en mi ganadería, donde recibí todas las atenciones y cuidados, y si mi bien me va, tengo la gran oportunidad de volver.
“Sí, porque si resulto un burel bravo y de clase, voy a todo lo que me pide el torero y ejecuto al pie de la letra cada uno de los tercios, tengo la oportunidad de que, en lo alto del palco, la autoridad saque el pañuelo verde y me perdone la vida.
“Eso solo puede suceder en un ruedo, porque si prohíben la fiesta, para dizque proteger mi vida, estarán cometiendo el más grande de los errores. Entonces, ya no podré luchar, el dueño me venderá y me llevarán directamente al matadero. Desgraciadamente es la realidad de nuestra existencia.
“Pero si en el ruedo tengo la suerte de salir con vida, entonces me curarán, me regresarán al campo, tendré mi harem de vaquillas y me convertiré en el más envidiado de los sementales.
“Esa es la realidad del toro bravo. Triste, pero al fin realidad.
“Una realidad donde tienes que mostrar tu clase, tu bravura, primero para ganarte el derecho de pelear en un ruedo, y después para salvar tu vida.
“No defender la existencia en ese lugar, condena a ser sacrificado sin ni siquiera pelear”.
“Recapaciten y déjenme defender mi vida, déjenme ser feliz donde me gusta, en la plaza, peleando en el ruedo, frente al torero y agradando a quienes aman la fiesta.
“Y con suerte, en una tarde inspirada, salgo por la puerta grande y logro salvar mi vida.
“Entiendan, soy un gladiador, soy un guerrero… soy un toro de lidia”.